Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Tu ya no estás...

El ambiente se vuelve un caos a mi alrededor: el zumbido constante de los aparatos médicos, las órdenes rápidas de los paramédicos y el ruido frenético del desfibrilador marcan un ritmo desesperante que solo ahonda el vacío que siento por dentro. La imagen de tu rostro, cada vez más pálido, se transforma en una pesadilla que me consume. Todo lo que queda es la sensación de que te estoy perdiendo, y no hay nada que pueda hacer para evitarlo.

Mi mente da vueltas, buscando alguna razón, alguna lógica en todo esto. ¿Cómo llegamos aquí, Reo? La ansiedad me carcome por dentro, la angustia me consume, pero incluso entonces me aferro a esa promesa. Esa promesa que hiciste, esa promesa que, aunque sé que no podías prever el futuro, quiero creer que es real. Que aún hay tiempo. Que todavía hay esperanza. Tu voz resuena en mi mente como un tranquilizante, aquella que tanto me calmaba, la misma que me prometió que no me dejarías solo, que no ibas a irte antes que yo. Esas palabras que me dijiste una tarde, cuando estábamos en mi departamento, son lo único que me queda para aferrarme ahora.

"No puedes morir antes que yo, Reo."

Recuerdo perfectamente cómo te detuviste por un segundo, cómo tus ojos se volvieron serios, más serios de lo que jamás los había visto, antes de que una ligera sonrisa se dibujara en tu rostro. Una sonrisa llena de confianza, de fuerza, como siempre. Y me respondiste, "No lo haré, Nagi. No voy a dejarte. Nunca voy a irme antes que tú."

Lo dijiste con tal seguridad, con tal firmeza, que en ese momento nunca imaginé que esas palabras pudieran ser más que una simple promesa entre amigos. Pero ahora, aquí, con todo desmoronándose a mi alrededor, esas palabras resuenan en mi mente como un grito ahogado. ¿Por qué, Reo? ¿Por qué te estás yendo?

La impotencia me consume, me hace sentir como si mis piernas no pudieran sostenerme. No es justo. Mi mente estalla en mil pedazos, buscando una razón, algo que justifique este dolor que me está desgarrando desde adentro. ¿Por qué tú? ¿Por qué ahora, cuando las promesas aún estaban por cumplirse, cuando el futuro aún estaba en nuestras manos?

Pero todo parece tan irreal. Este no eres tú, Reo. No es posible que la persona que conocí, la que siempre fue tan incansable, tan viva, ahora esté aquí, tan vulnerable. ¿Por qué? No encuentro respuestas. Y la rabia, esa rabia que siento en mi pecho, me quema. ¿Por qué no pudimos evitarlo? Me encuentro atrapado en un laberinto de recuerdos, viendo cómo tu cuerpo se convierte en un reflejo de la fragilidad humana, de lo impredecible que es la vida.

De nuevo, esa tarde en mi departamento. Tu presencia llena de confianza y sueños, un contraste brutal con lo que estoy viviendo ahora. Te vi como alguien inquebrantable, alguien que nunca se dejaría vencer por nada. Incluso cuando te burlaste de mi lugar, incluso cuando parecías no tomarte nada en serio, algo en ti me decía que podías con todo, que podías lograrlo, que juntos podríamos llegar tan lejos. Pero la vida tiene sus propios planes, y ahora todo se siente como si se estuviera desmoronando ante mis ojos.

Tu promesa. Aún la escucho. Esa voz segura que me decía que no te irías, que seguirías aquí a mi lado. ¿Fue solo una ilusión, Reo? ¿Una fantasía de mi mente en medio de este caos? No lo sé. No lo puedo aceptar.

El sollozo que ahogo en mi pecho amenaza con salir, pero no puedo permitírmelo. No ahora. ¿Qué haría sin ti, Reo? Si tú no estás, si no sigues aquí para desafiarme, para empujarme a ser mejor, para recordarme que siempre hay algo más, algo más grande que nosotros, algo por lo que luchar. No puedo perderte.

El movimiento a tu alrededor se vuelve más urgente, los paramédicos siguen sus procedimientos con rapidez, pero yo solo puedo quedarme allí, inmóvil, con la mirada fija en ti, esperando que tus ojos se abran, que todo esto sea solo una pesadilla. Pero sé, muy en el fondo, que la realidad me está ahogando. El desespero crece dentro de mí como una ola imparable. Esto no puede ser cierto. No puede ser el final.

"Reo..." susurro, como si mis palabras pudieran alcanzarte, como si pudieran devolverte de nuevo a mí. Mi voz se quiebra, casi inaudible, un susurro perdido entre el ruido de la ambulancia.

El dolor me consume. Ya no soy capaz de ver con claridad entre el dolor que siento en mi pecho y el miedo que no puedo disimular. Me aferro a tu mano, pero no sé si eso es suficiente. No sé si mis palabras, mis promesas, llegarán a ti.

"Te lo prometí, Reo. No me voy a rendir, no voy a dejarte ir. No voy a perderte." La desesperación me embarga mientras intento aferrarme a esa última esperanza, esa promesa, como si pudiera sostenerla con mis manos.

Tu cuerpo sigue inmóvil, pero dentro de mí, esa promesa, esa esperanza de que no te irías antes que yo, sigue viva, se niega a morir. No te vayas, Reo. Te lo ruego.

Y mientras el ruido de la ambulancia se convierte en un eco distante, solo puedo aferrarme a esa promesa y esperar, con todas mis fuerzas, que sea suficiente para mantenerte a mi lado.

El golpeteo de la lluvia me arrastra de nuevo al momento presente. Las puertas del hospital se abren y el agua me golpea con fuerza. Te bajan de la ambulancia, y yo sigo tus pasos sin pensar, sin importar nada, solo contigo, sin importar que me digan que me detenga. Te acompaño hasta donde puedo, pero tú no respondes. Los paramédicos continúan dándote RCP mientras yo me quedo atrás, rellenando papeles, solo para asegurarme de que te atiendan lo más rápido posible.

Por favor, Reo, pelea. Me aferro a esa súplica como si fuera lo último que me quedara. Quiero que vivas. Quiero verte otra vez. Si hay algún dios escuchando, por favor, salven a Reo. No me importa cómo, solo quiero que viva. Quiero volver a jugar con él, disfrutar una primavera más. Porque Reo es mi calma. Es el rocío de lavanda que me llena de paz. Te prometo que ahora seré yo el que te cargue, que cumpliré todos tus caprichos. No me importa qué, solo quiero verte vivo.

Sin tomar en cuenta el tiempo este parece volverse espeso, se arrastra ante mí mientras el frío de la sala de espera del hospital me consume. Mis manos tiemblan, la ansiedad se clava en mi pecho, mi respiración se entrecorta con cada latido que me retumba en los oídos. De pronto, el sonido de mi teléfono rompe el silencio, y la pantalla me muestra el nombre de Chigiri. El corazón me da un vuelco, una oleada de miedo me recorre, pero ¿qué puedo decirle? ¿Cómo voy a hablar de esto con él? No quiero. No puedo. No quiero que nadie me vea así.

Mis dedos, temblorosos e incapaces de controlarse, contestan la llamada. El sonido del teléfono en mi oído se escucha lejano, como si viniera de otro mundo. A mi alrededor, todo está desmoronándose, pero ahí está su voz, tan llena de normalidad, como si nada estuviera ocurriendo.

"Nagi, ¿Reo sigue contigo? ¿Puedes decirle que me conteste urgente? Necesito saber cuál cree que es el mejor color que me combine con mi pantalón, es urgente, voy a salir con Kunigami en menos de una hora, más le vale contestarme. Si estás ahí, ¡Reo, que te quede claro que estoy muy ofendido porque me ignoras!"

Las palabras de Chigiri me golpean con tal fuerza que me cuesta respirar. La rabia, el dolor, la desesperación, todo se acumula en mi garganta y el nudo que siento en el estómago amenaza con desbordarse. ¿Cómo puedo explicarle esto? ¿Cómo puedo hablar de algo tan cruel? ¿De algo tan real?

Mi voz no sale. Es como si el aire se me fuera, como si algo se hubiese quebrado dentro de mí. Sólo un susurro roto se escapa de mis labios, ahogado por el miedo y la impotencia.

"Chigiri..." Mi voz se ahoga, como si una piedra gigante me aplastara el pecho. "Reo... está en cuidados intensivos."

Me cuesta procesar mis propias palabras. No quiero creerlo. No puedo creerlo. Cada sílaba que dejo escapar es como una condena, una sentencia irreversible, y al escuchar el silencio que cae del otro lado de la línea, siento que me estoy hundiendo. Estoy atrapado en un pozo tan profundo que ni siquiera mis propios gritos pueden salir.

"¿Qué carajos pasó, Nagi? ¿Dónde están? Mándame la ubicación, ya voy para allá. ¿Estás bien?" La voz de Chigiri suena urgente, desesperada, pero a mí solo me arrastra aún más a la oscuridad. ¿Qué le voy a decir? ¿Cómo le explico que Reo, ese chico tan lleno de vida, tan indestructible, ahora está allí, tan frágil, tan roto?

Mis dedos tiemblan aún más mientras contesto con frialdad, aunque por dentro soy solo un caos, un mar de emociones que no puedo controlar.

"Estoy en el hospital... Está en cuidados intensivos." La voz me tiembla, mis palabras apenas son audibles. "Te voy a enviar la ubicación. Ya... ya está todo fuera de mis manos."

Y cuelgo la llamada antes de que Chigiri pueda responder. No quiero escuchar su angustia, no quiero oír su preocupación, porque la mía me está ahogando. ¿Cómo puedo seguir aquí? ¿Cómo puedo seguir de pie cuando el mundo parece desmoronarse a mi alrededor?

Dejo el teléfono sobre la mesa con manos temblorosas, la sala de espera ya se ha convertido en un lugar distante, lejano. No importa lo que pase. No importa cuántos médicos se apresuren, cuántos esfuerzos hagan. Si Reo no regresa, yo... no sé qué voy a hacer.

Me levanto de golpe, las piernas apenas me responden, el sudor frío cubre mi frente mientras corro hacia la zona de cuidados intensivos, sin importarme nada más. No te vayas, Reo. No puedes irte. No ahora. No antes que yo.

Las puertas se abren de golpe frente a mí, los pasillos parecen interminables, las luces parpadean con frenesí, como si el tiempo se estuviera jugando conmigo, como si todo fuera una pesadilla en la que no quiero estar. Cada paso que doy me arrastra más cerca de una verdad que no quiero aceptar. Los médicos se mueven rápidamente a un lado, pero yo sólo los veo como sombras al fondo, como figuras difusas que no alcanzan a alcanzar la gravedad de lo que está sucediendo.

Alcanzo la puerta de cuidados intensivos, y el miedo me atraviesa como un cuchillo. ¡Reo! Mi mente grita su nombre una y otra vez, como si pudiera traerlo de vuelta con solo pensarlo. Pero el dolor, la angustia, el terror me devoran por dentro. Cada segundo que paso aquí, viendo cómo los médicos luchan por salvarlo, siento que me estoy desmoronando también.

Una parte de mí grita en lo más profundo, pidiendo a gritos que todo esto sea solo una pesadilla, pero el frío de la sala, el zumbido de los aparatos, me devuelven a la cruel realidad.

"Por favor, Reo, pelea... No me dejes... No te vayas..."

Unos enfermeros me sacaron nuevamente a la sala de espera, y mi mundo sigue desmoronándose a pedazos. Cada pensamiento, cada segundo, me hunde más en la desesperación. ¿Qué va a pasar? Mi mente no puede evitar sobre pensar los únicos dos posibles resultados existentes, y ambos son un vacío que me asfixia. Mis manos tiemblan, cada nervio en mi cuerpo está al borde de estallar, y el miedo se apodera de mí. Estoy tan asustado de perderte, Reo. El miedo me consume con cada respiro, me siento incapaz de soportarlo. No sé cuánto tiempo he estado aquí, ni cuántas veces he recorrido mentalmente lo que sucedió hace unos momentos, el recuerdo me golpea una y otra vez, como una marea cruel que no me deja respirar. Mi cuerpo está tenso, inmóvil, pero dentro de mí hay una tormenta de desesperación que se acrecienta cada vez más. No sé si podré soportar esto.

Estoy tan absorto en mi propio caos, tan atrapado en la ansiedad que me consume, que no me doy cuenta de nada más, hasta que siento una mano que me mueve con fuerza. Mi cuerpo se sacude, y esa sacudida me arranca del trance que me había atrapado.

"Nagi, ¿estás bien? ¡Oh por dios, por qué estás todo empapado? ¿Qué pasó? ¿Por qué Reo está aquí?" La voz de Chigiri me golpea con fuerza, sus palabras me llegan como ecos lejanos, distorsionados por el dolor que me ahoga. ¿Por qué me está hablando? Todo lo que escucho es ruido. No puedo procesar sus preguntas, no tengo respuestas. Lo único que siento es ese dolor profundo en mi pecho, como si me arrancaran algo vital.

"¡Es mi culpa!" hablo con un hilo de voz, mi pecho se aprieta, y las lágrimas amenazan con caer. Si tan solo hubiera hecho algo diferente, si tan solo hubiera evitado que Reo... que esto no hubiera pasado.

El dolor se intensifica, como un peso invisible que aplasta mis hombros. No puedo más con esto. No puedo soportar que todo sea mi culpa. El temblor de mi cuerpo es más fuerte ahora, mis piernas flaquean, pero no tengo fuerzas para sostenerme. "Todo es mi culpa. Si tan solo lo hubiera detenido, si tan solo hubiera hecho algo..." susurro con un hilo de voz temblorosa, y cada palabra me duele más que la anterior.

Mi visión se nubla mientras el nudo en mi garganta amenaza con romperme. Soy incapaz de salvarlo. No sé qué hacer. ¿Cómo pude dejarlo llegar tan lejos?

"¡Nagi! ¡¿Qué estás diciendo?! ¡¿Qué pasa con Reo?! ¿DÓNDE ESTÁ?" La voz de Chigiri se quiebra, pero yo ya no puedo procesar nada más. El vacío me consume por completo, siento como lentamente todo me parece más liviano, como si me estuviera desvaneciendo. Sin Reo, la vida no tendría sentido. Lo necesito aquí conmigo.

"Lo impactó un coche..." fue lo último que murmuré, como si esas palabras pudieran arrastrarme al abismo. Y ahí, en esa confesión, me rendí por completo.

Abrí mis ojos despacio, encontrándome con un techo blanco. Mi mente trató de ordenar los pensamientos, y por un momento, me sumí en la incertidumbre, esperando que todo esto fuera una cruel pesadilla. Pero cuando mis ojos chocaron con Kunigami a mi lado, el peso de la realidad me aplastó. Él se acercó en cuanto notó que me despertaba, y se podía ver la preocupación en su rostro.

"Nagi, ¿te sientes mejor?" me preguntó, examinándome con la vista, buscando alguna señal de que estuviera bien. "¿Quieres que llame a la enfermera?" cuestionó con una suavidad que me hizo sentir como si todo esto fuera irreal.

Negué con la cabeza, incorporándome lentamente. El dolor en mi cabeza era fuerte, pero lo soporté. Solo quería salir de ese lugar.

"Nos dijeron que te habías desmayado por la situación que pasó, y que te gustaría comer, amigo. Yo invito," me ofreció con amabilidad en su rostro, tratando de aligerar un poco el ambiente.

A medida que mis sentidos volvían a enfocarse, mi mente se centró de nuevo en lo que más me atormentaba. Reo. No pude evitar preguntar por él, mi voz rasposa al intentar hablar, como si no hubiera usado la lengua en días.

"¿Y Reo?" fue lo único que pude decir.

Kunigami respiró hondo, y me miró con una tristeza contenida, antes de hablar, como si también hubiera estado esperando este momento.

"Reo fue retirado a una habitación hace dos días. Actualmente ya está fuera de peligro, pero no ha despertado." Suspiró con algo de tranquilidad, como si el hecho de saber que estaba a salvo fuera suficiente, pero yo sabía que no lo era. "Chigiri está con él. Isagi y los demás también ya están enterados, han venido de a ratos a verlos a ambos."

En cuanto escuché que estaba fuera de peligro, todo lo demás pasó a segundo plano. El alivio se desbordó en mi pecho, pero no fue suficiente para calmar el vacío. Mi único pensamiento era verlo, saber que estaba bien. Necesitaba verlo con mis propios ojos.

"Vamos, quiero ver a Reo. Lo necesito," dije con voz firme, aunque el nudo en mi garganta seguía ahí, reteniendo todas las emociones que se acumulaban dentro de mí.

Kunigami asintió, sin decir nada más. Sin necesidad de palabras, ambos sabíamos lo que significaba ese momento.

Caminé con incertidumbre, el corazón latiendo desbocado en mi pecho, preguntándome qué encontraría al abrir esa puerta. Mi respiración se cortó cuando llegamos frente a la habitación 214. Kunigami giró el pomo y abrió la puerta lentamente. Al instante, mi vista se encontró con la imagen de Reo, tan diferente de la que conocía. Las máquinas conectadas a su cuerpo, ayudándole a respirar, me golpearon como una bofetada. Mi respiración se hizo más pesada. Vi el yeso en su pierna y, nuevamente, mi mundo se desmoronó a sus pies.

Verlo tan vulnerable, tan frágil... esa figura postrada en la cama, con la piel pálida, las bolsas bajo los ojos, no era el Reo que conocía. No era el mismo chico lleno de vida, la chispa incansable que iluminaba todo a su alrededor. Esto no podía ser real. Era como una pesadilla de la que no podía despertar. Sentí que el estómago se me revolvía y mis ojos se nublaban, pero entonces, una mano en mi hombro me sacó de mi ensoñación.

"Nagi, al fin despertaste. No sabes el susto que nos diste." La voz de Chigiri rompió el silencio, y me ofreció un leve abrazo antes de obligarme a sentarme junto a él. "Por dios, ambos casi nos provocan un infarto, pero es un alivio que estén bien." Sus palabras fluían, pero yo no podía apartar la mirada de Reo... de la figura inerte que yacía en esa cama.

"Kunigami, ¿por qué no sacas a Nagi un segundo, que coma algo y luego vuelven? Yo me quedo aquí con él, cualquier cosa les aviso," dijo Chigiri con cautela, tratando de sacarme de ese trance. Pero la angustia me invadió al saber que tendría que alejarme de Reo, aunque solo fuera un momento. No quería despegarme de él ni un minuto más.

"No, ustedes dos vayan. Yo me quedaré con Reo." Interrumpí, con la voz quebrada. Mis manos temblaban y, sin pensarlo, moví una silla más cerca de la cama de Reo. Tomé su mano con delicadeza, sintiendo el frío de su piel, como un bloque de hielo. Mi frente se apoyó contra el tacto gélido de su mano. Quería llorar, pero no lo hacía. No podía.

"Está bien, Nagi." Escuché la voz de Kunigami, suave, comprensiva. Sabía que su rostro estaba lleno de preocupación, pero yo no podía mirar nada más que a Reo. La angustia me inundaba, y me sumí en mis recuerdos: esos momentos compartidos juntos: los entrenamientos, las salidas improvisadas, tus visitas inesperadas a mi departamento, las noches enteras jugando videojuegos... La primera vez que jugamos fútbol juntos... Cómo olvidarme de tu sonrisa, esa que nunca me atreví a decirte lo mucho que me gustaba. Pero ahora, todo eso parecía tan lejano, tan distante. No entendía qué había desencadenado esto, ni cuánto tiempo había pasado desde que todo comenzó.

De repente, sentí un ligero movimiento en su mano. Mis ojos se abrieron con rapidez, me enfoqué mejor y, por fin, vi aquellos ojos que siempre me habían parecido tan brillantes, tan vivos, tan llenos de energía. Ahora, esos ojos, aunque algo apagados, me miraban fijamente, como si intentaran encontrarme en medio de la niebla. Mi corazón dio un vuelco.

Mis pies se movieron con rapidez hacia el pasillo, y grité hacia afuera, pidiendo ayuda. Llamé a una enfermera para que entrara de inmediato a revisarlo. Volví a entrar cuando la enfermera le hizo los primeros chequeos retirando la máscara de oxígeno para que pudiera hacerlo ahora por su propia cuenta, y pude sentir la tensión liberarse un poco al ver que todo seguía mejorando. Llamé emocionado a Chigiri y Kunigami, quien también se apresuraron a regresar a la habitación.

Cuando entraron, vi sus rostros agitados, sus ojos buscando respuestas, pero los míos solo se centraron en Reo. No pude evitar acercarme y, con el corazón golpeando en mi pecho, le ofrecí un abrazo, con cuidado, como si ese gesto fuera lo único que pudiera asegurarme que todo estaría bien. Pero esa chispa fue breve, efímera, como si se apagara en el instante en que Reo abrió sus labios.

"Disculpa, pero... ¿quién eres?" Esa pregunta me cayó como una daga directa al corazón. La voz de Reo, temblorosa y confusa, me atravesó. Mis piernas temblaron y me costó respirar. No podía creer lo que estaba escuchando, mi mente se paralizó, como si todo el aire se hubiera escapado de mi pecho. ¿Quién eres? ¿Qué estaba diciendo? ¿Cómo podía no reconocerme? ¡Soy Nagi! Estaba allí, justo frente a él, sosteniendo su mano, esperando escuchar su voz llena de esa seguridad que siempre me daba.

El mundo a mi alrededor comenzó a desvanecerse, las paredes de la habitación se cerraban, el dolor en mi pecho se expandía como un agujero negro, tragándomelo todo. No podía pensar, no podía procesarlo. "¿Quién eres tú?" Fue como si me arrancaran el alma de un solo golpe. Las palabras se deslizaban por mi mente, pero no podían encontrar su lugar.

Chigiri, con voz temblorosa, intentó calmarlo. "Oye, Reo, no bromees, es Nagi. ¿Lo recuerdas? Sabes quiénes somos, ¿verdad?" La angustia era palpable en su tono. Pero Reo, mirándome con una expresión completamente vacía, repetía la misma pregunta.

"Claro que te recuerdo a ti, Chigiri, y a Kunigami... pero, ¿quién eres tú?"

Fue como si me hundiera en el abismo. El vacío de esas palabras me devoraba. Mi corazón, que hasta ese momento había latido con la esperanza de que todo mejoraría, ahora se rompió en pedazos diminutos. ¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía ser que alguien que había estado tan cerca de mí, alguien que significaba tanto, ahora no tuviera idea de quién era? Reo no me recordaba.

El suelo parecía desvanecerse bajo mis pies, la respiración se me hizo más difícil, como si una mano invisible me estuviera apretando el pecho. La persona que me había dado tantas sonrisas, tantos momentos que jamás olvidaré... me había olvidado. El amor de mi vida, el único que ocupaba mis pensamientos, ya no sabía quién era. El frío de su mano en la mía se convirtió en una marca helada que atravesaba mi alma.

"Un doctor, necesitamos un doctor," dijo Kunigami, su voz apagada por la preocupación, y salió apresuradamente. Yo no podía moverme, estaba paralizado, sentado junto a la cama de Reo, sin creer lo que acababa de suceder. La vida me había arrebatado la última esperanza que me quedaba. Este no era el Reo que conocía. Este... este era un extraño.

Mi pecho se oprimió al ver la indiferencia en su mirada, ese rechazo sutil pero desgarrador que sentí en cada palabra, en cada gesto. Reo... ya no me recordaba.

Kunigami entró con el médico, pero las palabras del doctor, al confirmar lo que ya temía, fueron como un golpe mortal.

"El joven Reo Mikage sufre de amnesia postraumática. Es algo que suele ocurrir en accidentes donde el cerebro recibe una conmoción significativa. Con el tiempo... puede que recupere la memoria del choque." Ese "puede" fue como un balde de agua fría, y lo entendí al instante. "Puede" no significaba que lo haría.

Reo... me había olvidado por completo. Y con ese pensamiento, mi mundo se derrumbó en silencio, un eco lejano del dolor que me invadía, mientras trataba de entender cómo todo se había desvanecido tan rápido. El chico que amaba... ya no recordaba quién era.

¡Hola! Aún falta un capitulo espero les este gustando la vdd creo que este es uno de mis capitulos favoritos se me aguadaron un poquito los ojos en el proceso pero no se si conseguí el sentimiento doloroso de Nagi, lo di todo estoy intentando hacer lo menos tediosos los capitulos, pero siempre me alargo caray...

Ahhh... nos vemos en el último capítulo :3

meilinlin12

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro