Capítulo 26. Persiguiendo a un fantasma.
El monje.
Había logrado escapar, la noche anterior, de milagro.
Los dioses parecían no haberse percatado de lo ocurrido. Pero por alguna razón parecía que volvería a verla, pues el Dios supremo acababa de encomendarle una nueva misión.
Un nuevo iluminado había sido elegido y debía ir a la tierra para guiarlo al cielo...
- Gi Hyun Su, cuando estés allí intenta que nada te distraiga.- me había rogado el dios del agua, lo que hizo que me percatase de que posiblemente sabía lo ocurrido con aquella mortal, tan sólo estaba fingiendo que no para no volver a castigarme.
Miré hacia el bosque, en aquel día soleado, percatándome de que una muchacha se encontraba allí. Toqué mi armadura para cerciorarme de que era invisible a sus ojos. Ningún ser humano podría verme, ni siquiera ella. Ahora tan sólo era como un fantasma.
- Ana, mira hacia aquí – decía una voz tras ella, haciendo que la muchacha mirase hacia atrás. Llevaba un moño en la parte superior de la cabeza, recogiendo todo su cabello, unas enormes gafas en lugar de sus lentillas, y lucía una hermosa camiseta blanca que dejaba al descubierto la mayor parte de sus hombros. – Estás preciosa.
- Jin Ah, ya vale – Se quejaba la muchacha, pues odiaba que su amiga le hiciese fotos.
- Vas a coger una pulmonía, aún no hace suficiente calor como para ponerte así – le regañaba la muchacha, pues su amiga había venido al campo demasiado fresca.
- No tengo frío – Respondía la joven, pues ella nunca sentía el frío de la misma forma que el resto del mundo, por alguna razón amaba la nieve, y le encantaba tumbarse sobre ella a pensar.- ¿crees que él es feliz ahí arriba?
- ¿tu padre? Claro que sí, está feliz de verte seguir adelante – le animaba su amiga. Ella era la única en la que había confiado para hablar sobre su padre, aunque como era costumbre en ella no hablaba demasiado sobre sus seres queridos, pues aquello le traía demasiado dolor.
- No lo creo, todos dicen que está en el cielo, pero... - comenzó mirando hacia mí, como si realmente pudiese verme - tengo la extraña teoría de que él está aquí.
- ¿cuidándote? – Preguntó su compañera mientras guardaba la cámara de fotos y se preparaba para comenzar a andar camino al trabajo, pero su amiga no parecía dispuesta a moverse.
- No, el ya no me recuerda.- admitía con la mirada fija en mí, parecía realmente apenada, pero no parecía que me estuviese viendo realmente, parecía que tan sólo tenía la mirada perdida en la nada.
- ¿qué quieres decir?- inquiría su compañera, olvidando que si no se marchaban, llegarían tarde al trabajo.
- Puede que ahora sea una mariposa – decía mientras miraba hacia las mariposas que se hallaban a escasos pasos de ellas – o un pájaro – mientras mira hacia arriba – o quizás es un árbol.
- Tú y tus extrañas teorías sobre la reencarnación – decía su amiga mientras negaba con la cabeza. Al mismo tiempo que yo la miraba boquiabierto al escuchar su pensamiento sobre aquello.
- La nieve se derretirá pronto – admiró al percatarse de que la noche anterior había nevado, justo como ella había deseado con todas sus fuerzas.
- Al final tenías razón, de nuevo nevó, debe ser la última nevada de la temporada.
- En ese caso tendré que aprovecharla – comunicó, mientras se descalzaba y hundía los pies en la nieve, sintiendo una sensación de placer que añoraba.
- ¿vas a llegar tarde al trabajo? – Preguntó con resignación, sabiendo que debía volver a cubrirla, pues su compañera volvería a jugar con la nieve como una niña pequeña de nuevo. Aún así no le importaba, pues sabía que desde la muerte de su padre debía sentirse realmente perdida en el mundo, y puesto que ella también había perdido a su abuela recientemente, y que la joven la había cubierto las espaldas en un par de ocasiones, aquello no tenía importancia.- Te cubriré.
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Ana sonrió agradecida hacia su amiga mientras se adentraba en el bosque descalza, sintiendo a cada paso que daba una felicidad que se expandía por cada poro de su cuerpo, como si la nieve causase esa paz en su interior.
Se recostó sobre ella, y extendió las manos, mientras sonreía dichosa, al mismo tiempo que la observaba, ella era una persona muy peculiar, pues amaba la nieve, no había más que verla, y eso me hacía recordar a una hermosa joven meditando descalza, en los jardines del templo, bajo la nieve, totalmente descalza.
- Cho Han Nah...
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