A lo largo de los años, el Espejo de las Almas Perdidas cambió de manos, pasando de una generación a otra, cada una con su propia historia y propósito en relación con el misterioso artefacto.

Tras la muerte de Alexander Crowe, el espejo fue heredado por su discípulo más cercano, el enigmático Samuel Blackwood. Blackwood era un hombre erudito y sediento de conocimiento, pero también poseía una oscuridad interior que lo impulsaba a buscar respuestas más allá de los límites de la cordura. Utilizando el espejo, se sumergió en su superficie, tratando de encontrar la verdad oculta detrás de los velos de la realidad. Sin embargo, su afán de conocimiento fue su perdición, y su alma quedó atrapada en el reino de las sombras, convirtiéndose en una advertencia de los peligros que acechaban a quienes se aventuraban en el espejo sin precaución.

El siguiente dueño del espejo fue una mujer llamada Evelyn Sinclair. Era una vidente y sanadora de renombre, cuya reputación se basaba en su habilidad para utilizar el espejo en beneficio de los demás. A diferencia de Crowe y Blackwood, Evelyn comprendía la importancia de la moderación y la prudencia al enfrentarse a los secretos ocultos del espejo. Utilizó su poder para deshacer maldiciones y liberar almas atormentadas, pero siempre con cuidado y compasión. Aun así, las desdichas y las tragedias siempre acechaban en las sombras, y a medida que el espejo cambiaba de manos, se desataban fuerzas malignas que amenazaban con desequilibrar el delicado equilibrio entre el bien y el mal.

Con el tiempo, el espejo cayó en manos de una secta oculta conocida como los Hermanos de la Penumbra. Estos hombres y mujeres, despiadados y sedientos de poder, utilizaron el espejo para sus propios fines egoístas. Intentaron desentrañar los secretos más oscuros de la magia negra y dominar a las almas atrapadas en el espejo, con la intención de obtener un poder absoluto sobre el mundo. Sin embargo, sus acciones desencadenaron una serie de eventos catastróficos, y la ira de las almas perdidas se volvió contra ellos, consumiendo sus propias existencias y arrastrando a la secta hacia la ruina.

Después de este trágico episodio, el espejo quedó olvidado y oculto, sus poderes latentes esperando ser descubiertos una vez más. En su soledad, el espejo fue testigo de la angustia y las desdichas que afligieron al mundo a lo largo de los años. Aunque algunas almas valientes intentaron utilizarlo para el bien, fueron superadas por las sombras y los peligros que emanaban de su superficie.