Me temo que, como Jane Austen, estaré destinada a escribir sobre aquello que deseé y nunca tendré. Pero no a causa de una serie de eventos trágicamente desafortunados y tampoco porque no haya alguien tan perfecto para satisfacer mis altas expectativas. Sino porque hay tanta gente que se desvive en el espejo para empecinarse en complacer a los demás y alimentarse de sus comentarios. Porque hay tantas personas que gastan su tiempo en momentos de felicidad ilusoria creyendo que es la única manera de resolver los problemas y vivir la vida. Porque existe otras más que, sin escrúpulos, se pasean por allí creyéndose protagonists para llenar el vacío que tienen por dentro y abandonar a los corazones que alguna vez los maron. Así, puedo contar con los dedos a las personas que se desviven en nobles historias para empecinarse en un mundo diferente y alimentar su alma de millones de maravillas, que gastan su tiempo en pensamientos que duran una eternidad para asegurar una verdadera vida y un fin admirable, que, con escrúpulos, se pasean por allí creyéndose nada para tratar a todos con bondad y así llenar su vida de amor.