El Espejo de las Almas Perdidas II | La Máscara de Ébano
En la oscuridad de una noche sin luna, los Hermanos de la Penumbra, una secta oculta sedienta de poder, se reunieron en su antiguo santuario. Sus rostros estaban ocultos por capuchas negras, y sus voces susurraban antiguos conjuros mientras llevaban a cabo un ritual prohibido. Su objetivo final era obtener el Espejo de las Almas Perdidas, un artefacto de poder inimaginable.
Guiados por profecías oscuras y textos arcanos, los Hermanos habían rastreado el paradero del espejo durante años. Creían que con su control podrían desatar un poder supremo y dominar el mundo. Convencidos de su superioridad, se adentraron en el teatro en el que se ocultaba el espejo, sorteando trampas y superando pruebas mortales que protegían el objeto de su codicia.
Finalmente, llegaron al corazón del teatro, donde se encontraba el Espejo de las Almas Perdidas. Ellos, con avidez y temor, se enfrentaron a su superficie, convocando antiguos cantos y símbolos de poder. El espejo respondió a su llamado y se abrió como un portal hacia dimensiones desconocidas.
Los Hermanos de la Penumbra, embriagados por el poder y la ambición, utilizaron el espejo para sumergirse en los reinos oscuros que se desplegaban más allá de su superficie reflectante. Manipularon a las almas atrapadas en su interior, utilizando sus energías para amplificar su propio poder y convertirse en seres casi divinos.
Pero pronto descubrieron que su búsqueda de dominio y control tenía un alto precio. Las almas atrapadas en el espejo, una vez liberadas de sus maldiciones, se volvieron resentidas y vengativas. Se alzaron en rebelión contra sus opresores, una tempestad de furia y desesperación que se abatió sobre los Hermanos de la Penumbra.
Uno por uno, los miembros de la secta fueron consumidos por las almas que habían liberado. Sus vidas fueron arrebatadas, sus almas atrapadas en el mismo tormento del que habían intentado escapar. La sede de los Hermanos de la Penumbra se convirtió en un lugar maldito, un monumento a la arrogancia y a la sed de poder desmedida.
El Espejo de las Almas Perdidas, liberado de las manos de los Hermanos, se selló nuevamente, ocultando su poder a los ojos del mundo. Permaneció como un recordatorio siniestro de las consecuencias de la codicia y la ambición desmedida. Nadie se atrevió a perturbar su descanso, temiendo las terribles consecuencias que podrían desencadenarse si alguien intentaba utilizarlo nuevamente.
Así, el destino de los Hermanos de la Penumbra quedó entrelazado con el Espejo de las Almas Perdidas, una advertencia macabra de que aquellos que buscan el poder absoluto solo cosecharán la perdición y el tormento. Su historia, narrada en susurros oscuros y olvidados, se convirtió en una leyenda aterradora, recordando a los imprudentes que los límites entre la luz y la oscuridad son frágiles y que jugar con las almas puede llevar a la propia destrucción.
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