Recuerdo cuando te ví por primera vez, eras un familiar misterio por desvelar mientras yo me preguntaba qué podías ver en alguien como yo. Tu mirada no cesaba de indagar por los detalles. Tu amable sonrisa no fue más que el comienzo de una aventura que quedó a la deriva antes de zarpar. No se necesitaron años para admitir que te quería, pero sí para perderte de vista. Y ahora que te vuelvo  encontrar, los pequeños instantes vuelven a reconstruir el mapa que alguna vez trazamos. Es curioso cómo se cambian los papeles, tú preguntabas por mí y ahora yo lo hago por ti. Tras tantas vueltas por lugares sin tesoros y naufragios de amor, el barco que vagamente recuerdas sigue allí. No se sabe a dónde llegará y mucho menos si lo hará. Aunque las realidades no estén hechas de intenciones, lo sueños de posibilidades ni los caminos de victorias, el mar es profundo y las islas numerosas como para tener una vida ansiando un tal vez.