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Capítulo 6. Mariposas Azules


Capítulo 6 – Mariposas Azules

En aquella calurosa mañana, en aquel bello templo, donde sólo había paz y tranquilidad, tan sólo los gritos de los jadeantes monjes se escuchaban en el lugar.

Hyun Su practicaba el arte de la lanza con su maestro. El anciano parecía saber mucho más de aquel arte que su pupilo, pues estaba ganando la batalla.

El sudoroso pupilo miró cansado hacia su superior, admirando como el hombre se ponía nuevamente en posición de ataque.

Mientras, sobre el tejado, Cho Han Na los vigilaba. Su rebelde cabello había vuelto a soltarse de su recogido y ahora se alborotaba con el viento. Lucía un bello vestido rosado. Estaba totalmente enfadada con aquellos monjes, sobre todo con aquel joven aprendiz que había cambiado su corazón por la iluminación. Pero sabía bien que eso era lo que aquel joven había deseado desde que era pequeño, así que le alegró saber que pronto llegaría a ella.

En aquel momento perdió el hilo de sus pensamientos, pues acababa de percatarse de la cosa más maravillosa que había visto en su vida: unas bellas mariposas azules volaban junto a ella. Parecía curioso que se hallaran tan cerca de ella. Alargó la mano, intentando tocarlas, intentando alcanzar aquel hermoso ser volador. Pero las mariposas tenían otros planes, parecían estar ansiosas por mostrarle algo, pues ahora volaban en dirección hacia aquel joven monje.


Hyun Su soltó su lanza, admirando como su maestro le hacía una reverencia y se marchaba a sentarse junto al resto de sus compañeros, pero antes de poder unirse a ellos, se percató asombrado de que unas pequeñas mariposas se dirigían hacia él, éstas provenían del tejado, donde ahora observaba boquiabierto como ella le miraba.

El monje más serio de todos miró hacia ellos con cara de pocos amigos mientras carraspeaba, haciendo que el muchacho recuperase la compostura.

Cho Han Na parecía avergonzada de haber sido descubierta, pues ahora bajaba del tejado con sumo cuidado. Haciendo que el joven la mirase preocupada y corriese hacia ella.

- ¿Estáis bien? – Preguntaba el joven tras ayudarla a bajar por el alfeizar de la ventana. La muchacha parecía disgustada por la ayuda recibida, pues se había soltado del joven y corría hacia la parte posterior del templo, pues no quería ser vista por aquellos monjes que tanto la incomodaban.

• ¿por qué camino camináis? – Preguntaba él, llegando hasta ella, postulándose junto a ella, intentando caminar junto a aquella complicada mujer.

• Eso no es de vuestra incumbencia – Le espetó enfadada, mientras aligeraba el paso - volved a vuestros rezos, oh aprendiz de monje.

• Han Na... - comenzaba el joven avergonzado

• Lo sé, sé que solo sois amable conmigo porque siembro en vos lástima. – le espetaba haciendo que el joven tragase saliva antes de continuar.

• Cho Han Na – Decía mientras cogía su mano impidiéndole que le dejase hablando solo

• Nada ha cambiado para mí – Reconocía, haciendo que el muchacho soltase su mano - ¿por qué no yacer ahora? ¿por qué no unir mi camino al de ellos? – Preguntaba, pero aquel monje parecía demasiado avergonzado como para responder a sus preguntas, así que tan sólo continuó su camino, dejando a aquel joven monje totalmente sólo en aquel hermoso jardín.

La noche había llegado demasiado deprisa...

Cho Han Na caminaba por aquellos bellos jardines, mientras admiraba como uno de los monjes se dirigía hacia ella...

- No tengo apetito... - le espetaba la muchacha, ya que sospechaba que aquel anciano estaría preocupado por su salud. Pero para su sorpresa el hombre quería comunicarle algo bien distinto.

- No deberías enfadarte con él... - comenzó el anciano, haciendo que la joven le mirase sorprendida por su forma tan directa de decir aquello – él siempre fue esa clase de persona. Desde muy pequeño ansiaba llegar a la iluminación... quizás fue esa una de las cualidades que tu tío vio en él. Tienes que perdonarle, él tan sólo quiere que no distraiga su atención por un sentimiento mortal como el amor.

- Lo sé, es por eso que puedo perdonarle – Aclaraba la muchacha haciendo que el anciano la mirase con ojos como platos – Porque en esta vida él escogió otro caminó que lo aparta de mí. En esta vida él y yo no podemos estar juntos, pero... - proseguía con lágrimas en los ojos, mientras agarraba una hermosa florecilla de un árbol cercano – en la próxima vida me aferraré a él, en la próxima vida no lo dejaré marchar. – Reconocía la muchacha, haciendo que el monje negase con la cabeza.

- Eso no es posible – Añadía el hombre, haciendo que la joven le mirase sin comprender a lo que se refería – él no te encontrará en su próxima vida. Él ya no tendrá opción de volver al mundo de los humanos. Si alcanza la iluminación el será inmortal. Nunca podrá tener otra vida, no podrá buscarte...

- Él encontrará la manera de hacerlo, confío en él – aseguraba la muchacha mientras sonreía hacia el monje.

- No, él no podrá hacerlo. Y aunque existiese una mínima posibilidad de que pudiera hacerlo... no podría.

- ¿Por qué dices eso?

- En tu próxima vida no le recordarás, y el tampoco podrá hacerlo. Cuando el alma se separa del cuerpo olvida sus recuerdos vividos en su vida mortal. – la muchacha dejó escapar unas lágrimas, pues entendía perfectamente lo que él hombre decía. – Lo siento – Añadía mientras la joven emprendía la marcha hacia su habitación.

Cho Han Na cierra la puerta de su habitación, se encuentra bastante decaída con todo aquello. Se sentía tan desgraciada por no tener a nadie a quien amar, ahora ya no le quedaba nada, ni siquiera le tenía a él.

En ese momento, caía de rodillas al frío suelo, sin poder evitar que todo su dolor saliese al exterior, que su llanto resonase en aquella espesa noche.

En lo más profundo de su corazón sabía que se hacía añicos al reconocer que nunca podría estar con él, ni siquiera en la próxima vida... pero no podía estar enfadada con él, tan sólo estaba enfadada consigo misma por haberse enamorado de aquel joven monje.

Hyun Su queda sobrecogido, en la puerta de la habitación de aquella joven, tras escuchar su desconsolado llanto. Traga saliva angustiado, mientras se dispone a entrar en la habitación para disculparse, pues causarle dolor a aquella muchacha hace que su corazón se encoja, que vuelva a sentirse humano. Pero antes de haber atravesado la puerta siquiera su culpabilidad por haber sido el causante de aquel llanto invade su cuerpo. Y es en ese momento cuando se da cuenta de que no ha sido totalmente sincero con ella y consigo mismo. Pues en lo más profundo de su corazón quiere permanecer a su lado por toda la eternidad, incluso después de eso, aunque con ello renuncie a su propia inmortalidad. Pero a pesar de ello no puede hacerlo, no puede permanecer junto a ella, pues tiene una promesa que mantener, no puede fallar a su maestro. Sabe perfectamente que su maestro no apoyará que ellos tengan sentimientos el uno por el otro.


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