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22. El rechazo de lo extraño | Parte 1

Sus dedos se deslizaban sobre el vaso frío que aún tenía restos de espuma. Su acompañante se había incorporado para buscar más cerveza y Jouko apenas podía alejar la mirada del vidrio. Se preguntaba por qué había acudido al Tavastia para encontrarse con el desconocido que había atacado a Samuel y si Senna se habría visto envuelta en la misma situación de haber estado en su lugar. Si Lumi y Sisko habrían visto algo. Si había fallado en mantener el intercambio de aquel día a salvo de miradas curiosas.

Si había fallado en lo que fuera.

Sacó su móvil y le envió un mensaje a su madre para pedirle que le avisara en cuanto estuviera en Helsinki.

Habían usado la primera cerveza para hablar de cómo Jouko había sido encontrado y salvado dos noches atrás, pero lo único que pudieron poner en palabras fue que uno era un alkyren y otro había nacido como elekiená. Las verdaderas preguntas no parecían encontrar un orden para manifestarse. La imagen que tenía de fondo de pantalla en el móvil tampoco le daba respuestas.

—Conozco a ese tipo. —Señaló la fotografía donde él y su padre ensayaban en la sala privada de Sapphire Fire. Le llenó el vaso una vez más—. Llevo años sin verlo, pero lo respeto casi tanto como a mi alkap.

—Es mi padre. ¿De dónde lo conoces?

El joven elevó ambas cejas con sorpresa. La música que sonaba de fondo conseguía tapar su conversación ante oídos indiscretos.

—Ayudó a mi maestro con algunos asuntos. Me ayudó a mí. —Tomó asiento y llenó los dos vasos. Jouko podía notar cómo escogía las palabras adecuadas—. Él es la razón por la que estoy aquí.

—¿A qué te refieres?

Perttu no tenía trato con elekiená de ningún tipo, no que él supiera. Desconocía que hubiera por aquellas tierras algo más que los alkyren dispersos que habían seguido los pasos de los rechazados de Anukig, aunque imaginaba que algunos clanes pudieron haber aprovechado los caminos abiertos para viajar mientras pudieran. Se sorprendía incluso cuando la lógica le decía que no debía hacerlo. Se asombraba de que hubiera elekiená a su alrededor sin detenerse a pensar en que debía sorprenderse más por haber encontrado a uno que tuviera un lazo con su padre.

Quien manejaba la música esa noche parecía haberlo reconocido, porque iban por la tercera canción de Sapphire Fire. Decidió ignorar la situación.

—Te daré la versión corta. Alguien me quiere muerto desde que nací y por algún motivo no fue capaz de matarme por ningún medio predecible. Lo que hizo fue sobrecargarme hasta que muriera de dolor con piedras similares a las que viste el viernes, pero tu padre absorbió parte de esa energía por mí. Me liberó del excedente, si lo quieres pensar de ese modo.

Jouko bebió. Tragos largos, lentos, sin apenas respirar. El amargor en su paladar llegaba acompañado de incertidumbre. Veía a Samuel quemándolo con aquel nudo, imaginaba a su padre tomando esa energía con una mueca de dolor, con los dientes apretados, con la mandíbula firme y los labios tensos. Imaginaba a Senna en su lugar, siendo atacada y luego hallada por sus amigas. La imaginó enfrentándose a aquella conversación.

Había acabado el vaso en un trago. Se sirvió una vez más.

—¿La persona que te dañó tiene algo que ver con Samuel?

—Samuel es su traficante de turno. Los cambia cada cierto tiempo y me cuesta encontrar al próximo, pero lo hago. Alguien tiene que acabar con ese suministro.

Hablaba con moderación a pesar de la molestia. La calma en sus palabras hizo que Jouko se sintiera en confianza, que deseara saber más. Si alguien le hubiera mencionado que la persona que se había sentado frente a él durante los últimos minutos había sufrido una infancia terrible y buscaba castigar al culpable, no lo habría creído. O habría sentido temor.

—¿Qué te pasó a ti? En concreto.

—¿Sobredosis? —sugirió con un gruñido—. No sé cómo llamarlo. El objetivo era hacerme desaparecer, lo que pasó fue que me convertí en algo más y que soy adicto a estar en contacto con un nudo cuando lo veo.

—El exceso sí podría matarte.

—Lo sé. Intento no absorber, pero cada tanto recaigo. A veces moriría en nombre de tu padre, pero algunos días desearía no haberlo conocido nunca.

Le costaba creer que Perttu fuera tan importante para alguien a quien él no había conocido jamás. Aceptaba que la música de su padre había ayudado a sus seguidores en menor o mayor medida, pero aquello... El relato que oía parecía hablar de alguien más, de alguien que había conocido a otro Perttu. El hombre que había salvado la vida de un niño con sobredosis no parecía el mismo que rechazaba las llamadas de sus hijos y su esposa. Exesposa. Sara.

—Samuel busca nudos y los lleva con esta persona, ¿entendí bien? ¿Qué hace este tipo entonces?

—Los traficantes toman los nudos, los entregan y luego los recogen. No sé para qué los usan en este punto, aunque tengo teorías. Según mis datos, esta persona los manipula con sahar meieli. No sé de dónde salen sus contactos, por eso rastreo a sus encargados para interceptar los nudos. El que te tocó estaba contaminado, por eso tu cuerpo reaccionó de ese modo. El sahar afecta en función de la energía, así fue como supe que tenía que verte de nuevo.

—¿Qué hacemos aquí?

—No daño a nadie que no lo merezca, Jouko. Tú saliste lastimado en una pelea que no te correspondía. Solo quería asegurarme de que no tenías secuelas.

Parecía sincero.

La botella estaba vacía de nuevo. El elekiená se levantó para buscar la tercera de la noche.

—Cuenta conmigo, Kilian —pronunció lo bastante alto para ser oído—. Voy a ayudarte.

El joven se detuvo durante un instante y siguió su camino a la barra. Regresó con dos botellas en esta ocasión.

—No estoy pidiéndote ayuda —le aseguró cuando regresó a la mesa—, no te llamé para eso. Pero si quieres ayudarme, tendrás que saber algunas cosas.

—Si tienes acceso a nudos sin sahar, cuenta conmigo sin importar el resto.

—¿Por qué el interés?

—Alguien que me importa demasiado tiene problemas para controlar su energía. Hemos intentando todo, excepto...

—Un nudo de la red —concluyó Kilian—. De acuerdo. A mí me cuesta deshacerme de ellos. ¿Quién es esta persona por la que te arriesgarías tanto?

—Te lo diré si funciona. Por el momento es un asunto delicado.

Kilian asintió. Giró el vaso entre sus dedos, contemplando la tonalidad de su bebida.

—Tienes un árbol de Alkaham en el patio trasero de tu casa. Tu padre tiene un amigo que lo traicionaría en cualquier momento, pero en el que confía. Tu madre... —Se detuvo. Fijó la mirada en Jouko, dudando—. Tu madre es mejor que cualquier otra que haya conocido.

—¿Incluso mejor que tu madre?

—No la conozco, pero a ciegas te contesto que sí, que incluso es mejor que ella. Sara ayudó a cuidarme cuando tenía algunos meses de vida.

No parecía más joven que él, pero sí podía tener una edad promedio entre la suya y la de Senna. Su nacimiento había tenido la suerte de coincidir con el periodo en el que Sara conocía sobre Alkaham.

—¿Por qué me dices esto? ¿Quieres probar que conoces a mi padre? No es necesario conmigo.

No lo era, pero agradecía que Kilian creyera que sí. Temía desconfiar de quien no mereciera sus dudas así como temía no hacer nada cuando la solución podía estar a una acción de distancia. Si Kilian le debía la vida a su padre, el secreto de Senna estaría a salvo y su debilidad podría abandonarla por fin. Jouko podría salvar a su hermana, darle la respuesta que estaba buscando.

«Salvar a Senna», pensó. Si hubiera conocido más a fondo el funcionamiento de sus cuerpos, como su hermana lo hacía, habría sabido que no bastaría con utilizar un nudo.

—Es necesario para mí —respondió Kilian—. Quiero saber que crees en mí porque te di motivos y no porque la esperanza de ayudar a quien sea que quieres ayudar te nubla la razón.

—Asumo que fuiste a mi casa al menos una vez —sugirió Jouko para desviar por un momento la conversación.

—Era un niño, pero recuerdo el árbol. —Pareció dudar un instante. Entrecerró sus ojos y fijó la mirada en él—. Había otro niño allí, no recuerdo cómo era o cómo se llamaba. Jugábamos juntos.

Jouko abrió los ojos. Él tampoco recordaba detalles o nombres, pero en su memoria estaba la imagen de un niño que era reprendido una y otra vez por un hombre a causa de que no era capaz de controlar su fuego a la hora de jugar.

En su mano vibró la llegada de un mensaje de texto. «En Helsinki, en casa de Ruuben. En un par de horas estaré en casa. No me esperes despierto».

Vio cómo Kilian separaba una nueva botella vacía y esperaba su confirmación para abrir la siguiente. Una idea fugaz lo asaltó.

—¿Tienes que hacer algo mañana? ¿Quieres venir a casa?

—Tengo que regresar en unos minutos —explicó—. Mi alkap estará esperándome y nuestra situación es diferente al modo de vida elekiená que debes conocer.

—¿A qué te refieres?

—Quien modifica los nudos tiene un asunto pendiente con mi alkap y lo confinó a una isla. No sabe que estoy vivo, pero mi alkap necesita saber dónde estoy a cada momento. Le aseguré que regresaría poco después de medianoche.

—Puedes avisarle desde casa. Si él conoce a mi padre, estoy seguro de que estará tranquilo si te quedas una noche con nosotros.

Kilian se reclinó sobre la silla.

—¿Cuál es el interés repentino?

—Aún tenemos que hablar de este asunto de los nudos y eso podría llevarnos tiempo, pero el principal motivo es que mi madre estaba de viaje y acaba de regresar. Ya debes saberlo, pero igual te haré una advertencia. Como sabes, ella es humana. —Kilian hizo un ligero movimiento de cabeza hacia un costado—. Los giakyren nos exigieron que mi madre no tuviera conocimiento de nuestra naturaleza, por lo que después de un tiempo fue obligada a olvidar. No recuerda nada de nosotros como alkyren, pero puede que te recuerde, aunque no sea ligado a que eres un elekiená. Y si se llevaba tan bien contigo, le hará bien verte. Estos días necesita sentirse bien.

Kilian no respondió de inmediato. Dejó la botella sin abrir a un lado y lo miró con la intensidad de quien buscaba atravesar hasta el último de sus pensamientos. Jouko sintió que su autoridad lo inhibía. Allí, mientras sus ojos oscuros parecían penetrar en cada secreto, Jouko se preguntó por primera vez cuánto poder y cuánto control era capaz de alcanzar un nihateiéh, cuánto dominio tendría Kilian sobre sus facultades y cómo había llegado a adulto bajo una condición en la cualquier otra persona en su lugar habría perecido. Frente a él no había un elekienákira corriente ni el niño con el que él jugaba de pequeño; había un sobreviviente.

—Iré contigo. Me gustaría saludar a Sara después de tantos años.

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