Capítulo 5 | El Cura
Capítulo 5 | El cura.
***
CHAD
Lo bueno de que llegara la luz era que los enchufes andaban bien, sino habría sido un desperdicio de tiempo. Así que saqué de mi maleta mi cargador y lo conecte al celular y el enchufe. Me senté en la orilla de la cama y me dediqué ver a mi alrededor. Si bien este lugar no me había dado buenas vibras desde que llegué, ahora menos sabiendo que mis bisabuelos eran brujos.
¿Sería buena idea decirle a mamá? Dudo mucho de que me crea, pero debería intentarlo al menos.
—Esto me da mala espina—Solté un suspiro frustrado, pasando mis dedos en mis cíen. Me levanté decidido a hablar con mi madre y explicarle las cosas que me habían estado pasando desde que llegamos, sin embargo un papel en el piso me llamó la atención. Me dirigí hacia él frunciendo el ceño con curiosidad y lo tomé en manos.
Mierda, ¿desde cuando estaba esto aquí? Era un pedazo de papel sucio donde estaba el mismo dibujo que encontré en mi libreta. ¿Qué significaba eso?
No esperé nada más y me fui de la habitación llamando a mi madre mientras bajaba por las escaleras, esperando encontrarla en la sala o la cocina.
—¡Aquí estoy! ¿Por qué gritas tanto? —Preguntó ella saliendo de la cocina.
Me dirigí hasta ella con seriedad.
—La casa está embrujada.
—¿Qué?
—Sé que no me querrás creer, pero es la verdad, mamá —Le enseñé el papel que había encontrado en mi cuarto —. Mira esto.
Ella lo tomó y observó con extrañeza.
—Lo encontré en mi habitación. Es la segunda vez que pasa y no recuerdo haberlo visto antes. ¡Aparece de la nada!
—Debe ser una mala broma de Georgie, Chad.
—No, no lo es—Le quité el papel y la miré con seriedad —. No te he dicho nada, pero desde que llegamos...
—Cariño, en serio, digas lo que digas no volveremos a nuestra antigua ciudad—Setenció y se dio media vuelta para irse de vuelta a la cocina. La seguí dispuesto a hacerme escuchar.
—¡Esto es serio, mamá! ¿Por qué no me dijiste que tus abuelos eran brujos? ¿Aún así nos metiste en esta puta casa?
Ante mi tono enojado, ella giró hacia mí y me miró enfadada. Colocó sus manos en sus caderas y se mantuvo en silencio. Sabía que la había hecho enojar, pero no me importó. Abrió la boca apunto de regañarme, pero nos desconcertó por completo el ruido de la silla a nuestro lado moviéndose. Ambos nos quedamos de piedra y dirigimos nuestra mirada a ella.
—¿Qué...? —Mamá no pudo terminar de preguntar ya que la silla volvió a moverse en dirección a ella, provocando un grito por su parte. Los dos echamos a correr escaleras arriba rápidamente siendo perseguidos por la silla que no dejaba de deslizarse por el suelo.
—¿VES A LO QUE ME REFERÍA? —Exclamé agitado.
—¡ENTRA AL CUARTO! —Dijo ella en respuesta de igual forma. Los dos nos metimos al cuarto y cerramos la puerta con seguro, aún asustados.
—¿Qué les sucede? —Preguntó Georgie mirándonos con confusión desde el suelo. Sus muñecos estaban esparcidos por éste.
Mamá y yo nos miramos pensando lo mismo. No podíamos decirle la verdad ya que se asustaría.
—Ehm... —Georgie miró a mi madre expectante —solo jugábamos una carrera para ver quién llegaba primero a aquí.
—Siempre nos dices que no quieres que corramos dentro de la casa, ¿por qué tú sí puedes? —Se quejó mi hermanito creyéndose la mentira.
Mamá soltó un suspiro y negó con la cabeza.
—Es complicado, hijo—Dirigió su mirada a mí —. Póngansen sus abrigos, iremos al pueblo ahora mismo.
•••
E
l viaje fue tranquilo se podría decir. Ninguno de nosotros hablaba. Georgie se mantenía jugando con su tableta ya cargada de batería y mamá manejaba en silencio, por la forma en que apretaba el volante y daba leves golpes pude notar que estaba nerviosa.
—No me habías respondido respecto a lo de tus abuelos, mamá —Le dije en un murmuro procurando que mi hermano no me escuche. Lo dudaba ya que estaba muy concentrado jugando.
—No quiero hablar de eso, Chad.
—Entonces es cierto.
Ella me miró de reojo, molesta. Pero terminó por soltar un pequeño suspiro.
—Si les decía no querrían venir.
—Por supuesto que no.
—Chad, entiende que no teníamos a donde ir. Además dudaba mucho de que todo esto fuera cierto, ¿sabes? No soy de creer mucho en estas cosas. Tus abuelos solían contarme historias de ellos cuando era niña, pero solo creí que eran eso. Historias.
—¿Eso quiere decir que me crees? —Pregunté con una sonrisa.
Me miró con incredulidad.
—¿Tú que crees?
—Y te tuvo que corretear una silla para eso.
—Llegamos.
Miré por la ventana notado que ya nos encontrábamos en el pueblo. Todo encajaba perfectamente con la descripción que nos había dado mamá. No habían muchas cosas que fueran... ¿modernas? Es decir, era muy diferente a una ciudad. Aunque no podía esperar mucho si era un pueblo que se encontraba en medio de la nada.
—¿Qué haremos aquí? —Pregunté a mamá que buscaba un lugar donde estacionarse. El auto no encajaba aquí, por eso todos nos miraban con un poco de curiosidad. Me sentí incómodo y agradecí que los vidrios fueran oscuros.
—Tenemos que resolver cuanto antes el asunto de la casa—Respondió con seriedad. Aparcó el auto y giró las llaves apagándolo, luego bajó del auto y la imité. Georgie bajó unos segundos después con la tableta en manos, mirando con curiosidad el lugar.
Mamá se dirigió hasta una casa y tocó la puerta. Me pregunté internamente que trataba de hacer y observé expectante. Segundos después una señora bien vestida, rubia y robusta abrió la puerta, sonriendo amable.
—¡Jennie! Qué sorpresa tenerte aquí —Saludó con alegría a mi mamá.
Georgie y yo nos miramos extrañados.
—Buenos días, Claudia. ¿Cómo estás?
—¡Muy bien! Gracias por preguntar. Pasa, pasa. —Se hizo a un lado dándole el paso. Mamá negó con la cabeza y sonrió apenada.
—Perdona, pero no tengo mucho tiempo ahora. Verás, Claudia, he venido aquí con mis hijos luego de que pasara algo muy raro en mi casa.
Mi madre nos señaló y Claudia sonrió en grande al vernos.
—¡Ooh! Qué niños más bonitos—Se acercó a Georgie con los brazos abiertos y le dio un abrazo que posiblemente acabó con todos sus huesos. Luego se dirigió a mí e inconscientemente di un corto paso hacia atrás. Ella, ajena a eso, atrapó mis mejillas en sus manos y movió mi cabeza de un lado a otro mientras me hablaba como a un niño pequeño.
—¡Qué tiernos y adorables hijos, Jennie! —Le dijo a mamá. —. Ahora dime, ¿qué es eso tan raro qué te pasó?
Mamá se cruzó de brazos.
—Tenías razón, la casa sí está embrujada.
Con qué aquí también están al tanto de eso y esta señora le ha advertido a mamá.
—Lo sé, Jennie.
—¿Crees que tu esposo tenga un tiempo para acompañarnos y... hacer algo al respecto?
—¡Oh, sí! No hay problema. Ahora lo llamo, querida. —Dicho esto, la señora volvió a su casa y aproveché el momento para acercarme a mi madre.
—¿Cómo es de eso que se conocen? —Pregunté y Georgie también exigió una explicación.
—La conocí hace poco, Chad. De hecho fue la última vez que vine aquí, y desde entonces insistió en qué seamos amigas.
«También me advirtió sobre lo de la casa embrujada. Y, justamente, su esposo es cura. Entonces me ofreció su ayuda para echar fuera cualquier espíritu.
—¿De qué hablas? —Preguntó Georgie.
—En la casa hay fantasmas.
—¡Chad! —Me regañó mamá.
—¿Fantasmas? Ya lo sabía. Pero, ¿qué tiene de malo eso? —Mamá y yo nos miramos extrañados y un poco preocupados por la actitud de mi hermano. Su tranquilidad al decir aquello era preocupante. Sin embargo antes de que pudiéramos protestar la señora Claudia salió de la casa acompañada de un señor algo, delgado y un poco viejo ya. Su cabello algo canoso y su rostro serio.
—Buenos días, Sra. Jennie—Nos miró a mí a mi hermano —. Jóvenes.
Moví un poco la cabeza en señal de saludo mientras que mi hermanito le echó una mala mirada.
—Bien, podemos irnos ya—Dijo mamá y entonces nos dirigimos al auto. La señora Claudia decidió no venir ya que tenía quehaceres en su casa. Yo me subí en la parte de atrás dejando al Cura el asiento del copiloto. Portaba un maletín y un traje negro similar al de las monjas, con un rosario rodeando su cuello.
—Él no me agrada—Murmuró Georgie lo suficientemente algo para que yo lo escuchara—. Querrá deshacerse de Dixie.
—¿Quién es Dixie, Georgie? —Pregunté con algo de temor a la respuesta.
Él me miró con seriedad.
—Mi nuevo amigo.
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