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9. Manta.

Soledad.

El invierno azotaba Paris. No era aquella temporada donde todo parecía felicidad, regalos, un hogar dulce y todos los niños salían a hacer muñecos de nieve a todas horas.

Era un invierno crudo. Las calles estaban desoladas, el pavimento lleno de hielo, no había señales de vida navideña, aunque las casas estaban más despiertas que nunca.

Para todos parecía ser lo mejor. Sin escuela, trabajo, o responsabilidades, claro que estaban las del hogar como limpiar o ayudar con las labores, pero ya era ganancia no desvelarse para estudiar por un examen. Marinette lo disfrutaba, creía que había pasado más tiempo con sus padres que en todos esos últimos meses debido a sus obligaciones.

Seguían habiendo akumatizaciones, pero no tan seguidas como antes. Hawk o Shadow Moth solo akumatizaba porque sí.

Es obvio que cuando las personas pasan demasiado tiempo en un mismo lugar hay discusiones, Moth se aprovecha de eso, pero nada que Ladybug y Chat Noir no puedan manejar.

Mientras Adrien se sentía más solo que nunca. Su padre se la pasaba diseñando y Nathalie... era Nathalie. No tenía a nadie más, excepto Plagg, él puede ser de gran ayuda, pero el frio hace que ande más hambriento de lo usual, por lo que de nuevo siente esa soledad de la que muy pocos llegan a salir.

Todos los días pelea contra su monstruo interior, aquel que le reprocha todo lo que ha hecho, esos susurros que le dicen que no es un buen hijo, ni un buen héroe, y mucho menos un buen amigo.

Ha llorado, ha intentado hablarlo con alguien, pero le es imposible, ¿ellos que pensaran?

¿Cómo Adrien Agreste puede vivir eso?

Los escucha como si los tuviera a lado. Resopla molesto y empieza aquella lucha interna de nuevo.

Ser Chat Noir lo liberaba, sacaba su verdadera personalidad: bromista, y muchos lo considerarían un «payaso», a él le cuesta demostrarlo, pero siente que cuando usa su miraculous puede ser quien realmente es.

Pensó en decir «Plagg, las garras», pero miro su ventanal. Estaba repleto de hielo, las calles de nieve. Eso significa una cosa: no había escapatoria.

No lo pensó mucho y camino con pasos lentos hacia su ventana, cada vez que se acercaba sentía el frio de afuera, obviamente tenía calefacción, y aun así lograba percibir el frio que provenía del exterior.

Toco el vidrio. Pasos sus manos a través de él, el frio le resulto acogedor, una compañía más que se sentía más desolado que nunca.

Sintió que sus manos empezaron a ponerse rojas lo que significaba que no soportaría mucho más tiempo estar tocando el vidrio. De forma lenta quito su mano, y no paso mucho tiempo para que su vidrio se llenara de escarcha de nuevo.

Con su dedo pulgar empezó a dibujar garabatos sin sentido, caras, figuras, lo que fuera. Y lo que nunca faltaba: una carita feliz y al lado una estrella. Esa era una forma de intentarse convencer que está contento, que puede salir de ese bache sin fondo, pero luego mira a su alrededor. Nota que no hay nadie, y aquel dibujo sobre el vidrio se borró. Solo quedaba la escarcha.

—Genial —susurro irónico.

Ni siquiera su intento de felicidad podía estar plasmada por mucho tiempo en un frio y triste vidrio.

«Si tan solo hubiera alguien con quien hablar»

Camino sin muchos ánimos a su cama y repaso como todos los días las personas que lo rodeaban. Como siempre, no encontraba una solución. O eso fue hasta que vio su celular, era una notificación que le indicaba que Marinette había subido una foto nueva junto a sus padres.

Sonrió nostálgico y pensó por un momento que desearía estar con ella ese día. Desde que había empezado el frio no la había visto.

Ahí fue entonces que tuvo una idea, era arriesgado, pero era para que su ánimo mejorara.

Miro a Plagg, estaba leyendo una revista de quesos.

―Perdóname, amigo ―pareció que hablo al aire ya que su kwami no lo escucho, después prosiguió a decir:

―Plagg, transfórmame.

...

Toco la trampilla mientras titiriteaba de frio, no está seguro como fue que llego ahí sin desvanecerse en el camino. Su labio inferior temblaba, sentía que estaba a punto de morir de hipotermia, pero él quiso estar ahí y debía de aceptar las consecuencias.

Todo sea para alejar esos pensamientos negativos.

―Vamos, ábreme Marinette.

Toco desesperado la trampilla, muy fuerte, lo suficiente para alarmar a cualquiera, pero no le importo, seguía siendo de día por lo que no alarmaría a nadie.

―Marinette ―susurro y volvió a tocar más fuerte que la vez anterior.

Escucho que alguien le estaba abriendo. Sus instintos estaban como locos por lo que sentía hasta como caían los copos de nieve sobre el balcón de la chica.

Le dio una pequeña ayuda a la chica por lo que jalo la pequeña puerta desde afuera mientras caía un poco de nieve sobre sus pies.

―¿Chat?

Él no le dio tiempo de contestar, se metió al cuarto de la azabache sin siquiera saludar. Ella se asustó un poco, y después cerro la trampilla.

Algunos copos cayeron sobre el piso de la habitación de Marinette, mientras Chat Noir la miraba avergonzado, y ella solo lo observaba con curiosidad mezclada con enojo.

―¡¿Qué crees que te pasa?! ―reclamo―. ¡No puedes entrar a mi habitación cuando quieras! Además, ¿no ves el clima? De seguro te enfermaras ―paso sus manos por su cara molesta—. ¡¿Porque hiciste semejante locura?! ¡En serio que eres un cabezota! ¡Gato idiota!

El rubio se sorprendió por la reacción de su amiga, jamás pensó verla tan enojada alguna vez, pero debía admitir que se veía adorable.

―Y-yo-o ―trato de hablar, pero le fue imposible, estaba congelado—. Q-queri-ia v-ver-rte.

Marinette ignoro lo que le dijo y volvió a reclamar.

―¡Ves, ni siquiera puedes hablar! ―resoplo molesta.

―L-lo la-amento, prrin-cesa.

―¡Nada de princesa, Chat! ―interrumpió―. ¡En serio que eres un gato descerebrado!

La chica camino rápidamente hacia su armario y saco una manta de gato que había diseñado especialmente para él hace días atrás. Pensó regalársela en Navidad (tenía el presentimiento que iría a verla) pero sus planes se vieron frustrados debido a la imprudencia que había cometido su amigo.

―Ten ―le extendió la manta negra con patas verdes y el la miro con dulzura para después enredarse en ella.

―G-gracias.

―No tienes que agradecerme. Pero, ¡jamás vuelvas a hacer algo como eso!

El solo asintió.

―Mis padres están abajo, no hagas ruido ―dijo mientras caminaba hacia la salida de su habitación, se notaba que estaba apurada y parecía que había estado ayudando en la panadería―. De paso traeré leche caliente... ¡No mejor chocolate! ¿Te gusta el chocolate? Como sea, vuelvo en seguida.

Estaba a punto de cerrar la otra trampilla que daba hacia las escaleras, pero dijo algo que recordó de último momento:

―¡Ese es tu regalo de navidad, Chat! ¡Una manta! ¡No pidas más!

Se escucho el duro golpe cuando Marinette cerro la otra trampilla.

El ojiverde aún no se recuperaba de su "helada", por lo que no podía reírse de todo lo que había hecho y dicho Marinette.

«Una manta... ¿es en serio?»

Sin duda, aquella linda chica estaba llena de sorpresas.

Así fue como su día, de empezar con una tormenta de inseguridades, parecía terminar con el más bello rayo de sol.

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¡Hola, hola!

El capítulo más largo por el momento y uno de mis favoritos ;3

Recuerden que en el capítulo 1 era otoño porque estaba lloviendo (? Ahora estamos en invierno ;)

Eso sería todo por hoy.

¡Nos leemos mañanita!

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