28. La verdad
La verdad
Lo primero que pensé fue que tenía que proteger a Edén. Yo no importaba a tal medida y dudaba mucho que él pudiera vencerme esta vez. Todo era distinto, yo ya no era una pobre niña indefensa. Podía lastimarlo muchísimo.
Miré a mi amiga, que seguía inconsciente, y le tomé la mano.
—Mientras Edén siga con vida, no importa.
—Se volverá loco cuando sepa que no has muerto —me dijo Nora, trabajando otra vez sobre Edén, con sus extraños movimientos de dedos—. Si es como yo creo y cada una de ustedes corresponde a un signo, no puede intercambiarte con otra persona. Además, podría haber ofrecido ya tu sangre. No hay vuelta atrás. Las necesita muertas a ambas.
—No voy a dejar que le ofrezca mi alma o la de cualquiera al diablo —gruñí—. He luchado muchísimo para no quedarme atrapada en la tierra. Pero entre estar atrapada en la tierra para siempre y el infierno, prefiero la tierra.
Nora me miró durante algunos segundos y luego puso la palma en la frente de Ed. Me quedé callada, esperando y más bien preocupada de cuándo ella despertaría. Tendría que ver qué tanto recordaba de lo sucedido y explicárselo.
—Eso quiere decir que no puedo matarte —murmuró Nora, entonces, sacando la mano de la frente y sentándose mejor en el suelo. Al parecer, había terminado. Alcé los ojos hasta ella, sorprendida, y en seguida intentó explicarse, para que entendiera que no lo hacía por mí—. Si entrega tu alma, el ritual estará completo y ni siquiera uno para la inmortalidad debería ser terminado.
Me quedé callada. No lo hacía por mí, justamente por eso lo estaba aclarando. Lo estaba haciendo por el resto de la humanidad. Seguro ni siquiera por las otras diez chicas que ya habían muerto, además de mí. Alcé las cejas y no le agradecí nada, no tenía porqué agradecer mi suerte o que ella decidiera que no tenía que hacerlo.
Chisté y me crucé de brazos.
—Por supuesto —musité.
—No me mires como si fuese una mierda de persona —me espetó, de pronto—. ¿Crees que soy tan fría?
—Sí —dije, con un siseo—. Sí lo creo. Siempre supiste que morí y me hiciste la vida una mierda mientras pudiste. Podrías haber tenido un poco de empatía. Pero a ti no te importa nada de eso, te importa tu causa.
Nora explotó.
—¡Claro que me importa mi causa! Toda mi vida me han enseñado a proteger a los seres humanos, de rituales, de invocaciones peligrosas, de magia negra, de espíritus y de los tuyos. ¿Tú crees que no he pensado ni una sola vez en las personas que fueron? Pero hacerse cargo de esto significa que tienes que apretar la panza y ser fuerte, porque luego los que mueren son humanos inocentes por multitudes. Diez chicas mueras, once, o lo que sea, sí me da pena, muchísimo. Incluso me da pena tu muerte, seguramente no lo merecías, pero sí era tu destino. Si pasó es porque lo era —retrucó. En sus ojos había tanta furia como en los míos. Estaba bien, yo no la conocía lo suficiente y podía saber que se sentía no comprendida por mí, pero ella nunca me había comprendido ni un poco—. Pero más me va a dar pena cuando mueran cientos de personas por tu culpa. O si este ritual se concreta pueda desatar cosas terribles en el mundo. Ser una bruja no significa que yo tenga que hacerme cargo de cada cagada humana, pero sí que me encargue de aquella que tienen que ver con magia. Así que no, no lo hago por ti, lo hago por las consecuencias.
Estreché los ojos y la observé en silencio. Esperaba una respuesta de mi parte mucho más empática, pero ciertamente no podía hacerlo. Seguía pensando que ella era demasiado fría como para preocuparse en realidad de nosotras. Si Edén hubiese muerto ya, tampoco se hubiese preocupado por ella.
—Bien, perfecto, entonces yo me encargaré de nosotras doce —repliqué—. No tienes que ocuparte de esto. Ve y sigue haciendo tus cosas de bruja.
Se echó a reír con ironía, mirando al cielo por un momento.
—No entiendes nada —bufó.
—No, en definitiva, no —contesté—. Porque no soy una bruja, porque no sé cómo llegué a este estado, no sé lo que soy y realmente no sé lo que va a pasar conmigo. Quisiera entender y créeme que no me gustaría nada tener que preguntártelo y depender de cualquier respuesta que pudieras darme. ¿Y sabes qué más? Aprendí a vivir con eso. Aprendí a vivir con la incertidumbre, con el miedo y con la frustración de saber que me arrebataron la vida y esto es lo único que puedo hacer con lo que me queda de ella —añadí, señalándome el pecho. Los ojos de Nora se clavaron rápidamente en el tatuaje que se asomaba por el escote de mi camiseta, ahora roja—. Y estoy cansada de fingir que soy la vieja Serena cuando realmente ella ya no existe. Pero, en verdad, no vengas a decirme que sentiste alguna vez pena por mi cuando no has parado de intentar joderme. Sí eres una persona fría.
No le gustó nada lo que dije, así que se arrodilló, me apuntó con un dedo y empezó a despotricar otra vez.
—¿Tú crees que la he tenido fácil? ¿Qué esto de perseguir a la gente como tu lo he sacado gratis de algún lado? —chilló—. ¿No te das cuenta de que tuve que ver como mataban a otras personas porque no pude impedirlo a tiempo?
Inspiré profundamente y guardé silencio. Lo había dicho con un deje de dolor en su voz que no me hizo posible juzgarla otra vez. Nora no iba a decírmelo nunca, porque no me apreciaba, pero sí la había pasado mal. Yo, por mi parte, no pensaba preguntar. Disculparme también me parecía exagerado cuando ella no lo había hecho ni una sola vez conmigo.
Entonces, me di cuenta de que las dos teníamos nuestras versiones de los hechos, nuestras realidades y que eran muy diferentes la una de la otra. Y que, además, sentíamos que la que estaba en frente era una enemiga por no poder entender nuestras razones.
Suspiré y desvié la mirada. Lo mejor que podía hacer era frenar la discusión y darle tiempo a que se calmara. Nora no dijo más nada y miró a Edén, porque era preferible eso que seguir peleando conmigo cuando yo ya no le estaba prestando más atención.
Mi teléfono vibró y lo saqué del bolsillo de mi falda. Luca me había estado enviando mensajes y ahogué un gemido. Me había olvidado de él.
—Está todo bien —le dije, con un audio por Whatsapp—. La encontré. ¿Podrías avisarle a Silvana y Holly? Para que se vayan con Caroline a casa. Yo acompañaré a Edén a la suya.
Mientras esperaba la respuesta, Nora se acomodó en el suelo y miró su propio teléfono. Pasó un minuto entero sin abrir la boca y enseguida me llegó el audio de Luca. En el fondo, se escuchaba el llanto aliviado de Caroline.
—Claro, las acompañaré a las tres. Porque según Caroline, el hermano de Edén iba a pasar por ellas a las seis de la mañana.
—No te preocupes, yo me encargo. Nora está conmigo —le avisé, por las dudas. Todavía no confiaba nada en ella.
Luca respondió al instante.
—Ten cuidado. Si te hace algo, la mataré.
Nora bufó y negó.
—No puedo creer que él se exponga a todo esto —dijo, cuando le mandé un emoticón a Luc en respuesta—. Sabe que su vida peligra cuando lo tocas y aún así hace de todo por ti. —Decidí no contestarle y se quedó aguardando mi respuesta en vano. Seguí mirando mi teléfono y me puse a buscar en Instagram cualquier estupidez en tanto Edén reaccionara—. ¿Cómo fue que él supo lo que eras?
—Ni yo sé lo que soy —me limité a decir, sin levantar los ojos del celular—. Así que él menos.
Ella chistó.
—¿Cuándo le mostraste tus grandiosas habilidades sobrenaturales? —reintentó, con ironías.
Alcé las cejas e hice como si nada de eso fuese demasiado importante.
—Cuando quisieron apuñalarlo y recibí un cuchillazo por él. No me quedó otra que decirle la verdad.
Apenas si la miré. Nora tenía una expresión de horror, pero me fue obvio que no era por mí. Eso era por Luca.
—¿Quién querría apuñalarlo? ¿Intentaron robarle?
—No, era un loco que estaba enojado porque salió con su novia —resumí.
Evalué su reacción y su cara lo dijo todo. A Nora le molestaba que Luca saliera con chicas, a ella le molestaba que estuviese conmigo. Le gustaba. No pudo ocultar su desagrado al imaginarlo con otra persona.
Me enderecé y pue mi mejor expresión de perra.
—Sabes que él sale conmigo, ¿cierto? —dije.
Eso no era del todo cierto. Luca y yo estábamos juntos, pero no era nada... oficial ni algo por el estilo, muy a mi pesar. Automáticamente, recordé cuando, la noche anterior, me pareció que él sentía lago más por mi y me entró el pánico por no saber si estaba en lo correcto.
Quise pegarme en la frente, mientras Nora arrugaba la nariz y hacia un esfuerzo máximo por no escupir, por lo menos.
—Sí, supongo —dijo, con evidente molestia—. Es fácil ver cuán coladito está por ti —añadió. Le daba en el hígado y a mi en el corazón, porque si Nora podía notarlo, entonces podía ser verdad.
Sonreí.
—Sí, supongo —contesté, adrede.
Nora no me dio ninguna respuesta más. Esperamos en silencio, mirando a Edén y a cualquier otra cosa que no fuera la cara de la otra.
Aunque decidí quedarme callada, por dentro disfrutaba que ella estuviera molesta, disfrutaba haberle ganado a Luca cuando desde un principio parecía haberse interesado en él. Era algo bastante infantil y estúpido, pero no podía evitarlo. Me causaba satisfacción haberle refregado en la cara que Luca se acostaba conmigo y que para colmo la odiaba, por mí.
Pasó un largo rato hasta que Nora abrió la boca otra vez.
—¿Te tatuaste para cubrir la herida? —me dijo, de pronto. La miré y luego bajé la vista hacia mi escote lleno de sangre que se iba secando lentamente—. Supongo que ahí fue la herida, porque las demás murieron de una puñalada en el pecho.
—No —repliqué, sorprendida—. El tatuaje apareció cuando la muerte me dio otra oportunidad. Está ligado a la herida, es mágico. Se desvanece cuando la puñalada se abre otra vez y estoy a punto de morir.
Nora frunció el ceño. Luego, frunció también la boca. Lejos de ser un gesto desdeñoso, ella estaba curiosa.
—Jamás vi algo así.
—Quizás la gente que se convirtió en esto y que cazaste tenía un tatuaje en el culo. Sabes, no todas las partes son públicas —contesté, logrando que ella se pusiera altiva de vuelta. Bien, estaba bien, no pensaba llevarme bien con ella.
—Ninguna persona que se vuelve lo que eres tú tiene tatuajes, Serena —dijo, entre dientes, con un tonito de sabelotodo que me sacó de quicio. Apreté la mandíbula y me contuve alguna otra frase mortal—. Jamás escuché que uno de los tuyos recibiera un tatuaje ligado a la herida de muerte. No está en los libros.
—Genial —siseé—. ¿Hay libros sobre mí?
—No sobre ti —aclaró, poniendo los ojos en blanco—. Sobre los casos, sobre la magia de la muerte. No es que haya mucho, la mayoría se pasa de boca en boca entre las brujas.
Y no me dejaría ver nuca ese libro, entendí, por su tono de voz. Ella no tenía intenciones de decirme nada. Me tragué todas las respuestas irónicas otra vez y no me mostré más curiosa por el hecho de que mi tatuaje llamara su atención. Para mi eso ya era normal, como toda yo.
Entonces, Edén soltó un gemido y levantó una mano. Me incliné sobre ella, ansiosa y empecé a hablarle antes de que abriera los ojos. Al principio, estaba mareada, confundida, quizás porque todavía persisitían restos de droga en su cuerpo o quizás porque había perdido mucha sangre y lo que había hecho Nora no era 100% confiable.
Hice una mueca y me reconocí a mí misma que si había sido bastante confiable, porque había salvado su vida.
—Estoy aquí —le dije, agarrando su mano.
Edén parpadeó y observó el cielo oscuro, plagado de estrellas, durante unos segundos sin decir nada. Luego, preguntó lo obvio.
—¿Dónde estoy?
Su voz no sonaba pastosa ni ahogada, lo cual era una buena señal. La ayudé a sentarse y cuando vio a Nora, dio un respingo. Entonces, giró su cabeza hacia mí.
—No te preocupes, estás bien. ¿Qué te acuerdas? —le pregunté, agarrándole la cara con las manos.
Mi amiga balbuceó un poco. Volvió a mirar a Nora y luego se llevó una mano al abdomen, tanteándose la piel. Se acordaba bastante y estaba lo bastante bien como para razonar todo y buscar respuestas claras.
—No sé bien qué pasó. No tengo todo claro —admitió—. Pero... me clavó...
—Te acuchilló, sí —suspiré—. Pero estás bien.
—¿Cómo demonios voy a estar bien? —me urgió, agarrándose de mis hombros—. ¿A dónde fue? ¿Cómo me sacó del boliche?
Nora carraspeó y se acomodó, con toda su dignidad, llamando la atención de Edén para hacer las preguntas profesionales que en realidad me correspondían a mí. Las dos la miramos.
—Edén. ¿qué es lo último que recuerdas con claridad?
Edén frunció el ceño.
—Que por suerte no estabas aquí —susurró, logrando que Nora se enfadara otra vez. Antes de que la friki despotricara, apreté los labios y le dije la verdad.
—Nora te salvó la vida —confesé—. Es gracias a ella que estás aquí.
Edén volvió a mirar a Nora. Ella esperaba alguna disculpa y, siendo mi amiga como era, eso no iba a faltar. Se tocó el abdomen una vez más y asintió.
—Gracias por salvarme —dijo—. No sé cómo lo hiciste, pero gracias y lo siento. No te tengo mucha estima por lo que le hiciste a Serena.
Nora aceptó sus disculpas con un movimiento simple de la cabeza.
—No tengo nada contra ti —replicó—. Lo de Serena es algo aparte y, como le dije a Luca, no tiene que ver contigo. No deberían sufrir las consecuencias.
Arrugué la frente y me abracé a Edén, mientras mi amiga fruncía el ceño en silencio. Nora podía intentar discutir conmigo todo lo que quisiera, pero mantener una discusión con Edén era otro asunto y jamás iba a ganársela.
—Evidentemente, tú no sabes mucho de amistad —contestó ella, con todo bajo. Entonces, sin más y dejando a Nora muda, pasmada e incluso molesta, Edén se giró hacia mí—. ¿Cómo me encontraron? ¿Qué pasó con él? Quiero una explicación razonable, Serena. Porque esto sí que no voy a ignorarlo.
Suspiré y miré brevemente a la bruja que estaba frente a nosotras, como esperando otro comentario inútil o una cara molesta antes de que pudiera encontrar las palabras correctas para empezar con ese tema. Pero no dijo nada. Seguramente pensaba lo mismo que yo: Edén ya sabía demasiado, desde hacia mucho.
—No sé por dónde empezar, pero quizás convendría que te diga primero qué me ocurrió a mi —dije, bajando la mirada.
Era la primera vez que iba a hablar de eso después de habérselo dicho a Luca, pero pensé que debía ser más específica, más detallista, porque Edén estaba en la lista. No era una mera espectadora; era parte activa de todo el asunto y debía conocer a mi asesino tanto como yo.
Que Nora estuviera ahí era un plus, porque jamás pensé que se lo diría también a ella.
Edén me miró, expectante, mientras se percataba de un detalle en mi que con la oscuridad y su recién recuperada consciencia no había notado: la sangre.
—¡Oh, por Dios! —exclamó—. ¿Toda esta sangre es mía? ¡Serena! Estás empapada y... —Entonces, me señaló el pecho—. ¿Cuándo te tatuaste eso?
Mi tatuaje iba a ser una atracción por un buen rato, así que fui paciente.
—Es parte de lo que voy a contar y no es nada bonito.
Vi de reojo que Nora se sentaba mejor en el suelo, para escuchar atenta, y me entraron ganas de echarla de esa terraza de una patada, aún estuviera callada. Ahora sí parecía interesarse en lo ocurrido, como si le estuviese narrando un cuentito de terror para niños en Halloween.
Puse mala cara, pero me mentalicé a hacer mi trabajo. Lo que sea valía para que Edén estuviese a salvo.
—El día de la fiesta de Silvana no me violaron —conté, empezando por aquello que mi amiga había creído hasta ese momento—. Él me atrapó, me golpeó y acabó conmigo antes de que pudiera entender qué pasaba. Me clavó un cuchillo en el pecho y me morí.
Esperé, pero, por supuesto, Edén siguió mirándome sin expresión alguna, quizás buscando en qué parte estaba el chiste. Al final, después de unos cuantos segundos, frunció el ceño.
—No te burles.
Nora soltó una risita y ambas la miramos de mal modo hasta que opté por quitarme la camiseta llena de sangre y mostrarle mejor el tatuaje.
—Me di cuenta de que estaba muerta cuando quise mover mi cuerpo y no pude hacerlo. Estaba atrapada allí, veía el cielo sobre mí, el anochecer y después las estrellas, mientras intentaba comprender qué me había pasado. Claro que sabía del ataque, pero mi consciencia seguía despierta. Eso no se parecía al concepto de "morir" que yo tenía —conté, sin más, pasándome los dedos por el dibujo—. Entonces, la Muerte se apareció frente a mi y me dijo que podía volver a vivir, robando la energía que producen otros seres humanos para hacer funcionar mi cuerpo. Si no lo hacía, la herida volvería a abrirse y moriría de vuelta. Y como tengo algo que resolver en esta vida, todavía, me quedaría atrapada por siempre en la tierra.
Levanté la mirada y la observé. Mi amiga no se atrevió a decir más nada, porque seguro que pensaba que estaba loca, como mis padres. Nora también guardó silencio y yo decidí ir por la parte más genial del asunto.
—Debido a que tengo que robar energía de otras personas, me fueron concedidas algunas habilidades sobrenaturales. Super fuerza, puedo saltar varios metros, soy muy rápida y no puedo morir, además de quedarme sin energía, a menos que me claven un cuchillo de nuevo. Un disparo no me hace nada —añadí, mirando a Nora con intención.
Edén siguió la línea de mi mirada y después de echarle un vistazo a la friki, se centró en mi otra vez.
—Robas... ¿energía?
—Sí... —empecé, pero Nora me interrumpió.
—Su cuerpo ya no funciona por sí mismo. Murió, no está habilitada para activarlo. Así que ella tiene que tomar la vitalidad de los cuerpos de las personas que sí funcionan para darle combustible al suyo. Básicamente, así funcionan los Daevitaen —contestó, logrando que clavara mis ojos en su cara, alertada por el nombre.
—¿Los qué? —replicó Edén.
—Daevitaen. Demonios de vida —completó Nora, devolviéndome la mirada sin timidez ni pena.
Apreté los labios, los dientes y los puños. En verdad quería golpearla. Yo no era ningún demonio, estaba viva. Quise decirle muchísimas cosas, pero me las guardé porque era el momento de explicarle todo a Edén, no de colgar a Nora en el aire de los rizos esos perfectos que tenía.
—Lo que sea —gruñí—. El punto es que desde entonces, volví a la vida y tuve que salir noche a noche a alimentarme de cualquier malviviente, asesino, ladrón o violador que me encontrara. Limpié las calles mientras buscaba a mi asesino —le expliqué a Edén, recuperando su atención—. Hasta que Nora llegó y casualmente todas mis presas desaparecieron.
—Las mataste —simplificó Nora—. No es mi culpa.
—¡No maté a propósito! —le chillé—. Y los que se murieron eran violadores y asesinos, se lo merecían.
—No es más que una muestra para Edén —contestó ella—. Lo peligrosa que eres.
Me erguí, rabiosa, pero Edén puso su brazo entre nosotras. Su rostro estaba serio y hasta era un poco siniestro. Le dirigió a Nora una mirada tan hastiada que pensé que al final la que la golpearía sería ella. Luego, me envió una advertencia muda a mí.
—Sigue —me ordenó.
Bufé y me senté bien en el suelo.
—Tuve que empezar a buscar a gente en los boliches. La actividad física, la diversión, la euforia, le dan a los cuerpos energía extra que yo puedo robar sin hacerle daño en verdad —dije—. Me costaba mucho controlar mis habilidades y no robarle a alguien apenas tocarlo... piel con piel.
Vi que Nora ponía los ojos en blanco y inspiré profundamente para concentrarme en mi relato y no en ella. Mi amiga, que estaba escuchando con tranquilidad, asintió.
—No volviste a tocarnos —corroboró.
—No, no soportaría hacerle eso a ustedes o a mis padres.
—¿Y entonces? —siguió Edén.
—Luca me ayudó —dije después, con pena. Iba a admitirle que Luca lo sabía desde hacia muchísimo tiempo y me daba miedo lo que pudiese pensar de mí. Pero ella mantuvo la boca cerrada—. Evité que fuera atacado por un tipo loco y recibí un cuchillazo por él. Para salvarme, lo besé y me sané. Los besos tienen un gran potencial, por todo lo que produce el cerebro, las hormonas y la emoción —aclaré—. Los besos de Luca me han mantenido muy sana y me permitieron pasar el resto de mis días sin tener que salir de noche con poca ropa para atraer hijos de puta a mis redes —seguí, suspirando—. Él lo sabe todo. Tuve que decírselo cuando reviví de una puñalada que podría haberme matado.
—Como la mía —dijo Edén, ya sin sorprenderse de nada.
Asentí.
—Como la tuya —acepté.
Guardé silencio. La parte más cruda del relato estaba por venir, pero Edén se arrastró un poco más hacia mi, curiosa pero por algo que no tenía nada que ver.
—¿Qué era lo que ibas a contarnos hoy, entonces? ¿Qué llevas meses besuqueándote con Luca mientras él te salva la vida? —dijo, pasándome un brazo por encima detrás del cuello.
La miré, con los ojos como platos, sorprendida por su tono intenso. Incluso me sonreía socarronamente, esperando más información. A nuestro lado, Nora hizo como si vomitara y reaccioné.
—Tu cállate —le urgí, antes de mirar a Edén otra vez—. Bueno, la cosa es que él se ofreció a darme energía todos los fines de semana y entre clases —confesé, tratando de no sonreír como una idiota enamorada.
—¡Aw, qué lindo! —exclamaron las dos al mismo tiempo, pero Nora con ironía y por motivos muy contrarios a los de Edén. Volví a mirarla mal y ella sacó su teléfono como para demostrar que ya no estaba interesada en la historia.
—Y bueno, han pasado varias cosas más que... bueno... Demonios.
No sabía cómo decirle a mi amiga que no era virgen y que me acostaba con él, me resultaba más difícil admitírselo a ella que decírselo a Nora para molestarla. Hasta sentí vergüenza.
—Ya, vale, tienen sexo —recitó Edén, alejándose un poco de mi después de leerme las facciones. Exhalé bruscamente, aliviada, y asentí. Y sí, eso era lo que iba a contarles antes de que ella desapareciera.
—Esa es la parte interesante del asunto —le avisé—. Pero la problemática tiene que ver con nosotras, en realidad —dije y Edén volvió a prestarme atención y arrugó la frente, confusa. Me miró, atenta, y pude continuar con el relato—. Él no solo me mató a mi. Definitivamente fue tras Cassandra y Teresa. Lo que ocurrió en la fiesta de Halloween no fue un truco. Esa era Cassandra dando una lista de nombres de todas a las que él asesinó —seguí y Edén fue poniéndose cada vez más pálida con cada palabra dicha. Le tembló el labio inferior y se llevó una mano al abdomen por inercia, un reflejo.
—Por eso te incluyó... Por eso quería hablar contigo.
Nora se metió en la conversación de nuevo.
—Disculpa, ¿qué? —preguntó, bajando el teléfono—. ¿Hablaron con Cassandra?
Asentí cuidadosamente, cuando una idea brillante cruzó por mi cabeza. Si ella era una bruja, podría fácilmente llamar a los muertos, ¿no era así? Luego, me acordé que seguramente Nora no nos ayudaría igual, aunque no me matara.
—Por la ouija —expliqué—. Quería hablar conmigo y me incluyó en la lista de todas a las que mató este tipo. No estaba ni Penélope ni Edén, supuesto.
—¿Penélope? ¿Yo? —Edén nos miró a ambas, absorta.
No era idiota y seguramente había hilado mucho más de lo que yo había dicho, pero estaba esperando que se lo dijera antes de que sacara la conclusión sola. Apreté los labios y pensé que Nora querría hablar del tema, ya que la idea del supuesto círculo era de ella.
Pero Nora guardó silencio, como si tampoco tuviera el estómago para decirle que era la siguiente y última en la lista. Me mojé los labios y tragué saliva.
—Era él, Edén. El tipo que te acuchillo era él. Mi asesino, el de Cassandra, Teresa y sé que él fue quién se llevó a Penélope. Nos está cazando, una por una.
Edén me miró en silencio y al final Nora tomó la palabra.
—Está cerrando un círculo. Y no parará hasta que tú estés muerta y hasta que Serena regrese a la tumba.
Mil mil gracias por esperar esta historia y acompañarla en este proyecto. Espero que siga cumpliendo con sus expectativas y la disfruten mucho <3 Si les gusta, no olviden recomendarla y dejar sus comentarios para que siga creciendo!
Ahora vamos con las preguntas del día de hoy:
¡Al fin sabemos lo que es Serena! ¿Se imaginaban un nombre así? ¿Cómo creen que intervendrán ahora Edén y Nora en la vida de Serena, a sabiendas de que tienen que parar al asesino juntas?
¿Cómo ven las respuestas de Nora sobre por qué es una cazadora? ¿Creen que lo justifica? ¿Sigue siendo su percepción hacia ella la misma de los primeros capítulos?
¡Los leo!
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