16|Ecos de un Beso Prohibido
La tentación de ser encontrada sin vida en medio del mar me estaba haciendo ojitos, pero no. Sentía que no era una muerte digna. ¿Qué tal si se cansaban de buscarme y yo quedaba ahí, sin más? Así que descarté la idea.
De camino a casa, después de salir a caminar para despejar mi mente con un helado de chocolate, el teléfono vibró. Era un mensaje de un número desconocido, pero no le presté atención.
Al llegar a casa, me encerré en mi habitación para que mis hermanos no me molestaran. Eran las 5 p.m., así que decidí dormir para después darme un baño. Pero, como siempre, nunca tengo paz.
—¡¿Qué?! —grito, yendo a abrir la puerta.
—Abajo está el chico del reto. Está parado en la entrada con una maleta. ¿Tienen algún deber o proyecto juntos? —pregunta Mike en voz baja, como si Liam estuviera a nuestro lado.
—Pues no lo sé, ve y pregúntale tú. Yo no sé nada. Quizás quiere que le dé mi bendición.
—Nunca sabes nada. Se supone que está en tu cur... —me mira y luego sonríe, abriendo los ojos con picardía.
—¿Qué? —pregunto de mala gana.
—Hmm— niega con la cabeza— Nada, nada— se ríe.
—Dime. —le doy un golpe en el abdomen y se encoge de dolor— Ahora.
—Te gusta, el chico. Te gusta.
—Claro que no— hago una cara de asco, fingiendo.
—Estás fingiendo, Nora. Te conozco cuando mientes; eres malísima para eso. Además, hace unos días me dio por ver las fotos y adivina.
—¿Qué? ¿Eres adoptado? —me río sarcásticamente.
—No es un chiste. Pero de seguro te va a gustar; tienes una foto con Liam, creo que tienen unos cinco o cuatro años. Él tiene el cabello alborotado y tu estas recostado en su hombro. Salen tiernos.
—Ah, qué bien. —digo sin darle importancia— Solo te digo que no vuelvas a golpear mi puerta como si ¡la fueras a derrumbar! —le grito cerca de la cara.
—Tienes mal aliento, Nora. —se ríe, echándose hacia atrás— Anda, baja y abre la puerta a tu cita de graduación. Y estaré aquí vigilando. Si me aburro, iré a cambiarme para salir; la calle llama.
—Tres veces al día, mosquito desnutrido: mañana, tarde y noche, y si es posible en la madrugada. ¡Vas a ver que tú vas a perder y estarás a mis pies por toda tu vida! —grito al último al ver que se va sin dejarme terminar.
Bajo las escaleras y voy directo a la puerta, abriéndola. Liam entra como si fuera su casa y se sienta en el sofá de la sala.
—¿A qué has venido ahora, Liam? —pregunto, quedándome parada con los brazos cruzados.
—Tus padres están en mi casa, asuntos de adultos. Me pidieron que venga a verlos, porque temen que ustedes hagan algo loco, como incendiar la casa o algo peor.
—¿De qué padres hablas? No tengo ni nunca tuve uno, ¿de acuerdo? Aun así, no es necesario que traigas tu maleta entera.
Liam me mantuvo la mirada un rato, luego miró detrás de mí, hacia la puerta.
—Mike, amigo. ¿A dónde vas? —giro la cabeza y veo a mi hermano en la puerta, listo para salir.
—Yo te acompaño —camino hacia él, que está abriendo la puerta.
—Alto los dos, sus padres me dieron órdenes claras, y tienen que obedecer. No seré su cómplice, para nada.
—Te odio —expreso Mike.
—Y yo también —dije torciendo mis ojos—, más de lo que te imaginas.
—Cierto, ¿dónde está tu hermana? —Liam se levanta.
—No lo sé, tú eres el niñero ahora —me encojo de hombros y subo las escaleras para encerrarme en mi habitación.
[...]
Me levanto mirando la hora en mi teléfono: 03:53 a.m. No podía dormir. No había pasado ni una hora cuando volví a despertarme. Así que decidí ver una película en la pantalla grande: la televisión.
Bajé haciendo el menor ruido posible. Primero fui a la cocina y en una bandeja puse papas fritas y un vaso lleno de Coca-Cola.
—Llevaría la funda, pero no quiero que los mosquitos de mis hermanos se despierten —murmuré para mí misma.
Con la bandeja en una mano y el vaso en la otra, caminé hacia la sala, saboreando la bebida, dejando el vaso por la mitad. Dejé las cosas en la mesita y me tiré al sofá. Mala idea.
—Mierda. Me acabo de dar con tu cabeza de piedra. ¡Maldito imbécil, Mike! Ya te he dicho que este sofá es mío, así que sal de él —me levanto, molesta, con las manos en la cadera.
Las luces apagadas no me dejaban ver su rostro con claridad para darle un golpe.
—¿Qué haces despierta a esta hora, chispitas de fuego? —pregunta, restregándose los ojos.
—Ay Dios, no puede ser. ¿Por qué no me pusiste una serpiente, una gallina o un oso en el sofá? ¡Pero no, tenía que ser este simio! —murmuro, mirando al techo.
—Exagerada.
—Imbécil —gruño.
—Dramática.
—Incoherente.
—Molesta.
—Cavernícola.
—Impulsiva.
—Te odio.
—Te odio.
—Sal de mi trono —digo entre dientes.
—Sácame —pone las manos detrás de su cabeza y sus pies en la mesita, cómodamente.
—Como digas —me acerco a él y lo jalo de la pierna, pero es imposible moverlo. Respiro hondo y lo intento de nuevo, una y otra vez, pero nada. Me doy por vencida y me siento algo alejada de él.
Enciendo la televisión sin prestarle atención. Busco Warrior Nun, la monja guerrera. Pongo el tercer capítulo de la segunda temporada, dejando la bandeja en mis piernas y comiendo sin ofrecerle.
—¿Por qué me odias? —pregunta de pronto Liam.
No podía creer que preguntara eso. Yo no lo odiaba. La primera vez que lo vi, me enamoré. Pero lo único que recibí de él fueron insultos y palabras que me lastimaban. Hasta hoy sé el verdadero motivo por el que lo hacía. Eso me hizo dar cuenta de que no merecía ni su amor ni el mío. Así que, aunque me guste, no cometería el mismo error dos veces. No por amor.
—¿Estás mal? ¿Por qué me odias tanto? ¿Por qué siempre estás a la defensiva conmigo? Agh, me tienes cansada.
—Eso no es una respuesta.
—Para mí lo es. No necesito dar más explicaciones a alguien que se la pasa de pendejo y ahora quiere saber porque lo odio, déjate de mierdas Liam. —respondo con la boca llena.
—¿Por qué te comportas así conmigo? No te he hecho nada...
Lo miro furiosa. No puedo creer que esté preguntando eso ahora. Siento ganas de atravesarle el sofá por la cabeza.
—Mira, no sé qué carajo te pasa ahora, pero esa pregunta debes hacértela a ti mismo. ¿Por qué te comportas así conmigo? Desde que llegué al colegio, has estado molestando con tus tontos insultos. Pero ahora eso no me interesa, solo quiero ver el capítulo sin que seas un mosquito molesto en mi oído —le doy el último sorbo a la Coca-Cola que me quedaba.
Me levanto para llenar de nuevo el vaso.
—Permiso —digo para que baje sus piernas largas de la mesa.
No me hace caso, así que paso mis piernas por encima de las suyas.
—Idiota —susurro.
Lleno el vaso con Coca-Cola y regreso a la sala.
—Permiso— repito, pero no me presta atención.
—Silencio, estoy viendo. No me interrumpas.
Cierro los ojos, controlando el impulso de lanzarle la bebida encima. Intento pasar con cuidado, pero mientras me concentro en el vaso, mi mano, que creía apoyar en el respaldo del sofá, va al aire, y el líquido cae sobre Liam y el sofá. Lamento más por el sofá. Caigo sobre él, con mis senos dándole en la cara.
—¿Tienes un imán para las cosas malas, Liam? —ruedo los ojos.
—Tú eres mi mala suerte, chispitas de fuego.
—No lo siento... y deja de llamarme así —me siento en su regazo y decido sacarle la camisa porque empieza a pegarse a su cuerpo. Él no se mueve, solo me mira fijamente.
Me quedo mirando su torso marcado.
—¿Te gusta lo que ves? Puedes tocar —asiento, embobada.
Paso mis dedos por su abdomen, subiendo y bajando como si estuviera hechizada. La respiración se me acelera y, aunque intento resistir, la tentación es demasiado. Levanto la mirada, relamiéndome los labios, mientras mis manos suben despacio hasta su cuello.
Pongo mis manos en su mejilla y lo acerco con cuidado a mi rostro, con la intención de besarlo.
—Te juro que este beso será el último. El de la fiesta y este son una equivocación. Déjame ser egoísta una vez más.
—Terce... —lo interrumpo, pegando mis labios a los suyos sin importarme lo que fuera a decir.
Muevo mis labios con deseo. Él me sigue el beso, pero luego se separa para besarme el cuello. Yo lamo el lóbulo de su oreja, haciendo que ambos soltemos pequeños gruñidos y gemidos. Encuentra el borde de mi blusa y la quita de un tirón, dejando mis pechos expuestos a su mirada depredadora. Sin perder tiempo, los ataca con su boca, provocando que arquee mi espalda. Siento su erección endurecer bajo el pantalón, lo que me excita aún más.
Empiezo a moverme y él pone sus manos en mi trasero, apretándolo y presionándome más contra su erección.
Mi pecho sube y baja aceleradamente. Lo beso de nuevo, esta vez con más intensidad. Pero de repente, un recuerdo invade mi mente, la imagen de mi padre. Y, de alguna manera, no quiero convertirme en ese tipo de persona, ese tipo de amante... o lo que sea.
Me levanto de golpe, y él me agarra de la cintura para evitar que caiga, pero aparto sus manos con un manotazo.
—¿Qué pasa, Nora? —se levanta y trata de acercarse.
—No, no te acerques más a partir de ahora.
Busco mi blusa y me la pongo rápidamente. Sin decir nada más, vuelvo a mi habitación y me encierro.
Odio cuando no sé cómo me siento, cuando no logro entenderme a mí misma.
Desearía con todas mis fuerzas que todas las cosas que me pasan dejaran de importarme, pero soy un ser humano que comete errores. Y, aunque debería abrazarlos y aprender de ellos para no repetirlos, me resulta demasiado difícil.
Qué difícil es decidir cuando ya has pasado por algo complicado y tu mente te grita que renuncies, pero, por otro lado, tu corazón blando pide un último intento.
Qué complicado es ser joven, cuando pensabas que no tendrías problemas y resulta que los problemas más grandes que se asoman a tu corazón son los de amar a otra persona.
Pobre Liam, desde pequeño fue maltratado por Nora. Sin embargo, es una pena que no se acuerden de ese día en que casi hacen estallar la tercera guerra mundial. Fue un verdadero caos, con risas y gritos que resonaban en todo el parque, con sus peleas y tirones de cabello.
¿Qué les está pareciendo la historia?
Teorias de que posiblemente suceda en el siguiente capítulo...
Acerca de:
Nora
Liam
Leonardo
Leyla, la barbie plástica
El director Núñez
Mike
Rebeca
Lili
Eva
Los padres de Nora
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