Capítulo 24. Realidad.
3 años después...
Joana.
Habían pasado 3 años desde que Charlie se había marchado y aún sentía que me ahogaba al pensar en él.
Hacía un par de años que vivía en las montañas del sur, en aquel bello templo donde me abandonaron una vez y donde Charlie volvió a hacerlo al morir.
Podía haberme marchado a cualquier otro lugar, pero no quería hacerlo, quería estar cerca de mi hogar, de aquel lugar donde había sido tan feliz y tan infeliz al mismo tiempo.
Me sentía en paz en aquel lugar, me encantaba vivir rodeada de monjes, levantarme a rezar por el alma de mi padre, comer junto a ellos y sentirme como uno más. Era como si en mi vida anterior hubiese sido un monje.
Reí ante aquella ocurrencia, mientras caminaba por el bosque hacia casa, junto a mi compañera de trabajo Jin Ah. Era el trabajo que más tiempo me estaba durando, trabajaba en el departamento de correos del pueblo donde todos solían ser muy amables conmigo, y eso era algo que agradecía.
- ¿crees que nevará? – Pregunté hacia mi acompañante, mientras ella negaba con la cabeza y reía divertida, ya que estaba acostumbrada a mi extraño humor.
- No lo creo, el invierno está llegando a su fin. ¿qué te hace pensar que nevará?
- Odio la primavera.
- Lo sé, se qué prefieres el invierno porque nieva.
- Si – admití mientras sonreía hacia ella.
De nuevo el viento susurraba en mis oídos, de nuevo escuchaba una voz llamándome en la lejanía, pero no parecía sonar como de costumbre, esta vez parecía diferente.
- Joana – me llamó mi compañera, haciéndome salir de mis pensamientos.- hasta mañana – se despedía, mientras se marchaba hacia su casa, pues acabábamos de llegar al camino que llegaba hasta su granja.
La despedí con la mano, mientras ella hacía lo mismo.
Caminé despreocupada, montaña arriba, hasta el bello templo donde vivía.
Sonreí, admirando como el sol se escondía poco a poco y se perdía en el horizonte, era algo realmente bello de apreciar. Me sentía agradecida de haber sido acogida en aquel lugar de nuevo.
Un ruido me hizo salir de mis pensamientos. Miré hacia el lugar en donde lo había escuchado y admiré horrorizada a un enorme lobo blanco que me miraba sin pestañear.
No pude evitarlo, pegue un grito que se escuchó en el silencio de la noche y salí corriendo hacia la nada, sin mirar hacia atrás, a sabiendas de que aquel no era el camino hacia casa, pero estaba tan terriblemente asustada que no podía pensar en nada más que no fuese huir de aquel lugar, en aquel momento.
Me paré justo a tiempo de chocar con el árbol que tenía delante, miré a mi alrededor, percatándome de que estaba muy lejos de casa. No podía reconocer nada de lo que tenía a mi alrededor, me había perdido, no tenía ni idea de dónde estaba.
Un sonido detrás de mí volvió a sacarme de mis pensamientos, miré hacia atrás, percatándome de que aquel enorme lobo se encontraba allí, mirándome como si nada, mientras yo negaba con la cabeza muerta de miedo, al mismo tiempo en el que éste se alzaba sobre sus patas traseras y se ponía en pié como si de un humano se tratase. Me desmayé en ese justo instante. No supe si fue por la conmoción, porque estaba muy cansada, o porque estaba muerta de miedo, pero caí al suelo sin saber que sería de mí.
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