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31. El mensaje que nadie vio | Parte 1

Tanja evitaba mirar a su madre para ocultar la molestia de su rostro. Leena, sentada a su derecha, mantenía la espalda rígida y sus ojos solo se separaban del plato para dirigirse a Mikko. Los tres hermanos deseaban no haber sido cómplices de aquella noche y los mayores se arrepentían de haber arrastrado a sus parejas a la farsa. El invitado había ocupado el extremo opuesto a Lilja y la observaba con una sonrisa obscena por encima de su copa.

Nadie comprendía lo que pasaba. Estaban en una cena familiar, con Eljas y Kyösti presentes, pero Lilja había invitado a un socio y durante gran parte de la noche solo se habló de negocios y de los planes de Lilja para su empresa.

—Entiendo que Henri trabajará con nuestra firma de ahora en más —pronunció Mikko con educación—. ¿Tanja y Leena formarán parte del negocio familiar también?

Lilja levantó la mirada hacia él. Tanja encontró la mano de su hermana por debajo de la mesa y la tomó con firmeza al oírla contener un suspiro.

—¿A qué te refieres? —preguntó la mujer.

Kyösti se había paralizado junto a Mikko, pero no tardó en reaccionar. Tanja asintió en su dirección en cuanto lo oyó. Agradecía que estuviera allí esa noche, su presencia era más valiosa que la de Eljas.

—La cena está exquisita, Lilja. Agradezco tu invitación y estoy seguro de que Eljas piensa igual.

—A mí no me metas —murmuró él.

—Lo que Mikko intenta expresar —continuó, ajeno a la interrupción— es que todos imaginábamos una cena familiar, no una cena de negocios. ¿Piensas ofrecernos ser parte de tu firma? Porque sabes que, si lo pides, estoy dentro.

Mikko apretó los labios para evitar sonreír, pero su hermana lo notó. Se permitió inhalar despacio. Había deseado tener motivos para alejar su mente del libro que Emma había perdido, sin embargo, la velada que su madre había preparado le daba escalofríos.

—Agradezco tu oferta —sonrió la mujer—. En cuanto se abra un cupo en el departamento de marketing, te llamaré.

El invitado principal se había mantenido en silencio durante gran parte de la cena y sus intervenciones se habían limitado a preguntas genéricas sobre trabajos, estudios y proyectos. No había dicho nada de valor hasta el momento.

—Lilja me ha pedido ayuda para gestionar las finanzas de la empresa —explicó—. Ahora que la firma retomó la producción y se anticipa un ritmo que sobrepasa al del último año, será necesario contar con ayuda extra para llevar las cuentas. Esto incluye, por supuesto, cuidar la economía familiar, que tuvo un desbalance por la poca anticipación a la hora de encarar un proyecto de la magnitud del que traen entre manos. Por esto fue que Lilja y yo consideramos que era momento de conocernos en un ámbito más informal.

—Entonces... —Tanja tragó saliva antes de continuar—. Entonces no es una cena de negocios a la que invitaste a nuestras parejas. Es una cena familiar a la que invitaste a tu contador.

Lilja no respondió. Tanja pudo sentir cómo la noche iba a terminar con su familia quebrada y se preguntó de qué lado estaría ella, ante quién se mostraría fuerte a pesar de que los últimos días la habían arrastrado por el suelo. Nunca había necesitado el control que Mikko ejercía sobre su madre como esa noche. Nunca había sentido tanto alivio de tener a Kyösti cerca de su hermano. Si Lilja no lo hubiera invitado, lo echarían de menos.

—Será el asistente de Ada, imagino —la provocó Mikko—. La última vez que hablé con ella supe que tenía una oferta de Mina y pensaba rechazarla. No podemos darnos el lujo de perder a alguien como ella, menos si se va a trabajar con la competencia.

Tanja lo supo antes de que su madre pronunciara las palabras.

—Ada tuvo una discusión con un compañero de trabajo y decidió que nuestra firma ya no es un espacio en el que se sienta segura. Henri no será asistente de nadie, hijo.

—Ada amaba trabajar con nosotros. —Apretaba los dientes. Todos los ojos de la mesa estaban sobre él—. Si debemos cuidar a alguien en la empresa, es a ella.

Kyösti no habló, pero asintió en dirección a su pareja para demostrar que estaba de acuerdo con él. Ambos se habían hecho amigos de Ada el último año, acercados quizá por la desaparición de Jaakko. Tanja evitó pensar en las posibles discusiones que habían tenido al respecto.

Lilja separó los labios para responder, pero Leena la cortó.

—Papá está vivo.

«No», pensó Tanja. No era el momento.

—Papá está vivo y nos acompañaría si pudiera —continuó.

Tanja buscó ayuda en su hermano, pero los ojos de Mikko brillaban con reconocimiento en el momento en el que más escéptico lo necesitaba. Por primera vez en meses sus hermanos se habían unido. Y, aunque ella estuviera de su lado, esa noche necesitaba alejarse de todo lo que la llevara a Alkaham.

—Él jamás despediría a Ada, no después de que ella fuera el único ingreso de su familia cuando su padre enfermó.

—¿Cómo lo...?

Sin embargo, la pequeña continuó.

—Él hizo que su padre no perdiera el pelo después de la quimioterapia y Ada nunca se iría a trabajar con la competencia porque sí, porque un día se despertó y pensó que sería una buena idea alejarse.

Tanja parpadeó con sorpresa. ¿Cómo es que nunca lo había visto? ¿Cómo había sido tan ajena a la forma en la que su padre tocaba la vida de las personas que la rodeaban? Tanja dejó caer su espalda sobre el respaldo de la silla. No valía la pena frenar a Leena. Ni siquiera Mikko había comenzado su discurso en contra de Jaakko. La menor de los Virtanen hablaba en nombre de todos con el valor que a sus hermanos mayores les faltaba.

—Le vendió un medicamento, Leena, no la cura al cáncer.

—Tú qué sabes —murmuró antes de levantarse de la mesa y salir de allí.

Tanja la siguió. No se disculpó con las visitas ni con su madre, no esperó que Eljas fuera tras ella. Solo corrió hacia su hermana y la alcanzó en la sala, a unos pasos de la escalera.

—¿Cómo sabías lo de Ada? ¿Es cierto que él hizo... sus cosas? Quiero decir... ¿También trabajaba para personas... normales? —agregó en un susurro.

Leena suspiró antes de responder. Se acercó a su hermana con movimientos lentos, cansados. Tanja no había notado lo mal que se ocultaba las ojeras hasta entonces.

—Yo era el nexo con ella. ¿Quieres saber algo? Nadie supo de su cáncer, pero si pudieras ver sus registros médicos, verías que pasó de verdad. La terapia hizo lo que tenía que hacer, papá se encargó de que los efectos secundarios no existieran. Hizo que un cáncer se sintiera como una gripe, Tanja. Los médicos salvaron la vida del hombre, pero papá le salvó el alma. ¿Cómo Mikko puede pensar que alguien así nos dejó? ¿Cómo mamá puede dudar de él? ¿Cómo es que lo olvidaron tan rápido?

Tanja pestañeó. Los ojos le ardían después de oír las preguntas de Leena y sentir que encajaban con los espacios vacíos de su corazón. Le habían dicho que su padre ayudaba a quienes lo necesitaban, que habría ayudado a Senna por alguna maldición, que ayudaba a los que se escondían en cuevas bajo tierra, pero nadie le había dicho aquello. Nadie le había contado que el poder de Jaakko no se limitaba a los seres de Alkaham ni había quien pudiera hablar en voz alta sobre su bondad. Jaakko Virtanen había ocultado lo mejor de él para proteger a su familia y nadie lo podía saber.

—¿Tanja? —La voz de Eljas la distrajo—. ¿Está todo en orden?

Leena sacudió la cabeza y subió las escaleras en silencio. Tanja se dejó caer en un sillón y su pareja se sentó a su lado. Ambos mantenían la distancia.

—Han sido días complicados —dijo por toda respuesta—. ¿Tú qué tienes? Creí que no ibas a venir.

—Migraña. Va mejorando con los días.

Tanja asintió en silencio. Se sentía vacía. En el piso superior, Leena había formado una barrera que ella no podía traspasar. Mikko no ansiaba la presencia de nadie más en la casa a pesar de que tampoco deseaba el regreso de Jaakko. Ella, por su lado, solo había vivido para comprender el mundo de su padre durante la última semana. Había olvidado a su familia, a su pareja. Había priorizado la salud de Senna por encima de la de Eljas. Tenía motivos, pero los sentía una excusa.

Giró hacia él y se mordió un labio antes de continuar. Qué mal se le daba pedir disculpas.

—Fui una novia terrible estos días.

Él procuró esconder una sonrisa. Separó los labios para responder, pero ella lo calló con su dedo índice.

—Está bien —le dijo—, mi mala semana no justifica que no te haya prestado atención.

Sin embargo, él ya no la miraba. Sus pupilas se habían dilatado y las manos de Tanja buscaron el pulso en su muñeca en cuanto supo que él no iba a responder. Nada. Tampoco en el cuello. Kyösti se acercaba a ellos con el cansancio plasmado en su rostro.

—Ahora la cena sí es estrictamente de negocios —le mencionó al pasar—. Estaré en el cuarto de tu hermano hasta que se desocupen. No los molesto.

La voz le tembló al llamarlo. Había decidido alejarse del libro, del laboratorio, del mundo de Jaakko y la realidad que le había golpeado el cuerpo, pero ya no podía evitarlo.

—¿Kyösti? Necesito tu ayuda.

El joven maldijo en voz baja cuando notó el estado de Eljas. No preguntó qué había pasado, solo qué debía hacer. Tomó al joven entre sus brazos y siguió a Tanja hacia su habitación. Leena, que no había cerrado la puerta, los vio pasar.

—¿Qué pasó? —le preguntó en un susurro.

Kyösti lo recostó sobre la cama y giró hacia Tanja, atento a su respuesta.

—Necesito de ustedes —admitió—. Tú no debes decirle nada a mi hermano. De verdad, Kyösti, Mikko no puede enterarse.

—Tienes mi palabra. No sé qué habrá consumido, pero su secreto está a salvo.

—Y tú debes cuidarlo, ¿me lo prometes?

Leena dudó.

—¿Tú qué harás?

Tanja tomó su móvil, que había dejado junto a la cama.

—Iré a casa de... Olvídalo, viene en camino.

—¿Senna?

—¿La hija de Perttu Mäkinen? Era tu amiga, ¿verdad?

Tanja se masajeó las sienes. No podía dejar a Eljas allí, pero no tenía opción. El silencio de Kyösti y el cuidado de Leena eran lo último que le quedaba. Lo único que no había perdido.

—Ella, sí. Viene en camino. —Tomó un abrigo antes de asomarse a la puerta de su cuarto—. Confío en ustedes.

Los dos asintieron con determinación y Tanja agradeció poder contar con ellos. Deseó que Kyösti los visitara más seguido, que Leena no guardara su determinación para los peores momentos. Deseó que todas las personas que le importaban tomaran las decisiones correctas. Ella era incapaz de hacerlo.

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