A veces simplemente no esperas a nadie porque todos se van sin avisar y la paciencia no es suficiente.
Cada paso por la vida se escucha en soledad y cada día pasa habituándose a las heridas del alma.
Miro rostros por la calle con la esperanza de algo distinto, pero las cosas no son una película de Hollywood.
Descubro que la vida no está ambientada por canciones, que las canciones nos hacen ver que la vida no es música.
Escucho voces que gritan errores y felicidades que, muertas en el pasado, nos atormentan sin razón.
Desorientada, me pierdo y termino cayendo en los lúgubres desvelos causados por deseos deteriorados.
Pero los corazones desgastados y cansados de latir guardan los más preciados sentimientos.
Cierro los ojos en medio de la nada para recrear los trazos de lo que alguna vez fue tu imagen.
Sueño tu esencia siendo parte de mí sin recordar tu rostro para despertar en el mismo lugar.
Te vuelvo a ver sin haber cambiado, esperando escuchar todo aquello que yo no pude ver.
Pero te has quedado mudo de tanto guardar, creyendo que tu súbita aparición llenaría el vacío.
Me miras con la seguridad que lo real es una mentira y tú eres lo único verdadero en lo que siempre creí.
Mi alma envejece al sentir el pesar de los encarcelados sentimientos consumirse.
Y si te dijera que mi futuro está contado, que cada segundo es un inmenso pasado.
¿Sentirías una parte de lo que solía ser desvaneciéndose?
¿Se dignaría el destino a enmendar su crueldad reuniéndonos en una simple casualidad?
¿Podrían los antiguos recuerdos sustentar la imaginación quebrota del amargo caudal de la vida?
Pero ya no existes, solo eres la personalización de lo que siempre quise que fueras.
Te robaste mi inspiración por tanto tiempo que no regresó siendo la misma.
Nunca esperé a nadie, porque siempre tuve tus recuerdos para seguir esperándote.