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XV

La sala estaba devastada, como si un huracán la hubiera atravesado. Allí, en medio de los restos, un joven humano descansaba, profundamente dormido en lo que parecía ser un caos absoluto. Los rayos del sol se filtraban a través de las ventanas, cubriendo su piel pálida con un brillo antinatural. Lentamente, sus párpados comenzaron a moverse, anunciando que despertaría pronto.

...

Mi mente volvió lentamente a la conciencia, pero no estaba preparado para lo que me esperaba. Lo primero que sentí fue un estallido de luz, demasiado intensa, como si me apuntaran con una linterna a la cara. Me llevó unos minutos adaptarme a la intensidad, parpadeando mientras intentaba procesar lo que me rodeaba. Cuando finalmente pude ver con claridad, me invadió una avalancha de sensaciones nuevas y abrumadoras.

La profundidad de los objetos, sus formas y texturas, se desplegaban ante mis ojos con una precisión que parecía imposible. Era como si todo estuviera renderizado en una tecnología mucho más avanzada, una simulación tridimensional de última generación. Cada sonido, desde el más mínimo crujido hasta el lejano oleaje del mar, me golpeaba con una intensidad abrumadora. Podía escuchar el mar... desde aquí. Y mi casa ni siquiera estaba cerca de la costa. La oleada de sonidos que inundaban mis oídos era demasiado, y sentía como si mi cabeza fuera a estallar con cada nuevo estímulo.

Pero los olores... los olores eran lo peor. Era como si mi sentido del olfato se hubiera amplificado hasta niveles inhumanos. Podía detectar el leve olor a moho en las paredes, la acidez en los restos de comida esparcidos por la sala, mi sentido del tacto se disparó Podía sentir las corrientes de aire casi invisibles, rozando mi piel como dándome una especie de percepción de aproximada de mis alrededores y al pasar mi mano sobre las tablas, podía percibir cada imperfección, cada rasguño, como si estuviera explorando la superficie con múltiples sensores.

Tomé una respiración profunda, sintiendo cómo el aire frío llenaba mis pulmones. Nunca antes el simple acto de respirar había sido tan placentero. El aire puro me invadió, despejando mi mente y refrescando mi cuerpo.

Fue en ese momento que la claridad comenzó a instalarse en mi cerebro, permitiéndome ver lo que había hecho. La devastación a mi alrededor era evidente. El desastre que había causado el día anterior, como una obra macabra de destrucción. La sala y la cocina parecían haber sido devoradas por una bestia salvaje. Los muebles estaban hechos añicos, destrozados hasta quedar irreconocibles. La nevera ya no existía; en su lugar, solo quedaba un charco de plástico deformado y burbujeante, un recuerdo vagamente familiar de lo que solía ser.

Suspiré y me llevé los dedos al puente de la nariz, masajeando ligeramente mientras contemplaba el caos. "Lo solucionaré después", murmuré. Sin embargo, un rugido ensordecedor interrumpió mis pensamientos. Mi estómago, aún insaciable, exigía más comida. "¿Todavía tengo hambre?" pensé, algo perplejo. Sin mucho más que hacer, me puse de pie y me dirigí hacia mi habitación, decidido a encontrar algo de ropa.

Cuando entré al baño y me miré en el espejo, me di cuenta de los pequeños cambios en mi cuerpo. Mi piel, aunque seguía siendo del mismo tono pálido, ahora parecía... impecable. No había rastros de imperfecciones, ni manchas, ni cicatrices. Era como si mi piel hubiera sido alisada hasta el más mínimo detalle sinceramente parecía cerámica lo cual era desconcertante.

Mis ojos, sin embargo, me sorprendieron. No habían cambiado de color, pero noté algo nuevo: un diminuto punto blanco en el centro de cada pupila, tan pequeño que podría pasar desapercibido si no me hubiera detenido a observarlo con detenimiento y eso es decir mucho con el tipo de visión que tengo ahora. Mi cabello, que siempre había sido marrón oscuro, ahora era de color casi ébano. Afortunadamente, no me había vuelto peliblanco como eso protagonistas de isekai después de una transformación, algo por lo que mentalmente agradecí.

Aunque ahora parecía una estatua de cerámica de mí mismo lo cual es raro, es decir sé que soy yo, son mis mismas facciones, pero no se siente bien por mi mente no llega a conectarlo bien. Fuera de eso mi "forma" no tuvo más cambios lo cual fue bueno.

Después de mi pequeño momento de vanidad y desconcierto frente al espejo, volví a la sala. Con un simple gesto de mi mano, los restos de los muebles se comprimieron, doblándose bajo la presión de mi telequinesis hasta que quedaron convertidos en pequeñas esferas de escombros, las cuales arrojé al bote de basura sin esfuerzo.

Salí de la casa, aún con hambre. No tanta como antes, pero la sensación seguía siendo irritante, un hambre muy irritante.

Mientras caminaba por las calles soleadas de Beach City, saludé a algunos conocidos, aunque no me detuve mucho tiempo en ello. Mi mente estaba demasiado ocupada en encontrar algo de comer que sobre cualquier otra cosa. Tras unos minutos, llegué a Big Donut.

"Buenos días, chicos. ¿Cómo les va?" saludé a Sadie y Lars, quienes estaban tras la barra. La tienda estaba vacía, solo nosotros tres.

Ellos Sadie se me quedo viendo como si buscara algo diferente en mí pero al parecer no podía hallar nada.

"supongo que no noto mis cambios por la misma razón que no notan que las gemas son alienígenas" pensé para mí mismo.

"Hola, Adrián," respondió Sadie con una sonrisa. "Nos va bien, gracias por preguntar."

Lars, sin levantar la vista de su teléfono, solo levantó el pulgar en señal de reconocimiento.

"Me alegro," respondí sinceramente, mientras me inclinaba sobre el mostrador. "Quiero comprar cuatro docenas de donas y cuatro cafés sin azúcar, por favor." Sadie asintió y con la ayuda de Lars, comenzaron a empacar mi pedido. No les tomó mucho tiempo tener todo listo.

Pagué la cuenta y me despedí. "Bueno, chicos, un placer hablar con ustedes, pero tengo cosas que hacer." Sadie asintió y Lars volvió a su teléfono sin más.

Salí de la tienda, y antes de que me diera cuenta, el hambre me asaltó de nuevo, esta vez con más fuerza. No pude aguantar más y me dirigí a una banca solitaria. Me senté y comencé a devorar las donas de una manera grotesca. Mi boca se abrió en un ángulo antinatural, mucho más grande de lo que cualquier boca humana debería abrirse. No me importaba lo que pareciera, solo importaba saciar mi insaciable hambre.

Alternaba entre grandes bocados de donas y sorbos de café. Mi mandíbula trabajaba con una rapidez inhumana, triturando cada pedazo de masa en segundos. Incluso las migajas más pequeñas no escapaban de mi boca. Era como si cada parte de mí estuviera diseñada para maximizar la eficiencia de comer. Sin embargo, a pesar de la velocidad y la cantidad, la sensación de hambre no desaparecía del todo. Solo una pequeña parte de ese vacío había sido satisfecho. Incluso considere por una milésima de segundo comerme a las gaviotas cercanas, pero mi mente racional volvió antes de que pudiera hacer algo.

Me quede pensando en porque sentía tanta hambre hasta que un sonido estridente y ensordecedor llego a mis oídos seguido de un sonido más suave de pero no menos molesto de madera y metal rompiéndose.

"ha vamos a ver que paso" pensé con algo de desgana por la sensación de hambre.

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