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Capítulo 20. La nieve sobre la montaña.


Caminaba hacia el hotel del pueblo donde me estaba hospedando, cuando me di cuenta de algo, estaba nevando, de nuevo. En los últimos días lo hacía casi a diario, me preguntaba si realmente lo hacía porque la montaña sabía que su señor estaba allí.

Me detuve frente al templo donde ella y su padre se hospedaban, mirando con calma hacia aquel lugar que tantos recuerdos traían a mi mente, pues había sido en un templo similar en el que me había criado.

Alguien salió del templo, en ese justo instante, y corrió descalza sobre la nieve, con tan sólo un camisón blanco por vestimenta, para luego dirigirse hacia la cima de la montaña.

Olvidé por completo mi misión, de nuevo, para seguirla, pues quería saber por qué se marchaba de su hogar de nuevo, de aquella manera.

Joana.

Corrí hacia las montañas, tan pronto como mi padre me dio la noticia que más temía, quería desaparecer, realmente ansiaba poder desaparecer con la nieve, caer y ser parte de un todo, poder ser nieve para no tener que sufrir de aquella manera.

Charlie se marcharía pronto, lo sabía perfectamente y volvería a quedarme sola y desamparada en aquel mundo incomprendido.

Me detuve tan pronto como me percaté de que alguien me seguía, podía escuchar sus pisadas tras las mías, mientras sentía los gélidos copos de nieve sobre mi piel. Cerré los ojos, provocando que las lágrimas saliesen por ellos y se perdiesen por mi rostro.

Sabía perfectamente quien era esa persona que me seguía, estaba harta de él, de aquel estúpido hombre que solía importunarme en aquellos días, siempre siguiéndome a todas partes, siempre cuidando de mí, como si se preocupase por mí, cuando yo ya sabía que después de Charlie no dejaría que nadie más entrase en mi corazón de nuevo, ni siquiera aquel estúpido ser.

Me limpié las lágrimas con las manos y me giré para hacerle frente, pero para mi sorpresa él no estaba allí, estaba completamente sola en aquel lugar.

Pero, aunque no pudiese verle sabía que estaba allí, no sabía cómo, pero lo hacía.

Levanté la mano y cerré los ojos, imaginándole allí, frente a mí, mirándome sorprendido, temeroso de que pudiese verle. Sonreí y abrí los ojos, observándole entonces frente a mí.

- Señor Hwan So – le dije, con una sonrisa en el rostro, haciendo que comprendiese que sabía que había estado allí desde el principio. Quizás en otro momento habría intentado ocultarlo, pero en aquel momento todo me daba igual, estaba muy cansada de seguir luchando.

- Sabe por qué he venido, ¿verdad? – preguntó, provocando que yo asintiese despacio, pues sabía perfectamente cuál era su misión en aquel lugar, lo supe desde el primer momento en que me percaté del color de su aura.

- Pensé que tendría más tiempo... - comencé con lágrimas en los ojos, al percatarme de que realmente Charlie se marcharía pronto - ... pero él se marchará esta semana.

- ¿cómo puede usted conocer...? – preguntó, preocupado por la razón de que yo supiese tanto sobre su mundo, una simple humana no debía conocer los secretos de los cielos, o eso pensaba a menudo.

- Puede que en mi vida anterior alguien me lo dijese... - comencé a lanzar las teorías que solían pasar por mi mente a menudo.

- Si así fuese... - comenzó él, con calma - ... lo habría olvidado, pues cuando el alma abandona el cuerpo deja en él sus recuerdos.

- A veces vuelven – le aseguré, provocando que él perdiese el hilo de lo que decía y mirase hacia mí con atención, aunque más bien parecía temeroso por lo que estaba a punto de decir – Charlie dice que cuando un alma sufre, los recuerdos quedan atrapados en ella, y que sólo es cuestión de tiempo hasta que el corazón se conecte con la mente.

- Charlie es un hombre sabio – aseguró, provocando que sonriese con melancolía hacia él, pues sabía que esa era una de las razones por la que los dioses le habían elegido.

- Las mejores personas son las primeras en marcharse – aclaré, haciendo que él volviese a prestarme atención – y no tiene por qué ser algo malo. Creo que si se lo llevan a él primero es porque ha sido elegido por los dioses. Es una forma de agradecerle su bondad y dedicación.

- ¿y tú? – Preguntó él, algo decaído sobre lo que le había dicho - ¿tu alma no es bondadosa y buena? – inquirió, intentando hacerme cambiar de idea. Sonreí por aquel bonito detalle.

- Mi alma está maldita – aseguré, provocando que él me mirase sorprendido por mis palabras – hay personas que están destinadas a sufrir, y esas personas deben quedarse a seguir luchando. – reconocí, mientras una lágrima se escapaba por mi rostro, provocando que él levantase la mano para limpiarla y yo me quedase totalmente sorprendida, no sólo por sentir el tacto sobre mi piel, sino porque una parte de mí sentía como si ya hubiese vivido aquello alguna vez, aunque mi mente no pudiese recordarlo.

- Rezaré por usted – me tranquilizó, provocando que más lágrimas se derramasen por mis ojos, al darme cuenta de que él se estaba apiadando de mi alma, un ser como él – para que su sufrimiento no sea tan grande.

- Deje a Charlie a mi lado – supliqué, mientras él se sorprendía de escucharme decir aquellas palabras.

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