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Capítulo 4. Un vistazo hacia el pasado.

Capítulo 4 – Un vistazo hacia el pasado

Un pequeño niño limpiaba con empeño la gran estatua de la entrada mientras observaba como una hermosa niña caminaba con dificultad de la mano de su madre que tiraba de ella peligrosamente. La pequeña miraba hacia su falda con temor a tropezar. Tan pronto como estaban en la entrada a la gran puerta que separa ambos mundos, el monje más serio de todos salió al exterior, con su familiar carraspeo.

• ¿Es ella? – Preguntó levantando la ceja con desconfianza, haciendo que la pequeña le mirase atemorizada.

• Vendré a recogerla dentro de dos primaveras. – Aclaraba la mujer mientras se agachaba junto a su pequeña y le daba un gran abrazo. La niña agarró a su madre, pero tan pronto como esta sintió los pequeños brazos de su hija se soltó de esta y caminó con rapidez hacia el pueblo.

El anciano carraspeó nuevamente mientras se daba la vuelta con la intención de volver a sus quehaceres, pero antes de que pudiese hacerlo, la pequeña habló...

• ¿Es usted Cho Tao Yang, el hermano de mi padre? – Preguntaba la niña arremangándose la falda por los nervios.

• Tu madre ya te habrá contado todo sobre mí. Vacía tu mente antes de atravesar la puerta – Le aconsejó mientras miraba hacia arriba, indicando que aquel gran arco era una puerta que sólo algunos pocos podían atravesar.

El hombre continuó caminando hacia el interior del templo mientras la pequeña miraba hacia aquella puerta infranqueable. Tan pronto como se percató de que no comprendía lo que aquel anciano acababa de decirle volvió su mirada hacia él en busca de otra explicación, pero entonces se percató de que el hombre se había marchado. Lo único que había cerca en aquel momento era un desaliñado niño que miraba hacia ella.

• Hola – Dijo la niña postrándose frente a él. – Mi nombre es Cho Han Na, soy la sobrina de ese ancianito que acaba de introducirse por esa puerta – Explicaba la muchacha, intentando exponerle la situación a aquel extraño niño que no pronunciaba palabra alguna - ¿sabes cómo puedo entrar por esa puerta? – Preguntaba la niña, mientras el niño la miraba sorprendido por que aquella hubiese puesto los ojos en él - ¿Qué pasa? ¿por qué no me contestas? ¿Es porque no puedes hablar? Mamá dice que hay que respetar a las personas aunque sean muditas...

• No soy mudito. – Se quejó el muchacho

• Entonces... ¿por qué no contestabas? ¿sabes cómo puedo atravesar la puerta o no?

• Tienes que dejar tus pensamientos fuera.

• ¿cómo puedo hacer eso? No es como si pudiese sacarlos de mi cabeza en este momento

• Tienes que cerrar los ojos y poner la mente en blanco, tienes que dejar de pensar en cosas, y entonces podrás pasar.

• ¿de verdad? Es más fácil de lo que pensaba. Por cierto ¿cómo te llamas?

• ¿por qué te interesa mi nombre?

• Necesito llamarte de alguna forma cuando quiera jugar contigo – ante esta respuesta el niño sonrió.

• Gi Hyun Su



Miró hacia el río, con lágrimas en los ojos, recordar la primera vez que lo había visto, la primera vez que había pisado aquel templo hacía que quisiese volver a aquel lugar, a aquel tiempo.

Miró hacia el cielo percatándose de que había comenzado a nevar. Sonrió agradecida, pues adoraba la nieve. Abrió los brazos y cerró los ojos, sintiendo como los copos de nieve caían sobre ella. Se sentía tan cansada, sabía que si no volvía pronto al templo se desmayaría de un momento a otro, pero estaba tan a salvo en aquel lugar, lejos de su egoísta tío y de aquel joven monje al que no debía acercarse.

Hyun Su miraba hacia ella con tristeza. Ahora que la había encontrado debía llevarla al templo dónde todos la esperaban para comer. Pero la muchacha parecía no haberse dado cuenta de su presencia.

Caminó hacia ella, despacio, intentando no ser descubierto. Cuando estaba a tan sólo unos pasos de ella ocurrió algo totalmente fuera de lo que había esperado: la muchacha caía hacia atrás, totalmente inconsciente. Si no hacía algo pronto, ella caería al frío suelo.

Alargó las manos y la agarró, acercándola hacia su pecho, admirando entonces su bello rostro. Quedando cautivado en aquel justo instante de él, hacía tanto tiempo que no la tenía tan cerca, ya casi había olvidado lo bella que era.

- Cho Han Na... - Susurró mientras la cargaba y agarraba con fuerza con temor a que algo malo pudiese sucederle.

Caminaba despacio, con ella en sus brazos, junto a su pecho, pensando en que aquella sería la última vez en que estaría tan cerca de ella, pues una vez que estuvieran en el templo ya no podría volver a acercarse a ella, pues sabía que si lo hacía el gran Tao Yang nunca le permitiría llegar a la iluminación.


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