Capítulo 18. El color del aura.
Seguía a aquella chica, montaña arriba. Por alguna razón despertaba una enorme curiosidad en mí, pero sobre todo quería averiguar más sobre su relación con un iluminado, ya que los iluminados siempre solían ser seres incomprendidos que ayudaban a los demás sin ofrecer nada a cambio, nunca habían estado tan cerca de otro mortal de aquella forma, siempre solían ser personas solitarias que hacían el bien porque no tenían otra forma de ser.
- Charlie – comenzó la chica hacia su padre, pues acabábamos de llegar a un pequeño templo, no muy lejos de la cima.
- ¿Por qué has tardado tanto? – Le regañaba su padre, para luego poner los ojos en mí, parecía preocupado de que su hija se encontrase con migo.
- Me encontré con un joven – anunció mientras ambos la mirábamos perplejos, yo porque esperaba que mintiese sobre aquello para evitar ser reprendida, y su padre, porque no esperaba que hubiese vuelto a confiar en extraños.- No te preocupes, Charlie, estoy bien – comenzaba la muchacha mientras volvía la vita hacia mí – él se ha asegurado de que llegase sana y salva.
- Hwan So, es mi nombre – mentí, mientras el hombre asentía y ella me miraba de reojo.
- ¿se quedará a desayunar? – Preguntó mientras ella agarraba mi mano y tiraba de mí hacia el interior del templo, sin esperar respuesta por mi parte en lo absoluto.
- Claro que se queda – aseguró, mientras yo sentía una especie de desasosiego, como si me causase algún tipo de daño mantener contacto con un mortal. Pero no era nada de eso, tan sólo no estaba acostumbrado a ser tocado por nadie, no después de ella.
Apenas unos minutos después, estábamos desayunando sobre una mesa de madera, sentados en el suelo, muy tradicional, pero no tenía nada que ver con lo que recordaba.
Charlie entabló conversación con los monjes con los que compartíamos mesa, un poco alejado de nosotros, mientras ella me sonreía, al mismo tiempo que yo me metía una cucharada de arroz en mi boca.
- Charlie no es mi verdadero padre – añadió, respondiendo a la pregunta que me estaba planteando. Pues no entendía por qué razón llamaba a su padre por su nombre. - Mis verdaderos padres me dejaron en este templo cuando era un bebé. Charlie me adoptó cuando tenía doce años. He vivido con él en Filipinas desde entonces. – aseguraba, mientras miraba con cariño hacia el hombre que la había cuidado como una hija – y volvemos aquí cada cinco años para dar las gracias a los monjes por cuidar de mí cuando era un bebé.
- Entiendo. - Ahora comprendía la situación. El iluminado no tenía hijos, así era como solía ser, siempre elegían a personas sin familias para no dañar a las personas que dejaban aquí, para que el iluminado no sintiese lástima de dejarlos atrás.
- ¿Sabes sobre esa historia? – Comenzó, tras un largo rato en silencio, cuando ya habíamos vaciado nuestros cuencos – Dicen que cada uno de nosotros estamos rodeados por nuestras auras, y que según la pureza de tu alma, esa aura es de un color o de otro.
- ¿en serio? – Pregunté sin comprender cuál era el motivo de hablarme sobre aquello. ¿podía ser que supiese quien era y lo que hacía allí?
- ¿de qué color crees que es mi aura? – preguntó ella con curiosidad, como si realmente supiese que yo podía verla, era como si realmente lo supiese, y no lograba entender cómo lo sabía.
- Es naranja.- respondí, aunque lo cierto era que aquel naranja tornaba más a amarillo, pero ella nunca lo sabría, así que no me importó.
- ¿en serio? – Preguntó sorprendida, mientras bajaba la cabeza temerosa, parecía que realmente había quedado desilusionada por mis palabras. Parecía estar susurrando algo, algo que ningún otro podría haber escuchado, pero yo no era ningún otro, yo era un guerrero inmortal.- Siempre pensé que sería amarilla.- susurró.
- ¿y la mía? – Pregunté, intentando seguir con aquel juego, intentando ignorar lo que había escuchado de sus labios. Ella no tenía forma alguna de saber sobre las auras, era un mortal, los mortales no podían verlas - ¿de qué color crees que...?
- Sin lugar a dudas es blanca – aseguró, mientras yo la miraba boquiabierto, pues no lograba entender como ella podía saberlo.
- ¿por qué no azul? – Pregunté, intentando hacerla cambiar de opinión. Pues ella no debía saber la verdad sobre el aura azul, no había nada que pudiese...
- Tu aura no podría ser azul jamás – respondió, bastante segura de sí misma, haciendo que perdiese mi sonrisa y mirase extrañado hacia ella – si tu aura fuese azul entonces serías un dios.
Tragué saliva, nervioso. Sabía que era imposible, pero ella sabía sobre ello, parecía imposible, pero estaba seguro, ella podía percibir la luz del aura, pero para estar seguro del todo, haría una última indagación.
- ¿y la de tu padre? – Pregunté, al mismo tiempo que Charlie llegaba hasta nosotros y me miraba divertido.
- ¿ya te está contando su teoría sobre el aura? – Preguntó divertido, mientras su hija lo miraba con cara de pocos amigos, parecía que ella lo había hablado con él con anterioridad, pero su padre no le había creído – asegura que mi aura es blanca, ¿de qué color te ha dicho que es la tuya? – Preguntó, pero yo ya no podía pensar con claridad. Ahora estaba seguro, ella podía verlas, al igual que yo. Y no lograba entender por qué, ya que solos los seres que habían estado en el cielo, que vivían en él podían hacerlo.
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