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23|¡Ay, Mi Boda No, La Tuya!



La semana siguiente estuve algo distraída. Mis alumnos notaban mi falta de concentración y, en ciertos momentos, me corregían o intentaban captar mi atención. Aún están un poco indecisos y curiosos sobre la feria, pero les sigo animando: "No será nada del otro mundo, chicos, sólo diviértanse y den lo mejor de ustedes". Aunque después de eso les daba un poco de tiempo libre, nunca era demasiado. Por supuesto, no pensaba contarles mis problemas personales.

Sigo repitiéndome que todo estará bien.

Por suerte, el destino me dio un respiro: mi auto ya está arreglado, así que ahora puedo movilizarme con mayor facilidad. Hoy, viernes, pedí permiso para ir al "médico", y la directora lo aprobó sin problemas.

Pero, en realidad, solo volví a casa. Quería que esta semana terminara ya y que la próxima llegara con más energía y ánimo.

En el baño, me miro al espejo. Mi rostro luce algo cansado, pero aún con determinación. Respiro hondo y me prometo que seguiré adelante.

Salgo del baño y me dejo caer en el sofá, plato en mano, mientras veo una película.

Al rato, suena mi celular. Lo reviso y veo un mensaje de Owen:

"Mañana te espera mi hermana para que la ayudes con el vestido."

—¡Rayos! Me había olvidado por completo —murmuro mientras escribo rápidamente una respuesta.

"Estaré allí, no te preocupes."

Su respuesta llega casi de inmediato:

"No te vayas a olvidar. Pon una alarma ahora mismo."

No puedo evitar reírme.

"Está bien, Owen, no me olvidaré. Todo estará bajo control."


"Eso espero. Bueno, me voy a dormir, que mañana tengo una reunión importante con los gerentes de la empresa. Deséame suerte."


"Suerte."

Dejo el celular boca abajo sobre la mesita y suelto un suspiro.

[...]

—¿Ahora qué pasa? —me levanté del sofá, pero tuve que detenerme porque un leve mareo me hizo tambalear—. Ya voy, ya voy.

—¡Nora! ¡Abre la puerta, te voy a asesinar! —gritó una voz familiar al otro lado de la puerta.

—Mierda, no puede ser... ¿Eres tú? ¿Eres Clara? —me acerqué a la puerta y miré por el visor. Efectivamente, era ella, y estaba furiosa.

—¡Claro que soy yo! No puedo creer que... ¡Abre la puerta, Nora! —golpeó la puerta con fuerza—. ¡O la derribo!

—¿Con ese cuerpito? —me reí fuerte, intentando quitarle tensión al momento.

—Nora, cariño, estoy demasiado nerviosa por la boda. Los días pasan volando y siento que todo se me viene encima. Así que, muy amablemente, te pido que abras la puerta para que podamos hablar como personas civilizadas... y para que te vistas y nos vayamos de una vez.

—Primero asegúrame que no me vas a asesinar.

—¡Claro que no! ¿Luego quién me va a acompañar? Además, tengo algo importante que contarte, y quiero que seas la primera en saberlo.

Su tono cambió, y sin pensarlo más, abrí la puerta.

—¿Qué pasa? ¿Te ocurre algo? —pregunté preocupada al ver su expresión.

Clara soltó un profundo suspiro antes de hablar:

—Estoy embarazada —confesó, cerrando los ojos con fuerza como si esperara mi reacción.

—Eso... eso es genial. ¡Es súper genial! —dije, aunque mi cerebro tardó un par de segundos en procesarlo—. Vas a formar una linda familia con tu futuro esposo. ¿Cuál es el problema?

—No lo sé —respondió, bajando la mirada.

—No hay ningún problema —le aseguré mientras tomaba sus manos—. No tienes por qué sentirte así. Vas a tener un bebé con la persona que amas, con alguien que estará a tu lado siempre.

—Tengo miedo —confesó, su voz quebrándose un poco.

—Es normal sentir miedo, pero no dejes que esos pensamientos negativos te dominen —la abracé con fuerza—. ¡Felicidades! Vas a ser una gran madre, y me siento honrada de ser la primera en saberlo.

—Gracias, Nora. No tenía a quién contarle. Mi hermano salió temprano por esa reunión y... no sabía con quién hablar. Si tú reaccionas así, no quiero imaginarme cómo mamá y papá van a terminar, probablemente a punto de tirarse los platos por la cabeza.

—Sí, me lo mencionó anoche. Bueno, déjame darme una ducha rápida y nos vamos. —me rio —¿Porque dices eso?

—No, no es nada. Estoy segura de que estarán muy emocionados, solo que... no me atrevía a decírselo a ellos primero. Te espero aquí.

Asiento con mi cabeza y voy a mi habitación.

Después de unos cuarenta minutos, ya estaba lista.

Llegamos a la tienda de vestidos de novia, "Encanto Nupcial", un lugar elegante y lleno de espejos que reflejaban los brillos de los vestidos expuestos.

—Buenos días —nos recibió una empleada joven con una sonrisa amable—. ¿Tienen una cita? —su mirada se dirige a mí, que asiento con mi cabeza.

—Sí, a las 11. Clara Rodríguez —respondió ella, visiblemente nerviosa.

—Uy, lo siento. Pensé que usted era la novia. —yo abrí mis ojos y negué con la cabeza.

—No, que ni Dios quiera y me libre de ese malestar —las dos me quedaron viendo muy mal —Digo... por ahora no. —luego me dan una sonrisa.

—Perfecto, pasen por aquí. Tenemos los vestidos que seleccionaste listos para ti, pero también podemos probar otros estilos si lo deseas.

Entramos a un vestidor amplio y cómodo, donde ya había tres vestidos colgados en perchas de terciopelo.

—¡Ay, mira esto, Nora! —exclamó Clara, acercándose a los vestidos. Tocó uno de ellos, que estaba cubierto de pedrería brillante—. ¿No es increíble? ¿Crees que no sea demasiado para mí?

—Déjate de inseguridades y pruébatelo. Tienes que verlo puesto para decidir —le dije, sonriendo.

Clara se metió al probador mientras la empleada y yo esperamos afuera.

—¿Cómo va ahí dentro? —le pregunté, mientras escuchaba el sonido del cierre del vestido.

—¡Creo que no puedo respirar! —respondió Clara, riendo nerviosa—. ¿Por qué estas cosas son tan ajustadas?

—Porque es un vestido de novia, no un suéter cómodo —bromeé, riéndome.

Cuando salió, llevaba el primer vestido: un modelo voluminoso, con una falda de tul que parecía sacada de un cuento de hadas.

—Bueno... ¿qué opinan? —preguntó, girando frente al espejo con una mueca indecisa.

—Parece que vas a caminar por un castillo en lugar de un pasillo. Es bonito, pero no sé si es tu estilo —opiné, intentando no herir sus sentimientos.

La empleada asintió. —Es un modelo clásico, pero quizás sea un poco abrumador. Tengo algo más ligero y moderno que creo que te encantará.

Clara suspiró aliviada. —Sí, siento que voy a tropezar con tanta tela. Vamos al siguiente.

El segundo vestido era completamente diferente: un diseño de corte sirena, ajustado en la cintura, con un escote corazón y detalles de encaje en las mangas.

—¡Wow! Este es... —Clara se quedó sin palabras mientras miraba su reflejo en el espejo.

—Definitivamente te favorece más —le dije, sonriendo—. Es elegante y resalta tu figura. ¿Cómo te sientes con él?

—Me gusta mucho, pero... no sé. ¿Será demasiado sencillo para una boda? —preguntó, mirando los detalles de encaje en las mangas.

La empleada intervino. —A veces, menos, es más. Pero, si te preocupa, podemos probar diferentes velos para complementar el diseño.

—¡Sí, el velo! —Clara casi gritó de emoción—. ¿Tienes uno largo, de esos que cubren toda la cara?

—Claro, tenemos varios estilos. Déjame traerte uno que combina perfectamente con este vestido.

La empleada salió y volvió con un velo de tul largo con bordes de encaje.

—A ver, vamos a colocarlo... —dijo mientras ajustaba el velo en el cabello de Clara.

Clara se miró en el espejo, con los ojos brillando. —¡Ahora sí parece de verdad! Nora, ¿qué te parece?

—Es espectacular. El velo añade un toque mágico, pero no se roba toda la atención del vestido. Es el equilibrio perfecto.

Clara giró varias veces frente al espejo, sosteniendo el velo con cuidado. —¿Tú crees que se verá bien cuando camine hacia el altar? ¿Y si me tropiezo? ¿O si se engancha en algo?

—Tranquila, Clara. No te vas a tropezar. Además, todos estarán tan ocupados mirándote que ni siquiera notarían un pequeño tropiezo. Y el velo es precioso, pero no tan largo como para ser un problema —le aseguré, intentando calmar sus nervios.

—¿Y qué pasa si el viento lo levanta? ¿No sería horrible? —preguntó, con un tono más dramático.

La empleada sonrió pacientemente. —Podemos asegurar el velo con unos pequeños broches. Además, si te sientes incómoda, puedes quitártelo después de la ceremonia. Es común que las novias lo hagan.

Clara respiró hondo. —Es verdad. Está bien, está bien, voy a dejar de preocuparme tanto.

El tercer vestido fue el ganador. Era un modelo de corte sirena con delicadas aplicaciones de pedrería y una espalda descubierta. La falda era fluida, pero con suficiente estructura para realzar su figura.

—¡Este es! —exclamó Clara, mirando su reflejo con una sonrisa amplia—. Este es el vestido perfecto. ¿Verdad, Nora?

—Sin duda. Es elegante, sofisticado y... tú misma. Se nota en tu cara que te encanta.

—¡Sí! Me encanta cómo brilla, pero no de una manera exagerada. ¿Crees que Owen llorará al verme? —preguntó, riéndose, pero con un toque de emoción genuina.

—Si no llora, lo hago llorar yo —bromeé, haciéndola reír—. Pero en serio, va a quedarse sin palabras.

La empleada sonrió. —Estoy de acuerdo. Este vestido parece hecho para ti.

Mientras pagábamos el vestido, Clara comentó algo que me hizo reír:

—¿Sabes qué es lo peor? Pensaba que iba a engordar por el embarazo, y por eso dejé esto para el último minuto. —Y eso no era lo de menos, resulta que ella ya sabía que le iban a proponer matrimonio, había adelantado todos los preparativos a escondidas para que se haga cuánto antes. ¿Qué clase de loca era?

—¡Claro, porque elegir el vestido una semana antes de la boda es súper lógico! —le dije, riéndome junto a ella.

Al salir de la tienda, fui directo hacia el auto, que estaba a unos pasos de la entrada. Mientras buscaba las llaves en mi bolso, me di cuenta de que Clara no me seguía. Me detuve y miré hacia atrás. Allí estaba, hablando con un señor, con una barba bien cuidada y vestido de manera impecable.

Fruncí el ceño, algo intrigada. ¿Quién era ese hombre?

Cuando Clara finalmente se despidió de él y regresó hacia mí con una sonrisa, no pude contener mi curiosidad.

—¿Qué pasó con ese señor? ¿Te quiso hacer algo? Porque ahora tengo que cuidarme por dos —bromee.

—No, no era un señor —me explicó, riéndose—. Es un amigo, pero le dije que su barba lo hace parecer un viejo verde. Además, me pidió que te presentara porque dijo que ahora estás más linda que antes y que si ahora estás ciega porque usas lentes, —se río —pero le aclaré que ya estás ocupada.

—¡Ay, Clara! Por favor, ¿Quién se cree ese sujeto para decirme eso? Pero mejor vámanos, no quiero robarle más miradas a nadie. Yo solo quiero que me mire tu hermano. —nos reímos juntas.

Clara se detuvo, mirándome fijamente.

—¿De verdad te gusta mi hermano?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —respondí, sorprendida por el cambio de tema.

—No lo digo en mal plan, pero me da curiosidad. Además, él me comentó que nunca le presentaste a tus padres.

Apreté los labios, sintiendo cómo el tema me incomodaba.

—Todo a su debido tiempo, Clara.

—Pero tú ya conoces a nuestra familia. Incluso has comido en nuestra mesa.

—No quiero arruinar tu momento —le respondí con paciencia—. Le he dicho a Owen que no me presione con ese tema. Me pone de mal humor, y espero que tú también lo entiendas.

Clara asintió, algo apenada.

—Perdón si fui entrometida. No era mi intención.

—Gracias por entender —respondí, forzando una sonrisa.

Finalmente, dejamos el vestido en la casa de los padres de Carla, y regresé a mi casa con una sola preocupación en mente:

¡El próximo sábado es la boda, y yo no tengo qué ponerme!



¿Qué les está pareciendo la historia?

Teorias de que posiblemente suceda en el siguiente capítulo...

Acerca de:

Nora

Clara

Owen

Rebeca

Nani

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