9. Las conjeturas
Las conjeturas
Tenía el número de teléfono de Luca. En mi vida había imaginado que podría tener algo así y enviarle mensajes como si nada, a cualquier hora. El viernes nos texteamos hasta la madrugada, hasta que me quedé dormida con el teléfono en la cara.
Hablamos sobre un montón de cosas, sobre anécdotas que recordábamos de años anteriores, sobre las metidas de pata de Alan que yo me acordaba de niña y luego de mí. Él quería saber como lo llevaba, si me sentía bien.
Era extraño hablar con Luca de esa manera después de habernos besado como nos habíamos besado, con tanta intensidad y tensión de por medio. Por mensajes, él no coqueteaba ni hacia chistes sobre el asunto. Parecíamos simplemente amigos e igual eso me gustaba.
Cuando me levanté, mamá sonreía y me invitó con ella a comprar ropa. Le había dicho que había perdido mi chaqueta de cuero y como ella me notaba mejor, más feliz, decidió que podíamos intentar conseguir una, aunque sea de cuero ecológico, que eran más baratas. Era una excusa para pasar tiempo juntas como hacia meses.
La pasamos muy bien y aunque ella insistió en que comprara una chaqueta de color rosa viejo, preciosa, preferí quedarme con la negra de estilo roquero que iba mucho mejor con la Serena que necesitaba verse mayor en las noches. Luego, me arrastró a una sala de cine y vimos una película de Avengers incluso sin haber visto las anteriores. La disfruté y durante la función, en algunos momentos, observé sus habilidades con ojo crítico, teniendo en cuenta las mías.
Salí de allí con ganas de debatirlo con alguien y, por supuesto, Luca era mi única opción. Saqué el celular durante el regreso a casa, mientras mamá conducía y hablaba sobre lo poco que había entendido de la película, y le envié un mensaje.
Me acordé repentinamente de ella y su desagradable actuar en Gimnasia. Había estado bloqueando ese recuerdo durante esos días para centrarme en lo feliz que Luca me hacía. Arrugué la nariz y tecleé con velocidad.
Hubo un minuto de silencio en mi Whatsapp. Luca parecía no saber qué contestar. Sabía lo que él estaba pensando, que Nora no era ese tipo de persona. Y podría entenderlo, claro. Ella se veía siempre tan bonita, dulce y perfecta que nadie hubiera creído que fuese así de agresiva.
Pasó un momento más hasta que me contestó.
No volvió a contestarme por un rato largo, en tanto llegábamos a casa, y me preocupé. Me sentí incómoda por culpa de Norita y de que hubiese dicho la verdad sobre ella. Quizás a Luca le gustaba y no tenía problemas con ella.
—Pero te besa a ti —me susurré, logrando que mamá girara la cabeza para mirarme.
—¿Qué?
—Nada.
—¿Te besa? —inquirió, dándome un jaque mate directo—. ¿Quién?
—Mamáaaaaaa.... —me quejé, cuando estacionó en la puerta de casa—. Le hablaba a Caroline y lo dije en voz alta —contesté—. No hablaba de mí.
—¿Y tú no... besas a nadie?
—¡Dios! —Abrí la puerta del auto y bajé antes de que la conversación se fuese a otro lado. Mamá debía creer que yo era como todos mis compañeros de colegio creían, incluido Alan y Luca hacia dos semanas: niña bien, super buena y tímida que ni siquiera se había liado con un chico.
O tal vez no y solo quería saber.
Memetí en mi habitación lo más rápido que pude y volví a sacar el celular. Lucaacababa de contestarme.
Casi arrojo el teléfono al suelo de la emoción. Le contesté que podíamos vernos en la plaza cercana al colegio después de las doce de la noche y me contuve de enviarle más mensajes. No quería parecer extremadamente emocionada por encontrarnos de nuevo envueltos por la oscuridad, lo que daba permiso a más cosas que las que podíamos hacer en pleno día.
Saqué mi chaqueta nueva de la bolsa de compras y elegí cuidadosamente lo que me pondría. Como no necesitaba atraer a nadie para alimentarme, no de la manera que había estado haciéndolo, me puse un jean y un suéter, acorde con el frío que hacía. Encima, me coloqué la chaqueta y, después de las doce de la noche, abrí la ventana de mi cuarto y salté al jardín.
Corrí por el patio hasta las rejas negras que protegían mi casa de intrusos y brinqué por encima sin esfuerzo. Como tantas otras noches, papá y mamá ni se enteraron.
Caminé, entonces, tranquila hacia el parque. Estaba a un par de cuadras más lejos que el colegio y era consciente de que quizás nos cruzaríamos compañeros que vivían cerca y que los sábados salían de fiesta. Pero, si nos ubicábamos en un espacio con poca luz, nadie sabría que éramos nosotros.
Al llegar, me apoyé contra un árbol, refugiándome de la luminosidad del poste de luz de la plaza y esperé allí. Luca no tardó en llegar. Capté su energía antes de poder verlo a lo lejos. Caminaba resuelto y me sonrió al verme.
Cuando estuvimos a unos pocos metros, se metió las manos en los bolsillos del pantalón.
—¿Hoy sí tenías frío?
Sonreí y me encogí de hombros.
—No necesito cazar más, ¿no recuerdas? —le contesté, cruzando los brazos, con una expresión socarrona que lo hizo reír. Me saludó con un beso en la mejilla, como si nada, aunque yo hubiese querido estamparle un beso en la boca de una.
—La verdad, por como te leí hoy, pensé que estarías acalorada. Ya sabes, enojada con Nora...
Apreté los labios y negué, todavía apoyada en el árbol.
—Estoy enojada, sí. Pero tampoco puedo hacer nada. ¿Qué hay de ti? ¿Qué hiciste hoy?
—Estudie para el examen de Inglés. ¿No les va a tomar a ustedes el lunes? —preguntó, cruzándose de brazos también y apoyándose con elocuencia en el tronco, a mi lado, demasiado pegado para mi propia sanidad mental. En mi cerebro, más que el examen del inglés, estaba una única idea: "¿Por qué no nos estamos besando aún, eh?"
«Ah, sí, porque vinimos a hablar, Serena», me recordé, mientras le respondía que sí con la cabeza al chico.
—Cierto, cierto.
Luca alzó una ceja. Me miró en silencio por un par de segundos en los que me mantuve callada, sin saber porqué lo hacía.
—¿Te importa un pepino, no?
—¿Qué cosa? ¿Nora?
—No, el examen de inglés.
No me hubiese gustado de la nada mostrar tanta indiferencia por el colegio. Hacia meses que no era mi prioridad, incluso aunque me siguiera yendo mínimamente bien. No era mala en inglés, sin estudiar podría aprobar. Zafando, claro.
—Sí, la verdad es que me importa un pepino.
—¿No vas a estudiar?
—Ni me acordaba —admití.
En seguida, Luca empezó a molestarme, con era sonrisa pícara que había puesto el día en que le salvé la vida y terminamos baboseándonos hasta las cinco de la mañana.
—Serena Haider, eres una mentirosa, una fachada. Esa Serena toda buenita y nerd que muestras en el colegio no existe, pero ni por un poquito —se carcajeó, dejándome pasmada. Cuando reaccioné, puse los ojos en blanco—. No estudias, no eres nada santa...
—Hey —dije, clavándole un dedo debajo de las costillas y haciéndolo saltar—. Esa Serena si existió. Pero no es mi culpa. Además, obvio no tengo ganas de estudiar. Por primera vez en meses puedo quedarme en casa jugando a Los Sims hasta las tres de la mañana como cualquier persona normal.
Se alejó de mi dedo, todavía riendo, y negó.
—Lo que quieras, eres una farsa.
—Más te vale que sigan creyendo eso —lo amenacé, con fingida seriedad, y él rodeó el árbol para seguir alejándose de mí. Me tocó darle la vuelta, detrás, apuntándolo con un dedo—. Eh, que sé dónde vives.
Entonces, me quemé. Me ahogué, me hundí, me paré en frente de una ametralladora. Todas las metáforas que quieran usar, sirven. Luca se detuvo, se dio la vuelta y me observó con verdadera curiosidad.
—¿Cómo? ¿Sabes dónde vivo?
Me quedé muda con el dedo índice en el aire.
—Eh...
—Nunca viniste a mi casa —dijo, ladeando la cabeza. Lo afirmaba, pero intentaba recordar si se estaba equivocando o no.
—No necesito ir a tu casa para saber dónde vives —solté, tan rápido que no llegué a pensarlo bien. Apenas me di cuenta, me tapé la boca con las manos. «¡Más idiota no puedes ser, Serena!»—. Eso no sonó bien.
—¿Me acosas? —preguntó Luca, justo antes de reírse tan fuerte que toda alma en la plaza pudo haberlo escuchado.
—¡Eh! Que Alan me lo dijo.
—¿Alan? Tu no te llevas muy bien con Alan.
—No, pero lo conozco de niño —repliqué. Mientras más trataba de aclarar, oscurecía y quedaba en evidencia—. De todas formas, ese no es el quid de la cuestión. La cuestión es que, si tiras mi fachada a la basura, iré a buscarte.
Luca me sonreía como si hubiese ganado una batalla y yo no entendía en qué parte habíamos empezado a pelear como para festejar algo.
—¿Y qué harás, eh? ¿Me torturaras a besos? —inquirió, en voz más baja, inclinándose hacia mí—. Porque si es así, ya mismo le digo a Alan que todo es una mentira y que te has escapado de casa para venir a verte con un chico a la una de la mañana —añadió, sacando el celular de su bolsillo.
Bien, Luca me había salido más chantajista y bromista de lo esperado. Pero todo el juego me lo hacía con esa carita tan pícara y atractiva que simplemente no podía enojarme. Él me estaba provocando, él quería besarme tanto como yo a él y no podía molestarme eso.
Esbocé una sonrisa que esperaba se viera inteligente y negué.
—¿No? —dijo, sorprendido por no haber picado.
—Te robaré energía sin besos y ya. ¿Qué mejor que no darte lo que quieres, eh? —Y para rematarla, me acerqué y le planté un beso en la mejilla.
Luca empezó a reírse después de que siguiera de largo y fuese a buscar un banco donde sentarnos. Lo vi guardar el celular cuando puse el trasero en el banco de concreto y corrió a sentarse a mi lado.
—Touché.
—En fin, en serio, no le digas a nadie —le dije, al final. Había recuperado mi confianza al poder responderle de forma inteligente y dejarlo sin palabras. Al menos, había reparado mi metida de pata al revelar que sabía dónde vivía.
—Claro que no. ¿Te imaginas si Nora se entera? —dijo, estirando los pies y mintiéndose las manos en los bolsillos. Claro, él sí tenía frío—. ¿Qué te dijo ella exactamente?
Arrugué la nariz.
—Bueno, después de hacer un escandalo por no querer ser mi compañera, cuando me tocó hacer la vertical y ella debía sostenerme, intentó tirarme antes de que pudiera bajar por completo. Empujó mis piernas. Si no hubiese sido yo, o si se lo hubiese hecho a la vieja Serena, me hubiese tirado realmente al piso. Me molestó muchísimo. Agredir a la gente que ni siquiera te ha hecho nada es una putada.
Luca apretó los labios, pensativo.
—Yo tenía una imagen muy diferente de ella —admitió—. Parece ser simpática y divertida, además de muy... ¿delicada?
Su forma de verla me dio automáticamente rabia. Sobre todo, porque tenía razón. Nora era super femenina, super bonita, siempre peinada con esos ricitos perfectos, tan pulcra. Me crucé de brazos y no pude evitar hacer una mueca de desdén.
—Sí, lo mismo piensa la gente sobre mi —repliqué, con ironía—. Aunque yo sí que no me peino.
Negando con la cabeza, estiró una mano y me revolvió el cabello, que lo tenía suelto y obvio, hecho un desastre, como siempre. Yo era como Harry Potter, mi pelo simplemente no se acomodaba nunca.
—Bueno, evidentemente en eso es como tú —contestó—. No es lo que parece.
—Y sabe lo que soy. O al menos lo que hago —le recordé.
Entonces, ante lo que dije, apoyó los codos en sus rodillas y frunció la boca, pensando sobre ello.
—El tema es... ¿qué eres? ¿Hay un nombre para lo que eres ahora? ¿Hay alguna definición de diccionario como con los vampiros?
—Ella lo dijo en su primer día de clases. Que había un vampiro de energía. ¿No te acuerdas?
Apoyó la cara en las manos y asintió.
—Como que lo decía a propósito, ¿no? Como que vino hasta esta ciudad buscando...
—Buscándome —corregí—. De alguna manera, ella sabe que yo soy ese "vampiro" —dije, haciendo la comilla con los dedos—. Después de casi tirarme a la miércoles en Gimnasia, pasó por mi lado y me preguntó si no me preocupaba matar a todo el mundo. Cree que soy mala y peligrosa.
—Bueno, peligrosa puedes ser si te lo propones —me dijo—. Pero igual me intriga cómo es que lo sabe, de dónde lo sacó, quién le dijo todo esto. Porque... ya sabemos que lo que eres no es normal, pero, ¿quién más, aparte de ti misma y yo, obvio, podría saber algo así? ¿O habrá más gente que alguna vez se ha convertido en lo que eres? No creo que ella sea como tu, porque obvio te detesta.
Me quedé callada, porque realmente no tenía una respuesta para eso. Sin preguntarle directamente a Nora probablemente nunca lo sabría. La muerte, la única que quizás podría darme respuestas, era invisible hasta que te llegaba realmente la hora y, en mi caso, podía ser que no la viera nunca más porque ella no podía llevarme al otro mundo.
—No lo sé —suspiré, derrotada.
Pasamos un momento en silencio, hasta que él dio una palmada y se irguió.
—¡Yo lo averiguaré!
—¿Eh?
—Que yo le preguntaré. Intentaré hacerla hablar, ¡ella habla mucho! Me haré el que me interesan los vampiros y eso y no tendrá manera de relacionarlo contigo si nunca nos ve juntos en la escuela. Pero, para eso, tendremos que juntarnos luego para que te pase energía —finalizó, guiñándome un ojo.
Aunque la idea de que nos juntáramos me encantaba, me resultaba un poco incómodo meterlo en todo eso. Que Nora supiera o llegara a sospechar que él sabía algo no me gustaba, no me convencía.
—No quisiera que ella llegase a sospechar que estás metido en esto, Luca —le dije—. No sabemos quién es, si puede llegar a ser ella la peligrosa. ¿Qué tal si es algo así como una... cazadora? ¿Qué tal si lo que ella quiere es... matarme?
Luca me miró. Por un momento, sus ojos se mostraron algo preocupados. La idea de que Nora tuviese un papel mucho más fuerte en todo aquel asunto asustaba un poco.
—No puedes morir.
—Si ella descubre una manera de matarme, quedaré atrapada. Y seguro no le importara qué pase con mi alma —zanjé.
Después de pensarlo un momento, él se mojó los labios y alzó ambas manos.
—Lo haremos así. Le preguntaré algo muy por encima, intentaré llevar el tema cuando ella esté presente. Pero luego no preguntaré más en semanas. Veremos si pica. Y mientras tanto, nosotros ni hablaremos en el colegio. Nos protegeremos ambos —propuso, estirando los dedos hacia mí, como para hacer un trato—. Pero nos vemos fuera, ¿okey?
Miré su mano, no muy segura. En verdad temía por él.
—Está bien —dije, finalmente, tomándosela—. Los besos, fuera.
—Y empecemos ahora, para que durante la semana estés bien —contestó, tirando de mi hacia su boca, sin esperar un segundo más.
¡Muchas gracias por esperar los capítulos de esta historia! Espero que les esté gustando y que puedan recomendarla a todos aquellos que les guste este género.
¿Cómo van los personajes? ¿Les gustan? Hasta ahora, no he recibido muchas opiniones sobre la personalidad de Serena. A mi me parece que se notan en ella muchísimos aspectos de una adolescente que ha tenido que madurar de golpe. Es vergonzosa, pero se ha vuelto más atrevida. Es valiente para enfrentar muchísimas cosas, pero sigue temiendo a los recuerdos del día de su muerte. ¿Qué creen ustedes de ella? ¿Cómo la ven? ¿Cómo la perciben?
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