El Baile | La Máscara de Ébano
En una ciudad sombría y decadente, se celebraba un extravagante baile de máscaras en una mansión misteriosa. Los invitados se congregaron, cada uno ocultando su rostro detrás de coloridas y enigmáticas máscaras. Sin embargo, había una máscara que destacaba entre todas: la Máscara de Ébano.
La Máscara de Ébano era de una belleza siniestra y parecía tener una presencia propia. Quien la llevaba se convertía en el centro de atención, pero también en el objetivo de la desgracia. En el baile, el anfitrión, un hombre enigmático llamado Sebastian, entregó la máscara a un invitado desprevenido, desatando así una serie de acontecimientos oscuros.
A partir de ese momento, aquellos que portaron la Máscara de Ébano sufrieron una maldición inescapable. En la oscuridad de la noche, la máscara cobraba vida y atormentaba a su portador con visiones de pesadilla y alucinaciones aterradoras. Las víctimas perdían la cordura, sufrían terribles accidentes o incluso encontraban un destino fatal.
La noticia de la maldición de la Máscara de Ébano se propagó rápidamente, pero nadie parecía capaz de escapar de su influencia. Aquellos que intentaban deshacerse de ella solo encontraban que volvía misteriosamente a sus vidas. Pronto, la ciudad entera estaba consumida por el pánico y la paranoia.
Uno tras otro, los portadores de la máscara cayeron en la desesperación y la locura. La ciudad se sumió en el caos, las calles se volvieron un escenario de desgracia y horror. Almas atormentadas vagaban por las sombras, con el rostro cubierto por la Máscara de Ébano, y sufrían un destino inimaginable.
En medio de este caos, el misterioso Sebastian, el portador original de la máscara, observaba impasible la devastación que había desatado. Parecía disfrutar del sufrimiento ajeno, como si se alimentara de la desesperación y el terror que la máscara provocaba.
Pero, en un giro inesperado y perturbador, Sebastian se encontró con una nueva víctima de la maldición: una joven llamada Eveline. Sin embargo, en lugar de atormentarla, la Máscara de Ébano parecía obedecerla. Eveline descubrió que tenía un control sobrenatural sobre la máscara y que podía usarla para causar sufrimiento a otros.
Con cada acto de crueldad que Eveline realizaba con la máscara, su poder crecía. Se convirtió en una fuerza oscura y retorcida, gobernando sobre la ciudad en ruinas. Los habitantes, temerosos y desesperados, se sometieron a su voluntad, incapaces de escapar de la pesadilla en la que se habían convertido sus vidas.
El reinado de terror de Eveline continuó hasta que, finalmente, todos los habitantes de la ciudad se volvieron completamente sumisos a sus deseos más oscuros. Pero en ese momento, cuando Eveline parecía haber alcanzado la cima del poder, la Máscara de Ébano se liberó de su control y se aferró a su rostro, fundiéndose con su piel.
Eveline se convirtió en una marioneta de la máscara, condenada a ser su esclava por toda la eternidad. La ciudad, ahora desolada y sumida en la oscuridad eterna, quedó como testigo de la maldición de la Máscara de Ébano y el destino perturbador que le esperaba a aquellos que se atrevieran a buscar su poder.
Y así, el relato de la Máscara de Ébano se convirtió en una pesadilla interminable, una advertencia macabra de los peligros de buscar el poder a cualquier precio y de cómo el destino puede reservar un final inesperado y aterrador para aquellos que desafían los límites de la razón y la moral.
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