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30. Verdades absolutas

Verdades absolutas


Los padres de Luca no se enteraron esa noche que estuve en la casa. Menos se dieron cuenta que estuve en su habitación, así que la mañana siguiente solamente me vestí con mi uniforme, salté por la ventana y esperé a que él saliera de la casa para ir juntos al colegio, caminando.

Cuando me alcanzó, en la esquina de la cuadra, me tendió una tostada con mermelada que logró sacar para mí.

—Ay, gracias —dije, metiéndome la tostada en la boca con ansiedad. Eso de estar viviendo clandestinamente en su casa me iba a costar un poco las comidas.

Apenas llegué a clases, me despedí de él y busqué a mis amigas. Edén estaba bastante tranquila, pues había sido escoltada por su hermano, pero Caroline estaba al borde del llanto otra vez, abrazándola sin cesar mientras Cinthia intentaba comprender qué había sucedido.

—Oye, estoy bien, te juro —le dijo Edén, justo cuando Nora aparecía súbitamente a nuestro lado. Caroline dio un brinco y se alejó de ella, aunque no parecía muy dispuesta a querer pelear después de que ayudara a buscar a nuestra amiga.

—Tenemos que hablar —me dijo, aunque también se estaba refiriendo a Edén—. Hay algunas cosas que quiero comentar con ustedes.

Luca apareció junto a nosotras, con Alan, que lo seguía mirándome pícaramente, y pasó un brazo por encima de mis hombros.

—Ni se te ocurra que voy a dejar a Serena y a Edén a solas contigo —le advirtió a Nora, pero ella mantuvo un rostro inexpresivo, como si su cercanía conmigo no le molestara en absoluto.

—¿Esto va a ser un "Felices los cuatro" o qué? —dijo Alan, riéndose, pero nadie interpretó bien la broma. Nosotros estábamos pensando en asesinatos y en la posibilidad de que el loco ese atrapara a mi amiga.

Enseguida, Luca se llevó a Alan para darle un golpe, quizás, y Nora esperó a que le respondiera.

—Está bien, hablaremos en el recreo.

Con eso, ella se fue y mis amigas Caro y Cin se giraron hacia mí, confusas y sorprendidas de que intentara hablar con la friki.

—¿Qué está pasando?

—Nada —dijo Edén, con un encogimiento de hombros—. Pero Serena tiene algo que contarnos, ¿no se acuerdan? —añadió, codeándome.

Puse los ojos en blanco y asentí. Tenía que contarles mi amorío con Luca antes de que Alan metiera la pata hasta el fondo, pero la formación de la mañana no era un buen momento para eso. Así que les pedí que se aguantaran hasta el recreo y crucé lo dedos para que Alan mantuviera la boca cerrada hasta entonces.

Ya habiendo pasado los exámenes, sin mucho que hacer en clase, salvo esperar a que el fin de ciclo llegara, la profesora de literatura nos mandó a leer algo para que nos mantuviéramos tranquilos durante su hora, pero nadie le hizo caso. Todos seguían preocupados por Penélope, sí, pero ahora mis compañeros estaban preocupados por el tema caliente: nuestra fiesta de graduación pactada para los primeros días de diciembre. Eso parecía distraerlos, pero a mí me empezaba a preocupar por otros asuntos. Mi cumpleaños estaba cerca y por alguna razón relacionada a todo el cuento que Nora me había dicho, cumplir dieciocho me asustaba un poco. Si yo era la número doce, la que cerraba el círculo no me parecía tan divertido ya haber nacido en diciembre.

—¿Qué ibas a contarnos, Sere? —dijo Caroline, cerrando su libro mucho antes de terminarlo.

Me giré hacia ella y vi como Edén sonreía, encantada. Suspiré y llamé a las tres con las manos, para que se acercaran y nadie escuchara.

—Si te lo digo, tienes que prometer no gritar —le advertí a Caro, que asintió rápidamente. Tomé aire y me dije que eso iba a ser una locura—. Luca y yo... bueno, estamos algo así como en algo —dije, sin formular bien la oración, pero no hacia falta hacerlo para que Caroline y Cin entendieran.

Caroline dejó caer la mandíbula, se estiró hacia mi y me agarró de la camiseta de la escuela.

—¿Algo? ¿Cómo que "algo"?

—Algo como amigos con derechos —musité, con una mueca de disgusto. Admitirlo me hacia acordar nuevamente a tooodo lo que había pasado entre nosotros, con bastante disimulo, el fin de semana.

—¿QUÉ?

Edén le dio un codazo a Caroline a tiempo, pero de igual modo la profesora nos escuchó y nos retó por no estar leyendo. Cinthia y yo nos giramos hacia el frente, hacia el pizarrón y mi pequeña amiga rubia me alzó el pulgar con una sonrisa amistosa y orgullosa. Pude escuchar refunfuñar a Caroline detrás de mi durante el resto de la clase, pero una vez llegó el recreo no pude escapar de ella. Me atrapó antes de que llegara a las escaleras.

—Tienes que decírnoslo todo —me acribilló—. ¿Cómo pasó esto?

Le tapé la boca con las manos cuando vi que Alan se acercaba, mirándome con esa estúpida expresión de idiota que tenía en la cara. Era un "Sé lo que hiciste el viernes en la noche". Quería matarlo.

—Vamos abajo —le urgí a las chicas y las llevé a una parte lejana del patio de recreos en donde nadie pudiese escucharnos ni por casualidad—. Me acuesto con Luca, ¿okay? —le dije, entonces, a Caro. Ella era la que insistía con todo, la verdad, porque Edén ya lo sabía y Cinthia no era de preguntar esas cosas, no tan directa.

—¡ME ESTÁS JODIENDO! —chilló Caroline, poniéndose a saltar y agarrándome de los hombros para que saltara con ella. No le funcionó—. ¿Desde cuándo? ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Y porqué tú no dices nada, eh? —agregó, apuntando a Edén, que se reía por lo bajo.

—Serena me lo dijo el sábado en la noche, cuando me llevó a casa. Me explicó que Luca estaba contigo y me quedé tranquila.

Los ojos oscuros de Caroline brillaron y Cinthia se tapó la boca con las manos, emocionada.

—Entonces estaban juntos ese día, de verdad, de verdad.

Puse los ojos en blanco.

—Sí, estábamos en su casa cuando llamaste.

—Los interrumpí —dijo mi amiga, bufando.

—Edén estaba desaparecida, claro que tenías que hacerlo —le recordé.

—Yo tendría que haber estado ahí para ayudar —dijo Cinthia, entonces, abrazándose a Edén—. Lamento que mis papás no me dejaran ir.

—No te preocupes —Edén le acarició la cabecita rubia—. Serena me encontró.

Por supuesto, Caroline tenía muchísimas preguntas y estaba super tranquila ahora que el terror del sábado había pasado. Así que su única preocupación era saber cómo había llegado yo a la cama de Luca y se puso a gritar sobre eso justo cuando Nora se acercaba a nosotras, dispuesta a hablar sobre el tema que Caro y Cin desconocían.

Vi la mueca en su rostro antes de que pudiera ocultarla y que Caro pudiese callarse, pero enseguida Nora puso su mejor expresión de niña superada y pidió hablar conmigo y con Edén.

—¿Puede ser después? —le dije.

—Ah, sí, estás contando los detalles. Claro —ironizó, con molestia ya visible.

Caroline se giró hacia ella y la fulminó con la mirada.

—¿Qué tienes que hablar con ella que yo y Cinthia no podamos escuchar?

—Justamente, algo que no puedes escuchar —replicó Nora, chistando.

Caroline se adelantó, levantando un puño en una amenaza sin sentido, pero Edén la sujetó de la ropa como tantas otras veces.

—Ve tú —me dijo ella—. Luego nos cuentas.

Asentí y le indiqué a Nora que nos alejáramos. En cuanto lo hicimos, ella empezó a decir que no le interesaba lo que hiciese con Luca y que por favor no quería oírme alardeando. Estreché los ojos y fui bastante clara.

—No me importa lo que tu opines así que no pienso contarte nada —contesté—. ¿De qué quieres hablar?

—De este tipo —me dijo—. Tengo miedo de que la moneda de Edén no sea efectiva durante muchísimo tiempo. No es completamente seguro, pero la gente que hace invocaciones puede ser como yo. En su mayoría saben algo de misticismo y de brujería. Y si es como yo, podría aprender a notar mi hechizo en la moneda y buscar una manera de burlarlo.

Tragué saliva. Me parecía bastante lógico y también me daba una pauta que no debería dejar a Edén sola ni un solo minuto hasta que pudiese encontrarlo. No iba a confiarme como con Penélope.

—Hay que protegerla —murmuré.

—Iré yo con ella hoy a casa, veré si puedo poner un hechizo en su hogar —me contestó, clavando los ojos en un punto detrás de mí—. Traje mis libros.

—Está bien. Luego me haré cargo yo.

—Podemos intercalarnos —propuso Nora, justo antes de que Luca llegara. Eso era lo que ella estaba viendo—. Nosotras dos somos las únicas que podemos hacer la diferencia ante él.

—Te recuerdo que aún no estamos seguras de que este tipo esté haciendo un círculo —le contesté, cuando Luc se paró a mi lado—. Podría olvidarse de nosotras.

Nora estaba muy convencida y negó rápidamente.

—Es sencillo de averiguar. Revisemos las fechas de nacimiento de cada una de las chicas y asegurémonos de que hayan nacido cada una en cada mes. Si es así, no tengas dudas de no va a descartar ni a Edén ni a ti. Además, ya tiene la sangre de ambas, no lo olvides. Es seguro que ya ofreció la tuya y no habrá perdido tiempo con la de Edén. Incluso podría haber intentado cerrar el círculo ayer y no va a tardar en volver a buscarla para comprobar que está viva y por eso no le funciona.

Luca hizo una mueca y se cruzó de brazos, pero se mantuvo callado y Nora lo miró con una pena en el rostro que me hizo, casi, lamentar que el chico que le gustaba no le prestara atención y la seudo odiara. Pero luego me acordé de todo lo que me hizo y que se lo buscó sola.

—Está bien, tengo la lista, buscaré sus nombres.

—Lo hacemos en mi casa hoy —me dijo él, pasándome el brazo por encima de los hombros como en el ingreso al colegio, como si hubiese pensado lo mismo que yo con respecto a lo que Nora sentía y quería dejarle muy en claro de qué lado estaba.

Nora ignoró el gesto y la frase y siguió hablando, para mí.

—Acompañaré a Edén a casa y me aseguraré que no esté sola. Pondré el conjuro en su casa y también varios hechizos cercanos a su hogar, para frenarlo. ¿No tendrás algo personal de él, no?

—Más que odio, no —repliqué.

—Bueno, será menos efectivo, pero algo podré hacer —resumió, encogiéndose de hombros.

—Yo vigilaré su casa en la noche —contesté. Total, no podía ir a casa a dormir y no tenía nada más que hacer.

Apenas lo pensé, Luca me observó con una expresión triste. Por un segundo me sentí culpable por dejarlo, pero la verdad era que Edén era prioridad.

—Tienes que dormir... —empezó, pero Nora lo interrumpió sin vergüenzas.

—Nos encontraremos con el cambio de turno —me dijo—. Si para entonces tienes los datos de las demás, podría confirmarlo. Luego tendremos que pensar qué hacer con él. No podemos esperar para siempre.

Se marchó y me quedé mirando la pared con los labios apretados. Lastimosamente, tenía razón. ¿Cuánto tiempo íbamos a estar así, dándole vueltas al asunto? Teníamos que pensar en algo que funcionara para atraerlo, cazarlo de verdad y detenerlo de una vez por todas.

—Tienes que dormir —me repitió Luca, apenas estuvimos solos—. Serena, es en serio.

Me giré hacia él y le puse una mano en el hombro.

—Sabes que tengo que cuidar de ella.

—Entonces yo también voy a ayudarte. Iré contigo esta noche.

—No, Luc, no hace falta —le sonreí y me estiré para besarle la mejilla, aún ahí en el patio de recreos—. Duerme hoy y mañana vemos como nos turnamos. Si Nora ayuda, será más sencillo. Si mañana estamos los dos cansados no serviremos de mucho.

Aceptó mis palabras y me dejó volver con mis amigas, aunque por la expresión de su rostro me di cuenta de que no estaba muy acuerdo, pero no sabía si por Nora o por lo que yo hiciera. Pero no teníamos otras opciones. No iba a perder a Edén, no dejaría que me arrebatara algo más. Eso se acababa allí e iba a encontrar la manera de resolverlo.

Edén no se opuso a marcharse con Nora. Después de todo lo que había hecho, ambas confiábamos bastante en ella como para quedarnos tranquilas.

Luca y yo nos fuimos a su casa y su mamá estuvo encantada con mi visita. Con la excusa de un nuevo trabajo de fin de año, los dos nos encerramos en su cuarto y empezamos a buscar toda la información que teníamos de las chicas muertas.

Evelyn Von Tulse, Priscila Prune, Camila Pasos, Cassandra Allanore y Teresa James eran las únicas que habían sido halladas muertas hasta ahora. De las demás, solo pudimos encontrar datos de las desapariciones de María Angello, desaparecida en agosto, y Cristy Evans, ya con más de un año sin rastros de ellas.

Pero, obviamente, aunque tuviéramos sus nombres, no teníamos más que las fechas de las desapariciones. Pudimos comprobar que Evelyn había nacido en enero del 2001, Priscila en agosto de 2002, María en abril del 2000 y hasta ahí. Luego, rellenamos con los datos de Penélope, los de Edén y los míos: Yo era diciembre, Edén noviembre y Penélope marzo.

Con todos esos agujeros, todavía no podíamos jurar que la teoría de Nora fuese cierta. Dudábamos que pudiésemos encontrar más información de las demás en internet, cuando de algunas desapariciones habían pasado dos años.

—No entiendo —dijo Luca, entonces, cuando terminamos de hacer una lista nueva con todos los nombres, fechas de desaparición, muerte y mes de nacimiento que tuviéramos—. Si este tipo tiene que hacerlo antes del solsticio de este año... ¿porqué viene matando desde hace dos?

Cerré la libreta en la que estaba apuntando y miré el techo. Tampoco le encontraba sentido. Si él venía matando desde el 2016 por lo menos, ya se le habían pasado varios solsticios.

—Quizás Nora sí sepa porqué.

—No sé porqué estamos confiando en ella —soltó de pronto, irritado. Se cruzó de brazos y miró la ventana, totalmente enojado.

Arqueé las cejas, sorprendidas por su enfado así de la nada, y me enderecé en la silla.

—Porque... este... salvó a Edén.

—Eso no significa nada —masculló—. Puede estar engañándote, Serena. Edén no le importa en absoluto. Puede estar haciéndose tu aliada para tenerte lo suficientemente cerca como para apuñalarte —añadió, todavía sin mirarme—. Y tu le dijiste que moriste de una puñalada. No estés a solas con ella.

No lo había pensado de esa manera y tragué saliva al darme cuenta de que podía ser cierto. Realmente había confiado en ella después de salvar a mi amiga, pero sí era cierto que podía estar usándolo para acercarse a mi con un cuchillo. Y ahí estábamos nosotros, perdiendo el tiempo con fechas de cumpleaños.

—Tienes razón —gemí, sintiéndome tan idiota. Me di la cabeza contra la mesa de su escritorio, a propósito, y rezongué—. Confié en ella después de todo lo que me hizo...

—Todo este cuento de la invocación es ridículo —lo oí decir—. Este tipo es un psicópata, sí, ya lo sabemos, pero de ahí a que vuelva por ti o por Edén por hacer un hechizo me parece demasiado.

Levanté la cabeza hasta dejar mi mentón apoyado en la superficie de la mesa. Bufé y lo miré. Quería darle like a todo lo que dijera, pero mi mente seguía tirando hacia el otro lado, hacia las diminutas posibilidades que había de que Nora no mintiera.

—Pero no podemos dejar desprotegida a Edén...

—No —me dijo, de pronto levantándose de su silla—. Pero no irás sola, ni en chiste. Yo tampoco puedo dejarte desprotegida a ti —añadió, parándose a mi lado.

Me acarició la mejilla con tanta dulzura que estuve a punto de derretirme. Quise saltar sobre él y besarlo como loca, decirle todo lo que me pasaba cada vez que me tocaba, lo mucho que lo amaba. Pero me mordí de la lengua y lo observé con los ojos como platos hasta que se inclinó y me plantó un beso tierno en los labios.

Me enderecé otra vez, cuando empezó a alejarse, y él alargó el contacto a medida que me atraía para continuar con el beso, aún sin tocarme. El hermoso maldito me estaba probando y yo caía como el conejito encantado por la serpiente, porque me tenía loca hacía mucho.

Sonrió, a medida que perseguía su boca, y cuando me caí de la silla, estalló en carcajadas. Hice un puchero y me levanté rápidamente. Sentía que la cara me ardía y que me había delatado mucho más que si le hubiese gritado que lo amaba.

—¿Estás bien?

—No —contesté, con voz aparentemente ofendida.

—No te duele, por favor —se rió. Sabía que yo era mega resistente.

—No se vale hacer eso —refunfuñé, pero él me sacudió la pollera, todavía matándose de risa de mi expresión.

—Ay, Serena —se burló y yo contuve las ganas de darle un manotazo. La verdad, es que no estaba segura de si quería golpearlo o seguir besándolo—. ¿Y tu perfecto equilibrio?

—Cállate —le urgí, cruzándome de brazos y dándome la vuelta para alejarme de él. Ahora sí estaba ofendida.

En un segundo, Luca me agarró del brazo, me hizo girar y me pegó a su pecho. Se me escapó el aire por la sorpresa y realmente me pregunté dónde estaba mi perfecto equilibrio y mis agudos sentidos. Al parecer, a veces, cuando se trataba de él, podía perderme un poco a mi misma.

Pasó una mano por mi cintura, rodeándome con firmeza para evitar que me alejara y quise decirle que, por muy enojada que estuviera, en realidad no quería irme nunca de su lado. Levanté la mirada de su pecho, lentamente, hasta llegar a su sonrisa genuina.

Me detuve allí, en sus labios, ansiando mil y una vez más que me rozara así con ellos, haciéndome desear antes de darme todo lo que siempre estaba reservado para mí.

—¿Quieres besarme? —preguntó, juguetonamente y muy, muy pagado de sí mismo.

Levanté los ojos hasta los suyos, para intentar sostener mi dignidad, pero todas las cosas que se me ocurrieron se derrumbaron por sí mismas, porque la verdad es que siempre quería besarlo.

—Iba a decir algo ingenioso sobre que puedo vivir sin tus besos —musité, ya algo derrotada—. Pero eso no es verdad, literal.

Soltó una risita y se estiró hacia mí, para apoyar su frente en la mía. Miró mi boca con la misma intensidad con la que seguro yo había estado obsesionándome por la suya.

—Bueno, igual, si me decías que yo, iba a decirte algo ingenioso sobre cómo sí necesitas mis besos para vivir —añadió, bajando el tono de voz.

Sonreí, pero no dije nada. Tampoco intenté besarlo. Nos quedamos así, frente con frente, sus ojos en los míos y un silencio atroz que en cualquier otra ocasión —por ejemplo, el viernes pasado—, me hubiese aterrado. Pero, por alguna razón, estando vestidos y sin tanto compromiso sexual de por medio, me sentía mucho más cómoda para esperar cualquier cosa que fuera a decir. Y mentiría si digo que no estaba esperando que dijera algo, algo que me hiciese soltar más de la cuenta.

—Serena... —murmuró, entonces, mojándose los labios.

Si no me hubiese estado sujetando, mis piernas de gelatina se me hubiesen doblado ya. Me mojé también los labios y traté de que no me temblara nada.

—¿Sí?

—Me gustas —me dijo, entonces, tan suave y bajito que de estar a más de un metro de distancia no lo habría oído.

Mi corazón revoloteó como una mariposa inquieta dentro de mi caja torácica. Eso o me estaba dando un ataque; taquicardia tal vez.

—También me gustas —le respondí. Eso era bastante obvio y no me costó decírselo. Si él no me gustara no me acostaría con él y aunque también era obvio que yo le gustaba, me emocionaba oírlo de su parte.

—No me refiero a solo gustar... gustar —contestó, mirándome con intensidad, y me quedé muda. El corazón de me detuvo. Sabía a lo que se refería, porque lo deseaba con toda mi alma, pero me bloqueé—. Me gustas demasiado —añadió, acentuando la última palabra, conteniendo el aliento mientras yo entraba en paraíso de ilusiones, corazones, unicornios y una canción de fondo que decía: "Luca y Serena, sentados en un árbol, dándose un besito..."—. Serena —repitió, con firmeza, notando que estaba extrañamente callada. Parpadeé y empecé a abrir y cerrar la boca, sin saber qué decir porque aún así, a pesar de mis excelentes sentidos, mi gran equilibrio y todo, era una adolescente enamorada y soñadora—. Te quiero.

Mi corazón no era una mariposa inquieta, que se agitaba dentro de mi pecho. Era más bien un enjambre de abejas asesinas a punto de matarme de amor.

¡Espero que les haya gustado este capítulo! Es uno de mis favoritos por muchas razones, pero sobre todo por el final. Me gusta hacer un paralelo entre la vida adolescente de Serena y toda la realidad que la abruma y espero que también les guste. 

¡Díganme qué piensan de esta pareja en los comentarios!
Y, además, sumamos las preguntas del día:
¿Qué piensan de la lista de asesinadas? ¿Luca tendrá razón al desconfiar de Nora?


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