XI
El corazón de Connie latía a toda velocidad. La adrenalina bombeaba en sus venas, mientras sus piernas la llevaban por el caos del campo de batalla. Esquivaba los rayos y el fuego que estallaban a su alrededor, sus movimientos eran torpes pero desesperados. Aunque estaba protegida por un escudo en forma de burbuja, el calor abrasador del fuego y el chisporroteo de la electricidad penetraban su instinto más primario de auto conservación, enviando una sacudida de terror por su cuerpo. Podía sentir el miedo en su piel. Pero esa descarga de adrenalina... esa sensación intensa en medio de la batalla... valía cada segundo de peligro.
Frente a ella, la escena se desarrollaba como algo sacado de un mito. Los dos entes divinos a sus ojos luchaban contra la bestia con una fuerza más allá de lo humano. El joven rodeado de un aura en constante cambio, retorciéndose mientras fluía como un río de conceptos y emociones puros, dirigió una mirada rápida a la adolescente de cabellos rosados con un mensaje de que esta batalla debía terminar.
De pronto, Connie vio cómo las manos de él se movían con precisión, invocando unas cadenas del color del platino más puro que jamás había visto.
Brillaban intensamente, como si fueran fragmentos de estrellas arrancados del mismísimo solo para obedecer la voluntad de un ser superior, como serpientes se dirigieron hacia la bestia con una fuerza devastadora. El ruido del movimiento de las cadenas parecía hacer vibrar el aire con notas tan melódicas y perfectas que rayaban lo imposible. Mientras el espectáculo continuaba Connie solo podía observar su respiración atrapada en su pecho, no podía apartar la mirada del joven, su mente solo enfocada en un solo ser. Estaba tan embelesada que se olvidó de como respirar su corazón paro de latir pero allí seguía ella observando todo y como si una fuerza primordial la trajera de vuelta a la realidad su cuerpo se ilumino y volvió a respirar y su corazón volvió a latir.
Cayo de rodillas y sintió la arena de la playa en su cuerpo, sin importarle nada levanto su mirada buscando ver más, entonces el por un breve momento él le devolvió la mirada evaluándola más allá de lo que la vista de un mortal sería capaz de hacer, ideas, conceptos, frases y conocimiento se le abrió con esa sola mirada pero una frase, no, un concepto que no llegaba a comprender araño su mente, esa idea ese concepto provenía de Adrián, aunque no entendía las palabras reales detrás de tal mensaje si capto lo que él quería decir "No soy un Dios" eso fue lo que él quería decir?. Ella quería protestar no podría aceptar que un ser así no fuera un Dios, pero se tragó sus ideas y le dijo "A mis ojos pareces un dios... pero si tú dices que no lo eres entonces no lo serás" aunque dijo eso ella no aceptaba que tal ser no fuera otra cosa que un dios. Ella sintió un que un suspiro de resignación salía de él como un padre que ve como su hija toma una mala decisión, pero el dejo eso de lado y volvió su mente a la pelea.
La hermosa joven de ojos rosados Nora, no se quedó atrás. Con una gracia sobrenatural y su aura calmante, invocó más escudos a su alrededor. Estos destellaban de un poder maternal, rodeándola en un resplandor de energía tan cálida que sentía que sus pecados eran limpiados solo con estar en su presencia, los lanzo con una precisión letal hacia la monstruosa criatura. Cada escudo volaba como un proyectil de pura luz, dejando un rastro brillante a su paso como un cometa que iluminaba la noche.
Adrián sin perder un segundo, dirigió las cadenas desde cada ángulo posible, envolviendo a la criatura como una araña que atrapa una presa. La bestia se retorcía furiosa, rugiendo con una mezcla de desesperación y agonía, luchando por liberarse, pero las cadenas no cedían.
Al contrario, comenzaron a arder en un fuego tan brillante que parecía estar quemando el mismísimo tejido de la realidad a su alrededor, el calor era casi palpable tan abrasador incluso desde la distancia en la que se encontraba Connie.
Con una calma calculada, Adrián pasó su martillo a Nora y en un instante, el arma cambió de forma ante los ojos de Connie. El martillo se transformó en una espada de luz rosa tan hermosa que no debería ser real, su hoja resplandeciente como una hermosa rosa rosada llevaba un grabado intrincado de tres símbolos misteriosos que parecían brillar con una fuerza propia tan poderosa como acogedora. La luz que emanaba de la espada era cegadora, pura, divina.
Nora no perdió tiempo. Sin una pizca de duda, se lanzó hacia la bestia con la espada en alto, con un movimiento fluido y elegante, atravesó el torso de la criatura. El grito que soltó la bestia fue inhumano, una mezcla de dolor y desesperación que resonó en el aire, mientras su cuerpo explotaba en un torbellino de luz y humo. La explosión fue cegadora, envolviendo el lugar en un resplandor que hizo que Connie cerrara los ojos instintivamente.
Cuando abrió los ojos nuevamente, solo el humo flotaba en el aire todo su cuerpo era acariciado por el viento mientras el escudo translucido que la había acompañado en toda la batalla se desvanecía. El monstruo había desaparecido y en medio de todo estaban ellos dos, Ella sosteniendo una extraña gema mientras que la espada en su mano se desvanecía como los pétalos de una flor que se marchita, El poniendo un brazo sobre el hombro de ella mientras dejaba de flotar como un ser divino descendiendo del cielo para interactuar con los mortales.
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