34. Invocación
Invocación
A Edén la dejaron en casa a eso de las siete de la tarde. Luca había estado desde el mediodía, donde había almorzado con mis padres y yo lo había presentado formalmente como mi novio. Había sido una comida extraña, porque mamá estaba encantada, pero papá todavía no sabía cómo manejar toda la información de la última semana. Por suerte, lo trataron bien y ambos pasamos la tarde juntos hasta que Ed llegó.
Por supuesto, tuve que poner a mis padres al tanto de lo que pensábamos hacer y aunque no les gustó, mamá le dijo a papá que lo mejor era que fueran a comer algo y al cine, para que nosotros tres estuviésemos en paz.
—¿Estás de acuerdo en seguir estas cosas raras?
—Nuestra hija no es una cosa rara —le dijo mamá, cuando salían por la puerta del jardín. Desde la cocina todavía pude escucharlos y, lejos de estar ofendida, me reí por lo bajo—. Tiene que resolver esto.
—No me gustan los fantasmas —refunfuñó papá, pero se subió al auto y se marcharon.
Enseguida, nosotros tres nos pusimos a cocinar y nos reímos un largo rato de antiguos recuerdos de la secundaria y, sobre todo, de Alan. A Edén le divirtió bastante que él nos hubiera encontrado con las manos en la masa, aunque sí era consciente de que había decidido contarle todo solo por eso.
—Me alegra que hayas salvado su vida —dijo ella, mientras comíamos, después de haberle contado exactamente cómo fue que Luca descubrió lo que yo era—, porque lo has tenido para apoyarte todo este tiempo —resumió y me sentí tranquila de que ella no estuviese enfadada por nada de lo que yo podría haber hecho mal al no confesar lo que me sucedía—. También entiendo que odies tanto a Nora, Luc.
Ante la mención de nuestra aliada no grata, Luca frunció el ceño.
—Para colmo, se cree que yo no me doy cuenta de que le gusto —masculló. Edén y yo levantamos la mirada de nuestros platos lentamente—. Me molesta gustarle.
Crucé la vista con mi amiga y guardé silencio por al menos un segundo. Sabía que a Luca no le agradaba Nora, como a cualquiera de nosotras, y que no confiaba en ella, pero no pensé que hubiese algo más y encima relacionado con los sentimientos de la muchacha.
—Bueno... —dije, antes de tomar algo de agua—. Es muy difícil no gustar de ti, cariño —añadí, estirándome para pellizcarle la mejilla—. Podríamos hacer un conteo de la cantidad de niñas en la escuela que te echan el ojo.
Logré sacarle una sonrisa y no volvimos a tocar el tema, pues Nora llegaría después de la cena y debíamos estar lo más tranquilos posible con ella. A mi ya no me ofendía para nada que a la bruja le gustara mi novio, porque ella había comprendido cuál era su lugar.
Terminamos de comer y lavamos los platos comentando cosas de la escuela y la fiesta de graduación, preparada para la próxima semana. Enseguida, Edén me hizo notar que no habíamos comprado nuestros vestidos y que, a pesar de todo el lío del asesino, debíamos hacerlo y no perder nada de nuestra vida real.
—¿Y en qué momento?
—¿Y si vamos mañana a un shopping? Él estará atado al terreno de Hochtown, no lo olvides. No podrá alcanzarnos en un centro comercial.
—Iré con ustedes —dijo Luc, metiéndose entre nosotras para dejar los últimos platos sucios—. Preferiría acompañarlas.
Edén se giró hacia él, con una sonrisa cálida.
—Luc, iremos a probar vestidos sin parar, será aburrido para ti. Además, creo que será divertido si no ves el vestido de Serena antes de la fiesta.
Luca frunció el ceño.
—Esto no es una boda, Edén —se rio y yo me tapé la cara con las manos, un poco ruborizada.
—Es cierto —dije—. Y ni siquiera me ha invitado a ir con él formalmente —agregué, girándome hacia él y dándole un beso en la mejilla.
Con eso último, él ya se olvidó de todas sus riñas con Nora y la esperamos de buen humor hasta que tocó el timbre de casa. Hasta estábamos emocionados de contactar a Cassandra y obviamente, estábamos mejor preparados para enfrentarnos a ello. Ya no entraríamos en pánico por nada. Bueno, o eso suponía.
Le abrí la puerta a Nora y ella pasó con su gran mochila a punto de explotar. Supuse que tendría su libro dentro y muchos artilugios para realizar la invocación. Por cortesía, le pregunté si había cenado. Quedaba algo de comida para ella, en cualquier caso, aunque no la hubiese invitado.
—No, gracias. Ya cené —contestó, pasando al comedor. Saludó a los chicos suavemente y evitó mirar a Luca cuando él la ignoró olímpicamente—. ¿Dónde quieren hacer la invocación?
—En el jardín de atrás —respondí, abriendo la puerta de la cocina que daba al patio.
Todos salimos y Nora empezó a dejar sus cosas en la mesa de piedra que usábamos para las comidas en el exterior en el verano. Sacó su libro, un paquete con sal, como la otra vez, y una copa de vidrio.
—Genial, ¿a qué vamos a jugar? —preguntó Edén, tomando asiento antes de que Nora terminara.
—La copa es para contener el alma del espíritu mientras dura la sesión. Después se rompe —respondió la bruja.
—Es el juego de la copa —resumió Edén, con simpleza, pero parecía que a Nora no le gustaba esa definición tan burda. Sin embargo, se quedó callada y puso su cuchillito de la noche anterior sobre la mesa también—. ¿Para qué es eso?
Con su pregunta, Norita sonrió.
—Para llenar de sangre la copa —contestó y Edén, Luc y yo hicimos una mueca. Odiábamos que hubiese sangre por todos lados, la verdad.
Nos quedamos callados y la seguimos con la mirada mientras daba todos los pasos. Puso un mantel rojo sobre la mesa, la copa encima junto con su libro y el cuchillo y luego agarró el paquete de sal, para trazar un círculo alrededor nuestro.
Una vez estuvo listo, abrió el manual y rebuscó entre varias hojas marcadas hasta encontrar la indicada. Entonces, se aclaró la garganta.
—La invocación de un espíritu por una bruja no es igual que el juego de la copa o el de la ouija. Si bien es similar la forma en la que se utilizan los objetos, es mucho más efectiva. Más aún si el alma está en el limbo, como Cassandra o cualquiera de las diez que ya están muertas —explicó—. En este momento, la sal marca el límite para un portal en este sector de la tierra, un lugar de conexión entre ambos mundos. La sal también puede funcionar para protegerse de otros seres oscuros, como demonios. En el momento en que pongamos la sangre en la copa, se afianzará la conexión y la sal nos protege de que algo externo quiera atacarnos y también evita que el alma se quede atrapada en la tierra. Atraerla desde allí bajo este método puede ser perjudicial para ambas partes, así que... ninguno debe salir del círculo durante la invocación, ¿de acuerdo?
Asentimos, un poco mirando el círculo y otro poco reflexionando sobre todos los peligros que había narrado. No sabía que me aterraba más: que un demonio nos atacara por conectar con el otro mundo, o que Cassandra se quedara atrapada como yo.
Como nadie dijo nada en respuesta, Nora acomodó la copa y tomó el cuchillo. Entonces, me lo tendió.
—Hazte un corte en el dedo y pon tu sangre dentro —me ordenó. Tomé el cuchillo ante la atenta mirada de mis amigos e hice una mueca. Había pasado ya por tantas situaciones peligrosas con cuchillos que por supuesto les tenía grima. Tomarlos no era cosa nueva, porque comía con ellos, pero estar a punto de auto infringirme daño con él era otro asunto.
Apreté los labios y me puse la punta del cuchillo en el dedo. Esperaba que bajo ningún motivo esa fuera una navaja mágica que solo con tocarme me hiciera desaparecer de la faz de la tierra. Esa repentina idea me dio ganas de soltarlo y correr a los brazos de Luca, que podría tener razón en todo.
Pero como no quería quedar como una llorona, y ya que estábamos ahí, apreté el filo contra la piel y las primeras gotas de sangre se hicieron ver. No dolió y suspiré de forma evidente, llena de alivio. Nora, que me estaba observando con las cejas arqueadas, me acercó la copa.
Puse mi pulgar dentro y lo sacudí para que toda la sangre posible llegara al fondo del vidrio y cuando me pareció que era suficiente, me lo llevé a la boca para chuparlo. Entonces, le pasé el cuchillo al Luc.
Él lo tomó con la misma actitud desconfiada y asqueada que yo, pero no dudó tanto al hacerse la herida. Enseguida, su sangre también estuvo dentro de la copa y la navaja pasó a Edén, que se mordió el labio inferior un poco asustada.
—¿Tendremos que beberlo después? —masculló. Las manos le temblaban y no lograba posicionar bien el cuchillo en su dedo gordo. No parecía capaz de hacerse la herida, por lo que Luca se inclinó hacia ella y se ofreció hacerlo él—. ¿Siempre fantaseaste con tajearnos un sábado en la noche o qué...? ¡AU! —chilló, cuando Luca finalmente le hizo el corte y la sangre empezó a brotar.
—Qué llorones que son —murmuró Nora, con los ojos en blanco. Esperó a que la sangre de mi amiga estuviese en la copa también y recuperó su cuchillo para demostrarnos lo bien que lo hacia ella. Y por supuesto, seguro usaba tanta sangre para sus conjuros que ya estaba curada de espanto. No tardó en hacerse el corte y exprimió su dedo contra el cristal como si fuese una naranja, sin ninguna expresión particular.
Luego, acomodó la copa en el centro, como antes, y llevó el dedo todavía herido a las hojas de su libro. En un momento que me incliné para ver mejor, noté que además de viejas, las hojas tenían manchas oscuras marrones. Cuando el dedo de Nora dejó rastros sobre el papel, me di cuenta de que todas esas eran manchas de sangre.
—¿Todo eso es tuyo? —pregunté, tragando saliva.
—Chist, no es momento ahora. A guardar silencio —me retó. Parecía no importarle sumar más daños a ese viejo libro—. Es hora.
Se aclaró la garganta y solamente levantó la mirada para pasar sus ojos color ámbar por cada uno de nosotros, como si estuviera comprobando nuestra disposición a realizar la invocación. Llegados a ese punto, los tres estábamos lo bastante jodidos como para poner nuestra sangre en una copa. Realmente, me alegré que mamá y papá se hubiesen marchado.
Le devolví la mirada, para que comprendiera que no había marcha atrás y ella suspiró. Puso su dedo índice sobre la hoja del libro otra vez y volvió a aclararse la garganta.
—Hermanos de bruja, tómense las manos —anunció. Con torpeza, lo hicimos. Edén se quejó un segundo cuando tomó la mano de Luc, por el dedo cortado, y ambas nos quedamos mirando a Nora sin saber qué hacer con las extremidades que nos sobraban. Ella nos hizo un gesto para que esperáramos y solo entonces se estiró para tocarnos. Así, formamos un círculo alrededor de la copa tal y como la sal lo hacia con la mesa. Entonces, recitó lo que leía de su libro sin una sola pausa—. Te invocamos, espíritu, tú que estás del otro lado, del lado donde cuida la muerte y aguarda el diablo. Ven a nosotros, camarada que alguna vez fuiste amada, que no te han olvidado ni aun estés enterrada. Te llamamos por tu nombre, Cassandra Allanore. Sírvete de esta copa y toma nuestra sangre, que te sea de alimento para volver al mundo de los vivos y así sacies tu hambre. ¡VEN, Cassandra Allanore!
Si hubiésemos tenido prendidas velas, estas se hubiesen apagado cuando una ráfaga de viento surgió en el centro de la mesa. La copa se agitó y empezó a mecerse sobre su base a medida que un zumbido extraño, como el que había escuchado la noche anterior, iba subiendo de volumen hasta convertirse en un susurro cada vez más audible. La voz de ultratumba, porque realmente así lo era, sonaba afligida y errante. Se detuvo en mi oído derecho, susurrando cosas que apenas llegué a entender y pasó luego al izquierdo. Me encogí y entonces noté que Edén y Luca estaban pasando por lo mismo, ellos también la oían.
Entonces, la voz, que parecía replicada en ecos, pareció caer dentro de la copa, que dejó de agitarse automáticamente. Nora levantó la mirada al fin de su libro y puso sus ojos en el cáliz de cristal, bastante seria.
—¿Cassandra?
—Estoy aquí —respondió la copa, logrando que mis amigos y yo nos sobresaltáramos. Pero, a pesar de la sorpresa, no nos soltamos las manos. Cassandra estaba dividida entre dos mundos y el sonido de su voz creaba extraños matices, además del eco, dentro del cristal.
—Te hemos invocado porque se nos acaba el tiempo. ¿Sabes en lo que estás implicada? —preguntó Nora.
La copa ni se movió y yo contuve el aire. Luca me apretó la mano y Edén tragó saliva.
—Sí. Doce almas serán entregadas al infierno.
Me estremecí. Cassandra lo sabía con claridad y pensé que seguro estaría asustada. Edén y yo seguíamos vivas, pero todas ellas estaban atrapadas esperando su destino sin poder hacer nada para salvarse a sí misma.
Nora carraspeó.
—¿Qué tipo de ritual es? ¿Lo sabes?
—Inmortalidad —respondió Cassandra, apenas medio segundo después—. Se cederán nuestras almas a cambio de vida eterna.
Luca me echó un vistazo cuando Nora se quedó en silencio, reflexionando. Ninguno se atrevía a preguntar nada y esperamos mientras ella bajaba la mirada a su libro. También parecía ser que Cassandra no hablaba por sí misma a menos que se le hiciera una pregunta.
—Eso es demasiado simple —contestó Nora, al fin—. ¿Tú sabes si hay más?
Inspiré profundamente y Luca volvió a apretarme la mano, dándome confianza. Cassandra, por su lado, no se hizo esperar.
—El demonio tomará su cuerpo cuando él le entregue las doce almas. Tendrá acceso al mundo de los vivos.
—Es una trampa —replicó Nora—. Lo que me temía. Le dará la inmortalidad a su cuerpo, sí, porque el demonio lo poseerá. Él no debe saberlo, ¿no es cierto?
—No lo sabe.
Su respeta me descolocó y me pareció lógica a la vez. Sin embargo, mis nervios esta vez no sirvieron para aplacarme.
—¿No lo sabe? —pregunté—. El demonio lo está engañando para entregarnos, ¿es un simple pago? ¿No un canje?
—Es una excusa —respondió Nora, en cambio, pero Cassandra había oído mi pregunta y también tenía algo que decir.
—El demonio solo quiere un alma dispuesta a entregar sangre inocente por ambición. Un alma lo suficientemente manchada como para que él pueda alojarse dentro de su cuerpo.
Luca apretó los labios apenas Cassandra se detuvo y negó con la cabeza.
—No entiendo, ¿porqué necesita un cuerpo mortal?
—Porque los demonios no pueden acceder a este mundo y causar el mismo impacto desde un nivel espiritual que desde uno terrenal. Les mencioné que el círculo nos protegía, por supuesto, pero lo hace de sus influencias desde el punto de vista espiritual. Solo los más poderosos pueden hacer un daño físico sin un cuerpo que habitar. Por esto... dudo que el asesino sepa que en realidad está entregando también su propia vida y alma —contestó Nora, haciendo una mueca de disgusto. Sus manos empezaron a sudar de golpe y me contagió toda su preocupación, porque obvio esto ya no se limitaba a un loco matando chicas. Tenía que ver con un demonio que pensaba tomar un lugar en nuestro mundo—. Cassandra, ¿dónde estás?
—En el limbo —respondió el espíritu, como si nunca hubiésemos hablado entre nosotros—. La muerte nos cuida, nos protege. Evita que nos entregue la mayor cantidad de tiempo posible.
La muerte. Estaba con ellas y eso sólo me hizo preguntarme porqué no había podido llevarme al limbo con las otras cuatro que él había matado antes. Hasta ahora, no había obtenido ninguna respuesta verdadera sobre mi condición y mi propio deceso.
—¿Ella te ha contado esto? ¿Te ha contado para qué sirven las doce almas? —le pregunté.
Esta vez, al contrario de todas antes, Cassandra se tomó un poco más para responder.
—Sí.
—¿Tú sabes lo que soy? ¿Sabes en qué me convertí? —insistí.
—Sé lo que eres.
—¿Cuál es mi prenda?
—No lo sé.
Me hubiese gustado dejarme caer contra el respaldo de una silla, desanimada por la falta de respuestas, pero el banco de piedra de mi jardín no tenía dónde apoyarme. Así que simplemente me encorvé como una oruga.
Los demás me miraron en silencio, hasta que Nora recuperó el control de la situación y me tocó repetirme que todo sería a su tiempo. Lo sabría de alguna manera u otra y no era culpa de Cassandra no saber cuál era mi prenda.
—Cassandra, dame una lista de las doce almas —pidió Nora y quise encogerme aún más. No tenía ganas de escuchar todos los nombres otra vez—. Con fechas de nacimiento.
—Evelyn Von Tulse, enero. Camila Pasos, febrero. Penélope Messina, marzo. María Angello, abril. Cassandra Allanore, mayo. Cristy Evans, junio. Teresa James, julio. Priscila Prune, agosto. Yamila Matos, septiembre. Ginnie Paine, octubre. Edén González, noviembre. Serena Haider, diciembre.
—¿Ha ofrecido ya la sangre de todas?
—Sí. Solo una no ha muerto: Edén González —respondió Cassandra, con calma. Edén hizo una mueca, pero de todas formas eso era algo que ya sabíamos.
—Pero Serena sigue aquí. Revivió —le recordó Luca, mirándome de reojo—. Ya no está muerta. Tanto ella como Edén siguen vivas.
Esperamos, mientras yo pensaba que quizás Cassandra no respondería a menos que hubiese una pregunta directa. Miré a Nora y ella apretó los labios, notando también que el espíritu se tomaba su tiempo.
Abrió la boca para responder su duda por ella, pero entonces Cassandra decidió responder, sobresaltándonos.
—La número doce eligió su destino —explicó, con un tono bastante extraño que me puso los pelos de punta. Se refería a mí y no a Edén, estaba segura, porque si bien yo había sido la quinta en morir, mi mes era el mes doce—. O la eligieron a ella.
Nora arrugó la frente y yo parpadeé, confundida.
—¿A qué te refieres?
—Serena Haider está muerta —respondió Cassandra—. Siempre lo estará. Pertenece a este mundo y la vida que toma es prestada.
Miré a Nora con el pánico grabado en el rostro. Si bien la muerte me había dicho algo parecido, nunca había aclarado que en realidad estaba muerta y que no había vuelto a la vida. Sentí mi corazón latir con más fuerza, aterrado, y me dije que eso no podía ser posible. Yo funcionaba, no estaba muerta siempre. Era solo un riesgo que aparecía cuando dejaba de alimentarme.
—Creo que ella se refiere más bien que, al ser una Daevitaen, como tu cuerpo no funciona por sí mismo, estás biológicamente muerta —contestó Nora, sin mirarme—. ¿Entiendes? Por ende, perteneces al mundo de los muertos.
—No estoy muerta ahora —le recordé, aunque entendía a qué se refería. Estaba acostumbrada a lidiar con la idea de que cada vez que me quedaba sin vida en mi cuerpo, este perecía—. Estoy aquí.
—Como cualquier Daevitaen —replicó Nora, esta vez sí desviando la mirada hacia mí—. No tiene nada de especial para los que son como ella, ¿o sí, Cassandra?
Clavé mis ojos en la copa y apreté la mano de Luca para darme fuerzas. Lo que sea que ella tuviera que decir sobre mí sí quería escucharlo, aunque destruyera poco a poco mi realidad, mi vida y cualquier posibilidad de tener un futuro normal.
—Serena Haider es la única que puede detenerlo. Es la única que puede salir del mundo de los muertos hacia el de los vivos y regresar —Hubo una pausa, en la que todos tuvimos un pequeño momento de crisis y confusión. Como si pensara que me iba a soltar, Nora me sujetó con más fuerza—. Serena... Sálvanos.
La copa se volcó sobre la mesa con un movimiento lento y grácil y el viento nos despeinó otra vez. Nos quedamos todos tomados de la mano con un nudo en el estómago que no se disipó ni un minuto después, cuando recuperamos el habla.
Me puse de pie de un salto y agarré la copa, que estaba vacía, y le supliqué a Cassandra que me dijera qué significaba eso. No había entendido nada pero su urgencia, la forma en la que me había suplicado que la ayudara, me iba a volver loca.
Nora se puso de pie también y me arrebató la copa con violencia. Entonces, ante mi mirada absorta, la estrelló contra el banco de piedra. Edén y Luca también brincaron de sus asientos, alejándose de los vidrios, pero yo no me moví ni un solo centímetro.
—¿Qué quiso decir con eso? —le urgí a la bruja, que se había vuelto a lastimar los dedos, pero esta vez con el cristal—. ¡No estaba hablando de que simplemente estoy muerta todo el tiempo! ¿Qué quiso decir con que soy la única...?
—¡No lo sé! —chilló Nora. Cuando se giró hacia mí, sacudiéndose la sangre, me di cuenta de que estaba pálida y de que le bajaban gotas de sudor por la frente. No hacia tanto calor como para estar en ese estado solo por el clima.
En vez de alejarme, di un paso hacia delante y le tendí los brazos. Me pareció que iba a derrumbarse en cualquier momento.
—¿Qué te pasa?
Nora negó con la cabeza y se sujetó de la mesa. Se envolvió rápidamente la mano herida con su mantel y aceptó que Edén apareciera por detrás para sostenerla.
—Alargué todo lo que pude la conexión. La sangre se acabo un poco antes. Mantuve a Cassandra aquí un poco más.
Sin decir nada, Luca se metió en la cocina y regresó con un vaso de agua para Nora, que seguía sudando. Esperamos un momento hasta que ella se sintió mejor y entonces la misma Edén le preguntó porqué no habíamos pactado mejor las preguntas antes de que la sangre se acabara.
—Tiene razón —afirmó Luc, mientras yo seguía parada, incapaz de calmarme—. Si nos hubieras dicho que la sangre se consumía rápido, yo me hubiera quedado callado.
Nora se terminó el vaso de agua en un segundo. Apenas unos segundos después, pareció que recuperaba el color de la cara.
—Se suponía que iba a durar, se consumió muy de golpe —explicó—. Es difícil saber cuánto va a necesitar un fantasma para hablar y... bueno, por lo general solo hablan cuando les haces una pregunta directa, una orden. No hablan por sí mismos y Cassandra lo ha hecho al menos una vez. Supongo que eso le requirió más sangre.
Edén tomó el vaso y le puso una mano en la frente a Norita, como si estuviesen muy familiarizadas. Luca y yo la miramos raro y la misma Nora dio un respingo por el gesto tan maternal, pero Ed nos ignoró a los tres.
—Creo que te vendría bien comer algo.
Se metió en la casa y Luca se sentó frente a Nora sin decir nada. Se cruzó de brazos y se quedó mirando el mantel rojo por un largo, largo rato. Solo cuando Edén volvió y obligó a Nora a morder un pedazo de pan con jamón, me senté y traté de ser paciente. Tenía mil preguntas en la cabeza que aparentemente ni ella podía responderme.
Tragando con dificultad, Norita se recuperó del todo y cerró su libro tan pronto como pudo. Hizo un gesto contrariado y luego alzó los ojos hasta mí, sabiendo lo que estaba pensando.
—No sé nada. Tenemos que ver a mi abuela. Los Daevitaen absorben energía, y así mantienen su cuerpo muerto sin pudrirse y funcionando otra vez. Pero eso no significa que puedan... ¿ir y regresar?
—¿Con eso se refería a qué...? —preguntó Luc, todavía cruzado de brazos.
Nora negó. Yo sabía que tenía alguna idea, pero que no deseaba compartirla aún. Era probable que no estuviese segura de sus pensamientos. Rechiné los dientes, pero no la culpé, aunque prefería que me dijese todo de una vez.
—Hablaba de Serena como si en realidad ella... fuera parte de los dos mundos, ¿no lo ven así? —dijo Edén, sentándose también—. Bueno, biológicamente ella está muerta, pero ahora está viva y aunque suene a trabalenguas, quizás lo que ella quería decir es que Serena siempre podría regresar.
Apoyé ambos codos en la mesa y dejé caer mi cabeza entre mis manos. No contesté a la teoría de mi amiga y preferí ahogarme en mi propia desesperación mientras ellos debatían.
—¿Te refieres a que quizás si ella se queda sin energía... podría volver a vivir? ¿Estar muerta otra vez y recuperarse de nuevo? —preguntó Luca.
—No hay Daevitaen que puedan hacer eso —insistió Nora, muy segura de sí misma. Pero cuando saqué mi cara de mis manos, noté que en sus ojos había un brillo extraño.
—¿En qué dudas?
—No lo sé —me reiteró—. Pienso que la teoría de Edén suena lógica, pero no es posible y por eso quiero hablar con mi abuela y ver qué mierda tiene que ver tu tatuaje en todo esto. Necesitamos verla, sí o sí. No podemos ignorar nada de lo que dijo.
Ver a la abuela de la friki no me hacía gracia, pero ahora en verdad deseaba conocer los secretos que estaban ligados a mí, a mi muerte y a mi tatuaje. Cassandra no había dado más que una pauta y si la abuela bruja podía ayudarme, estaba dispuesta a aceptarlo. No podía vivir en la ignorancia y en eso Nora tenía razón.
—Esta bien —acepté y Luca se giró hacia mí, violentamente, con la histeria grabada en sus gestos.
—Pero no mañana —interrumpió Edén antes de que él pudiese reprocharme algo—. Mañana vamos a ir a comprar vestidos, ¿de acuerdo? —Todos la miramos con poca gracia. A ninguno le parecía buen momento para eso, pero mi amiga se mantuvo impasible y bien firme. Arqueó las cejas en mi dirección y alzó un dedo—. Te recuerdo que quedamos en que intentaríamos mantener una normalidad dentro de todo esto. Este fin de semana ya fue demasiado de truquitos mágicos para ti —me retó—. Normalidad, Serena, la necesitas en tu vida. No puedes ir cazando asesinos y haciendo conjuros todos los días. Te pasaste la semana preocupada por mi y tienes que distraerte.
A su lado, Nora suspiró. Tomó su mochila y asintió, de pronto estando de acuerdo con Edén como si nada.
—Tiene razón. ¿Por qué no vienen a mi casa el lunes después de la escuela? Yo necesito descansar, además.
Con eso, quedó zanjada la situación. Luca no protestó, porque quizás estaba considerando que así era mejor para convencerme de que no vaya, y yo me quedé callada porque sabía que dijera lo que dijera Edén insistiría y serían tres —vaya, ahora Nora contaba— en mi contra.
Cuando la brujita se sintió realmente bien del todo, limpió los vidrios con ayuda de Edén, guardó todas sus cosas y se marchó. Enseguida, me tomé un momento para encerrarme en el baño y mojarme la cara con agua fría. Necesitaba aclarar mi cabeza, pero nada de eso funcionaba, por lo que terminé dándome una ducha helada antes de volver con mis amigos, que conversaban en voz baja. Cuando pasé al comedor, se callaron abruptamente.
—¿Qué? —les dije, un poco mohína.
Luca suspiró y se rindió antes de que me quejara.
—Solo estábamos hablando de ti.
—Sí, obvio —murmuré, sosteniéndome mejor la toalla en el pecho—. No creo que podamos hablar de otra cosa —añadí, con algo de pena.
Me metí en mi cuarto y me puse el pijama. Después, empecé a acomodar la habitación para que cupieran los colchones extra —que teníamos para las visitas y pijamadas— en el suelo de mi cuarto. Los hice pasar a ambos y después de vestirse también a solas en el baño, le cedí a Edén mi cama para que Luca y yo durmiéramos juntos en el suelo.
—Estoy agotado —dijo él, en voz alta, cuando los tres mirábamos al techo con las luces apagadas.
—Creo que podría dormir todo el verano —respondió Ed.
Yo me guardé mis ideas un poco más. No iba a pegar un ojo en toda la noche. Traté de suspirar lo más sutilmente posible, pero aún así Luca me escuchó. Se giró hacia mí y me abrazó. Puso sus labios en mi oído y me susurró que ellos, especialmente él, siempre estarían conmigo.
Tuve ganas de llorar, pero detuve las lágrimas antes de que se me escaparan de los ojos. Se hice una bolita contra su pecho y ahogué mi respiración en su cuello. Aunque no pudiera dormir, su abrigo me sería suficiente como para pasar las horas que quedaban hasta la mañana cuerda.
¡Espero que este capítulo también les haya gustado! Me alegra mucho recibir sus comentarios así que por favor, no paren de dejarlos. Saber lo que opinan es muy importante para mi. ¡Tampoco dejen de recomendar la historia a todos los que puedan! Me ayudarían mucho.
Votamos la escena de hoy?
-Los chicos hacen la invocación (A)
-Serena y Luca se abrazan en la cama (B)
Yyyy, las preguntas del día:
¿Qué les han parecido estas revelaciones? ¿Creen que lo que dice Cassandra tiene sentido? ¿Podría la abuela de Nora saber mas del tatuaje de Serena? ¿Porqué creen ustedes que la muerte la eligió a ella y no a alguna de las otras chicas que han muerto por el ritual?
Los escucho!
Y de paso les dejo un momazo xD
No olviden seguirme en instagram para ver las escenad elegidas de los capítulos anteriores ♡ @anns_yn
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