Lo que me haces sentir
Reo Mikage...
¿Qué es Reo Mikage para mí? ¿Por qué no puedo negarme a ninguna de sus peticiones, aunque me cueste tanto? ¿Es mi luz, mi refugio? ¿Por qué siento que el universo parece girar siempre a su alrededor? No lo sé. Tal vez nunca lo sabré. Pero desde ese primer instante, ese breve encuentro en las escaleras, algo dentro de mí cambió. Algo se rompió, algo se tejió, y ahora... no puedo dejar de pensar en él. Su presencia está tatuada en mi piel, como un eco constante.
Es curioso cómo, sin importar el momento ni el lugar, ni las personas que me rodean, siempre regresa a mi mente, como una constante. En los momentos más inesperados, mis pensamientos se desvían hacia él, y no puedo evitar preguntarme: ¿por qué?
"Vamos, Nagi." Su voz me saca de mi trance, y mi rostro gira hacia él, buscando en sus ojos, intentando comprender qué me dice sin palabras. El balón llega a mis pies, y al darle el primer toque, no puedo evitar pensar en cómo siempre lo coloca de manera que puedo hacer lo que quiera. Como si, por alguna razón, no tuviera interés en imponer su voluntad sobre la mía, como todos los demás. Como si lo único que le importara fuera mi forma de jugar. Y, de alguna manera, eso me fascina.
Reo nunca me interrumpe. Nunca se cruza en mi camino ni me cuestiona. Siempre está ahí, esperando. Sin prisas, sin exigencias. Como si, al estar a su lado, fuera suficiente. Como si no le importara que yo controle el ritmo del juego, que sea yo quien marque la pauta, que decida el cuándo y el cómo. Solo se limita a enviarme el balón como si fuera el único delantero en la cancha. Y, aunque a veces parece que el resultado final no importa tanto como el hecho de que estamos juntos, compartiendo algo que nunca le había mostrado a nadie más, algo que me es solo mío, esa sensación es única.
Es extraño, ¿verdad? ¿Cómo alguien tan brillante, tan lleno de potencial, decide ceder sin resistencia? ¿Por qué lo hace? Mientras le paso un pase para hacer una pared, observo su figura etérea en el campo. Es tan natural para él. Como si cada movimiento estuviera predestinado, como si cada paso fuera parte de un destino que no logro entender. Y, sin embargo, no puedo evitar pensar que, con el tiempo, he llegado a esperar que todo sea así. Como si su capacidad para "dejarme hacer lo que quiero" fuera una constante, una certeza que me da la seguridad de que no estoy solo.
Reo Mikage... él siempre me deja hacer lo que quiero.
No me pide nada a cambio. No exige que lo vea, que lo valore, que lo entienda. Es casi como si no le importara ser parte de mi mundo. Siempre en las sombras, siempre presente, pero nunca pidiendo ser el centro. Eso me deja con una sensación extraña, una mezcla de gratitud y confusión. Porque, en el fondo, sé que es mucho más que eso. Sé que hay algo en él, algo oculto, algo que nunca revela. Y, aunque no lo diga, lo siento en cada pase que le doy, en cada mirada que cruzamos en silencio.
La pelota llega a mis pies, suave, como si todo estuviera en su lugar. Reo me mira a los ojos, y sin necesidad de palabras, me dice: "Vamos, tesoro. Muéstrales lo que eres capaz de hacer." Esta jugada no sería posible sin él. Y, sin embargo, el simple hecho de que él me dé esa oportunidad me parece tan único, tan... mío. Quiero que su mirada de admiración sea solo para mí. Quiero devorar cada emoción que se oculta en ella.
A veces me pregunto si el fútbol realmente tiene sentido en mi vida, siempre y cuando él esté a mi lado. Pero claro, jugar juntos significa una cosa: que siempre está listo para seguirme, para acompañarme en este juego en el que, a veces, me pierdo. Siempre dispuesto a darme el espacio para brillar, sin que yo le pida nada. Como si nuestra conexión fuera suficiente. Como si, de alguna manera, él entendiera lo que mi corazón no puede decir.
Y, sin embargo, eso me atormenta, porque no sé si él siente lo mismo. No sé si simplemente está jugando conmigo, aceptando mi forma de ser sin cuestionarlo.
Pero entonces, el balón vuelve a mí. Por un segundo, dejo de dar vueltas a esas preguntas sin respuesta. Me concentro solo en el juego, en cómo el equipo fluye con nuestras jugadas, como una máquina bien aceitada. Reo, siempre presente, como la constante que nunca cambia. Y en ese momento, aunque no pueda responder a todas esas preguntas que me atormentan, sé que él jamás me dejará solo. Y, aunque no pueda entender del todo lo que siento, lo único que sé con certeza es que... no quiero que esto termine. Todo es tan perfecto.
Reo Mikage...
Tal vez nunca lo entienda completamente. Pero gracias por pedirme jugar fútbol contigo aquel día. Y aunque no tenga todas las respuestas, no quiero que nada cambie. Porque en este instante, en este campo, en este juego, lo único que importa es que él está aquí conmigo.
Logro librar a un defensor, estoy cara a cara con el portero, y lo único que pienso es: "Espero que siempre sepas que cada gol que marque es para ti... Reo."
Mi dios de la suerte. El balón impacta en la portería, en el punto ciego del portero.
El sonido del silbato del árbitro anunciando el final del partido fue suficiente para que la multitud comenzara a celebrar. Las voces de mis compañeros, las carcajadas, los gritos de victoria se mezclaban con el bullicio a mi alrededor. Pero en ese momento, nada más importaba. A pesar de la multitud que se dispersaba, la presión en mi pecho me empujó a correr hacia ti, con un solo pensamiento en mi mente: "¿Lo viste? ¿Viste cada jugada?"
No pude evitarlo. La presión, la emoción contenida, me llevó a acercarme a ti. Mis ojos se clavaron en tu figura mientras me apresuraba, sin comprender del todo por qué hacía esto. Y antes de que pudiera pensarlo, te lanzaste hacia mí, con fuerza. Instintivamente te recibí, tomándote con uno de mis brazos. No importaba que estuviéramos rodeados de gente, que todos estuvieran celebrando. En ese momento, tú eras lo único que veía.
Tu gesto me sorprendió, pero no tanto como la sensación que me invadió al tenerte tan cerca. Mi corazón latía con fuerza en mis oídos, como si el mundo se hubiera reducido a solo nosotros dos.
Las risas y comentarios de nuestros compañeros seguían retumbando en el aire, pero en ese instante, el silencio se apoderó de nosotros. El sonido de tu respiración, el calor de tu cuerpo contra el mío, me hizo olvidar todo lo demás. Y fue entonces, al mirarte, que por un segundo sentí que podías estar sintiendo lo mismo que yo. Ese peso que no se dice, pero se deja entrever en cada gesto, en cada mirada.
Tu rostro estaba cerca, tu respiración tranquila, pero tus ojos reflejaban algo que no lograba comprender. Tal vez era mi propio deseo de que lo entendieras. Tal vez el dolor de no saber si todo lo que compartimos es tan real para ti como lo es para mí.
"Nagi... ¿estás bien?" me preguntaste, con esa sonrisa que nunca desaparece. Esa sonrisa que siempre me desconcierta, pero que, de alguna manera, siempre me calma. Esa sonrisa que ilumina mi mundo de manera sutil pero constante.
-Estoy bien, Reo – respondí, con la voz un poco entrecortada, no tanto por las palabras, sino por lo que sentía. Tan malditamente bien contigo.
No dije más. Las palabras parecían innecesarias en ese momento. ¿Qué podría decir para describir lo que siento? Todo lo que me has dado sin pedir nada a cambio. Porque, aunque nunca lo hayas dicho, sé que siempre has estado aquí para mí. No solo en el campo, sino también fuera de él. Siempre has sido una constante en mi vida, una presencia que, aunque callada, ha reconfigurado todo.
La brisa cálida de la tarde acariciaba nuestras mejillas mientras el sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de dorado. Todo parecía estar en su lugar, como si el universo hubiera decidido que este momento fuera perfecto para nosotros. Como si este día, esta victoria, fueran solo una excusa para mostrarnos lo que, a veces, es difícil de reconocer: lo que compartimos, lo que sentimos... aunque no lo digamos en voz alta.
Y aunque sabía que este sentimiento era más que fútbol, aunque mi corazón me gritaba que había algo más entre nosotros, me limité a sostenerte, sin prisas. El tiempo podía esperar. El juego había terminado, pero lo que siguiera no estaba escrito aún. Podría haber sido el último pase, la última jugada. Pero para mí, ahora, lo único que importaba era que Reo Mikage estaba aquí conmigo.
No quiero que esto termine jamás.
En los vestidores, el bullicio de los chicos celebrando llega a mis oídos, pero no es lo que capta toda mi atención. Mis ojos siguen a Reo, como si él fuera la única fuente de luz en esta habitación llena de ruido. No importa lo que digan los demás; él sigue siendo lo único que realmente percibo. Es extraño cómo, en medio de la alegría que nos rodea, lo único que quiero es quedarme en este momento. Solo él y yo.
Reo, como siempre, mantiene su calma. Mientras el resto del equipo está frenético, él está ahí, con esa sonrisa tranquila, observando todo sin dejarse llevar por la euforia. Hay algo tan natural en él, tan sencillo, que no puedo evitar admirarlo. Cada palabra que sale de su boca, cada movimiento que hace, me llena de una calidez que no sé explicar.
"Hoy jugaste increíble, Nagi. Esas jugadas fueron perfectas", exclama, y sus palabras me llegan con la suavidad de un susurro que envuelve mi alma. Pero lo que realmente me atrapa es su mirada. Siempre tiene esa forma de mirar, como si estuviera hablando directamente con mi alma. No tengo que responder. No hay necesidad de decir algo. Solo escucharle me basta. Como si sus palabras fueran un regalo, algo que nadie más podría entender. Es extraño, pero siento que esa admiración, su confianza en mí, es todo lo que necesito en este instante.
Cada segundo que paso cerca de Reo es como si todo a mi alrededor fuera más lento, como si el mundo se desvaneciera, y lo único que existiera fuera él. Instintivamente, puedo seguirlo a donde sea, con fe ciega de que todo estará bien. Y es así como terminamos aquí, rodeados del bullicio del restaurante de barbacoa. Chigiri, Kunigami y los demás están riendo y hablando sobre el partido, pero yo... yo solo escucho el sonido suave de la voz de Reo en mis oídos, como si fuera la única melodía que importa. Todo lo demás es solo ruido de fondo.
"¿Viste esa jugada de Nagi? ¡Fue épica! ¡No me canso de repetirla!" grita Bachira con entusiasmo, mientras devora un pedazo de carne.
Pero yo solo miro a Reo. Él no está tan preocupado por los elogios ni por la atención que todos le dan. Está simplemente ahí, disfrutando del momento, como si todo lo que hiciera fuera un reflejo de su propia tranquilidad. Cada vez que habla, me siento un poco más atrapado por él. No sé cómo, pero todo en él parece ser un imán, atrayéndome más y más. Pudiera pasar horas escuchando su voz, y no me cansaría.
La tarde pasa volando, y la noche llega, bañada en la luz dorada de los faroles. Cada quien se retira a sus hogares, pero como si fuera una regla no escrita, un acuerdo secreto entre los dos, comenzamos a caminar juntos por las calles iluminadas, como guiados por un destino incierto. Mis pasos van de la mano con los suyos. A veces no sé si él siente lo mismo, pero en este momento, no me importa. Solo quiero estar aquí, con él, en este espacio donde todo lo demás desaparece.
"Hoy estuviste increíble, Nagi. Las jugadas que hiciste... ¡de verdad! ¿Cómo haces para que todo parezca tan fácil?" rompe el silencio, su sonrisa llena de entusiasmo. Reo suena tan genuinamente emocionado, y es que escucharte hablar así, Reo... me hace sentir como si todo tuviera sentido. Como si fueras la razón por la que sigo adelante, por la que quiero que cada vez que me mires, te impresione.
Me limito a verlo y dar una ligera sonrisa. No sé qué decir. Las palabras no parecen suficientes para expresar lo que siento, y tal vez no las necesito. Todo lo que quiero es escucharte, estar cerca de ti.
"Te vi en el campo, Nagi. Cada vez que tomabas el balón, parecía que todo a tu alrededor se detenía. Es como si supieras lo que iba a pasar antes de que sucediera. Eres increíble." Me devuelves la sonrisa, y tus brazos se mueven para expresar con todo tu cuerpo la emoción que sientes. Es curioso cómo tus palabras tienen ese poder sobre mí. Es como si todo se alineara cuando hablas, como si lo único que importara en este mundo fuéramos tú y yo, juntos.
"Solo sucedió porque estabas tú cubriéndome las espaldas" me animo a responder, mientras hacemos contacto visual por unos segundos. Y ahí está, esa sonrisa, la misma que siempre me desarma. No sé si me entiendes, o si lo que siento tiene sentido para ti. Lo que sí sé es que, en este momento, todo es perfecto. El mundo puede esperar, porque estoy aquí, caminando junto a ti.
Llegamos al cruce peatonal y esperamos que cambie el semáforo. Tú sigues hablando emocionado sobre el partido y no puedo evitar adormecer mis sentidos, deleitándome en cada una de tus expresiones. El semáforo cambia a naranja, luego a verde, dándonos paso para continuar. No hay autos, pero sí muchas personas cruzando. Instintivamente, busco tu mano para no perderte en la multitud cuando te adelantas unos pasos delante de mí. Las personas pasan a segundo plano, solo quiero verte a ti.
"Nagi, prométeme que seremos el mejor dúo del mundo" gritas, con esa pasión que solo tú sabes tener, esa que hace que todo parezca posible. Mi corazón late más rápido. En ese momento, entiendo el nudo que me ha carcomido toda la tarde: la admiración que siento por ti, la conexión que hemos empezado a entender, lo que quiero, lo que nos une. Y finalmente, puedo aceptar este sentimiento. Reo, me tienes completamente dominado hasta los huesos.
Sonrío, casi de forma automática, como respuesta. "Eso es un hecho". Algo dentro de mí vibra, emocionado, retumbando en mi pecho con la fuerza de un anhelo profundo y sueños renovados, unos votos que renovamos desde aquella vez.
Justo en ese momento, Reo da un paso más. Mis ojos, distraídos por su presencia, finalmente se dan cuenta de que el semáforo ya no está en verde. El sonido de un motor a lo lejos se hace más fuerte, y en un segundo, la realidad se desmorona. El camión viene demasiado rápido. No puedo reaccionar. Mis pies se quedan clavados en el suelo, mientras todo a mi alrededor parece ralentizarse. Veo cómo su cuerpo es empujado por el impacto, cómo cae al suelo, y en ese instante siento que el mundo entero se desmorona a mi alrededor.
El tiempo se detiene, pero mi corazón no deja de latir. Cada golpe de mi pulso resuena con fuerza, como si tratara de advertirme de que lo que está sucediendo no es real, que todo esto debe ser una pesadilla. Pero cuando lo veo en el suelo, con su rostro pálido y su cuerpo temblando, sé que no es un sueño. Todo lo que había construido en mí se deshace con esa imagen.
Corrí hacia él, el mundo a mi alrededor se convierte en ruido lejano. La lluvia comienza a caer con fuerza, como si el cielo compartiera mi dolor. Me arrodillo a su lado, mi cuerpo temblando más que el suyo, mi mente nublada por el terror. Reo... lo veo allí, tan frágil, tan vulnerable, y algo dentro de mí se rompe en mil pedazos. No sé qué hacer, cómo hacer que esto desaparezca. No puedo perderlo. No puedo.
La lluvia golpea mi rostro, pero no me importa. Mi corazón late con una intensidad que me ahoga, como si cada latido fuera una despedida que no quiero aceptar. "Reo..." susurro, mi voz quebrada, mientras tomo su mano, deseando con todo mi ser que responda, que regrese, que vuelva a ser ese chico imparable que ha sido mi todo.
"Nagi... siempre estaremos juntos, ¿verdad?" Su voz es apenas un susurro, quebrado, mientras sus ojos, aunque brillan, están vacíos, distantes. Veo cómo sus labios se mueven, pero las palabras parecen perdidas en el viento. Su mirada ya no es la misma. Hay algo en ella que me destroza. El miedo comienza a invadirme por completo, como una marea que me arrastra.
Reo, no me hagas esto... pienso, sin poder encontrar las palabras, sin poder hacer nada. Solo puedo sostener su mano con desesperación, sin querer soltarla, sin querer que se desvanezca. "Siempre, Reo", respondo, mi voz temblorosa, rota por el dolor. No hay otra respuesta, no hay otra promesa que pueda hacer en este momento. Apreté su mano, y aunque sabía que no podía evitar que el dolor lo alcanzara, también sabía que mi corazón siempre estaría con él, en cada latido, en cada suspiro.
Pero algo en su mirada, algo en su forma de moverse, me dice que no puedo quedarme en este instante para siempre. Siento que algo se rompe dentro de mí, algo que ya no podrá repararse. Y en ese vacío, donde todo se oscurece, me doy cuenta de que Reo me ha cautivado hasta los huesos. Cada fibra de mi cuerpo es tuya, Reo, aunque no tuviera la fuerza para expresarlo. Aun así, lo siento. Con cada pulso, con cada respiración. Lo siento.
No puedo aceptarlo, pero la idea de perderlo me destroza. Quiero reírme con amargura. ¿Por qué...? Porque hacerme esto, cuando finalmente me doy cuenta de que te amo más que a mi propia vida...
Soy lágrimas, desde el minuto uno que los vi en el anime no pude evitar sentir que estos dos eran perfectos como amigos, pareja lo que fuese, su conexión se me hace tan preciosa, ahh intente plasmar lo mejor que pude la perspectiva de Nagi sobre Reo, porque en mi mente alimentada por fanfics, headcanon, tiktok y muchas otras cosas más algo dentro de mi dice que Nagi adora tanto a Reo, como Reo se desvive por él, pinche relación tóxica toda preciosa, okey no, pero incoscientemente me autorefleje en Nagi por muchas cosas, y no pude evitar entender a Reo porque soy igual de rogona. Está mini historia contará solo de 3 capitulos, espero los disfruten, este es uno de los primeros capitulos que escribo todo en primera persona, espero les guste :c.
Y facilmente tengo otras 4 historias más basada en estos dos.
Para mi la canción de estos dos es está (por si ya no llegará a estar arriba)
Forest blakk-fall into me
Meilinlin12.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro