33. Amarres
Amarres
Nos reunimos en el descampado de Hochtown y aunque siempre que estaba ahí me sentía extraña y algo alterada por los recuerdos, me mantuve tranquila y decidida mientras guiaba a Nora y a Luca por el camino que ya había empleado varias veces para acceder a la zona de mi asesinato y luego a la de Cassandra.
Primero, inspeccionamos la de ella, porque Nora quería hacer un contacto y decía que, si tenía algo de la persona a la que se intentaba localizar, sería más sencillo. Pero como aquello había sido ya rastrillado por la investigación policial, de Cassandra no quedaba nada. Era más, todos coincidíamos que incluso deberían haberse llevado mi bota de allí en las pericias.
—Quizás pensaron que era de algún vagabundo que se la olvido —dijo Nora, cuando regresamos sobre nuestros pasos y nos detuvimos alrededor de mi bota—. ¿Fue aquí entonces?
—Sí —dije, fingiendo indiferencia.
Luca, que observaba a Nora con crítica y desconfianza, se acercó más a mí. Ya me había expresado sus teorías sobre porqué Nora podría querer atraerme a mi lugar de muerte para deshacerse de mí, pero yo ya estaba segura de que no tenía intenciones de matarme, al menos hasta que terminásemos con eso.
—¿Puedo? —preguntó ella, señalando el calzado—. Quiero ver si puedo percibir algo.
Asentí y esperé mientras Nora se agachaba y ponía los dedos sobre mi vieja bota olvidada y sucia después de tanto tiempo en el descampado. Estuvo unos cuantos segundos haciendo contacto, pero luego sacudió la cabeza, resopló y se estremeció.
Luca y yo seguimos callados cuando ella empezó a ponerse de pie con una expresión de disgusto muy visible.
—Mmm... sí, está cargada —musitó y volvió a resoplar para sacudirse de las sensaciones que desprendía mi bota—. Muy. Es fuertísimo para llevar tanto tiempo aquí. Siempre las pertenencias de los asesinados tienen mucha energía acumulada, pero esta bota... No pude seguir.
—Para que veas lo que sufrió Serena —dijo Luca, con frialdad y con los brazos cruzados. Nora levantó tímidamente la mirada hacia él.
—Lo sé —contestó, con algo de pena en la voz y no supe si era porque intentaba siempre redimirse con mi novio o porque de verdad sí entendía lo que había pasado y sentía algo de pena por haberme juzgado tan a la ligera. Tampoco iba a preguntárselo directamente—. Entonces... ¿trajiste tu camiseta?
—Sí.
Saqué de mi mochila mi camisa rota y llena de sangre seca y marrón. Nunca la había lavado porque no consideré que valiera la pena. Y tirarla... mamá la hubiese encontrado. Hasta ahora, esconderla había sido la mejor opción y no hubiera pensado que podría tener algún uso. Se la tendí a Nora y ella la tomó después de vacilar un momento.
—Oye... —dijo, sin mirarme. Mantuvo sus ojos sobre la camisa rota, un registro más fuerte de lo que me había pasado—. En verdad siento mucho que hayas tenido que vivir esto.
—No lo parece nunca —gruñó Luca, pero se calló cuando yo hice un extraño sonido con la garganta.
Nora levantó la mirada y me pareció que tenía los ojos llorosos y que intentaba no flaquear ante nosotros.
—¡Hablo en serio! Ustedes creen que no soy empática con ella solo porque me tomo mi trabajo a pecho. Lo siento, Serena, pero eres una amenaza y que aún tengas conciencia no cambia lo que eres —me repitió, como la otra vez en la terraza cuando salvó a Edén—. De verdad no le deseo a nadie lo que tu has vivido y tampoco me alegra que hayas pasado por esto. Pero tenía que matarte...
Luca chistó.
—No hace falta que digas más nada, yo no te creo.
Por primera vez en todo ese tiempo, con Luca siento totalmente antipático con ella, Nora frunció el ceño y le contestó de mal modo.
—No eres tú quien tiene que creerme —retrucó y logró que Luc se mantuviera en silencio.
Yo, por mi parte, no sabía qué pensar y decidí quedarme callada un poco más hasta que Nora me miró, esperando una respuesta de mi parte.
—Es muy difícil para mí confiar en ti todavía. Luca no tiene la culpa de no creerte después de que me dispararas con ganas de matarme —respondí, con sinceridad y calma—. Y aún así agradezco que hayas salvado a Edén y nos estés ayudando, aunque sea por tus propias razones.
Nora sacudió la cabeza y suspiró.
—No tienes porqué confiar en mi porque, después de todo, yo tampoco puedo confiar en ti a futuro —resumió, con algo de pena.
Con eso terminó la conversación y sacó su enorme libro de la mochila. Lo abrió de nuevo en la hoja marcada y lo apoyó en el suelo de tierra con cuidado, murmurando sobre lo perfecto que sería hacer eso justamente allí, donde había tanta energía residual, tanta muerte y sangre impregnada en el suelo.
Sonaba macabro, pero a mi también me gustaba que él volviera a ese sitio y recordara cómo me mató y cómo al final pude escapar. Torturarlo mentalmente me parecía perfecto.
Nos quedamos parados mientras ella releía el hechizo, para asegurarse de que todo estaba bien, y sacaba otras cosas de su mochila, como una vela, un puñado de sal en una bolsita de plástico y un pequeñísimo cuchillo antiguo.
—¿Para qué es eso? —preguntó Luca, cuando di un paso atrás automáticamente. Él se puso delante de mi y Nora nos miró, poniendo los ojos en blanco.
—No voy a matarla, Luca. El cuchillo es para mí. La sangre de la bruja que hace el conjuro es requerida en múltiples hechizos.
A pesar de eso, no nos relajamos. Ella se puso de pie y empezó a dar vueltas alrededor de la escena del crimen, calculando una distancia con las manos y utilizando una ramita que encontró por allí para trazar un circulo. Luego, volvió al centro, al libro, y puso mi camiseta sobre la hoja.
—Luca, tienes que salir del círculo —le avisó—. Serena puede quedarse porque me gustaría que sea ella la que entierre su camiseta dentro de él. Y no —añadió, levantando la mirada de nuevo—. Te juro que no voy a hacerle daño porque ni muerta permitiría que este loco entregue doce almas al infierno, incluso la de ella —nos recordó.
Luca inspiró profundamente y se alejó unos dos metros, pasando por encima de la línea que Nora había trazado en la tierra, entre los pastos crecidos. Por las dudas, me mantuve alerta. Entonces, ella sacó de su mochila una pequeña pala de jardín y me la tendió.
—Si estás de acuerdo en hacerlo tú...
—Creo que sería lo correcto —contesté, tomando la pala y empezando a cavar en donde me parecía que había quedado mi cuerpo cuando me asesinó. Allí debía haber mucha de mi sangre aún, en las entrañas de la tierra y Nora tenía razón al respecto, eso me correspondía.
Una vez estuvo listo el pozo, con Luca rondando por el exterior del círculo, Nora tomó mi camisa y el pequeño pañuelo con la sangre de mi asesino y ató ambos con firmeza. Luego, sostuvo el paquete de telas con ambas manos y empezó a recitar lo que estaba escrito en su libro.
—Acércate, alma sin fortuna, que has caído en mis ataduras. Atráete y recuéstate sobre esta tierra marcada, que será tu tumba tanto como tu mente alienada. Pobre alma sin fortuna, despierta en ti una obsesión pura. Pobre curiosidad del destino, que te has visto atrapado sin tener opción en el camino. Tómate de esta vestidura, porque no hay forma de que puedas escapar de mi tortura.
El hechizo parecía algo bastante fatídico, pero imagine que, si sentenciabas a alguien a acercarse sin opción a un lugar, pues el mismo podría terminar sentenciándose a perecer incluso allí. En nuestro caso, servía y bastante, por lo que observé, callada y atenta, como Nora dejaba el atado brevemente sobre las hojas, tomaba el cuchillo y se hacia un pequeño tajo en el dorso de la mano. Apretó la herida hasta que varios hilos de sangre bajaron a la tela unida.
Luego, empezó a murmurar, pero yo podía oírlo bastante bien. Repitió dos veces más el mismo discurso, con los ojos cerrado, sabiéndoselo de memoria y prendió la vela. Dejó caer una gota de cera sobre el atado, como con la sangre y, al contrario de la última vez que la había visto hacer magia, con brillitos y luces, nada más pasó. Nora abrió los ojos y me tendió el atado con serenidad.
—Entiérralo —me ordenó, tendiéndome también el puñado de sal.
Mientras me preguntaba si eso era todo, me di cuenta de un extraño zumbido en el ambiente, algo que se oía muy por lo bajo y lejano. Levanté apenas la mirada hacia Luca, que seguía vigilándome atentamente, pero no podía preguntarle si él también lo oía o yo estaba siendo paranoica.
Puse el atado de tela con la sangre de mi asesino y con la mía en el pequeño pozo. Le eché la sal encima, preguntándome qué efecto tendría eso en el hechizo. Luego, usé las manos para taparlo con firmeza y presionar la tierra mientras, el insistente sonido se convertía en algo parecido a un susurro. En aquel momento, el zumbido se detuvo y el silencio en el descampado de Hochtown de pronto me alarmó. Era antinatural, incluso había dejado de escuchar la respiración de Luc fuera de círculo.
Cuando le di la última palmada a la tierra, apretando los labios y sintiéndome muy incómoda por lo que mis sentidos me dictaban, hubo una ráfaga de viento que agitó todo lo que estuviera dentro del trazado de Nora y apagó la vela que ella sostenía todavía. Luca se echó hacia atrás, sorprendido de que solo los pastos que estuviesen en la tierra hechizada se agitaran.
Entonces, Nora se anudó un trocito de tela limpia en su mano cortada, cerró el libro y empezó a guardar las cosas. Mientras tanto, yo me quedé ahí, sintiéndome rara e incómoda por lo que había escuchado.
—¿Qué fue eso? —le dije.
—¿Qué cosa? —preguntó Nora, mientras metía el librote en la mochila—. Ya terminamos, Luca —añadió, avisándole.
—El... zumbido. Parecía una voz.
Nora parpadeó, un poco confundida.
—No entiendo.
—Escuché algo mientras lo enterraba, no sé qué era.
Ella frunció el ceño.
—Pues no lo sé. Hay hechizos en dónde si se escuchan susurros ancestrales, pero no es algo que tenga que ver con este en particular y menos contigo. Antes de ser una Daevitaen, eres mortal, simple humana. Esas son cosas que escuchan las brujas.
Me puse de pie y me sacudí la tela, también con la frente arrugada. Seguía sintiéndome incómoda, a pesar de que enterrar ese atado me había dado algo más de poder sobre mi asesino.
—Pues yo lo oí —insistí.
—¿No será la ansiedad? —dijo Luca, acercándose—. Yo pensaba que en cualquier momento pasaría algo sonoro y capaz que te traicionó el cerebro.
Negué, pero me pareció que no tenía sentido discutir eso. Nora hizo como si nada, se puso de pie y declaró que ya habíamos terminado y que solo restaba esperar.
—Mañana sábado me gustaría invocar a Cassandra —nos dijo—. Sería bueno que Edén viniera. ¿Pueden?
Respondí sin dudar y Luca también asintió.
—Hagámoslo en mi casa —propuse—. Así Edén puede decirle a sus padres que solo viene a tener una noche de chicas conmigo.
Nora asintió, conforme.
—Lo único que necesitamos, antes de seguir, es saber qué clase de ritual está haciendo. Todo lo que Cassandra pueda decirnos es de vital importancia y está claro que ella sí lo sabe o no te hubiese dado esa lista. Si sabemos qué ritual es, podré averiguar cómo anularlo.
—¿Eso está en el libro? —dijo Luc, señalando su mochila. Ella negó rápidamente.
—No, esas son cosas complejas que no están al alcance de cualquier brujo. Es como Harry Potter y la sección prohibida —razonó—. No es que sea material prohibido, solo que es material especial. Mi abuela es la que podrá sernos más clara al respecto. Y... además... —Se giró hacia mí—. Serena, me gustaría que la conocieras.
Antes de que pudiera decir ni sí ni no, mientras lo primero que me imaginaba era una versión anciana de Nora que agitaría un libro semejante a modo biblia y me llamaría monstruo sin dudarlo, Luca hizo expresa en voz alta la ironía de todo eso.
—Sí, claro, para que también quiera matarla ella.
—No —contestó Nora, con impaciencia—. Es que quiero que vea tu tatuaje. Ya les dije que no hay Daevitaen con tatuajes relacionados a su muerte. Quiero saber qué es.
No le dije ni que sí ni que no. Pensaba ir por pasos medidos con ella aún y por lo pronto, lo único definitivo era la invocación de Cassandra para el día siguiente. Apenas le contesté sobre el tema y Nora captó la indirecta.
Nos acompañó fuera del descampado y antes de que nos despidiéramos, se me ocurrió preguntarle si iba a estar bien marchándose sola. Luca lo hubiese preguntado también si se hubiese tratado de otra persona, pero como estaba tan ardido con Norita, ni abrió la boca. Por suerte, no hizo nada cuando yo sí sugerí acompañarla.
—Soy una bruja, siempre tengo un hechizo protector alrededor de mí —respondió ella, con una media sonrisa—. Nos vemos mañana.
Cuando se dio la vuelta y se marchó, Nora no me pareció ni tan desagradable ni tan perra como me había parecido meses atrás. A veces, hasta resultaba un poco interesante hablar con ella y tampoco era tan agresiva. ¡Incluso nos estábamos llevando bien!
Esperamos a que doblara la esquina por la enorme fábrica y desapareciera para ponernos en camino. Me giré hacia Luc, contenta de tener el resto de la noche libre, porque necesitaba un buen de energía, pero borré mi sonrisa cuando noté que seguía ofuscado.
—¿Qué?
—¿No pensarás ir en serio a ver a la abuela de la loca, o sí? —me dijo.
Apreté los labios y negué. No estaba para nada segura y antes de que no me sintiera más cómoda con el asunto, claro que no iría.
—Descuida —le respondí, tomándole la mano y obligándolo a descruzarse de brazos—. Estaría tan loca como ella si decidiera ir así sin más.
Con lo dicho, Luca se relajó de un golpe y aceptó caminar conmigo de forma casual por unos metros. Los dos nos quedamos en silencio, pensando sobre lo que había pasado en el descampado y todas las cosas que desconocíamos del mundo por ser simples mortales. Bueno, en mi caso, hasta hacia unos meses.
—¿Crees que funcionará?
—No sé... Estoy segura de que escuché algo. Y Nora sí puede hacer magia, lo vi. Aunque esto no fue tan espectacular como lo que hizo para salvar a Edén.
Luca siguió caminando, analizando mi repuesta y después de unos cuántos pasos, suspiró, derrotado.
—¿Soy muy agresivo con ella?
—La verdad, sí —dije, pero con una risa. Ahora más que enojado parecía sentir culpa. Lo miré con ternura por sus reales sentimientos, tan verdaderos como su enojo con Nora, y me estiré para besarle la mejilla—. Pero te entiendo.
—Lo que yo sí no entiendo —empezó, girando la cara hacia mi antes de que me alejara. Sus labios rozaron casualmente los míos—, es como tu la soportas tanto de golpe.
Le di un corto beso en la boca antes de retirarme hacia atrás, también reflexionando sobre eso.
—No lo sé, supongo que estoy cansada de pelear con ella. Está ayudando.
Luc hizo una mueca, como si no supiera si estar de acuerdo o no con eso. A pesar de la culpa que sentía por ser tan desagradable con Nora cuando ella estaba actuando un poco más amable, estaba segura de que él no descartaba ninguna de sus teorías conspirativas por parte de la bruja.
—¿Quién nos asegura que una vez que resuelva el temita del ritual, evite que tu alma esté comprometida, no te asesine igual porque ya podría hacerlo sin dramas, eh?
Suspiré. Tenía razón, pero cada vez que pensaba sobre eso, volvía una y otra vez a la misma respuesta.
—No tenemos otra opción, ¿o sí?
Él también suspiró.
—No lo sé. Solo quiero que estés a salvo —añadió, rodeándome con un brazo y plantándome un dulce beso en la frente. Sonreí, muy satisfecha con su amor, con todo él. Si no estuviera acompañándome siempre, siendo me sostén y mi confidente, no hubiera podido llegar hasta allí—. Te quiero —añadió y yo le rodeé la cintura para mantenerlo cerca de mí, percibir su calor y su pecho contra el mío con toda la intensidad posible.
—Te amo —le respondí, sin pensarlo, sin dudarlo y sin sentirme nerviosa al respecto. Porque era la verdad y después de toda esa noche sin opciones de nada, pensé que, estando dispuesta a todo con él, lo estaba también a decirle de verdad lo que sentía.
Luc me abrazó con más fuerza y buscó mis labios con un fuego que de pronto me dejó muda. Fue cortó, fuerte, sensual y me aturdió de varias maneras posibles. Cuando me soltó, trastabillé y otra vez, como días atrás, me pregunté dónde estaba mi maldito equilibrio cuando se trataba de él.
—Yo también te amo —me dijo, con una fiereza en los ojos que me hizo desear quitarle la ropa.
No perdí el tiempo y le eché una sonrisa tentadora, mientras llevaba mis manos a su nuca.
—Tenemos el resto de la noche libre —le recordé—. Papá y mamá me hicieron jurar que volvería antes del amanecer de hacer mis cosas raras, pero... aún son como las tres de la mañana, ¿no? Hicimos las cosas raras, ahora podemos hacer las cosas lindas.
Me devolvió su sonrisa pícara y sensual, que hacia en verdad mucho tiempo que no la veía, y me contuve de comerle la boca contra la pared de la fábrica. Me tuve que recordar que metros más allá me habían asesinado y que no era un lindo lugar para andar besuqueándose. Quizás, era que en realidad algo en mí ya no estaba sintiéndose tan atado a ese sitio ni a mi asesino.
—¿Vamos a mi casa? —propuso.
—¿Saltando por los techos para llegar más rápido? —agregué, logrando que se riera de mi y que el juego perdiera un poco toda su sensualidad.
—Por favor —añadió, estirando los brazos para que lo sujetara como un bebé. Me reí también y no tardé mucho en alzarlo y pegar un brinco que me llevó directo al techo de la fábrica. Ni siquiera miré atrás como lo había hecho otras veces y el descampado quedó en el olvido tanto como puse distancia entre él y yo.
Sí, definitivamente, ahora había cosas más importantes en mi vida, como salvarme a mí, a mi amiga, recuperar la relación con mis padres y disfrutar de mi novio. Ya no era todo negro y doloroso, ahora había otras motivaciones y porqué no admitir que el sexo era una de ellas.
Llegamos a la casa de Luc unos diez minutos después y apenas pasamos por su ventana, ya estábamos besándonos.
Como siempre, les dejo las preguntas del día ♡
¿Qué les ha parecido el hechizo de Nora? ¿Les gusta la idea de que el asesino se vea obligado a regresar al descampado?
Con respecto a Luca, veo a mucha gente pensando que el rencor hacia Nora tiene que ver con su "maldad". ¿No se han puesto a pensar que Luca ya perdió a una mujer que amaba y proyecta esa pérdida en Serena? ¿Que para él, perder a Serena sería un golpe durísimo?
Y por último, ¿qué les pareció el delicioso? XD
Gracias a todos por leer esta historia ♡ No olviden recomendarla a sus amigas y conocidos! Me ayudarían mucho con eso!
Nos vemos el lunes!
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