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08|Encrucijada



—¡Mierda! —me levanté rápidamente, pero me mareé—. Liam, ni una palabra de lo que has visto, porque te hundiré conmigo. ¿Entendido?

—Sí —se encogió de hombros, tranquilo—. Pero a cambio, necesito saber la razón. La historia parece muy entretenida.

—¿Entretenida? —dije con una ceja levantada, mientras cruzaba los brazos—. Claro, porque no hay nada más emocionante que ver cómo tus amigos se hunden en la mierda, ¿verdad?

Él solo se encogió de hombros, como si no fuera su problema, es que no lo era.

—Los estuve observando: dos chicos en mal camino, una chica en medio. Me hace pensar que se conocen —empezó a caminar a mi alrededor con las manos en los bolsillos—. Leonardo a veces se te queda mirando, y hoy mi curiosidad aumentó. Ver cómo, preocupada, lo buscabas para que te diera la cocaína y se la trajeras a ese otro chico, que parece que conoces muy bien. ¿Qué traes entre manos, Bárbara?

Me había quedado en silencio, un silencio absoluto. La verdad es que no sabía qué decir. Tenía que respirar hondo y disimular; podía hacerlo, me daba ánimos a mí misma.

—Entonces, ¿me lo contarás? O puedo contarle al director que alguien en su colegio vende droga... Bueno, como tú quieras —Liam comenzó a caminar de vuelta al colegio.

—No —lo detuve.

—¿No qué? —Se giró y alzó las cejas. Estaba segura de que sonreía.

—No puedo hacerlo. Si lo hago, estoy segura de que lo usarás en mi contra, Liam.

—No puedes asegurar eso, Nora.

—¿Por qué no? Te conozco, Liam. A la primera oportunidad, soltarás todo, y no los quiero perjudicar. No puedo volver a perder dos amistades que tanto he extrañado, solo por tu molesto comportamiento. ¿Por qué quieres saber?

—Primero, soy yo el que hace las preguntas, y como perder algo que no tienes. Segundo, te equivocas al decir que me conoces, y tercero, esta es tu última oportunidad.

Comencé a morderme el labio, desesperada y nerviosa.

—Bien —hablé con firmeza—, pero si me entero de que alguien más sabe de esto, te mato, Liam. En serio, no te rías. Lanza tus preguntas. —rodé los ojos y me senté en el césped—. Aquí donde comenzó tu estúpida mala jugada de pata chueca. —él me imitó, con cara de disgusto por lo que le dije.

—Es bueno que recuerdes nuestro inicio, una discusión absurda por tu parte. Como siempre, una bestia impulsiva.

—Cállate, simio no evolucionado, o te quedarás con las dudas y sin descendencia para tu árbol genealógico.

—Pues creo que ganaría yo. Me quedo con las dudas y tú sin graduarte.

—Sabes, me arrepiento de cómo me expresé aquella vez. Solo debería haberte lanzado el balón lejos. Pero recuerdo que tengo una apuesta que cumplir.

—Tu apuesta es que me enamore de ti, ya te dije que no estoy dispuesto, pero en fin, después te harás la loca y no responderás mis preguntas. La primera es, ¿desde cuándo se conocen?

—Claro, personas con el mismo pensamiento desevolucionado encajan —respiro hondo y respondo con los ojos cerrados—. Lo conozco desde la escuela, alrededor de los nueve años.

—¿Cómo empezó su amistad?

—Eran mis vecinos. Marcos vivía al lado de mi casa y Leo enfrente. Los dos ya vivían ahí cuando nos mudamos. Los conocí un día mientras andaba en bicicleta y me caí; ellos estaban sentados en las escaleras de entrada de la casa de Leo. Ninguno me ayudó, solo se rieron burlonamente. Por mi parte, no recuerdo muy bien lo que les lancé. Al día siguiente, vinieron los dos a pedirme perdón, pero, orgullosa, les cerré la puerta en la cara. Desde entonces intentaron hablarme; al principio los ignoré, pero luego no tuve más opción —me encogí de hombros con una sonrisa al recordar.

—Veo que desde pequeña has sido una bestia impulsiva —yo rodé los ojos—. Dices que fueron amigos, o, mejor dicho, mejores amigos. Hay algo que no me cuadra: ¿por qué cambiarse de colegio? Si no mal recuerdo, Leonardo ingresó unos meses después de que empezara el ciclo. Recuerdo que Leonardo se asombró mucho al verte, y tú estabas algo nerviosa. Al principio pensé que eran ex, pero ahora confirmo que no. Supongo que tu familia te alejó, o ellos lo hicieron. De esto último no estoy tan seguro. Pero te dejo confirmar mi suposición: ¿por qué se cambiaron de colegio?

Respira hondo, Nora. Tienes que mentir. No puede saber la verdadera razón por la que estás aquí, me decía a mí misma.

—No lo sé —me encogí de hombros.

—¿Cómo que no lo sabes? —Se acostó de lado, apoyando su cabeza en su brazo derecho.

—No lo sé, ¿qué quieres que te diga? —lo miro impaciente— Quizás los trasladaron por desobedientes, irresponsables, por andar en mal camino o vender droga, no lo sé. Como has visto, no me hablo con ellos, no hasta hoy, y no fue mucho, por así decirlo.

—Buena respuesta. Ahora tú —respiré con lentitud—. Recuerdo escuchar que el director te habló de una condición o una promesa que le hiciste ¿Qué hay de ti? ¿Por qué te trasladaron?

—Porque... —no se me ocurría nada. Respira, tranquilidad, Nora. Yo podía con esto. Pero nada salió bien.

—¿Por qué?

Las manos comenzaron a temblarme y los recuerdos aparecieron en mi mente, bloqueando mi cuerpo. No podía hacer nada. Siempre lograban lo que querían.

Mi respiración se aceleró; me senté y traté de controlarme.

—Mierda, Nora, donde esto sea una puta broma tuya la pasarás peor con la mía —se sentó frente a mí y me agarró de las manos.

—No puedo... no puedo, Liam. No puedo... respirar —comencé a llorar de desesperación, no era la primera vez que me sucedía.

—Está bien, intenta conmigo —negué con la cabeza—. Piensa en algo que te alegre mucho, imagina ese lugar donde nadie puede molestarte, donde estás a salvo. Ahora, inhala... exhala, despacio. Vamos, otra vez, inhala y exhala. Lo estás haciendo muy bien, tranquila, lo estás haciendo muy bien.

Apreté su mano con fuerza. Al principio me entró desesperación al ver que no lograba respirar con normalidad. Odiaba cuando me daba esto, era algo que no podía controlar.

—Muy bien, excelente.

—Necesito... necesito irme. Solo quiero estar un momento a solas —le di una sonrisa forzada.

—No has respondido a todas mis dudas todavía, bestia impulsiva. Pero ya has asegurado que no iré con el director.

—Eres un chismoso, no...

—Mi amor —aparece Leyla detrás de mí, se acerca a Liam y lo besa—, ¿de qué hablaban?

Lo miré para que no dijera nada, pero fue en vano.

—Hablábamos de cómo Bárbara conoce al chico este... Leonardo, el que está en nuestro curso.

—¿En serio lo conoces? —me preguntó Leyla, pero mi mirada seguía clavada en Liam.

—Eres un maldito imbécil, sabía que lo harías. Sabes qué, me da igual si vas a contarle al director. Incluso, si tienes las pelotas, haz el maldito favor completo y ve al despacho ahora mismo.

—¿De qué habla, mi amor? —interrogó Leyla.

—Que se droga y vende droga junto con Leonardo.

—Con razón, su actitud lo confirma.

No podía creer lo que decía. Sus palabras eran como bolas de fuego que quemaban mi cuerpo. Quería volver a confiar en alguien que me apoyara. Necesitaba esas dos amistades, esas que siempre estuvieron para mí. De alguna forma, sentía que habían sido reemplazadas, y ahora buscaba sentirme como lo hacía años atrás.

—Eres un puto imbécil, Liam —dije con odio puro y asco.

Sin ánimos, volví a ingresar al colegio.

—Permiso, estaba en el baño —me dirigí al maestro asignado.

—Adelante, señorita Benavides, tome asiento y que sea la última vez que entra a mi clase después de mí. Haremos un taller que se entregará este fin de semana y lo enviarán por correo. La clase será corta por la reunión de profesores que habrá hoy —asentí y me senté en mi lugar de siempre—. Entonces, los grupos son... —se puso de pie y se arrimó al escritorio—. Quinteros, Laura; Quintanilla, David; Macias, Sean; y Vargas, Emily. Grupo dos, García... —comenzó a dictar los nombres de cada grupo y yo me quedé dormida. Ahora eso era lo que menos me importaba.

—Benavides —me movieron del hombro, ya había terminado la clase.

—¿Qué? —me levanté aún con los ojos cerrados.

—Me toca hacer grupo contigo...

—No puede ser, ¿contigo? —puse mala cara.

—Sí, conmigo. También con Ortega y Brown. Si no los conoces por los apellidos, quizá por sus nombres, y son...

—Leonardo y Liam. Sé con quiénes convivo, sé de quiénes hablas.

—Bien.

—Exacto, bien. ¿Qué se va a hacer?

—Reunirnos esta misma tarde sería mejor, terminarlo cuanto antes. La verdad es que estoy ocupado y hay que entre...

—No quiero detalles, podemos comenzar y terminar hoy. Me da pereza salir, así que avísales que será en mi casa y que no lleguen tarde —recogí mis cosas y salí del curso, ya que era la última hora de clase.

—Está bien, allá nos vemos, amiga.

—Amiga tus nalgas —susurré, estaba media adormilada; el sueño podía conmigo.

—Despierta, bestia impulsiva —chasqueó los dedos frente a mí y yo retrocedí abriendo los ojos.

—Déjame en paz, simio no evolucionado. No te quiero ver la cara —lo agarré de su corbata ajustando para poderlo ahorcar—. Una más y te saco los ojos por metido. ¿Entendido, compañero de grupo? —Le di una sonrisa y le acomodé la camisa al ver que el director se acercaba. Luego lo abracé.

—¿Todo bien por aquí? —se puso en medio de nosotros el director.

—Perfecto —pasé mi brazo por el cuello de Liam, más bien quedo mi mano en su hombro por su altura y le hice un gesto de aprobación al director Núñez—. ¿Verdad, Liam? —lo miré con una sonrisa.

—No del todo. Incluso, le iba a contar algo muy importante, señor director —pasé mi brazo por encima de la cabeza de Liam para darle un manotazo—. ¡Auch!

—Señorita Benavides —me reprendió el director.

—Ya sabe cómo son los jóvenes, así demuestran el compañerismo —le pellizqué el abdomen a Liam, y él se retorció de dolor—. ¿Cierto, Liam?

—Seguro que quiere ir a psicología...

Alcé la ceja izquierda y lo miré seriamente.

—Ya, jóvenes. Por ahora es suficiente; los dejo ir a sus hogares, tengo una reunión con los maestros y no quiero ir con coraje.

—Usted comprende, director. Vaya con una sonrisa a su reunión y que nadie se la robe. Y si lo hacen, le da su puñete, así —le di un puñetazo a Liam en su abdomen.

Claro, me la debía por abrir su boca.

El director estaba de buen humor; sin decir nada, se retiró ajustando su traje gris y se fue caminando, negando con la cabeza.





Para que disfruten de la semana, porque creo que la semana entrante no subire, creo.

¿Qué les está pareciendo la historia?

Teorias de que posiblemente suceda en el siguiente capítulo...

Acerca de:

Nora

Liam

El director Núñez

Mike

Rebeca

Lili

Eva

Los padres de Nora

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