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XX

La atmósfera se sentía fría, como un susurro gélido que se arrastraba por mi piel. A pesar de la explosión reciente, el aire permanecía inmóvil, cargado de tensión. La noche, oscura y silenciosa, envolvía el paisaje en un manto de inquietud, donde incluso los insectos parecían haberse detenido.

Frente a mí, Garnet permanecía inmóvil, su mirada penetrante parecía atravesar cada capa de mi ser. No era una buena señal en absoluto. Podían ser muchas las razones por las que estaba aquí, pero la más probable era esa explosión que había atraído su atención. Podría ser que viniera por respuestas, o quizás, solo quizás, para acabar conmigo y hacer que mi muerte pareciera un accidente causado por mis propios poderes.

Yo haría eso si estuviera en su lugar. Pero no pienso morir hoy, no otra vez. Esta vez, tendría que ser cuidadoso, tanto con lo que dijera como con lo que pensara. Sabía que sus malditos poderes funcionaban según la probabilidad de que algo ocurriera.

En mi mente, ya tenía una ilusión preparada, lista para desvanecerme como niebla si era necesario. Pero antes de que pudiera profundizar en mis pensamientos, ella rompió el silencio.

"Dime qué eres," dijo Garnet con voz firme. Sin embargo, noté algo extraño en su tono, algo que nunca había escuchado antes en la siempre estoica líder de las Gemas: miedo.

Tomé una respiración profunda, dejando que el aire helado llenara mis pulmones. Sentí mis nervios tensarse, pero rápidamente calmé mi mente, acelerando mis procesos de pensamiento. Analicé su expresión: esa rigidez en sus labios, el ligero temblor de sus hombros. Esto significaba que ninguna versión futura de mí había respondido a esta pregunta, o peor aún, que simplemente no podía ver mi futuro. "¿Es porque vengo de otro universo?" pensé, archivando esa posibilidad. "¿O porque soy una anomalía insertada a la fuerza?" Otra hipótesis plausible. "¿O es que mi poder interfiere con su visión?" Aun así, lo más urgente era responderle.

"Supongo que 'humano' no es la respuesta que buscas," respondí, esbozando una sonrisa lacónica que ocultaba mi creciente preocupación.

Garnet no se inmutó, ni siquiera parpadeó. Los lentes oscuros que cubrían sus ojos reflejaban la pálida luz de la luna, ocultando cualquier indicio de emoción. Aun así, podía sentir la intensidad de su mirada, como si intentara diseccionar cada palabra que salía de mi boca. Su expresión, aunque impasible, tenía una tensión que normalmente no estaba allí, como una cuerda a punto de romperse.

Dio un paso hacia mí, lento y deliberado.

El suelo bajo sus pies crujió, y una fina grieta se extendió como una telaraña. "Eso no es una buena señal" pensé, pero no retrocedí. Mantuve mi posición, reforzando mi conexión con el mundo físico. El aire parecía vibrar con la carga psíquica que comenzaba a acumular.

"Lo repetiré una vez más, Adrián, si es que ese es tu nombre," dijo, y su voz ahora era más firme, como una espada desenfundada. "¿Qué eres?"

Suspiré, dejando escapar una bocanada de aire que se condensó en la fría noche. "Soy humano" dije, elevando mi voz con una firmeza que resonó en el ambiente. Sentí cómo el poder disforme se entrelazaba con mis palabras, haciendo que mi declaración pareciera un eco que reverberaba en la realidad misma. "Y siempre lo seré, no importa cuánto cambie."

Por un breve instante, vi algo similar a la sorpresa en su rostro. No podía saber si era por mi convicción, por el poder que acompañó mis palabras, o por algo más. Sus labios se tensaron en una fina línea, y me pregunté qué había visto ella, qué secretos guardaba tras esos lentes oscuros.

"Puede que seas humano ahora" respondió, y su voz tembló ligeramente, como una hoja en el viento. "Pero, ¿qué me asegura que siempre seguirás siéndolo? ¿Qué me asegura que no te conviertas en esos monstruos?" dijo con un miedo palpable.

Monstruos. La palabra flotó en el aire, cargada de significado. ¿Era un monstruo en el sentido metafórico, o realmente me veía como una amenaza, una aberración? Levanté la cabeza, dejando que la luna iluminara mi rostro.

"¿Monstruo? Ilústrame, profeta de la raza de las Gemas," le dije, con un tono que no permitía evasivas. Lo que la sorprendió brevemente.

Garnet cerró los ojos por un momento, como si las imágenes fueran demasiado horribles para verlas de nuevo. Cuando habló, su voz parecía cargada de dolor. "Un gigante rojo, cubierto de armadura hecha de huesos, liderando un ejército de abominaciones. Una máquina horrenda, una amalgama de carne y metal que lo consume todo en su búsqueda por la perfección. Un demonio envuelto en llamas, con alas extendidas sobre un campo de mentiras. Y eso... no es todo."

Sus palabras pintaron una imagen tan vívida que casi pude verla yo mismo. "¿Me convertiré en eso?" pregunté, y también me lo pregunté a mí mismo. No creía que fuera posible, no quería creerlo. No soy alguien que se conformaría con ser una simple bestia o máquina que se ensimismara en sí mismo.

Garnet continuó, y ahora su voz era apenas un susurro tembloroso. "Un ser con ojos en las alas sentado en un trono blanco, mientras los humanos rinden culto. A su lado, otro ser igual de imponente se sienta en un trono gemelo como su igual."

"Vaya, eso sí es interesante" pensé, aunque no me veía gobernando a la humanidad. No es mi estilo y ¿quien sería esa persona en el otro trono?

"Entonces, dime Garnet," dije, levantando la voz, "¿cuál de estos monstruos soy para ti? ¿Qué es lo que ves en mí?"

Hubo un largo silencio, interrumpido solo por el murmullo del viento que arrastraba hojas secas a nuestros pies. Garnet finalmente habló, y su voz estaba teñida de miedo puro. "Eres algo que no debería existir. Algo que no encaja en ningún futuro que haya visto antes."

Me reí suavemente, aunque la inquietud empezaba a carcomerme por dentro. "Te entiendo," le dije, extendiendo los brazos señalando el mundo que nos rodeaba. "Se supone que no debería estar aquí pero en la vida hay cosas que no puedes decidir por ti mismo."

Sus puños se apretaron, y la tierra bajo sus pies se agrietó. El aire, que había sido gélido, comenzó a arder con un calor sofocante que distorsionaba la imagen frente a mí. Sabía que debía medir mis palabras. Garnet no era solo una líder, sino una guerrera experta, y podía lanzarse al ataque en cualquier momento.

"Entonces dime, Adrián," dijo, y su voz ahora era un cuchillo frío. "¿Eres una amenaza para este mundo?" un tono frio que contrastaba con el calor que emanaba su cuerpo, un calor que ya estaba haciendo que el suelo bajo sus pies empezara a derretirse.

Decidí ser honesto, sin trucos, sin disfraces. "Depende" respondí. "Cualquier cosa que amenace mi existencia o la de la Tierra, de alguna forma, puede considerarse muerta, rota o destinada a dejar de existir."

El silencio que siguió fue tan denso que casi podía palparlo. El latido de mi corazón resonaba como un tambor en mi mente, y podía escuchar el crujido de la hierba bajo el viento helado.

Garnet me miró una última vez, sus lentes reflejando el brillo de la luna. Por un momento, pensé que me atacaría, pero en lugar de eso, dejó escapar un suspiro y relajó los hombros.

"Entonces estamos en el mismo bando," dijo finalmente, extendiendo su mano hacia mí. Dudé por un instante, pero al final acepté el apretón. El calor de su palma contrastaba con el frío de la noche.

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