Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

25. Miedos e ilusiones

Miedos e ilusiones


La siguiente semana hubo exámenes y Penélope siguió sin aparecer. Yo no era la única que no podía concentrarse. La escuela entera estaba sumergida en una vigilia llena de angustia y se hicieron marchas en el barrio pidiendo por la aparición con vida de nuestra compañera. Pero no hubo noticias, más que las replicas de la marcha que salieron por la televisión.

Aun así, los exámenes finales continuaron y estudié lo que pude mientras salía todas las noches a peinar kilómetros en su búsqueda. Cuando la profesora de Química me puso el examen en la mesa y me di cuenta de que no sabía absolutamente nada, también me rendí por dentro con la idea de encontrarla con vida de una vez por toda.

Para el viernes, el último día de todos los exámenes, estaba segura de que había desaprobado al menos la mitad y que, como esa nota representaba casi uno 40% de la nota anual y final, ponía en riesgo muchas materias. Me las llevaría a diciembre y mis padres me iban a matar.

—Oye —me dijo Luc, en su casa, a eso de la una de la mañana, mientras me quitaba la blusa de mangas cortas—. Pasaste por muchas cosas este año, no puedes pretender se la chica nerd por siempre.

—No soy nerd —me quejé, pero cuando empezó a besarme los hombros, me derretí—. Quizás un poco —admití, entre suspiros.

—Vamos —susurró contra mi cuello—. Ya terminaron todos los exámenes, ya solo quedan clases aburridas. Ya nos graduamos, prácticamente.

Tenía razón y la idea hubiera sido genial de festejar si él no estuviera mordiéndome la oreja y mi única idea de festejo no hubiera sido revolcarme con él toda la noche.

—Vacaciones —admití, cuando me quitó el sostén. Eso significaba que quedaban dos semanas de clases sin sentido y luego podríamos vernos casi todos los días. Era genial. Además, no vería más a Norita. Todo era perfecto.

Él era perfecto, también.

Me quitó el resto de la ropa y me apretó contra él. Suspiré, ya ida y embriagada por su tacto, su aroma y el deseo que me provocaba.

Lo rodeé con los brazos y busqué su boca. Quería besarlo hasta quedarme sin aire y morderlo donde pudiera. Luca no perdió el tiempo y me besó con urgencia. Enterró sus dedos en la maraña de mi cabello y profundizó nuestro encuentro de una manera que me volvió loca.

Siempre que nos tocábamos había algo así, como algo que vibraba entre nuestros cuerpos, una electricidad que nada tenía que ver con su vitalidad que pasaba a mí con cada instante. Todo ya iba más allá de su energía creciente. Alimentarme no importaba, lo de sobrevivir ya ni servía de excusa. Entre nosotros existía una necesidad más apremiante, más humana y primitiva. Todas las veces que estábamos juntos sentía que me deseaba, que yo le gustaba, pero en ese momento creí que era mucho más, que se asemejaba a lo que yo sentía por él.

Nos devoramos el uno al otro y dejé que me cargara a la cama, donde se desvistió sobre mí y susurró algo en mi cuello que capté con claridad. El roce de sus labios en mi piel me produzco escalofríos, pero de esos que son placenteros y ansiosos.

—¿Cómo es que eres tan bonita?

No le respondí, me quedé por un momento sin habla y sin aire. Estaba extasiada y halagada en más de una manera y no pude coordinar bien mis pensamientos, porque no sabía que decir. Un "gracias" no me parecía aplicable y un "te amo" mucho menos.

Después, todo pasó rápido. Seguí besándolo incluso cuando me sugirió que me quedara toda la noche con él, que quería abrazarme, y me guardé todos mis pensamientos y mis opiniones por un miedo que nació de golpe y que no sabía bien de dónde había salido. Lo quería tanto que estaba aterrada de perderlo. Si la arruinaba, él no volvería a mí y no cumpliría la promesa que hizo delante de Nora.

—Serena —susurró, tomándome la mano—. ¿Te quedas? —me pidió entonces, cuando se separó de mi y me abrazó, apretándome contra su pecho.

—Quiero quedarme —le dije, besando su hombro y dándome la vuelta para que me abrazara por detrás, enfriando todo antes de que me mandara una cagada y le gritara que estaba enamoradísima de él, que quería casarme, tener hijos, perritos y vacaciones en Aruba—. Pero mis padres no pueden saberlo. ¿Y además 5to B no se va de paseo mañana?

Luca captó todos mis intentos por calmar las aguas. Besó mi cuello y se quedó un par de segundos callados. En seguida, tuve miedo de vuelta, pero esta vez por temer herir sus sentimientos, y me sentí más y más estúpida.

—No voy a ir. Mis padres no van a estar mañana en casa tampoco. Se van temprano, como a las 6 AM. Mi tío los invitó a pasar el fin de semana en unas aguas termales con ellos. Y el paseo de los chicos... ¿Ir a una quinta con pileta cuando puedo quedarme aquí contigo y tenerte desnuda todo el día? —añadió—. Pues me quedo aquí.

Me reí, con una sensación de histeria creciendo en el pecho. Él me prefería a mi antes que a todos sus amigos y ahí estaba yo, cortando el ambiente después de haber tenido un sexo fantástico, después de que me pidiera pasar la noche entera con él, después de asegurara que era bonita. Quise levantarme y darme la cabeza contra la pared.

—Puedo venir mañana —contesté, intentando que la voz me saliera entera—. Si vas a estar solo...

—Siempre quiero que vengas —me dijo, abrazándome con más fuerza—. Y sí, voy a estar solo.

Acepté en volver al día siguiente, pero no salí de entre sus brazos, dividida entre mis terrores y mis sentimientos por él. Me quedé allí un largo rato hasta que su respiración pausada en mi nunca me relajó. Estaba quedándose dormido y se estaba tan bien allí, entre sus brazos, con el cariño que me estaba dando...

Abrí los ojos con el canto de un pájaro en la ventana. Había luz en la habitación y no tenía nada que ver con los veladores que habían quedado encendidos. Era de día.

Con un nudo en la garganta, me senté en la cama. Busqué mi teléfono y comprobé que eran casi las 7 de la mañana.

—¡Mierda! —gemí. A mis espaldas, en la cama, Luca bostezó—. ¡Me quedé dormida!

—Sí te quedaste —dijo él, adormilado.

Yo salí de la cama como loca. Empecé a buscar mi ropa por toda la habitación, tratando de ser silenciosa, porque abajo todavía se escuchaban voces. Los padres de Luca aún no se habían ido, se les había hecho tarde.

Encontré mi ropa interior y empecé a vestirme para cuando Luc se apoyó en la cabecera y me miró, con una expresión encantada en la cara.

—¡No sé de qué te ríes! —cuchicheé, ya habiéndome puesto las bragas. Miré a mi alrededor y solo hallé mi falda. De mi corpiño ni noticia—. Mis padres me van a matar.

—Es sábado, deben pensar que estás durmiendo. ¿No cerraste la puerta con llave?

Asentí, me puse la falda así nomas y recorrí la habitación en busca de mi sostén; no lo hallaba y estaba muy nerviosa. Si no aparecía en los próximos segundos, tendría que irme sin él o enfrentarme a la ira de mis padres si llegaban a descubrir que había pasado la noche fuera de casa.

—¡Ahí! —chillé, emocionada. Estaba debajo de los pantalones de Luca.

Estaba a punto de agacharme para agarrarlo cuando alguien abrió la puerta de par en par. Grité, me tapé como pude y la persona que estaba en el umbral del cuarto, que había entrado hablando a los gritos, pidiéndole a Luc que se levantara ya, también lo hizo.

—¡ALAN! —gritó Luca, tapándose con las sábanas. Desgraciadamente yo estaba bastante lejos de la cama como para taparme con ella y Alan llegó a verme haciendo topless.

—¿SERENA? —dijo Alan, con un tono que iba entre lo incrédulo, lo sorprendido y luego hasta lo coqueto—. ¡Serena! —exclamó después, mirándome las tetas que me estaba tapando con los brazos.

—¡Sal de aquí! —Luca le arrojó una almohada a la cara, pero Alan apenas si reaccionó—. ¡Deja de mirarla!

—¡Quita tus ojos de mis tetas! —le grité, agachándome en el suelo para tomar mi sostén, como podía. Alan recibió otro golpe con la almohada y al final, Luca logró salir de la cama, con las sábanas anudadas a la cintura. Lo empujó fuera, dejándome sola para que pudiera recuperarme de la impresión y vestirme.

Me tapé la cara con las manos, nerviosa, avergonzada como nunca y, sobre todo, preguntándome qué demonios hacia Alan ahí a las 7 de la mañana de un sábado. Rechiné los dientes y me coloqué el sostén lo más pronto posible. No faltaba más que abriera la puerta de vuelta.

Terminé de vestirme y salí de la habitación, hecha una furia. Bajé las escaleras, notando que los padres de Luca ya se habían ido y que probablemente justo cuando se marchaban habían dejado entrar a Alan, y llegué al living con cara de perros.

Alan estaba sentado en el sillón y Luca había encontrado unos calzoncillos en algún otro lado, quizás en el cuarto de lavado de la casa. Los dos alzaron la vista cuando me vieron bajar y yo inspiré profundamente.

—Me voy.

—Esto sí que se lo tenían guardado —soltó Alan, sin poder contenerlo—. ¿Desde cuándo, eh, Serena?

Luca le dio un puñetazo en la parte trasera de la cabeza.

—Cierra la boca.

—No me culpes, ¿y yo qué sabía que tenías a Serena en bolas en tu cuarto? —dijo él, frotándose la nuca.

Quise tirarme del pelo.

—¡Mejor que cierres el pico! —le grité, apuntándolo con un dedo. Pasé junto a Luc, le di un beso en la mejilla y me abrí yo misma la puerta de la casa. Iba a dejar que él se hiciera cargo de su amigo, como le correspondía, mientras yo me ocupaba de mis propios problemas. Todavía tenía que llegar a casa.

Las primeras cuadras las hice caminando como una persona normal, pero al final terminé saltando por los techos e intentando llegar más rápido y sobre todo más desapercibida. Aterricé sobre el techo de mi hogar, me colgué desde la cornisa y me metí por el hueco de la ventana, que había dejado abierta.

Apenas puse los pies en el suelo de mi cuarto, escuché un jadeó. Me volteé y vi a mis padres sentados en la cama, esperándome. La puerta de mi habitación estaba abierta y el picaporte caído de una forma extraña. La habían forzado.

Me quedé muda, sin saber qué decir, porque los dos tenían los ojos clavados en mí y era obvio que me habían visto caer del techo.

—¿Serena?

—Puedo explicarlo —dije, aunque en verdad no sabía si podía.

Papá se puso de pie, estaba enojado y noté cuánto se estaba conteniendo.

¿Dónde estuviste?

Apreté los labios. Decir que había estado con un chico no era una buena idea, incluso aunque mi ropa bastante ligera, y no solo por hacía calor, me delatara.

—¿Qué es eso, Serena? —dijo mamá, levantándose también. Me estaba señalando el pecho, el tatuaje que se asomaba por el escoté de la camisa de tirantes.

Retrocedí hasta la ventana, antes de que pudiera tocarme.

—¿Dónde estuviste? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué es esa cosa? —gritó papá, poniéndome los pelos de punta. Nunca me había gritado así; siempre había sido buena niña, había seguido las reglas y jamás tuvieron que castigarme de ninguna manera. Era la primera vez que veía a mi padre tan enojado conmigo y sentí miedo, como si en realidad no fuese una excelente cazadora de seres humanos.

—Puedo... puedo... —murmuré.

—¿Explicar qué? —gritó él—. ¿Qué saltaste desde el techo?

Cerré los ojos durante un momento. Esa era una reacción normal. Yo había desaparecido en la noche, había tenido actitudes muy extrañas durante el año y de pronto me veían regresar a casa como si fuese Spider Man. Pero dar una versión lógica no era sencillo.

—¿Qué está pasando contigo? —dijo mamá, subiendo las octavas de su voz. Ella también iba a empezar a gritar—. ¿Ahora te tatúas? ¿Cómo hiciste esto y qué está pasando? ¡Nos mientes!

—¡Serena! ¡Nos has mentido todo este tiempo! ¿Hace cuánto que haces esto? ¡Nos mientes! —repitió papá.

Abrí los ojos y también grité.

—¡CLARO QUE MIENTO! —exclamé—. ¿Qué opciones tengo? ¡Por supuesto que tengo que mentir! ¡No me queda otra, porque desde esa maldita noche en la que ese hijo de puta decidió que quería acabar con mi vida no me quedan más opciones! —estallé, tan fuerte que mamá retrocedió. Papá no cambio su expresión de enojo, pero se hizo evidente en sus ojos que ni él ni ella entendían de qué estaba hablando. Tomé aire y decidí que tampoco había opciones en ese momento—: ¡Él me asesinó! —dije—. ¡Me clavó un puñal en el pecho y me morí! Me morí como Cassandra, como Teresa, como las otras ocho chicas que ese hijo de puta estuvo cazando como si no fuésemos más que sacos de mierda. Y ahora tiene a Penélope. ¿Y quieren saber qué hago durante las noches? Pues voy a merodear por la ciudad, buscando cualquier ser humano que me encuentre que pueda darme la energía que mi cuerpo no produce, eso es lo que hago.

Los dejé mudos, debían pensar que estaba loca, pero igual no me detuve. Me saqué la camiseta y la arrojé al suelo, esperando que no se notaran mucho los besos que Luca me había dejado en el cuello. El tatuaje quedó completamente a la vista y era la primera vez que se lo mostraba a alguien más que no fuese Luc. Mamá se horrorizó, porque no estaba a favor de los tatuajes y mucho menos de uno de ese tamaño. Pero ella no había entendido realmente qué me había pasado.

—Me clavó un puñal en el pecho y me morí —expliqué, bajando un poco el tono—. Pero me dieron otra oportunidad y ahí donde estaba la puñalada, creció este tatuaje. Desde entonces, para no volver a morir, me alimento de otros seres humanos. Y sí, puedo saltar desde el techo, saltar desde esta ventana sin lastimarme, romperle la muñeca a un tipo de 100 kilos y sobre todo matar. Puedo matar —añadí, casi escupiéndolo—. No soy más humana, hace meses que no soy normal y no porque me haya violado. Todo eso lo inventé para disimular la cagada en la que me metí el día que decidí irme temprano de esa fiesta. Él me agarró y me asesinó y nadie pudo salvarme. No importa cuánto lloré y deseé que estuviesen ahí para detenerlo. ¡Me asesinó a mi y después fue por las demás mientras yo intentaba arreglarme! ¡Estoy rota! ¿No lo entienden? —chillé, al borde de las lágrimas.

Me tapé la cara con las manos y en verdad lloré. Sabía que ellos no podían comprenderme por todo lo que les había ocultado, pero me sentí muy dolida de estar en esa situación, chocando con ellos, recibiendo retos que creía que no merecía. A pesar de todo, de que una parte de mí entendía sus reacciones, sentí que nada de eso era mi culpa y era bien injusto.

Mis padres guardaron silencio hasta que mamá también se puso a llorar. Entonces, papá se adelantó y yo me puse alerta a sus movimientos, como si fuese una amenaza.

—Es más serio de lo que pensamos. Se acabó, no vamos a dejar que sigas de esta manera —dijo, estirando un brazo hacia mí. Supe de qué hablaba y también supe que estaba ignorando las cosas sobrenaturales que yo hacia adrede, porque no podía explicarlas y era mejor negarlas—. Te vamos a internar.

—No... —murmuré, pegándome a la ventana cada vez más.

—¡Es lo mejor para ti, hija! —lloró mamá, y yo exploté.

—¡Ni loca! —grité.

Antes de que papá llegara hasta mí, agarré la biblioteca que estaba junto a la ventana, sin ningún esfuerzo y la arrojé al suelo, entre nosotros. Entonces, me metí por el hueco de la ventana y salté el jardín, un piso más abajo. Al aterrizar, miré para arriba y vi sus rostros desencajados, por lo que decidí mostrarles que no estaba loca.

Tomé impulso y brinqué, llegando al techo de la casa vecina con una ligereza impresionante. Luego, sin mirar atrás, huí. 

¡Espero que este capítulo también les haya gustado! Gracias por todo su apoyo a esta historia <3

Ahora, diría que tengo una sola pregunta para ustedes, pero eso no es verdad xD

La primera es obvia: ¿Creen que Alan va a mantener la boca cerrada o no? JAJAJA

La segunda es obvia pero más seria: Ahora que los padres de Serena saben que su hija no está "bien" ni es "normal", ¿qué piensan que sucederá? ¡Los leo!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro