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Capítulo 19. Secretos en la noche.


Había vuelto a hacerlo, había vuelto a olvidar que mi misión era seguir a Charlie hasta que llegase el momento de llevarlo a los cielos, y de nuevo seguía a aquella muchacha.

Sentada sobre una de las murallas que antaño habían rodeado al templo, y ahora no eran más que un montón de piedras en ruinas con mucha vegetación sobre ellas, se encontraba. De nuevo estaba descalza, parecía que no le importaba el terrible frío que hacía en aquel lugar, parecía que no le importaba que de un momento a otro volviera a nevar.

- El señor Hawn So vuelve a estar aquí – anunció mientras volvía su mirada hacia mí, como si hubiese sabido desde el principio que la seguía, y posteriormente que la observaba. Salí de la oscuridad de la noche y miré hacia ella. Estaba realmente hermosa a la luz de la luna.

- Charlie se enfadará...- comencé, intentando pensar en su padre, en lo preocupado que estaría de no encontrar a su hija en su habitación – ... si se entera de que has vuelto a dejarle en mitad de la noche.

- Nunca lo sabrá – aseguró con una sonrisa en sus labios, mientras yo la miraba embobado, estaba realmente bella desde aquel punto – será nuestro pequeño secreto, señor Hwan So.

- ¿qué terrible historia le ha traído a este lugar? – Pregunté, intentando adivinar que era lo que la había traído a aquellas ruinas.

- ¿por qué presupone que es una historia triste? – Preguntó ella divertida, mientras se bajaba del muro y miraba hacia sus pies, parecía acabar de percatarse de que estaba descalza. Y yo no lograba entender cómo no podía haberse percatado de aquello antes, ya que había llegado hasta allí andando entre la fría nieve. - ¿cree en el cielo, Señor Hwan So? – Preguntó sin levantar la vista del suelo.

- ¿y usted? – inquirí con curiosidad mientras ella levantaba la mirada hacia mí para luego sonreír divertida

- Si, fue el cielo el que envió a Charlie hacia mí – Admitía, mientras yo la miraba sorprendido por sus palabras, la forma en la que hablaba de todo aquello, como si realmente estuviese segura de todo, hacía que mi curiosidad hacia ella aumentase por momentos – Estuve realmente perdida cuando pensaba que no tenía a nadie en este mundo, pero entonces llegó él y todo cambió.

- Él cuidó de ti – adiviné, mientras ella asentía.- cuando no tenías a nadie más, él...

- Si, él es todo lo que tengo – Admitió, mientras mi corazón daba un vuelvo al pensar en el dolor que ella sentiría al perder a su padre.- es la luz que lo ilumina todo.- Cesó mientras yo la miraba apenado, acababa de comprender que ella moriría de pena al perderle, pero no podía hacer nada, era el deseo de los dioses que aquel hombre muriese y subiese al cielo, no podía hacer nada para impedirlo, no, ni aunque pudiese lo haría, la ley de los dioses no me permitía hacer nada ante aquella situación.- Mire – exclamó, haciéndome salir de mis pensamientos, mientras miraba hacia ella, percatándome de que había comenzado a nevar – está nevando.- añadía mientras levantaba el brazo con la palma hacia arriba para que la nieve cayese sobre ella.- Es precioso.

- Pareciese que nunca antes hubiese visto nevar...- comenté mientras ella negaba con la cabeza, sin parar de sonreír hacia mí, haciendo que la mirase sin comprender, pues no entendía su actitud

- He visto nevar cientos de veces, pero me encanta la nieve, me trae mucha paz.- aseguraba sin dejar de dar vueltas sobre sí misma, mientras miraba hacia el cielo. Parecía realmente feliz por aquel simple acto de sentir la nieve sobre el rostro.

- ¿Es esa la cinta que compró en el mercado? – Pregunté al percatarme que sobre su mano derecha se encontraba anudada un lazo rojo muy antiguo.

- Si, es preciosa – asintió mientras la tocaba delicadamente con la otra mano, para luego cerrar los ojos y volver la cabeza hacia el cielo de nuevo.

- Vas a coger un resfriado si sigues aquí afuera, descalza, y sin abrigo...- comencé, intentando hacerla entrar en razón, pero ella miró hacia mí mientras negaba con la cabeza.

- La nieve no me hará daño – aseguraba, mientras yo negaba con la cabeza, intentando que aquella cabezona muchacha entrase en razón.

- Deje de ser tan terca – le espeté mientras la agarraba de la mano y tiraba de ella hacia el templo, que se hallaba a escasos metros de nosotros.

- Señor Hwan So... - comenzaba, mientras yo hacía un leve ruidito en señal de que la estaba escuchando, sin dejar de caminar con ella hacia el templo - ... ¿qué le ha traído a este lugar? – Preguntó animada, parecía no haberse percatado de que había soltado su mano, porque siguió hablando como si nada.

- Estoy aquí por trabajo – admití, admirando como ella me miraba boquiabierta.

- ¿y se machará entonces?

- Así es.

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