19. Donde irían sus pasos | Parte 2
Tanja la esperaba en la sala. Su rostro era una amalgama de preocupación y nerviosismo cuando la recibió. Tomó una de sus manos y la llevó al cuarto de Senna, subiendo las escaleras.
—¿Dónde está Senna?
—Con Jouko. Parece que llegó mal del recital del viernes y aún está algo delicado. Bueno, yo lo noto normal, pero Senna insiste en que su ánimo no es el de siempre y fue a hablar con él.
—Bien, soy toda oídos. ¿Qué ocurre?
Tanja cerró la puerta y se sentó en la cama. Le hizo una seña para que tomara asiento a su lado. Había música instrumental en los altavoces y Emma supo quién la había dejado allí, pero ni ella ni Tanja intentaron cambiarla.
—¿Recuerdas la mención que hizo Senna esta mañana sobre unos nudos? —Emma asintió—. Le pregunté a qué se refería. Me explicó que son nudos de lo que conocen como la antigua red de energía y que no le pertenecen a mi padre, sino a los seres como ella. Bueno, todos los que tienen alité, que no son solo los alkyren. Buscamos en el libro alguna mención a estos nudos y dimos con que caen en invierno y...
—Espera, ¿qué son estos nudos? ¿Por qué son tan importantes?
Tanja inspiró. Asintió con los ojos cerrados mientras exhalaba despacio el aire con el que había llenado sus pulmones. Emma sabía que se había perdido la parte importante de la explicación.
—Según lo que entendí, el mundo de Senna, Gianos, estaba cubierto por una red que mantenía el suministro de energía para los seres que dependen de ella. Es decir, de la energía que le da su poder. Esa red era una fuente inagotable de la que se nutrían varias especies en Alkaham, pero una mala decisión de otro continente hizo que se desatara el caos. ¿Recuerdas que mencionó Eheksièn cuando le preguntaste sobre el sahar? —Emma asintió en silencio—. Es porque allí empezó todo. Gracias a la amenaza de Eheksièn fue que se crearon los giakyren y alkyren. Si no me estoy confundiendo, primero fueron los giakyren, pero no eran capaces de proteger las fronteras porque se los había creado para ser casi como el dragón que los vio nacer, y se decidió crear una versión más terrenal y menos divina para que estableciera asentamientos en las fronteras y protegiera el continente.
—La frontera cambia el color de la llama.
—Claro, de ahí que Senna nos haya pedido que guardemos el secreto. Se supone que el alité no puede cambiar de color nunca porque representa la región a la que se está atado de por vida.
—Y ahora ella está atada a una región en la que no queda nadie.
Tanja esperó algunos segundos antes de continuar. Se notaba que se había esforzado en aprender los nombres justos para explicarle la historia y que comenzaba a aceptar mejor que ella que había un mundo donde los dragones existían y creaban seres capaces de reducir un cuerpo a nada. Su amiga buscó un papel en el escritorio de Senna y regresó a su lado. En la hoja aparecía un mapa improvisado de lo que parecía ser Gianos y algunos nombres escritos en trazos suaves de lápiz. Tanja leyó algunas palabras claves a medida que le explicaba.
—Eheksièn es el continente más avanzado de Gianos y su reserva de esta energía se almacena en manantiales de hilksu, que es utilizado para procesos industriales. El hilksu produce sahar como desecho, que resulta tóxico para los seres con alité o cualquier grado de energía. El sahar solo puede ser manipulado y reutilizado por una especie propia de Eheksièn, los meieli. —Señaló la masa de tierra que se encontraba en la esquina superior derecha de la hoja—. En algún punto de la historia, los meieli llevaron sahar a Alkaham y comenzaron una masacre. Senna mencionó que los seres más poderosos eran los más expuestos.
—¿Tiene relación con el motivo por el que se condenó a los alkyren del norte?
—No lo sé, no le pregunté. El punto es que el conflicto con Eheksièn se intensificó y esta red que cubría todo y nutría los manantiales de ese continente y puntos claves de los otros dos acabó... atrofiada. No sé cuál es la palabra exacta, pero se caía a pedazos. Parece que los dragones decidieron fragmentarla y repartirla, y que —miró la hoja— Kärkeieen, el que creó a los alkyren, decidió crear una segunda generación de especies, cada una en representación de las que ya existían en Alkaham.
—Así nacieron los elekiená —susurró Emma.
Tanja sonrió. Parecía satisfecha con su relato.
—Los cuatro tipo de elekiená y los annoité, que Minz mencionó y Senna no sabe por qué. Pero volvamos a que la red no quedó del todo recuperada. Cada cierto tiempo, algunos nudos caen y se convierten en una masa sólida que puede aparecer tanto en Gianos como en la Tierra. Senna dice que los caminos a Alkaham están sellados, pero el poder de esta red supera el poder de los giakyren que gobiernan y que cerraron todas las vías de acceso, por lo que sus nudos pueden caer en cualquier sitio. En especial aquí.
—¿Por qué aquí?
—Por la cercanía con algunos de estos portales. Caen más al norte, por Laponia, pero algunos llegan hasta el sur de Finlandia en invierno.
—Y Jaakko dio con algunos.
Tanja suspiró.
—Cuando Minz mencionó la alianza con seldámine, Senna entendió que había aprendido a anticipar el futuro con respecto al cielo y descubrió las fechas y lugares exactos donde caerían estos nudos.
—¿Cómo supo Senna de ellos?
—Los encontró en el kiimtabar. Su relación con ellos es... particular. Me confesó que los había escondido y que los usa en unos ritos que no recuerdo cómo se llaman. Dice que mantienen su alité estable y puro, mejor de lo que estaba antes de que su fuego se volviera azul.
Había seguido la línea que su amiga le sugería, pero Tanja no parecía querer poner en palabras el destino de su relato. Solo mantenía la mirada en ella, suplicante y arrepentida, como si no deseara haberla llamado para interrumpir sus minutos de paz.
Emma inclinó el torso hacia ella. Fue un movimiento mínimo, pero consiguió que Tanja la imitara.
—Imagino que uno de estos nudos caerá en un futuro cercano en Helsinki o sus alrededores, ¿estoy en lo cierto?
—Esta noche —susurró—. En Lohja. Es el último que aparece en los registros por estas fechas, el próximo es en diciembre.
Emma se puso de pie. De repente, que Senna hubiera elegido aquel momento para centrarse en Jouko se sentía como una advertencia. Sentía la urgencia de volver a su hogar.
—Iré —agregó Tanja, como si su tono en el relato no lo hubiera anticipado—. Si mi padre delató estas fechas, podría dar con quienes lo tienen. Minz dijo que buscáramos lo que él buscaría. Senna irá porque tiene un interés personal en conseguir el nudo. Decidimos llamarte porque no queremos hacer esto sin ti.
—¿Cuándo comenzamos a confiar en Minz?
La puerta se abrió con suavidad. Emma supo, por la expresión de Senna, que su intercambio con Jouko no había resultado como esperaba.
—Lo siento, no creí que iba a demorar —se excusó.
—¿Está todo en orden? —preguntó Tanja. También lo había percibido.
—Sí, es solo que necesito un favor de Jouko y él no cree poder hacerlo. Nada que tenga relación con este asunto —agregó en dirección a Tanja—. Es algo más bien personal. —Se dirigió a Emma. Su mirada cansada no tenía la alerta que había mostrado por la mañana—. ¿Ya sabes por qué te llamamos?
Emma asintió, insegura. Veía el contexto, pero seguía sin comprender del todo.
—¿Quién es Minz?
—Un nirtoati. Es una de las primeras especies de Alkaham, capaces de contener la energía. Los kimiá piensan en los nirtoati como materia prima para sus preparados porque su cuerpo puede aliviar malestares como cualquier medicina natural. El cabello nirtoati contra el paladar puede revertir una parálisis, por ejemplo. Un mechón me habría servido más que las hojas de arindo la noche de los elekiená. No conozco sobre la situación de Minz en particular, pero parecía que él y su grupo estaban aislados, lo que pudo generar que necesitaran ayuda kimiá para subsistir. Minz hizo un pacto con el enemigo en favor de los suyos y tuvo la suerte de encontrarse con un valokimiá que no deseaba agotarlo. También sé que en Alkaham los recursos nirtoati para sobrevivir son más accesibles porque la red nutría los suelos en los que vivían, y no sé cómo se organizaron luego de la red, pero intuyo que pudo tener relación con la creación de los elekienádrad.
—Espera —pidió Tanja, que oía la relación por segunda vez—. ¿Esta segunda generación se creó para sostener a la primera? ¿Es por eso que todas se corresponden con alguna más?
Senna asintió y sonrió con suficiencia. Emma casi podía comprender el alivio que sentía al hacerlas parte de su mundo y que lo aceptaran.
—Es por eso que esa noche pude enfrentarme a todos. El elekienákira me estaba dando la energía que necesitaba para redirigirla. Cuando generó calor y llamas, tomé la oportunidad.
Senna apagó la música. Se dirigió a la ventana y se detuvo a contemplar el árbol del exterior.
—Necesito tomar ese nudo antes de que termine en manos de quien tiene a Jaakko.
—¿Crees que ellos estén ahí? —Emma se dirigió a Tanja.
—Es lo que intentábamos deducir antes. Si no están, llegarán unas horas después de que caiga.
—Puede que sin mención a ningún heredero, hubieran esperado hasta mañana para buscarlo —aventuró Senna—, pero si creen que alguien sigue los pasos de Jaakko, es posible que estén pendientes para capturarlo si lograron dar con la fecha y el lugar.
Emma sintió cómo sus pulsaciones cobraban intensidad en el silencio de la habitación. Era el preludio al caos que exigía un valokimiá para estallar.
Y, en esta ocasión, ella iba a sumergirse en él para enfrentarlo.
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