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31. El mensaje que nadie vio | Parte 2

La presencia de Kilian a su lado conseguía distraerla del camino. No había tenido la oportunidad de preguntarle cómo lo había descubierto, cómo es que había llegado justo a tiempo, antes de buscar a Emma en el departamento de Ismo. No había sido capaz de hilar sus pensamientos cuando estaban solos y ahora se le hacía imposible interrogarlo frente a sus amigas. Por más que él no le generara empatía, no iba a ser ella quien descubriera sus secretos ante los demás, si es que los tenía. Los secretos debían respetarse.

Emma hiperventilaba en el asiento de atrás. Tanja golpeaba el vidrio con sus uñas de manera rítmica y Kilian no se relajaba en su asiento. Todos allí eran conscientes del tiempo que les quedaba.

—Tranquila —le susurró Kilian a Emma. Senna lo miró de reojo—. Llegaremos a ellos.

—Nosotras iremos. Tú te quedas a esperarnos —le indicó Senna.

—Tengo que entrar para mostrarles el camino.

—Y volverás y nos esperarás para volver. No queremos involucrarte en esto.

—Pero ya lo está, ¿no es cierto? —mencionó Emma—. Es el único que sabe cómo llegar y cómo entrar. Sabe sobre Jouko, sabe sobre ti y lo de tu conversión.

Senna rodeó con fuerza el volante. No iba a admitir que tenía razón. Sin embargo, Tanja rompió el silencio para ponerse de su lado.

—Estar al tanto de lo que pasa no significa que esté involucrado. Leena sabe cosas sobre mi padre y eso no significa que esté dentro de todo este asunto. No si depende de mí. Ismo es ajeno a todo lo que pasa, no sabe nada sobre Alkaham, y sí está involucrado. Igual Eljas.

No mencionaron palabra al respecto hasta que Kilian cedió. Cuando habló, lo hizo solo para ella, en voz baja. Podía ser oído desde el asiento de atrás, pero su tono expresaba que no buscaba respuesta ni de Emma ni de Tanja. Sus palabras eran solo para Senna.

—No iré demasiado lejos. Si me reconocen allí, y tienen cómo hacerlo, me podrían llevar ante el líder. Te lo explico como muestra de confianza porque no encontraste aún el motivo por el que no me toleras y estás dejando que afecten asuntos que están al margen de nosotros.

Asintió de modo fugaz en su dirección. No le producía comodidad su mención a la existencia de un «nosotros» que la incluyera, pero entendía a qué se refería. Jouko le había mencionado que su rechazo era natural, que estaba previsto que ocurriera así. Sin embargo, se había dormido antes de poder darle una respuesta más concreta. Dormido. Senna jamás aceptaría otra palabra para el estado de Jouko.

Dejaron el vehículo en el mismo lugar en el que lo habían aparcado la noche que recibió el nudo. Se sentía lejana, como si hubieran pasado décadas. Kilian fue el primero en bajar. Emma lo siguió, confiada.

—Así que «asuntos que están al margen de nosotros», ¿eh? —le susurró Tanja al oído.

—Al margen de la molestia que sentimos por el otro, sí.

—¿Qué hace aquí, de todas formas? ¿Estaba en tu casa cuando pasó?

Senna se puso en marcha. Tanja caminaba a su lado, con las piernas rígidas y el rostro convertido en piedra.

—Llegó justo cuando salía a buscar a Emma. Sabía lo que había pasado, me preguntó si había llegado tarde. Que sepa dónde podemos encontrarlos se siente una trampa. No confío en él, Tanja.

—Jouko sí lo hace.

Y su madre también. Pero su madre había confiado en un hombre que la había incitado a olvidar el núcleo de los primeros años de vida de sus hijos y Jouko no sabía escoger amistades ni parejas que valieran la pena. Ella había elegido a Janna y había sido la mejor decisión de su vida, pero no pasaba día en el que no se arrepintiera de haberla tomado. Había ganado cariño incondicional a costa de mostrarse vulnerable. Ya no era un intercambio que merecieran. Janna había sido una buena opción, pero no la que habría escogido si la situación no la hubiera orillado a hacerlo.

—Emma también confía en él —mencionó Tanja.

—Emma, la que era incapaz de pensar mal de un infeliz como Samuel. Esa Emma, ¿verdad?

Tanja dejó escapar una carcajada suave. Emma, a unos pasos por delante, se volteó con curiosidad. No las había oído. En cambio, la vieron susurrarle algo a Kilian.

—Confía tanto que no tuvo reparos en hablar sobre ella cuando íbamos a buscarte —explicó Senna—. Nos dijo que los dolores de cabeza no cesan, que son como puntadas que le atraviesan los ojos y que no se explican por las causas de una migraña común.

—Es lo que esperabas, ¿no es así? Que el nudo la hiciera fluctuar entre dos condiciones humanas.

—También mencionó que tiene visiones. Eso no es normal, Tanja. —No debía compartir esa clase de preocupaciones con ella, no después de que Tanja se había alejado, pero no soportaba mantenerlas en su interior—. Los hommi no tienen visiones, ni siquiera nosotros las tenemos. Si el nudo tuvo algo que ver con esto, no es lo que esperábamos.

Tanja se mordió el labio inferior. Sus cejas se unían en una expresión de concentración que Senna llevaba días sin ver.

—¿Tú sentiste algo extraño?

Su amiga negó con firmeza.

—Nada. Ni molestias, ni cambios. Solo noté que estoy más impaciente, pero con el estrés que llevo estos días me parece hasta lo más lógico. Leena tampoco notó nada fuera de lo normal, le pedí que estuviera atenta. Nada, Senna. No pasó nada conmigo.

Unos pasos por delante, Kilian se detuvo. Emma se detuvo a su lado y les hizo una seña para que se acercaran con prisa. Las dos corrieron.

—La entrada es un túnel —explicó Kilian en voz baja—. Las llevará a uno de los sitios más protegidos del clan, al sector de la mano derecha del líder. Su hermana, la mujer con más poder dentro de esa sociedad. Ella no puede verlas por nada del mundo, ¿lo comprenden? Y, si diera con alguna de ustedes, no digan mi nombre. Jamás y por ningún motivo.

Las tres asintieron. Senna deseó preguntar quién era ella, por qué Kilian le temía de ese modo, pero no abrió la boca. Esperó a que él indicara el camino, le prestó atención por primera vez desde que lo había conocido, y le hizo una señal a Tanja para que avanzara a la cabeza. Emma la siguió.

—No creas que no agradezco tu intención de ayudar —le dijo a Kilian en cuanto estuvieron solos. No pasó desapercibido para ella que él tensaba su cuello por momentos—. Si consigo salvar a mi hermano, estaré en deuda contigo, pero este asunto nos pertenece a nosotras y ellas son mi responsabilidad.

—No confías en mí, lo tengo claro. Haces bien en confiar en tu instinto.

Senna entrecerró los ojos mientras intentaba descubrir si aquello era una amenaza. Kilian interrumpió sus pensamientos.

—Debería entrar. Hay demasiado... —Sacudió la cabeza—. Ve. Cuando quieran regresar, deben sellar la puerta. Nadie puede saber que entraron por aquí.

—¿Te pondríamos en peligro?

—Yo no importo, pero pondrían en peligro a mi alkan. Por eso no deben mencionar mi nombre. Esta gente cree que estoy muerto, Senna. Mejor que lo sigan pensando.

—Más razón para que no te involucres. Deja que nosotras resolvamos esto.

Kilian dejó que una sonrisa contrastara con la frustración de su rostro.

—Si le hiciera caso a Jouko cuando habla de ti, creería que te preocupas por lo que pueda pasarme. No necesitas darme motivos para esperar aquí.

Deseaba explicarle que no confiaba en su capacidad de desenvolverse allí, que temía que Kilian no fuera de ayuda, pero recordó que él también tenía alité y pensó por un instante que podría necesitarlo. Ella no conocía el interior de aquel lugar, no estaba segura de lo que encontraría bajo tierra.

Lo miró de reojo. Kilian se mantenía pendiente de los alrededores en un intento por proteger la entrada al clan elekiená. Senna podría haberlo echado, pero aquella noche él era el bueno de la historia. Jouko estaba en peligro gracias a ella y podría salvarse gracias a él. Si pensaba que Kilian había sido el causante de su discusión en primer lugar, podía ver cómo ella era la única responsable.

—Confío en que no dañarías a mi hermano —le dijo. Atrajo su atención por un instante—. Por eso es que sé que no me dañarías a mí. Pero los dos sabemos que podrías atacarme a través de mis amigas y quiero asegurarme de que estén bien. Y sabes que hablo de Emma en especial.

—Te esperan, Senna.

Sin embargo, ella había encontrado las palabras, el punto en el que sus temores confluían.

—Di que lo entendiste.

Kilian suspiró. El vaho que salió de su boca atrajo su atención por un instante. Senna no había notado el frío hasta ese momento.

—Emma se acercó a mí para contarme sobre una visión que tuvo. Una visión que me incumbe solo a mí y por la que sería una intromisión de tu parte preguntar. Desconfía, Senna. Está bien que lo hagas. Desconfía de mí si quieres, pero ten por seguro que no voy a hacerte daño de ningún modo. Jouko se encargó de que lo prometiera.

No le creía. El silencio entre los dos los envolvió como un secreto y Senna admitió en su interior que tenía miedo. Miedo de perder a su hermano, de no sacar a sus amigas de allí. Tenía miedo de que fuera Kilian quien vigilaba la puerta y de la mujer a la que él temía, porque si ella tenía a Jaakko, también era su adversaria y Kilian no le temía ni siquiera al fuego de Kärkeieen.

No confiaba en él, pero si Kilian tenía sus motivos para mantenerse alejado de ese clan, ella se inclinaba a darle la razón.

—Te esperan —repitió.

Senna le dio la espalda y entró en el túnel.

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