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24. La respuesta a la incertidumbre | Parte 1


Sus dedos se detuvieron ante el contacto frío con el metal. La llovizna que caía ligera y fugaz en Helsinki no había humedecido su cabello ni alcanzado su ropa. Senna aferró el picaporte con decisión y dejó que su kird se dispersara mientras ella se adentraba en la calidez de Voittaja. Caminó hacia Ensio sin alejar la mirada de sus ojos expectantes, sin detenerse en quienes la veían marchar hacia el dueño del bar.

—Una copa, por favor —le pidió.

—¿Cómo la quieres?

—Vacía.

Ensio le tendió una copa y Senna la volteó sin alejar su mirada de él. Quería que la viera, que notara el cambio. Quería sentir que, por primera vez, su algam le prestaba atención. Trazó dos círculos en la base con su dedo medio y Ensio se apresuró a unir el suyo. El suelo de madera, las mesas, el sonido de la música aparecían difusos para su percepción y ella sonrió, confiada.

—Hace una semana temías encontrar ceniza en tu alité y ahora tienes el dominio que corresponde a tu edad y tu experiencia. ¿Vas a decirme qué ocurrió?

Quería hacerlo, era el motivo por el que se había detenido allí en primer lugar, pero también temía la respuesta de su mentor. Temía que interpretara que el nudo le había dado nuevas facultades, que quisiera llevarla a un límite que ella desconocía. Temía que no fuera suficiente para él, que imaginara un potencial más allá de lo que cualquier alkyren podía alcanzar. Y temía, más que a nada, que quisiera ver su alité, alinearlo con el suyo. Temía que viera el fuego azul y se desatara un conflicto que no tenía lugar en ese momento de su vida, que no era urgente.

Temía perder el control sobre su identidad y que dejara de pertenecerle.

—Encontré un nudo de la antigua red —comenzó. Mencionar parte de la verdad y atribuirle todos los cambios no parecía un mal plan—. No preguntes cómo, simplemente lo conseguí, y lo incorporé a mis aliklivá. Llevo días haciendo pruebas de resistencia y es momento de que hable contigo. Hay algo que debo pedirte.

—Si mi consejo acerca del uso indebido de un nudo no será bien recibido, no me queda nada por hacer, salvo escuchar. —Su voz tensa y monótona no fue un alivio para Senna—. ¿Qué puedo hacer por ti?

—Quiero que me des libertad para manejar mi propio alité y privacidad para que ninguno deba dar explicaciones al respecto. Alkaham me salvó y a Alkaham me debo. Los lazos de nuestra especie me resultan lejanos e inestables.

Ensio arqueó una ceja. Alejó su torso de la barra con un movimiento suave que hizo creer a Senna que soltaría la copa. Le había pedido silencio y él deshacía el escudo que los escondía. Pero la mano de su algam permaneció en contacto con el cristal.

—Percibí tu cambio —le advirtió. Senna tragó saliva. ¿Cuál de sus cambios? ¿Cuál era más seguro para ella?—. Entiendo que tu lazo conmigo se vea debilitado porque hay en ti un fragmento elekiená que intenta llevarte en una dirección diferente a aquella que deberías transitar. Entiendo también que tuviste la suerte de estar en un lugar específico en el momento idóneo para que tu alité pudiera sanar, pero ¿a qué precio? Es tu oportunidad de lograr que tu naturaleza alkyren prevalezca sobre la esencia elekiená. Deberías entrenar tu akmieele hoy más que antes, más que nunca. Como tu algam, no te aconsejo abandonar nuestra alineación.

—¿Y qué me aconsejas? —preguntó antes de poder frenar el impulso de enfrentarlo—. ¿Que vuelva a entregarte mi alité con confianza, sabiendo que nunca pudiste llevarlo al estado que le correspondía, que nunca lograste que sintiera que mi akmieele no estaba enfermo? ¿Quieres que vuelva a ti cuando no fuiste tú quien consiguió una mejora? Es mi salud de lo que hablamos. Antes eras lo único que tenía para estabilizarme, ahora puedo hacerlo sola.

Ensio soltó la copa. La ilusión se desvaneció de inmediato, como un velo que caía directo al suelo. Le sonrió y sus labios agrietados parecían agonizar.

—Se hará como deseas, entonces. De hecho, tu pedido llega en el momento más oportuno.

—¿A qué te refieres? —Soltó la copa ella también. Mantuvo su mano cerca, por si acaso.

—Jouko habló conmigo hace unos días y no puede contactarse con Perttu. Tu madre me llamó anoche para saber si sé algo de tu padre, pero no tengo nada para decirle. La situación nos preocupa, por lo que acudí al último recurso. No esperaba llamarlos, pero no vi más opción, Senna.

—¿De qué hablas?

—Cazadores —explicó, quitándole importancia—. Algunos eran amigos de mis padres, otros han sido amigos míos y de tu padre cuando teníamos tu edad. Un poco menos, quizá. Si alguien puede dar con el paradero de un alkyren perdido o fugado, está en ese grupo. Entre ellos está la respuesta a nuestra búsqueda.

Dejó de oír la música que llegaba desde el piso superior. Dejó de sentir la calidez del local. Dejó de respirar por dos segundos.

Se aferró al secreto de su llama de Anukig como no se habría aferrado minutos antes. Se ancló a lo único que podía ocultar a ojos de su algam y de los cazadores que podían encontrarla y acabar con ella. Detuvo sus pensamientos cuando comenzaron a desfilar las imágenes de sus posibles destinos.

Sus manos sudaban. Su akmieele ardía.

—Sabes cuánto detesta relacionarse con ellos —dijo apenas recuperó la voz—. No sabía que tú mantenías contacto con esa gente.

—Nunca han dejado de buscarme —explicó encogiéndose de hombros. Su naturalidad era tan forzada que Senna se sentía al borde de una trampa. Oía el latido de su corazón en sus oídos. Oía una nota aguda sostenida a la distancia—. Si Perttu está en peligro y ellos son los únicos capaces de regresarlo con su familia, créeme que no se molestará.

Sí, Perttu se molestaría. Y si supiera que su hija había abandonado Asakem y que Ensio, en su rol de algam, la había expuesto a cazadores, él mismo se encargaría de romper el lazo que los unía. Perttu no dudaría un instante en proteger a su familia.

—Bien, que así sea. —Se alejó de la barra y se dirigió a las escaleras, hacia el piso superior. Lanzó una última mirada a la barra—. ¿Ya llegaron?

—No llevan demasiado tiempo esperando, llegaron apenas unos minutos antes que tú. —Cuando Senna estaba a punto de desaparecer de su vista, Ensio la llamó una vez más—. ¿Hay algo que deba saber sobre tu nuevo cambio?

Su pie no alcanzó el escalón. El impulso de regresar frente a él y pedirle que dejara a sus amigas al margen, que no desconfiara de ellas, y venderle el relato de que solo acompañaba a Tanja en un momento de dolor estuvo a punto de hacerla retroceder. Pero Ensio conocía cada uno de sus matices, podía descifrar cada ligero movimiento de un músculo en su rostro. Sabría que Senna lo deseaba tan lejos como pudiera estar de su secreto y nada sería un incentivo mayor para develarlo.

—Que puedo continuar por mi cuenta, gracias.

Subió las escaleras antes de oír su respuesta. 

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