Capítulo 11 | ¿Quién eres o qué eres? (Parte I)
Capítulo 11 | ¿Quién eres o qué eres? (Parte I)
CHAD
Corrí escaleras arriba lo más rápido que pude mientras gritaba el nombre de mi hermano. No me había percatado de los truenos y relámpagos hasta que corrí por el pasillo y visualicé por el enorme ventanal al final de éste las luces que encandilaban. Entré a su habitación azotando la puerta bruscamente esperando ver lo peor.
Sin embargo, lo único que encontré fue a mi hermano sentado en el suelo frente a un libro que parecía estar leyendo. Su mirada cayó en mí, confusa.
—¿Qué te sucede? —preguntó entre el sonido de la lluvia, su voz sonando como un eco en la habitación.
Yo intentaba regular mi respiración y los latidos de mi corazón.
—¿Estás bien? —pregunté examinando toda la habitación en busca de algo raro. Georgie asintió, viéndome como a un loco —. ¿Por qué gritaste?
—Yo no he gritado.
—Claro que sí —fruncí las cejas, dudoso—. ¿O no?
Él negó con la cabeza lentamente con una expresión seria en su rostro.
Moví ligeramente la cabeza, con la intención de marcharme del cuarto e ir a mi habitación. Pero antes de irme le eché una última mirada a Georgie y mi atención se dirigió hacia el libro en el suelo. Sus dibujos extraños llamaron mi atención, por lo que me acerqué y lo tomé en manos.
—¿Qué es esto? —pregunté intrigado mientras ojeaba.
—Un cuento de terror—respondió mi hermano rápidamente y se puso de pie de igual forma.
—Pues no parece para niños—dudé y me dispuse a leer parte de una página cuyo texto venía acompañado de una imagen en gris y negro. Parecía ser un monstruo o quizás un demonio. Lo cierto es que no le encontraba mucho la forma, pero pude lograr apreciar una figura esbelta y alta, con lo que parecía ser un sombrero y largas garras. Sin embargo no logré ver bien su rostro. Por lo que procedí a leer.
“A continuación uno de los entes más extraños y peligrosos que la magia negra ha podido crear; el ente black soul o mejor conocido como el hombre del sombrero.
Fue creado por uno de los brujos más poderosos hace décadas, pero solo se trató de un fallo. De un hechizo mal hecho. Por lo mismo que se salió de control y logró independizarse de los rituales. Por lo cual puede aparecer dónde y cuando quiera. Sin embargo una bruja logró descubrir que era inofensivo y débil cuando no tenía de que alimentarse. Ya que de lo único que depende, es de las almas puras.
Especie: Demonio.
Debilidades: Como todo demonio, agua bendita y rosarios, ya que esto lo mantiene alejado.
Peligros que presenta: es capaz de poseer cuerpos, y
—¡Dámelo! —Georgie me lo quitó de las manos, molesto. Lo miré de mala manera. —. Es mío. Busca el tuyo.
Rodeé los ojos.
—Prestámelo un momento, enano —intenté quitárselo pero no esperé a que Georgie reaccionara de mala forma.
—¡No! ¡Vete de mi cuarto, Chad! ¡Siempre me quitas todo!
Fruncí el ceño ante su agresividad. Por lo que decidí irme del cuarto para que dejara de gritar.
—Está bien, está bien —bufé y caminé hasta la puerta, pero antes de cerrarla dije—. Le diré a mamá que te quite ese libro.
—¡CÁLLATE Y NO TE METAS EN MIS COSAS!
—¡Deja de gritarme, maldito mocoso! —en cuánto las palabras salieron de mi boca me arrepentí al instante. Pues jamás le había gritado de tal forma a Georgie, por lo que éste me miró sorprendido. Y cuando creí que lloraría, me lanzó la mirada más fría y fulminante que jamás había visto de él. Y cerró la puerta de un fuerte portazo.
Tragué saliva y me quedé en medio del pasillo, aún en shock por lo que había sucedido. Ahora estaba convencido de que la actitud de Georgie no era nada normal.
Y todo comenzó con ese libro.
No. Más bien todo comenzó cuando llegamos aquí.
Caminé hasta mi habitación y cuando entré tomé el celular de mi cama para luego echarme sobre ésta y encender el celular.
20:50.
Ya había pasado media hora desde que mamá había salido. Por lo que miré por la ventana y no me calmó nada el hecho de que ya había comenzado a llover a cántaros y no paraba de relampaguear. Incluso el cielo había oscurecido un poco. Así que decidí marcar el número de mamá para asegurarme de que estuviera bien.
Después de tres tonos respondió.
—¿Chad? ¿Qué sucede, cielo? —se escuchaba de fondo viento y algunas voces.
—¿Estás bien? ¿Por qué no has vuelto a casa? —pregunté extrañado por la interferencia.
—Oh, no es nada de que preocuparse, hijo. Solo tuve un pequeño problema de camino a casa. Un árbol cayó en medio de la carretera y algunas personas me están ayudando a sacarlo para que pueda avanzar.
No me relajó mucho.
—¿Crees que tardes mucho? —intenté no preocuparla.
—No lo sé, cariño. ¿Por qué? ¿Sucedió algo malo?
—No, no—solté un suspiro y miré hacia la puerta cerrada de mi habitación —. Solo quiero que hablemos de Georgie y ya.
—Oh, lo que quieras, cariño. En cuanto llegue hablaremos. Ahora debo irme, no logro escucharte mucho ya.
—Bien. Cuídate mucho, mamá.
—Los amo.
Y colgó la llamada. Dejé el celular de lado. Ni siquiera tenía ganas de escuchar música o ver los mensajes de mis amigos, además de que debería buscar señal para poder responderlos y realmente no estaba de ánimos para eso. Así que solo me dediqué a mirar hacia el techo y dejé que pasaran unos quince minutos tal vez cuando decidí que debía subir al ático si quería encontrar respuestas. Aunque la idea me causara escalofríos.
—Ni siquiera tengo agua bendita—rodeé los ojos y me levanté de la cama.
«Oh, pero recuerdo que mamá tenía un rosario en la cabecera de su cama. Podría servirme» Pensé para después dirigirme a su habitación. Cuando encontré dicho collar, me lo coloqué y me dirigí hacia el ático con el celular en mano. Agradecí que ahora tuviéramos luz, porque de otra forma no habría decidido subir en un día como éste y sin luz. Podría ser un cobarde, pero no un suicida.
Cuando las escaleras del ático cayeron, subí paso a paso mientras alumbraba con la linterna del celular. Sin duda aún seguía igual de tenebroso que la última vez.
Una vez arriba, busqué el interruptor de luz y por suerte lo encontré rápidamente. Por lo que al encenderlo el ático dejó de parecerme tan tenebroso.
Hasta que me di media vuelta y quedé frente al espejo. Pero no fue el espejo lo que me dejó helado. Sino lo que reflejaba; el fantasma.
Era una chica sin duda. Por más que no fuera tan visible y era obvio que no estaba físicamente allí, pude notar que su cabello era rubio, casi blanco. Y su rostro era pálido, cargaba con una expresión divertida.
Pero eso no me calmó. Ni siquiera cuando pronunció lo siguiente de forma burlona.
—Bu.
Y entonces me sentí impactar contra el suelo, inconsciente.
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