Capítulo 7. Los caminos del destino.
Capítulo 7 – Los caminos del destino.
En una majestuosa roca junto al templo, el gran serio monje reza junto a ella.
- Sólo algunos son capaces de llegar a la paz espiritual – comienza el hombre al darse cuenta de que tiene un mirón, la muchacha mira hacia él sin comprender en sus palabras – Y él tiene todo el potencial para lograrlo.
- Lo sé – Reconocía la muchacha con un gran nudo en su corazón, pues hablar de él causaba ese efecto.
- Aunque... esta vida no es fácil para cualquiera. Hubo un tiempo en el que pensé que no sería digno de aprender tales enseñanzas... - Aclaraba el hombre - Cuando era un niño y tu llegaste aquí, supiste llegar a su corazón de una forma que ninguno de nosotros pudo. – Reconocía, haciendo que su sobrina le mirase sin comprender - Y después de que te marcharas su actitud para aprender cambió, entonces me di cuenta de que tú le habías cambiado...- Decía, haciendo que su sobrina le mirase boquiabierta por escuchar aquellas palabras, ya que había pensado que él siempre había tenido esa actitud para llegar a la salvación de su alma - La causa de que realmente llegue a su paz espiritual siempre serás tú.
- ¿Me está diciendo que... si me hubiese quedado él nunca hubiese sido monje? – Preguntaba la muchacha con lágrimas en los ojos, pues acababa de comprender que aquella despedida había sido lo que había causado aquel destino sin él.
- No podemos pensar en que hubiese pasado entonces. Nuestro destino ya está escrito. – Aclaraba haciendo que la muchacha entendiese cual había sido su cometido y cuál era su lugar en aquel momento.- Era tu destino conocerle, como también era tu destino dejarle, de igual forma era su destino abrir su corazón hacia ti y ahora lo es alcanzar la iluminación. Aunque bueno... eso sólo el destino lo dirá.
- Creo que nosotros elegimos nuestro propio destino – Le espetaba la muchacha, que no estaba segura de que su destino hubiese sido abandonarle de aquella manera cuando tan sólo eran unos niños.
- Puede que eso crea la mente humana, pero... ¿qué crees que es lo que realmente hace que elijas un camino u otro? No es tu capacidad de elegir, es el propio destino en sí el que elige los caminos de tu vida. – Le explicaba el anciano, dejando a la muchacha totalmente boquiabierta por aquellas palabras.
- ¿Cree que mi camino, mi destino, es olvidarle? – Preguntaba la muchacha, sin poder evitar que sus lágrimas saliesen al exterior.
- No, nunca podrás olvidarle – Reconocía el anciano, que sabía perfectamente que el amor que su sobrina tenía por su pupilo era tan grande que nunca podría morir – pero tendrás que aprender a vivir con ello.
En los bellos jardines del templo, junto al bello arrollo, Hyun Su se encontraba vaciando sus recuerdos en el agua, con la intención de volver al templo totalmente limpio. Odiaba sentirse humano, pues sentirse así sólo hacía que sintiese con el corazón, y eso no era compatible con su destino a la iluminación.
• De acuerdo. – Dijo una voz tras él, haciendo que todos los recuerdos que estaba vaciando volvieran hacia él de nuevo - Dejaré que cumplas tu promesa en nuestra próxima vida. – La miró sin comprender a que se refería - Y dejaré que encuentres el camino a la iluminación en esta. – reconocía, haciendo que el joven sintiese un fuerte dolor en su corazón, pues ella estaba renunciando a él en aquel justo instante. – Pero antes... tienes que enseñarme mi camino, tienes que ayudarme a vaciar mi taza, como ya lo hiciste una vez. – proseguía, parecía estar haciendo verdaderos esfuerzos por no llorar frente a él, pero parecía sincera - Además tienes que prometerme... - Hyun Su tragaba saliva, tenía miedo de sus palabras, de lo que realmente quería que le prometiese.- que me encontrarás en nuestra próxima vida y te aferrarás a mí. No importa como lo hagas, pero tienes que hacerlo. – Rogaba mientras algunas lágrimas se escapaban de sus ojos y recorría sus mejillas.
• Cho An Na...- comenzaba el muchacho, sin saber muy bien que responder hacia aquella petición, pues no sabía bien si podría cumplir aquella promesa, ya que sabía que su alma no la recordaría en su próxima vida.
• No hace falta que respondas – proseguía la muchacha mientras limpiaba sus lágrimas con la mano – sé que lo harás – terminó mientras sonreía hacia él.
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