Prólogo
Nicholas:
Esta última semana mi vida se resumió a visitas de hospital, a hacer turnos dobles para llevarle a Elizabeth cada día un ramo de flores con la esperanza de que despertase. El doctor me dijo que el efecto del coma debía pasar en unos días e incluso podía demorar semanas. Hablamos mucho este tiempo o, mejor dicho, hablaba y ella escuchaba. Sí, yo sé que en el fondo lo hacía.
No podía evitar en ocasiones tocar su vientre. Hay un hijo mío ahí, sé que he metido la pata muchas veces, pero no puedo esperar el momento de que mi Liz abra los ojos para decirle lo mucho que la amo y pedirle perdón por todo lo que la he hecho pasar.
Estoy casi convencido de que la escoria de Ewen tuvo algo que ver con el accidente, por más vueltas que le doy en la cabeza, me convenzo más de que estuvo extremadamente calculado. Cualquiera que sea la escoria que impactó el camión carguero con el taxi tiene que haber tenido información de sobra como para saber el momento, el lugar y cómo inducir el ¨accidente¨.
«Lo averiguaré, por mi hijo, por Liz, juro que lo haré».
De momento, mi mente solo está enfocada en una cosa, ver los hermosos ojos de Liz. Ha sido muy desgastante estos días. Paso horas velando el sueño de mi pecosa y he llegado tarde varias veces a la entrega de pedidos que todavía no me queda claro es como mi jefe aún no me ha despedido. Soy quien lleva el domicilio de una pizzería, quien se lo iba a imaginar.
Solo somos Liz y yo, sus amigas, uno que otro día dan una vuelta y la visitan, pero no tienen tiempo y las entiendo; en cambio, sus padres no tienen idea del accidente y supongo que de momento, es mejor así.
No me quiero imaginar una conversación padre-suegro justo en este instante y el doctor dándole la esperada noticia de un nieto en camino. «Sería mi muerte».
Aún no acabo de entender por qué Liz me ocultaría algo así; además, de que me mintió con respecto a la reunión con sus amigas, supongo que cuando despierte me debe varias explicaciones.
Termino mi turno. Son las once de la noche y como de costumbre me dirijo al hospital. Estaciono la moto y subo lo más deprisa hasta encontrarme frente a la puerta de su habitación. Esta vez llevo tulipanes amarillos, recuerdo que una vez mencionó cuanto le gustaban y los coloco en la repisa junto a los demás ramos.
En parte considero que fue mi culpa, nunca debí dejarla sola, pero desgraciadamente, nuestra historia no es un libro que se pueda arrancar la página y escribir otra vez. Si así fuese, mi Liz no estuviese ahora en una cama en un sueño por no se sabe cuánto tiempo más.
Me acerco y observo su palidez, sus ojos siguen cerrados y esa caída de pestañas descansa sobre ellos tranquilamente. Tiene un pequeño punto en la frente y sus brazos, aún siguen con leves moretones que resaltan aún más sobre su piel. Su cabello rojizo cae en cascada sobre sus hombros y me recuerda cuando bailaba al compás de sus pies al caminar, lleno de vida, ahora está tan quieto... Paso mis dedos y lo enredo entre sus hebras, con mi otra mano acaricio su rostro.
Una lágrima rueda por mis mejillas, así ha sido todos estos días, con el corazón apretado en el pecho, encerrado en un suspiro helado, a punto de perder al amor de mi vida.
—Elizabeth, mi pequeña Elizabeth. Yo sé que puedes escucharme, lo siento aquí— señalo mi pecho y vuelvo a apretar su mano; sin embargo, nada, continúa sin mover un ápice de su cuerpo, pero no me rindo, sigo intentándolo y seguiré los días o meses que hagan falta.
—¿Recuerdas la primera vez que hablamos? Como podría olvidar tu cara de asombro al ver que te descubrí detrás de aquella camioneta. Te veías realmente hermosa esa noche; y si te confieso algo, yo sabía que me estabas siguiendo y créeme, no iba a perder la oportunidad de intercambiar tres palabras contigo.
—Quisiera que supieras tantas cosas que no tuve tiempo de contarte, solo espero que cuando despiertes recuerdes cada una de ellas, mi pecosa— suspiro y beso sus nudillos— ¿Te acuerdas cuando tuvimos que hacer ese trabajo juntos? En realidad, le fregué el auto a Zack a cambio de que fuese la pareja de Abigail y así poder pasar más tiempo juntos. En verdad fue difícil ya que el chico es amigo del imbécil de tu ex, pero sabes bien que tengo mis maneras de convencer— rio suavemente acordándome de la paliza que le di tras haber fregado su auto y que no cumplió con su palabra.
—Aquella noche sentí, esa cursilería que haces llamar ¨mariposas en el estómago¨ al oírte citar junto a mí a Virginia Wolf. Fue una conexión tan grande que prometí a mí mismo no dejarte ir, porque finalmente había encontrado un poco de paz para mi alma. Y sí Liz, es egoísta pero así soy. Soy el idiota que no podía dejar de verte, incluso en la distancia.
—Aquel partido de soccer, ¿recuerdas? Era yo Liz, y sé que te diste cuenta, pero poco me importaba que me descubrieras, porque si te soy sincero, prefería ser para ti al menos el chico acosador que no un simple desconocido.
Paso su mano por el vientre, no pierdo la esperanza de que despierte, tiene que hacerlo.
—Así podríamos seguir por días Liz, porque cada momento a tu lado fue especial. Si te contara cuántas veces tuve que controlarme para no mostrarme débil ante ti, otras para no devorarte cuan cavernícola, pero era difícil Liz, lo sigue siendo. Ni te imaginas las erecciones que tuve por tu culpa y que he tenido que disimular— otra risa se escapa de mis labios.
En cambio, vuelvo a verla y la tristeza invade una vez más mi rostro. Me recuesto sobre su pecho y sostengo con fuerza su mano. No puedo evitarlo por más tiempo, me derrumbé y las lágrimas comienzan a fluir de entre mis ojos formando un caudaloso río que va a morir a su vientre.
—Te amo mi Liz, daría lo que fuera por ver brillar tus ojos grises.
Siento como me aprieta leve sus dedos y me levanto con brusquedad. Comienzan a abrirse poco a poco sus ojos, con cierto trabajo por la intensidad de la luz de la habitación.
Finalmente, sus cristales grisáceos me observaban confusos y algo aturdidos. Mi Elizabeth despertó.
—Elizabeth, mi amor, despertaste— le doy un beso casto en la frente y sigo sin soltar su mano. No puedo describir la felicidad que siento en este momento.
Ella me observa con extrañeza y en un hilo de voz me dice...
—¿Quién eres tú?
♡♡♡
¡Hola, hola, mis calabazas hermosas!
Primero que todo, les deseo una feliz Navidad a todas. Espero que todos sus sueños se cumplan este venidero año y que la buena vibra de estas fiestas contagie todos nuestros corazones para, junto a nuestra familia, pasar momentos emotivos y llenos de felicidad.
Ojalá que no me maten luego de leer el prólogo, solo les pido mucha paciencia porque les prometo que este viaje por ¨Susurros de Invierno¨ será aún más emocionante. Así que tengan preparado su cajita de pañuelos desechables y nos leemos en fin de año.
¿Qué creen que pasará ahora en adelante? La historia ha dado un pequeño giro que no os esperabais. Leo todas sus teorías. *inserto carita malvada*
Besos, Lela :3
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