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20|Cómo NO Entrar por el Balcón


Queridos lectores, les ofrezco una disculpa sincera por la tardanza en la publicación de los capítulos. Sé que han esperado mucho, y lamento no haber cumplido con sus expectativas en tiempo. Aprecio enormemente su paciencia y apoyo constante. Estoy trabajando para compensar este retraso y asegurarme de que pronto puedan disfrutar del contenido. ¡Gracias por estar ahí siempre! Espero que disfruten de este capítulo XOXO, los leo en los comentarios...

Ah, y por cierto, también aquí podrán presenciar el final de la adolescencia de Nora. En el siguiente capítulo, verán a Nora convertida en una profesional y en una persona completamente transformada.


Junto a Mateo llegué a la casa de mi abuela. Le di las gracias por acompañarme, y él se despidió con una sonrisa. Abrí la pequeña puerta de madera y caminé por el corto sendero hasta llegar a la puerta principal, donde di unos leves golpes, esperando a que saliera.

—¡Ven aquí, mi pequeña avispa! —se emocionó al segundo de abrir la puerta y me abrazó con fuerza—. ¿Qué te trae por aquí? —me hizo pasar.

—Pues... —mi mirada se desvió hacia la televisión—. ¿Ves eso? ¿Ves a esos chinos? —Hice una mueca al ver esas series de hombres asiáticos en la pantalla y me senté en el sofá. Ella se sentó junto a mí.

—Corrección, cariño, son coreanos. Y, por lo que veo, tengo la sensación de que te quedarás un buen tiempo aquí. Así que tendrás que acostumbrarte a mis normas y a eso también —dijo, señalando la televisión.

—Con un par de auriculares lo soluciono. Pero lo importante es que no quiero que les digas a mis padres que estoy contigo. No quiero saber de ellos, y mucho menos volver allá cuando esté completamente sana... porque estaba a punto de cometer...

—Tranquila, cariño. Ahora estás en un lugar seguro. Nadie puede hacerte daño aquí. Ven donde tu abuela y dale un fuerte abrazo. ¡Cuánto te he extrañado! —me abrazó nuevamente.

—Muchas gracias, de verdad, Mina. Siempre serás mi lugar seguro. —Se separó de mí con una sonrisa amable.

—¿Quieres acompañarme donde el señor Don Pipo? Me tiene un encargo.

—Sí, sí. No sé quién es Pipo, pero voy. Solo déjame cambiarme. No quiero seguir siendo el centro de atención del pueblo, aunque creo que ya lo fui —dije riendo.

Me di un baño rápido y me vestí. Opté por un pantalón de tela con estampados llamativos, una blusa de tiras verde aceituna y, encima, un abrigo del mismo color que caía ligeramente, dejando uno de mis hombros al descubierto. Tomé mi bolso azul y me puse algunos accesorios.

—Ya estoy lista, Mina —la llamé.

—Uy —me miró con una sonrisa cómplice—, ese abrigo me trae tantos recuerdos.

—Espero que no sean recuerdos sucios, abuela. Sería algo asqueroso usarlo ahora que me muero de frío y es lo único que traje. —Fingí poner cara de asco.

—Muchachita malpensada —me dio un manotazo en el hombro—. Fue un regalo de mi primer amor. Esos recuerdos no se olvidan. —Se dirigió hacia la salida.

—Te entiendo... —susurré, cabizbaja.

[..]

Era de noche, muy tarde ya, cuando decidí caminar por el pueblo. Llegué frente a la librería donde Mateo había entrado esa mañana, pero, para mi mala suerte, ya estaban cerrando. Corrí y grité, intentando evitarlo.

—¡No! —alcancé al chico justo antes de que cerrara—. Llegué, no la cierres —dije, inclinándome hacia adelante para recuperar el aliento.

—¿Quién eres tú? —preguntó con evidente desgano.

—Un extraterrestre, mucho gusto —le extendí la mano, mientras trataba de controlar mi respiración.

—No me interesa. La tienda ya cerró y no la abriré solo porque llegaste cansada —me dio la espalda sin más.

—Oye... —lo llamé, pero me ignoró—. ¡Animal! ¡Animal! ¡Ojalá te tropieces con una inmensa piedra!

Y se fue.

—Bueno... —murmuré mientras miraba a mi alrededor. Todo lucía vacío y silencioso—. Eh... —Suspiré y seguí caminando, pero no hacia casa, sino para conocer el lugar. No creo que sean los únicos jóvenes que vivan aquí.

Me perdí, por supuesto, pero llegué a un sitio de donde se escuchaba música a lo lejos.

—Ese es el camino —me dije a mí misma—. Primer paso: iniciar una conversación. Segundo paso: hacer amigos. Tercer paso: pedir que te lleven porque eres nueva y no conoces nada.

La música se hacía más clara a medida que avanzaba. No era escandalosa, pero lo suficientemente animada para atraerme.

—¡Ey! ¡Llegó la chica nueva! —gritó un chico moreno, haciendo que todos voltearan a mirarme.

—¡Hey! ¡La chica exhibicionista! —se rió otro chico.

Los comentarios venían principalmente de los chicos, mientras que las chicas me miraban con rostros poco amistosos. Me sentí incómoda, pero intenté mantener la calma. Quería encajar y crear un buen ambiente, que para eso había salido.

—¿Quieres una cerveza? —me preguntó el chico moreno.

—No, gracias. No bebo —mentí. No quería emborracharme con desconocidos.

—Tú te lo pierdes, baby.

—No te preocupes, papá —respondí con sarcasmo. Aunque recordé que mi objetivo era hacer amigos, no enemigos—. Bueno, quizás hoy sea la excepción —añadí con una sonrisa. Él sonrió de vuelta y me pasó una cerveza.

—Así me gusta, decidida, baby. ¿Cuál es tu nombre? —se acercó a mi oído.

—Nora.

—Un gusto, Nora. Soy Valentín. He visto tu llegada al pueblo... fue caliente y sexy —dijo, mordiéndose el labio.

—No fue para tanto. No quería causar un escándalo, pero qué te digo... —me reí, incómoda.

—No te preocupes, baby. Los chismes son pasajeros. En unos días, esas señoras encontrarán algo nuevo para hablar. —Él bebió un sorbo de su cerveza, y yo lo imité.

Iba a tomar otro sorbo cuando una mano me arrancó la botella de golpe.

—Pero ¿qué haces? —lo miré furiosa. La expresión en su rostro era de enojo, aunque no parecía estar dirigida a mí.

—Tu abuela te está buscando —dijo con voz grave—. Está tan preocupada que ha despertado a medio pueblo. Solo porque su nieta decidió rebelarse...

—¡Cállate! —respondí impulsivamente, dándole una bofetada.

—¡Uhh! —exclamó Valentín, sorprendido—. Me encanta esta chica. Déjala que disfrute, hermano, solo estamos dándole la bienvenida.

—Valentín, no te metas y cierra tu puta boca —respondió el chico, que resultó ser Nicolás. Me lanzó una mirada seria—. Si no vienes por las buenas, te llevaré por las malas.

Antes de que pudiera protestar, me cargó como si fuera un saco de papas y comenzó a caminar de regreso. Quizás muy dentro de mí, ese era mi sueño, ser cargada, pero terminada fatal y no solo yo. Mi hermano una vez lo hizo cuando me emborraché, pero terminé mareada y mi hermano con mi vomito. Así que lo que tanto soñaba resulto se una pesadilla en vida.

—Como siempre, un aguafiestas, Nicolás —murmuró Valentín—. Olvida el pasado, estamos en el presente.

—¡Bájame! —grité, golpeándole el hombro. Pero no hizo caso, y mi malestar empeoró.

—Donde te vomite, será tu culpa... —logré decir antes de devolver todo lo que había bebido encima de él.

—¡Mierda! —se quejó mientras se detenía. Me bajó bruscamente y me miró con asco.

—¡Eres la chica más asquerosa que he conocido! —gruñó, quitándose la camisa.

Traté de no fijarme en su torso definido, pero mi mente traicionera hizo que me mordiera el labio.

—No puedes juzgarme sin conocerme —dije, tratando de mantener la compostura—. ¡Tengo mis problemas y no necesito que tú seas otro más!

Él suspiró, como si estuviera aguantando una respuesta.

—Gira a la derecha para llegar a casa —dijo al final, señalando con la cabeza.

Sin responderle, me giré y seguí sus indicaciones.

Cuando llegué, todo estaba en silencio. Ni mi abuela parecía haberse despertado.

—¿Qué demonios...? —murmuré, pero al voltearme para buscar a Nicolás, él ya se estaba alejando.

Corrí tras él y lo detuve.

—¡Explicación! Ahora —exigí.

—Mateo dijo que Valentín organizaría una fiesta y que tú ibas a estar invitada.

—¿Y eso qué tiene que ver...? —empecé, pero me interrumpió mi propio nerviosismo al notar que seguía sin camisa.

—¿Nerviosa, Nora? —preguntó con una media sonrisa, cruzándose de brazos, lo que hizo resaltar aún más sus bíceps.

—¡No! ¡Para nada! —mentí—. Pero ya tengo sueño. Hablamos mañana.

Intenté entrar a casa, pero me di cuenta de que no tenía las llaves.

Y así comenzó la odisea de trepar un árbol y entrar a la casa como si fuera un ladrón.

Por eso aquí les he preparado una guía sin morir en el intento.

Trepen el árbol con cuidado de no romperse una pierna, cuando estén lista (no lista, sino impulso), no pensarlo dos veces y lanzarse.

Si no sale bien el primer paso, hay una segunda opción. Volverse a lanzar hasta que entren a su casa.

Me levanté y trepé nuevamente el árbol. Me lancé, y ahora quedé sostenida del piso del balcón. Mis manos no aguantaron y se resbalaron, nuevamente caí de pie, como un gato. No creo que este ruido despierte a mi abuela, creo que los viejitos duermen profundamente.

La verdad no sabía si reírme o llorar del dolor.

Volví a trepar el árbol, pero esta vez gateé por una rama que quedaba aún más cerca del balcón. Las hojas me fastidiaban la cara, y más aún por el viento. Cuando quiero algo, todo sale mal.

Al momento de quedarme de pie, esa estúpida rama se quebró. Me maldije interiormente. Y lo último que recuerdo fue el sonido de una rama quebrándose y el golpe seco de mi cuerpo contra el suelo.

Ahí me di cuenta de que no era un gato o de que, en otra vida, no lo fui. O peor aun no era un mono trepador. 

[...]

Me despierto por un fuerte dolor de cabeza.

—¡Auch! Qué dolor... —me quejo mientras me siento y observo el lugar a mi alrededor—. ¿Dónde carajos estoy? —parpadeo varias veces, tratando de ubicarme.

—¿Acaso crees que eres un gato? —pregunta de repente una voz.

—¿Tú? —digo con fastidio.

—Fue gracioso ver cómo intentabas entrar —dijo Nicolás, riendo sin parar—. Lo siento, es que no puedo creer lo que tu pequeña mente...

—¡Cállate, Nicolás! —lo interrumpí, molesta—. ¿Entonces nunca te fuiste? ¿Estabas ahí espiándome y ni siquiera me ayudaste?

—Agradece que te traje aquí —respondió, señalándome con el dedo—. Porque al parecer te habías fracturado el tobillo, y cuando llegué tu frente estaba sangrando.

Automáticamente llevé mi mano a la frente, donde sentí un vendaje.

—¿Tan grave fue? —pregunté, algo desconcertada.

—No lo sé. Solo vi sangre, pero parecía una escena dramática, como si estuvieras en una película de acción.

—No recuerdo nada —admití—. Creo que quedé inconsciente después de que la rama me dio un golpe en la cabeza.

—El ruido fue tremendo. Pensé que era un gato o algo pequeño, pero no, resultó ser algo... diferente. No sé cómo explicarlo; me dejas sin palabras. —Se echó a reír otra vez, una risa tan contagiosa que tuve que hacer un esfuerzo para no reír yo también.

Lo miré con una expresión molesta, o al menos eso intenté, porque el dolor no me dejaba concentrarme demasiado.

—¿Quién más sabe que estoy aquí? —pregunté, volviéndome a recostar en la cama.

—Solo yo —respondió con tranquilidad.

Asentí, aliviada.

—Aunque me preguntaron por un familiar cercano...

—¿Qué hiciste qué? —lo interrumpí, alarmada—. ¡Ay, Dios! Mi abuela...

—Hmm, creo que ya está aquí —dijo, mirándome con una sonrisa burlona mientras señalaba hacia la puerta.

Con dificultad, giré la cabeza para ver a mi abuela. ¡Venía caminando —más bien corriendo— hacia mí! Me quedé perpleja; si la última vez que la acompañé apenas podía caminar.

—Mina, ¿te acompaño donde el señor Pipo? —le dije con una sonrisa cómplice, intentando calmarla.

—¿Cómo vas a hacer eso si tienes la pierna enyesada? —me espetó con enojo, señalándome.

—¿Qué? ¿Cómo que tengo la pierna enyesada? —exclamé, mirando con sorpresa mi pierna derecha. Y sí, estaba completamente inmovilizada.

Nicolás seguía riéndose como si todo fuera un espectáculo, y yo solo quería lanzarle algo.

—Tú, ya te puedes ir —le dije, gesticulando con la cara para que se marchara.

Mi abuela se acercó y me dio dos manotazos en el brazo.

—¡Ya, abuela! Solo fue un pequeño percance.

—¿Pequeño percance le llamas a esto? —respondió furiosa—. Creo que ni borracha haces locuras como esta. Escúchame bien: si vas a estar aquí, de ahora en adelante, las cosas se harán a mi modo. ¿Entendido?

—Sí, Mina... —bajé la cabeza como una niña regañada.

Nicolás soltó una última carcajada antes de salir, dejándome sola con la mirada inquisitiva de mi abuela.

Los días consecutivos han sido, en su mayoría, agradables. Algo que no esperaba sucedió: he empezado a rodearme de nuevas personas, y he hecho más amigos de los que jamás imaginé en este lugar. Eso ha cambiado muchas cosas dentro de mí. Siento que mi vida está tomando un nuevo rumbo, algo más claro y lleno de sentido. Por primera vez en mucho tiempo, vuelvo a ver la vida con un propósito, como si cada día tuviera un pequeño significado que me impulsa a seguir adelante. Estoy empezando a creer que, tal vez, este cambio era justo lo que necesitaba.


¿Qué les está pareciendo la historia?

Teorias de que posiblemente suceda en el siguiente capítulo...

Acerca de:

Nora

Los Gemelos

Nico

Liam

Leonardo

Leyla, la barbie plástica

El director Núñez

Mike

Rebeca

Lili

Eva

Los padres de Nora

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