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Capítulo 4 Nomeolvides


Keira estaba en posición fetal en su cama, mientras sostenía un camafeo, dentro de el estaban las fotografías de ella y de Steven. ¿En qué momento se había dado cuenta que lo amaba? ¿Acaso fue cuando eran niños y se conocieron en el festival? ¿O cuándo en su adolescencia vino a darle clases? No podía pesquisar el momento, pero sí, sabía que ese sentimiento llevaba mucho tiempo anidando dentro, sólo que no quería saber nada de el , no quería nombrarlo y tampoco tomar conciencia sobre ello y ahora que todo parecía indicar que por la parte de Steven había correspondencia, le decía que estaba con alguien más.

Se incorporó y se limpió las lágrimas, no servía de nada llorar, así no cambiaría la realidad. Entonces se desprendió el camafeo y lo arrojó lejos.

Lois ingresó trayendo galletas y té y al verla así, se sentó a su lado, tomó el cepillo y comenzó a cepillar su cabello, un gesto que tenían entre ambas desde la infancia.

—Keira ¿Qué ha sucedido? Pensé que el festival del amor, iba a ser el momento propicio para hablar con él.

—No, yo he sido una ilusa. Él ya tiene a alguien, así que está bien —quiso incorporarse, pero Lois la obligó a sentarse.

Su hermana siguió cepillándola, mientras con la otra mano, le acercaba las galletas. Keira la tomó y comenzó a comer, mientras las lágrimas le empañaron los ojos, el no dejarlas salir, le había provocado dolor en la vista.

—Déjame sola, por favor —logró decir con la voz quebrada.

—Lo haré, pero quiero que se lo digas. Ese sentimiento te está dañando, díselo, ya sabes la respuesta pero te liberarás.

Keira no le respondió, solo se quedó pensando en sus palabras.

Amelia le tapó los ojos a Steven y él tomó sus manos con suavidad. Desde lo sucedido con Keira había estado ausente y ella había intentado animarlo. Tenía puesta una camisa celeste y un pantalón blanco, el cabello suelto y se la veía fresca como siempre, pero por dentro, sabía que las cosas no estaban bien.

–Hoy yo hice el desayuno. Últimamente te he visto desanimado ¿Acaso hay problemas entre los alquimistas?

–Sí y gracias —respondió de forma fría mientras se sentaba a la mesa.

—¿Qué pasa, Steven? —preguntó algo molesta.

—¿No crees que hemos ido muy deprisa? —soltó de pronto, untando una tostada con miel.

—Quizás sí, yo insistí ¿Acaso quieres que me vaya?

—Yo no dije eso, sólo que, querías que formalizáramos más, incluso viniste estos días a quedarte pero... Yo quisiera que cada uno viva en su casa.

Amelia golpeó la taza sin querer y se le derramó en el pantalón la infusión. Se levantó enojada y fue a la mesada a buscar una trapo para secarse y mientras lo hacía, sintió el enojo subirle, una energía negativa que la llevó a transmutara una esfera de energía, que fue arrojada al lado de Steven. Él se levantó y miró con asombró, que la taza se había hecho trizas al ser embestida por la esfera.

—¿Qué te pasa? Casi me das.

—Debería haberlo hecho ¿No crees? ¿Qué te pasa, Steven? ¿Acaso dudas de lo que sientes?

—No, yo no dije eso, sólo dije que vamos muy deprisa.

El timbre sonó y él fue a abrir, dejando a Amelia furiosa.

Keira apareció en la entrada y Steven sintió que todo el mundo se le venía abajo, no era el momento o tal vez sí, pero quizás no estaba preparado para afrontarlo.

—¿Tienes un momento? —preguntó Keira, tomando su mano.

—Sí, claro —dijo saliendo y cerrando la puerta.

Ambos fueron al jardín trasero, repleto de margaritas blancas y un árbol de jacarandá. Keira se preguntó, porque no había flores nomeolvides, pero no dijo nada.

Ella entonces, sacó de su bolso, un ramo de flores nomeolvides y él volteó a verla, no comprendía porque no venía a su lado.

Se quedó mirándola con dulzura y entonces entendió todo y eso vino a darle de frente en su mente y cuerpo y la energía que despedía ese sentir, danzaba entre sus manos, esperando ansiosa por ser usada para transmutar algo.

Keira que tenía el cabello amarrado en un moño blanco, se deshizo por el soplo del viento, el cual se hizo fuerte y provocó que las margaritas del jardín volasen.

Se acercó a él y le extendió el ramo.

—Son para ti, son las flores de las semillas que me diste hace años.

—Esto... Yo —tomó de forma dubitativa el ramo y al tomar contacto con sus dedos, se estremeció.

—Steven. Te amo -susurró mientras tomaba su mano.

—Ah... con que eso era. Debí habérmelo imaginado —dijo la voz de Amelia detrás de ambos.

Amelia transmutó una daga y se la lanzó a Keira. Ella no pudo esquivarla y la sangre comenzó a empapar su vestido blanco. Se soltó de Steven y él la tomó.

Las flores se esparcieron y los pétalos absorbieron unas gotitas de sangre.

—¡¡Qué hiciste!! —gritó Steven mientras alzaba a Keira.

—Yo no pensé que iba a darle, sólo... —Amelia cayó de rodillas agarrándose la cabeza.

Con la poca fuerza de Keira, pudo transportarse junto a Steven.

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