II
Capítulo 2: Civilización
"Eso fue increíble," dijo el joven mientras despertaba con los primeros rayos del sol filtrándose a través de los arboles cercanos a la cueva. "No solo mi mente se siente más eficiente, sino que también mucho más calmada y racional." Hablaba en voz alta más para sí mismo que cualquier otra cosa mientras se levantaba del lugar donde había dormido la noche anterior.
Con energía renovada, el joven comenzó su búsqueda de civilización. Sin embargo, pronto se encontró con una gema corrupta en el camino. La gema tenía una superficie pulida que reflejaba la luz de manera inquietante a la vista. Sus facciones eran deformes, con una presencia salvaje diría el hombre si tenía algo que agregar. Al encontrarse con el joven, la gema fijó sus miradas sin ojos en él, como si evaluara su potencial.
De repente, la gema se abalanzó sobre él con una velocidad anti natural para un cuerpo tan grande. El joven apenas tuvo tiempo para reaccionar. "¡Mierda!" exclamó mientras el sudor le caía por la cara y sus músculos tensos intentaban mantenerse firmes. Usó sus poderes telequinéticos para empujar a la gema hacia atrás, logrando detener su avance momentáneamente. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que no era el único enemigo presente.
Desde detrás de un grupo de rocas, otra gema corrupta se lanzó contra él. El impacto fue brutal. Un sonido seco de crack resonó cuando la gema lo golpeó, enviándolo a volar varios metros por el aire. El joven aterrizó de espaldas, sintiendo una oleada de dolor que le hizo gritar en su mente. Miró rápidamente hacia abajo y vio que su pierna derecha estaba en un ángulo antinatural. Sus pensamientos se volvían confusos mientras luchaba por mantenerse consciente e ignorar el dolor.
Arrastrándose por el suelo, observó las bestias gemas más de cerca. Eran criaturas grotescas, con cuerpos grandes y desproporcionados, como perros hechos de jade pulido sin ojos. Sus colmillos se estiraban hasta parecer una burla de espadas, y sus cabezas eran grotescamente enormes. La forma en que se movían era antinatural y antiestética, como depredadores horrendos.
Con un esfuerzo titánico, el joven concentró su telequinesis al máximo y lanzó su espada hacia la bestia más cercana. La espada surcó el aire con precisión sobrenatural, atravesando a la criatura y provocando una explosión de humo y luz. El grito de la bestia al morir resonó en sus oídos era como el sonido de raspar metal oxidado, una nota horrenda de triunfo en medio de su dolor. Sin embargo, al sentir la caída de su compañera, la bestia restante rugió de rabia mientras espuma roja salía de su boca y se lanzó al ataque con ira ciega.
El joven sabía que no podía enfrentarse a la bestia de frente. Sus piernas le fallaban más que nada la derecha, pero tenía que moverse. Con dolor usó sus poderes para impulsarse hacia un lado, un movimiento que lo catapultó bruscamente fuera del alcance inmediato de la bestia. El suelo crujió bajo la enorme criatura cuando esta aterrizó, creando una onda expansiva que casi lo lanza nuevamente al suelo.
La bestia continuó su ataque con más ira de la que el plano material tenía derecho presenciar, su cuerpo masivo cargando con una fuerza destructiva. Con cada paso que daba, el suelo se resquebrajaba y las rocas volaban en pedazos. El joven, ya al borde del desmayo, sabía que debía acabar con la pelea ahora o moriría nuevamente. Sus ojos brillaron con una intensidad etérea. Se concentró, canalizando toda la energía que podía traer al materium en un último ataque.
Su mano se alzó, y un rayo de luz emergió de su palma, cortando el aire con un silbido aterrador. La luz envolvió a la bestia en un resplandor cegador. La bestia estalló en una cólera ciega de sonidos guturales e incomprensibles. La energía pura desintegró el cuerpo físico de la gema corrupta en cuestión de segundos solo quedando su gema.
Sin embargo, el costo de su victoria fue alto. La energía desatada le dejó un rastro de agotamiento extremo. Sus piernas temblaban bajo el peso de sus heridas apenas se mantenía en pie, y el dolor de su pierna rota era simplemente la guinda del pastel. La sangre fluía de su nariz, y cada respiración se sentía como si fuera ser la última. Con la vista nublada y la mente tambaleándose al borde de la inconsciencia, el joven vio unas figuras en la distancia. Eran cuatro sombras humanoides moviéndose lentamente hacia él, pero su visión se desvanecía rápidamente.
Desplomándose en el suelo, el joven se permitió la única liberación que quedaba: el desmayo. Su cuerpo estaba completamente rendido, agotado por la batalla y el uso excesivo de sus poderes.
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