Capítulo 32. En el callejón.
Joana.
Caminaba hacia la casa de Jin Na, después de un largo día de trabajo, con una bolsa de vegetales en la mano, pues había jurado ir a visitarla y prepararle una rica sopa de verduras para la cena, ya que ella estaba algo delicada de salud, y parecía haber cogido un resfriado.
Llegué a casa mi amiga, admirando sorprendida a alguien que se hallaba apoyado sobre la pared, mirando hacia mí, dejé caer la bolsa con las verduras del susto y me quedé inmóvil cuando le vi andar hacia mí.
Me miró con perspicacia, como si supiese algo que yo no sabía.
Me agaché para recoger la bolsa, dando gracias a dios por que no se me hubiese caído nada, pues estábamos en cuesta abajo. Pero parecía que todo estaba en su lugar. Y cuando levanté la vista, con la bolsa en la mano, totalmente consciente de que él ya no estaría allí, me sorprendí al verle aún allí.
Caminó hacia mí, con una sonrisa en el rostro, mientras yo seguía allí, como una idiota, con la boca abierta.
Agarró mi rostro entre sus manos, tan pronto como llegó a mí, y acercó su rostro al mío, posando sus labios sobre los míos tiernamente, mientras yo seguía allí, sorprendida por su reacción.
Mis lágrimas comenzaron a salir tan pronto cuando se hubo separado de mí, con la mirada fija en su rostro, admirando a Hyun Su devolviéndome la mirada, y no a Hwan So. No tenía ni idea de cómo había ocurrido, pero su disfraz se había marchado, y ahora aquel estúpido monje miraba hacia mí, con su cabello atorado en un moño y el largo flequillo sobre su rostro.
Me miró enfadado, como si hubiese descubierto lo que sabía, como si supiese que estaba intentando alejarle de mí.
Negué con la cabeza, intentando tranquilizarle, pero incapaz de decirle una sola palabra, estaba demasiado impactada con todo aquello como para decir nada. Y entonces observé que él también lloraba, afligido por estar frente a mí.
Levanté la mano para limpiar sus lágrimas, acariciando su mejilla con suavidad, provocando que él mirase hacia mí con atención.
- ¿Por qué me miras con esos ojos tristes? – Pregunté, intentando parecer calmada, mientras él volvía a levantar la mano, colocándola sobre mi rostro, esparciendo la humedad de mi mejilla hacia la sien.
- Cho Han Na – me llamó, haciendo que comprendiese que era cierto, me había descubierto.
- ¿por qué prometiste que me encontarías? – Pregunté molesta, mientras él me miraba con calma, incapaz de comprener que era lo que me proponía – Fue una estupidez.- bromeé, mientras él dejaba de acariciar mi rostro y cogía mi mano, tirando de ella hacia abajo, para que dejase de limpiar las suyas – estaba claro que nunca podríamos estar juntos – proseguía, con lágrimas en los ojos, sintiendo como el dolor se expandía por cada poro de mi cuerpo, aquel dolor intenso que provenía de mi corazón – tú siempre serás un mensajero de los cielos y yo siempre seré una simple humana.
- Lo siento – se disculpaba, haciendo que comprendiese que se arrepentía por no poder cumplir la promesa que nos habíamos hecho en el pasado, pues era cierto, nunca podríamos estar juntos. Mis lágrimas volvieron a salir tan pronto como me percaté de ello.
Me abrazó con fuerza antes de que pudiese reaccionar, provocando que mi dolor saliese al exterior y también mi llanto.
El monje.
Aquella mujer tonta volvía a hacer las cosas difíciles para un monje como yo, como antaño, parecía incapaz de aferrarse a mí, temiendo que mis aspiraciones fuesen otras. Pero para mí ella será siempre lo único que anhela mi corazón.
Aunque aquella vez, aunque la eligiese a ella, nunca podría demostrárselo, pues era un ser inmortal, por lo que me era imposible quedarme en la tierra demasiado tiempo.
Me separé de ella despacio, mirando hacia sus ojos, admirando como ella los abría y me miraba despacio.
- Creí que nunca volvería a verte – aseguraba mientras se aferraba volvía a abrazarme, con fuerza, haciéndome comprender que temía volver a perderme.- así que deja que te abrace un poco más – rogaba, mientras ponía su oreja sobre mi pecho y sentía como sus lágrimas empapaban mi camiseta.– Recuerdo cuando llegué por primera vez al templo – me decía, con voz pausada, como si pretendiese detener el tiempo - recuerdo a aquel niño que fue amable conmigo – proseguía - recuerdo a aquel monje que me amó, a aquel ser iluminado que quería proteger nuestro amor de los Dioses – continuaba, con la voz afligida, como si recordar todo aquello le trajese mucho dolor - recuerdo los gigantes de nieve en la montaña, el hechizo que los Dioses me lanzaron... Recuerdo el frío de la montaña en mi alma... Recuerdo ... mi muerte.
- Cho Han Na... - la llamé, agarrándola del brazo, intentando que dejase de abrazarme, pues quería mirar hacia sus ojos, intentar calmar a aquella mujer a la que parecía haber recuperado. Parecía que era ella, mi amada.
- Y al mismo tiempo, recuerdo mi vida aquí, es como si tuviese dos vidas, en este momento, y en las dos, te conozco. – me informaba - Ya seas Gi Hyun Su o Hwan Soo, estás aquí para cuidar de mí.
- No dejaré que ellos vuelvan a separarte de mí, jamás – le aseguré, aunque sabía que no era del todo cierto.
- No podrás hacer nada – aclaró ella, que parecía estar totalmente enterada de lo que ocurría en los cielos – ya no pertenecemos al mismo mundo.
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