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31. El encuentro

El encuentro

Lo miré absorta, maravillada, porque mi sueño de la adolescencia se había cumplido de la manera más loca y dulce posible; porque, a pesar de todo lo que nos había llevado a estar juntos, Luca se había convertido para mi en algo mucho más que solo "el chico que me gustaba". Era mi compañero, mi mejor amigo, mi apoyo. Se desarrolló algo entre nosotros en todo ese tiempo que nunca creí que encontraría, ni siquiera había podido imaginarlo.

Creo que pasé alrededor de un minuto entero admirándolo entre emocionada, feliz y de pronto muy, muy nerviosa, porque me tocaba responder y sabía que estaba a punto de tartamudear, chillar como una histérica o desmayarme. Las opciones eran múltiples.

Sin embargo, a pesar de todas mis conjeturas, empecé a boquear. No salió ni un solo sonido de mi boca y la expresión de Luca comenzó a decaer y me entró el pánico no por no poder decir lo que sentía, si no porque él creyera que lo estaba rechazando.

—Perdón —me dijo, entonces, y pegué un brinco.

—¡No, no! —logré decir, aferrándolo de la ropa antes de que se alejara.

—Estoy siendo zarpado, ¿no?

—¿Eh? —solté, abriendo los ojos como platos—. ¡Nooo!

—Es que... —Luca se pasó una mano por la nuca, y a pesar de que lo estaba reteniendo con fuerza, se alejó un poco de mí—. Es que no quería pasar más tiempo sin decirte lo que siento por ti.

—Te equivocas —repliqué y en seguida me arrepentí. Su cara se transformó otra vez y pude leer el desconcierto, la decepción y el dolor en sus ojos. Negué rápidamente y volví a sujetarlo—. ¡No te estoy rechazando, por Dios! —grité, antes de que todo terminara horrible.

Luca no se movió, yo no me moví y deseé darme la cabeza contra la pared como mil veces antes quise hacerlo. Pero, en cambio, para hacerme reaccionar, me di una leve chaqueteada, ante su expresión pasmada, y traté de reordenar mis ideas.

—Luca —empecé, cerrando los ojos para no distraerme con nada y no arruinarla de vuelta—. Esto es difícil para mí, pero por favor no creas que no te quiero —murmuré. Rechiné los dientes, un segundo después porque volví a darme cuenta de que no estaba lográndolo para nada. Tomé aire, abrí los ojos y apreté los labios. Era ahora o nunca—. Estoy muy, muy enamorada de ti desde hace años y me estaría dando un ataque de pánico confesártelo —solté.

Él me observó durante varios segundos con esa misma cara de "no entiendo qué está pasando, aiuda", hasta que sí entendió de que le estaba hablando y una gran sonrisa ocupó su rostro.

—¿Hablas en serio? —dijo, mirándome con un triunfo tatuado en la mirada que me hizo encogerme de vergüenza. Sí, no solo le había dicho que ahora lo quería. Si no que llevaba AÑOS queriéndolo. ¿Se podía ser más patética?

Bajé la cabeza y me negué a mirarlo. Quizás todavía podía decirle que lo último no era cierto y salvar mi dignidad, pero me pareció que ya estaba bien de cagarla por hoy.

Pasó un poco más hasta que él me puso una mano en los hombros y otra bajo el mentón, para obligarme a levantar el rostro hacia él. Volví a apretar los labios y evité verlo a los ojos porque creí que no tendría la fuerza para admitirlo de nuevo o confirmárselo si me preguntaba. Y sabía que él iba a preguntármelo otra vez ya que nunca le había respondido, en primer lugar.

—Serena —dijo, ensanchando la sonrisa—. ¿Quieres ser mi novia?

Me atraganté, porque, más allá de que él confesándose frente a mi había sido mi sueño por largo, largo tiempo, el que directamente me estuviese pidiendo que saliera con él era como el sueño de todos los sueños más fantásticos que pude haber tenido en mi vida.

Sonreí por inercia y antes de que me diera cuenta, estaba diciendo que sí con la cabeza, enérgica y muy decidida. En seguida, Luca me miró con una ternura inusitada que me volvió de gelatina otra vez, más que todos sus besos y caricias atrevidas en el pasado. El cariño que me tenía iba más allá de la atracción física, del deseo que compartíamos día a día. Lo que nos unía era más que eso y era reciproco para ambos. Me quería igual que yo lo quería a él.

Se inclinó para besarme y lo hizo tan suave y dulce que se me escapó un gemido. No tardé en rodearle el cuello con los brazos y él me sujetó de la cintura para alzarme un poco en el aire. Fue un momento tan romántico como en las películas; pero más que eso, fue tan real que me hizo doler el corazón de emoción.

Podrían decirme cualquier cosa sobre ser joven e ingenua, sobre el amor y sobre aquello que de adolescentes juramos que es para toda la vida. Para mí, en ese momento y estaba segura de que después de todo lo que habíamos pasado juntos, Luca sí era el amor de mi vida y estaba decidida a luchar con uñas y dientes por él, para que durara para siempre.

Fuimos a la casa de Edén tomados de la mano, risueños y bastante desapegados de la realidad que se nos venía encima hasta que vimos la cara de Nora, que estaba sentada a los pies de la escalera de entrada de la casa de mi amiga. Nos observó con tanta molestia que los dos nos acordamos de que en realidad teníamos una lista de muertas, con algunas fechas de nacimiento, en la mochila.

—¿Encontraron algo que sirva? —nos dijo, apenas llegamos a su lado.

—No mucho —repliqué, sin soltar la mano de Luca, y los ojos de Nora se clavaron en nuestros dedos unidos—. De muchas de las chicas no hay información siquiera de dónde está su cuerpo. De las que logramos anotar, sí puedo decirte que ninguna repite mes de nacimiento.

Nora se puso de pie y Luca me agarró más fuerte la mano. Él tenía una muy buena teoría sobre sus posibles intenciones y yo también pensaba que podía ser cierto. Aún así, lo mejor era seguirle el juego para mantener a Edén a salvo.

—Bien —dijo ella, estirando la mano para recibir las notas.

La saqué de mi mochila y se la entregué sin mediar palabra. Esperamos un poco, mientras ella la ojeaba, hasta que Edén abrió la puerta al notar que ya estábamos allí.

—¿Ahora sí quieres pasar, Nora? —le dijo, con una sonrisa socarrona que Norita ignoró—. Porque mi mamá se fue a acostar y me preguntó como cinco mil veces porque mi amiga se queda sentada en la puerta de casa en vez de pasar a merendar. No la vas a dejar dormir en paz.

Nora bufó y se giró hacia ella.

—Te dije que tenía que vigilar. Puse varios hechizos alrededor de tu casa y cuatro más en las esquinas de la cuadra. No podrá acercarse directamente, pero sí sales de este perímetro —explicó—, sí podrá acceder a ti. Si es como yo, se dará cuenta pronto. Si no, probablemente nunca se pueda explicar cómo es que no puede acercarse tanto.

—Vamos adentro —propuso Luca, mirando a su alrededor, y tiró de mi mano hacia las escaleras. Seguro pensaba que allí dentro, con la mamá de Edén en la casa, Nora no haría nada.

Sin embargo, Nora siguió parloteando sobre las posibilidades, todos los hechizos que puso y qué debíamos hacer a continuación, mientras nosotros tres la mirábamos impasibles. Entonces, ella se frenó y nos preguntó si entendíamos de qué hablaba una vez nos sentamos en la mesa del comedor. Fue Luca el que hizo una mueca de desagrado, como si no quisiera hablar directamente con ella, por lo que me apresuré a recordarla a la friki que su teoría por ahora no era más que una teoría.

—Puede ser un asesino cualquiera, no uso que hace rituales —insistí, a lo que Nora puso los ojos en blanco con impaciencia.

—Bien, supongamos que me equivoco y simplemente mata porque es un psicópata y no tiene ningún otro fin. Aún así, ¿qué van a hacer, eh?

—Cazarlo —respondí, con simpleza—. De algún modo, voy a hacerlo.

—¿Como lo hiciste con Penélope? —retrucó Nora, dándome en la llaga.

Estreché los ojos y me contuve de darle una patada por debajo de la mesa. Podría partirle una pierna sin muchas dificultades y mejor era no provocarla.

—Eres una cínica —siseó Luca, a lo que ella se encogió de hombros.

—Estoy siendo realista. Hasta ahora no ha podido atraparlo, Luca —respondió Nora—. Necesitamos un plan.

—¿La diferencia sería que tendríamos a una bruja como ayuda? —intervino Edén que nos había estado observando en silencio.

—Sí, y que tenemos a una victima todavía con vida. Él vendrá primero por ti —Nora señaló a Edén y estiró nuevamente mi lista sobre la mesa—. A ver. Tenemos información de Evelyn Von Tulse, nacida en enero de 2001. Desapareció en 2016 y asesinada ese mismo año. Priscila Prune, nacida en agosto de 2002; desaparecida y asesinada en 2016 también. Serena Haider —Se frenó y me miró, antes de continuar—, nacida en diciembre del 2000; asesinada en marzo de 2018. María Angello, nacida en abril del 2000; actualmente desaparecida, presuntamente muerta este año. Penélope Messina, nacida en marzo del 2003; desaparecida en noviembre. Edén González, nacida en noviembre del 2000; viva, por suerte.

La miramos en silencio, hasta que Edén estiró la mano para recuperar la hoja y observarla durante un momento con varias cavilaciones. Luca volvió a apretarme la mano, pero se mantuvo callado, porque quizás ya sabía lo que mi amiga estaba pensando, al igual que Nora.

—Soy la carnada —dijo, devolviéndole el papel.

—En un ambiente y tiempo controlado, sí —afirmó Nora, casi que con algo de pena—. Tiene que poder acercarse a ti cuando nosotras podamos detenerlo.

Alcé una mano.

—En ese caso —reflexioné—. Si él ya tiene la sangre de Edén, puede intentar matarla con una pistola, le daría mucho más margen para todo. No me parece bastante seguro.

—Podría, pero lo hará si está muy desesperado, por eso no debemos dejar que pase demasiado tiempo. Él querrá mantener el ritual puro, con un cuchillo, como corresponde. Pero si se acerca el solsticio y no está muerta, lo hará a como dé lugar.

Fue entonces cuando Luca chistó. Estiró la silla hacia atrás, se cruzó de brazos, soltándome al fin y miró a Nora con molestia.

—Solsticio, bla, bla, bla. ¿Por qué no te inventas otra cosa?

Nora lo miró bastante pasmada. Quizás no tanto por su tono de voz y actitud, sino porque hasta ahora, ninguno de nosotros había siquiera propuesto la idea de que ella mintiera. Tartamudeó, porque al fin y al cabo Luca le gustaba y que le hablara así le molestaba, hasta que pudo decir algo coherente.

—No estoy inventando —murmuró—. Digo la verdad.

—Ahora sabes que puedes matar a Serena con un cuchillo. ¿Qué mejor manera de acercarte a ella?

Apreté los labios y me guardé las palabras. Creí que íbamos a mantener la calma, pero nop. Luca tenía tanto rechazo por ella que se estaba yendo de boca.

—No puedo matar a Serena, Luca —replicó Nora, con un siseo—. Si lo hago, él solo tendrá que matar a Edén para cerrar el maldito ritual y podríamos estar bien jodidos.

—No te creo nada —insistió él—. Si no fuera por la vida de Edén, ya mismo te hubiese sacado de aquí.

Pensé que lo mejor era calmarlo, pero como Nora no estaba alterada, si no más bien dolida, como cada vez que él le hablaba y le decía algo duro, permanecí en silencio y dejé que siguiera diciéndole cosas. Durante un momento, esa fue una especie de venganza indirecta, porque él le estaba haciendo sentir, aunque sea, una parte de lo que yo sentí cada vez que puso a alguien en mi contra.

—Oigan —Edén, que parecía bastante paciente con todo, se puso de pie—. Yo entiendo cómo te sientes, Luc. De verdad, esta loca ha hecho de todo para joderle la vida a Serena y si en verdad quiso matarla, pues la golpearé un poco. Pero salvó mi vida y pudo haber matado a Serena la noche del sábado, estuvieron solas un montón de tiempo.

—No tenía un cuchillo en ese momento —replicó Luca, todavía serio y decidido, echándole un vistazo hastiado a la bruja. Nora parecía querer que la tragara la tierra cada vez que sus ojos se cruzaban—. Puede tenerlo ahora. ¿No le revisaste su mochila?

Edén frunció levemente el ceño.

—Tienes razón —dijo, girándose hacia Nora con la petición grabada en la cara.

Negué con la cabeza, justo antes de suspirar.

—No tiene sentido, chicos. Ahí está la cocina, está llena de cuchillos y Nora es una bruja. Revisar su mochila no servirá.

—¡No llevo cuchillos a la escuela! —gruñó ella, pero aún así le tendió la mochila a Edén—. Y en serio no puedo matar a Serena. Si ella no fuese parte de un círculo de sangre, del cual estoy completamente convencida, sí. Pero al serlo, están implicadas muchas cosas más. Además, está el asunto del tatuaje. No es... normal.

Luca hizo algo parecido a un bufido incrédulo, yo me miré el tatuaje y Edén le devolvió la mochila después de cerciorarse de que no hubiese nada cortante. Luego, le pidió que se levantara y la toqueteó para chequear que no llevase un cuchillo encima.

—Tenemos que verlo con calma —dijo mi amiga después.

—No confío en nada que ella diga, Edén —siguió Luca—. Intentó matarla delante de mí. ¿Quién mierda hace cosas como esas? ¿Y si te equivocabas, Nora? ¿Y si Serena no era más que una chica normal? —añadió, girándose hacia ella.

—Pero no lo era —le contestó, sin mirarlo.

Me puse de pie, también, para cortar con el tema antes de que todo se fuera de las manos, y me mostré de acuerdo con Edén. Teníamos que tomarlo con calma.

—Está bien, ¿y entonces qué con mi tatuaje?

—Hasta ahora no lo sé —me dijo Nora, apretando los labios—. Estuve estudiando mis hechizos de protección ayer. Nada más.

—Tenemos que colaborar —insistió Edén—. Aún si Nora se equivoca sobre el círculo de sangre, ese tipo puede seguir matando chicas. Y además...

—Además, él puede ser mi prenda, Luc —le recordé, girándome hacia él—. Es mi única oportunidad para arreglar esto.

Todas lo miramos en silencio y él se empacó aún más en su silla, enojado con Nora y un poco molesto con nosotras dos por querer convencerlo. Pero, al final, la idea de resolver mi prenda lo desanimó de resistirse tanto.

—Si ella te hace algo —me dijo, levantando la mirada hacia mí—. Voy a matarla, literalmente.

Nora no se quedó mucho más tiempo callada. Asintió, aceptando la advertencia de Luca con mucha seriedad y tomó sus cosas.

—Voy a investigar el resto esta noche, tendré una idea preparada para mañana o pasado, para una emboscada. Serena, te recomiendo recorrer el perímetro, para asegurarte que nos esté espiando. Si lo atrapas, lo atrapas, pero aguarda para matarlo. Tengo que hablar con él antes. Me llamas por teléfono, Edén tiene mi número.

Enfiló hacia la entrada y a Edén no le quedó otra que ir a abrirle la puerta. Luc y yo nos miramos en silencio, con grandes dudas sobre la actitud de la bruja y la verdad de todo el asunto. Pero no teníamos más opciones. En cualquier caso, mi vida y la de Edén ya estaba en riesgo. Si no era por Nora, era por mi asesino. Quedaba definir a quién iba a darle más importancia.

Luca se quedó dormido en el techo de la casa de Edén después de que nos besáramos un rato. Ella nos había prestado almohadas y cojines de un sillón para que nuestra estadía fuese más cómoda y yo aproveché la energía que mi novio me había dado para mantenerme despierta.

Fantaseé un largo rato sobre eso, Sobre que él fuese mi novio, no podía evitarlo. Cada tantos minutos concentrada, me distraía con su rostro en paz e imaginaba bonitos momentos juntos para nosotros después de que solucionáramos todos. Podríamos ir al cine, tener citas como toda pareja normal. En un tiempo, elegiríamos nuestras carreras e iríamos juntos a la Universidad Avery, como se suponía que debía ser. Caminaríamos tomados de la mano, como esa tarde, y todo sería perfecto.

Suspiré, embelesada con esa tradicional idea de noviazgo como la única posibilidad durante un largo rato, pero después le agregué las sutiles posibilidades que mis poderes traían consigo. Una cita sobre la azotea del edificio más alto de la ciudad podría ser interesante. Estaba segura de que podría subir con un par de saltos sin dramas y la vista sería inigualable.

Luca dio un respingo y giré la cabeza hacia él, pero siguió durmiendo como un bebé y le sonreí, enternecida. Él era guapísimo, pero en verdad, cuando estaba inconsciente y con la boca abierta, hasta era un poco gracioso.

Escuché un portazo a una cuadra de distancia y desvié mi atención de mi novio a la calle. Me puse de pie y me deslicé por el techo de la casa de Edén, escuchando con atención. Un minuto después, el barrio volvió a quedar en silencio y me dije que, si estaban acechándonos, no sería tan evidentemente sonoro.

Recorrí el perímetro sigilosamente, como sabía hacerlo, varias veces, pero no había ni una sola alma humana rondando la casa de mi amiga. Mi asesino no estaba por allí.

Cuando Luc se despertó con los primeros rayos del sol, mientras yo me preguntaba cómo era capaz de dormir en esa posición, nos tocó volver a su casa, entrarlo por la ventana y hacer que fingiera que jamás se había movido de ahí.

Por mi parte, regresé a lo de Edén y caminamos juntas al colegio conversando un poquito sobre lo que pensábamos de Nora. A pesar de que teníamos nuestro rechazo hacia la chica, las dos parecíamos querer creerle al respecto. Al menos, yo tenía ganas de creer que no quería matarme más.

—Solo tenemos que ser cuidadosas con Caroline y Cinthia —me recordó mi amiga.

Y así lo hicimos, porque durante los próximos dos días fingimos que nada había pasado y el contacto con Nora lo mantuvimos por mensajes. No hubo rastros de mi asesino de ningún tipo y hasta ese jueves, la bruja friki tampoco tenía ningún plan que funcionara para tenderle una emboscada.

—Yo acompaño a Edén hoy —dijo Nora, a la salida, mientras Luca se despedía de mi para ir solo a su casa y yo enfilaba hacia la mía. Iba a ir a buscar algunas cosas, estuviera mamá y papá o no, y luego regresaría a la de mi novio. Él también necesitaba tiempo para bañarse y estar solo y que su mamá no se preocupara porque no saliera nunca de su cuarto.

Hice apenas dos cuadras, sumergida en mis pensamientos sobre el posible recuentro con mis padres después de todo lo que habíamos pasado, cuando escuché unos pasos cerca. No le presté atención al principio, porque creí que era alguien que solo caminaba detrás de mí. Pero cuando se me cayó una lapicera mal guardada del bolsillo de mi mochila, me detuve y los pasos también se detuvieron, todo eso me pareció extraño. Entonces, percibí una energía vital que me resultaba bastante confusa.

Me di la vuelta, sin esperar nada en realidad y mucho menos encontrármelo allí, de esa manera, siguiéndome de una forma tan visible, tan cerca de mí...

Mi asesino vestía casual, como siempre, pero al menos esta vez tenía la campera de jean y los pantalones limpios. Sus ojos estaban clavados en mi y esta vez sí había un reconocimiento implícito en ellos. Sin embargo, no supe de dónde; si de mi muerte, o del ataque de Edén. Pero, estando solamente a dos cuadras del colegio, yo tenía que suponer que no solo me había visto a mí, sino a mi amiga vivita y coleando. Y entonces, quería decir que Nora tenía razón.

—No sabía de dónde me resultabas conocida —dijo, mientras yo me erguía con la lapicera en la mano, lentamente. Su voz era mucho más suave de lo que había imaginado. Por alguna razón, siempre pensé que sería grave y ronca, horrible, como la de todo asesino de película de terror.

Pero él era un joven; era mayor que yo, claro, debía rondar los treinta años. No era un tipo enorme ni feo. Era un hombre simple, normal, ni siquiera descargable y me dije que las apariencias no lo eran todo.

—¿Ya sabes quién soy? —contesté. Al contrario de la noche del sábado, no estaba asustada y me sorprendí de la firmeza de mi voz. Quizás, era porque sabía que yo era más fuerte, que estaba protegiendo a mi amiga, que estaba lejos de él, y que podía destruirlo en un segundo. Un par de golpes y tendría los huesos rotos.

—Número cinco —me respondió—. 4 de marzo de 2018. Nunca se encontraron tus restos.

—Si tanto te acuerdas, me sorprende que no me hayas reconocido el sábado —dije, girándome hasta quedar de frente. Estábamos a poco más de dos metros de distancia. Un movimiento en falto y tendría su cuello entre mis manos.

—Mis disculpas, creí que te había dejado bien muerta. —Ladeó la cabeza, curioso y estuve un momento tratando de discernir qué tanto retenía él en su memoria de mis grandes habilidades para saltar de los techos. Siendo un cazador tan experto, no podría haberlo olvidado así nomás—. Tenemos un problema.

—Me lo imagino. No dejas que tus presas se levanten de la muerte, ¿no? —respondí, provocándolo. Me pareció que no tenía sentido fingir que no era lo que era, si después de todo estaba a nada de dejarlo invalido—. ¿Cuántas llevabas conmigo, eh? ¿Once? ¿Te acabo de arruinar la jugada?

Su mirada se afiló, se volvió más fría ante mis últimas preguntas. Tenían un significado para él, era de importancia la cantidad, si no, no me habría contado como la quinta. Nora realmente tenía razón y a él no le agradaba nada que yo supiera sus intenciones. Era una molestia en más de una razón.

—No entiendo qué demonios pasó contigo. Nadie sobrevive a eso.

—¿Dónde dejaste a Penélope? —le pregunté, de una. Él debía estar frecuentando mi colegio desde hacia muchísimo tiempo sin siquiera percatarse de mí. Estuvo tan concentrado en eliminar a las chicas que le faltaban que pasó de largo de cualquier otra que cumpliera con los requisitos físicos. No las necesitaba, solo necesitaba a Edén y a Penélope—. Qué extraña coincidencia que dieras tantas vueltas por esta escuela. ¿La investigaste también cuando me secuestraste a mí? Aunque en ese momento todavía no habían empezado las clases.

Lo vi apretar los labios ante la mención del nombre de mi compañera desaparecida. Otra confirmación más y me sentí un poco decepcionada de él. Tan gran asesino, calculador y experto y dejaba ver sus expresiones y pensamientos de una forma tan sencilla... Menos que menos podía sentir miedo.

—No sé de quién me hablas —dijo, entonces, alzando un poco el mentón y fingiendo desconcierto.

Entonces, me di cuenta de que no era malo mintiendo y actuando, si no que yo ya me había acostumbrado a lidiar con gente como él. Reconocía sus patrones aún en los más versados en el tema. Todo eso solo indicaba que yo ya no era fácil de engañar y eso me hizo pensar otra vez en Nora. Si me hubiese mentido, igual lo hubiese sabido.

—No creerás que de verdad voy a tragarme eso —bufé, con paciencia—. Asesinaste a Adriano Leone en su casa después de que estuviese acosando a tu presa número once. Cuando Penélope desapareció, pensé que él la tenía y definitivamente fue mi culpa ser tan confiada y pensar que no estaría en tu radar después de lo que le pasó a Teresa y a Cassandra —repliqué, logrando que le temblara el ojo izquierdo. Decirle en la cara cuánto yo sabía lo ponía nervioso, fingir ya no le alcanzaba—. Pero solamente lo quitaste del camino muchos días antes de llevarte a la niña. ¿Dónde dejaste su cuerpo? ¿O dónde está el de María, por ejemplo? ¿El de Cristy Evans? ¿Y la chica de nombre Yamila?

—Tenemos demasiados problemas —gruñó, por lo bajo.

Esta vez, la que afiló la mirada fui yo. Di pasos lentos hacia él, sujetando firmemente la lapicera con mi mano derecha. Si él creía que teníamos problemas, demasiados, pues estaba un poquito lejos de la realidad. Yo tenía problemas con él y eran mucho más terribles de lo que podía imaginarse.

—Ah, ¿eso crees? —le dije, acortando la distancia—. No tienes idea de los problemas que tenemos. ¿Por qué no empezamos por mi muerte y por cómo voy a vengarla?

Me moví rápido, tanto que lo escuché jadear cuando reduje el último metro y lo atrapé del cuello con la mano izquierda. Pude habérselo partido en ese segundo, pero estábamos en plena calle y aún así recordaba lo que me había dicho Nora: ella lo quería con vida por razones obvias relacionadas al ritual y pensaba hacerle caso. No iba a jugar mi alma por asesinarlo rápido y ya.

Sin embargo, fui demasiado confiada de mí misma. Él tenía un cuchillo e intentó defenderse con las manos libres, hasta que logró enterrármelo en el abdomen. Siseé, por el dolor, porque el filo quemaba fuego en mi piel, pero solamente solté su cuello para atraparle la muñeca, torcérsela y obligarlo a soltar el puñal. Entonces apunté la lapicera, que todavía tenía encima, a su cuerpo para infringirle el mismo daño.

Lo oí gritar y el placer que me disparó fue una gloria aún antes de que me enfocara en absorber su energía y reparar mi propia herida. Ante sus propios ojos desbocados, anonadado por mi eficacia y por su repentina debilidad, me estiré y le mostré lo sana que estaba.

—Estás acabado —le dije, con sorna.

En ese momento, alguien gritó cerca nuestro. Un hombre, una mujer también. Me alejé de mi asesino por inercia, por reflejo y empecé a gritar y a decir que me había querido robar. Lo de actuar parecía ya nato. Pero, antes de que las personas se acercaran, él logró ponerse en pie y correr, como tan bien lo hacia cuando no le quedaba otra.

—Estoy bien —le dije, a la señora, que vino a ayudarme—. Quiso lastimarme, tenía un cuchillo.

El señor que también había acudido en mi ayudar salió a correrlo y cuando más gente se acercó, insistieron en llamar a la policía, sobre todo porque había un arma blanca en el suelo lleno de sangre —la mía—. Mientras todos me daban atención sin parar, preguntaban por la sangre en mi camiseta y criticaban la seguridad del barrio, alcancé mi lapicera, la que le había clavado en algún punto del brazo, y me la guardé entre los pliegues de la cintura de la falda.

Cuando los oficiales llegaron, me tomaron declaración y me llevaron a la comisaría en primer lugar. Luego, llamaron a mamá y me tocó esperar a que ella llegara, con los ojos como platos, totalmente confundida, porque no esperaba verme, y menos con manchas de sangre y en la comisaría. 

En seguida, cuando la tuve presente y ella se la pasó revisándome para buscarme heridas, le pedí que no hiciésemos la denuncia ahora, que estaba cansada, que quería irme a casa. Los oficiales insistieron, pero tampoco podían obligarnos y a mí me preocupaba más no haberme curado del todo que poner una denunciar real contra mi asesino por una agresión tan boba. Tenía otros planes para él. 

—Le recomendamos que se acerque más tarde a hacer la denuncia, señora —le dijeron, los oficiales antes dejarnos marchar.

Apenas cerró la puerta de casa, mamá se giró hacia mí, con miles de preguntas grabadas en los ojos.

—¿Qué pasó?

—Mi asesino me atacó —dije, haciendo una mueca—. Le sorprendió verme con vida y me apuñaló.

Me levanté la remera del colegio, mientras mamá preguntaba si esa sangre era mía y asentí. En seguida, noté que la herida en mi vientre no estaba del todo sana. Había robado energía de él para sanarme lo suficiente como para ignorarla, pero no para estar sana.

—Por Dios, Serena, ¡te ha hecho daño de verdad! —gritó mamá, poniéndome las manos en la panza—. Vamos al hospital, ¡ya!

—No, má, no hace falta —le dije y me pareció un buen momento para mostrarle cómo funcionaba yo. Le tendí la mano y le sonreí—. ¿Me prestas un poco de tu energía? Solo será apenas, te lo prometo.

Mamá miró mi herida, absorta durante un segundo, pero no lo dudó más y me dio la mano. Me conmovió su gesto, porque me daba cuenta de que ella me ponía por encima de todos aún cuando era un monstruo.

Absorbí de su energía muchísimo menos que lo que tomé de mi asesino, tomando nota de que la puñalada pudo haber sido bastante superficial de por sí, y mamá pudo ver en vivo y en directo como lo que quedaba de la herida se cerraba.

Cuando la solté, estaba maravillada. Sin embargo, se puso a llorar y me abrazó sin mediar palabras. No hacia falta hablar en esos casos, yo sabía lo que ella sentía: agradecida de que estuviese bien, de que estuviese viva. Por mi parte, estaba agradecida de que no me estuviese rechazando y siguiera amándome como me había amado hasta ahora.

Si tenía a mis padres, a mis amigas y a Luca, todo sería perfecto. Lo único que faltaba era él, ese maldito asqueroso. Aunque esta vez me había servido tenerlo cerca, incluso esa herida me había servido para acercarme a mamá, no iba a perdonársela tampoco. Mientras más veces intentara matarme y matar a Edén, más dura y terrible iba a ser su final. Y eso sí era algo que podía firmar con mi sangre. 

¡Este es otro de mis capítulos favoritos por todo lo sucedido! Desde el noviazgo de Luc y Sere hasta este encuentro cara a cara y mucho más real con su asesino. A partir de aquí (bueno, en realidad desde hace varios capítulos) las cosas empiezan a ponerse más serias y arranca una carrera contra el tiempo, porque si Norita tiene razón... los chicos tienen un mes para atraparlo y evitar el ritual ;) 

¡Espero les haya gustado! <3

Este capítulo no tiene dibujo porque tengo una lesión en el cuello y no pude ponerme a dibujar. Peeeero, eso nos da para jugar:

¿Qué escena quisieran ver representada?

-Serena y sus amigos discuten la lista de asesinadas (A)

-Serena se enfrenta otra vez a su asesino (B)

-La madre de Serena le da energia (C) GANADORA 

Y vamos con las preguntas de hoy:

¿Qué opinan del asesino? ¿Todavía en serio sospechan de Luca xD?
¿Les ha gustado que el noviazgo es oficial? ¿Aún temen que algo malo le pase a Luc?
Los leooo!!

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