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18. Cosas que marcan

Cosas que marcan

Apenas puse mis dedos en el cuero de la bota, pude sentir mi propia agonía. La reconocía; era mí pánico, mis gritos, mí desesperación mientras él me arrastraba allí, me arrojaba al suelo y me golpeaba.

Al tener el sentimiento más fresco, los recuerdos fueron mucho más claros. Tuve por sentado que él realmente no me habló, no se esforzó por callarme o asustarme con palabras. Todo era violencia física. Pude escuchar otra vez su respiración enloquecida en mi oído y la presión de su brazo por encima de mi pecho.

Reviví el momento en el que caí en el suelo, aún cuando era probable que para ese entonces ya no tuviese la bota puesta. Recordé que intenté arrastrarme y que recibí un golpe en la nariz que me dejó mareada. La cabeza me dio vueltas como en ese mismo instante y mi visión fue doble. Pero, durante un segundo, pude enfocarme en su rostro, en aquel que no recordaba. En aquel momento, mientras mi cabeza se acomodaba y él rasgaba mi ropa, grité.

Solté la bota, gritando también en la realidad. Caí sentada y me levanté tan pronto como pude, temerosa y asqueada de estar allí. No sabía si me había violado después de eso, pero no quería saberlo, quería enterrar todo.

Me tapé la cara con las manos, pero su rostro sí que no lo olvidé, a pesar de que el pánico me estaba dominando por completo. Me llevé las manos al corazón, desbocado, y agradecí tener esa segunda oportunidad, agradecí estar viva con todo lo que conllevaba. Agradecí no ser como Cassandra.

—¿Escuchaste de dónde vino?

Las voces de dos hombres me sacaron de mi estado actual. Los policías que cuidaban la escena se habían bajado del auto; me habían escuchado gritar.

Gateé fuera de allí y aproveché mi agilidad para serpentear entre los matorrales una vez estuve de pie, fuera de su alcance. Pudieron escuchar que alguien por allí corría, pero no verme. En un par de segundos, estuve en la otra calle, más de doscientos metros más allá de la cinta policial, cruzando hacia las fábricas para perderme por encima de sus techos.

Ninguna de mis amigas parecía querer hablar mucho del asunto de Cassandra. Yo nunca había hablado bien con ellas sobre lo que me había ocurrido la noche de la fiesta de Silvana. Suponía que algo sabían, porque era obvio que habían hablado con mis padres y con los suyos por mi cambio de actitud, pero no sabía hasta dónde. Si relacionaban a Cassandra conmigo o no, no podía asegurarlo.

Hasta el momento, las tres habían tenido escalofríos cuando algún compañero señaló ese punto de la ciudad y le preguntó a Silvana misma si había caminado por ahí estos días.

—Nunca voy por ahí —contestó ella, con una expresión de horror—. Es súper peligroso. Y además no quiero encontrarme con cadáveres.

Por un momento, me imaginé cómo hubiesen reaccionado todos ellos si me hubiese quedado bien muerta y me hubieran hallado ahí.

—Qué horror —musitó Cin, a mi lado, en una hora libre—. No quiero ni imaginármelo.

—Hablemos de otra cosa —pidió Caroline—. Tenemos motivos para estar felices, después de todo —nos recordó—. Ya nadie molesta a Serena, Nora está lejos de nosotras y quizás es tiempo de que Sere se acerque más a Luca.

Definitivamente, Caroline había vuelto al ataque. Apreté los labios, mientras Edén me revisaba el rostro. Yo no tenía nada por lo cuál alegrarme, no podía sacarme a mi asesino de la cabeza y eso se me notaba en las expresiones. No podía obviarlas.

—Serena, ¿estás bien?

Suspiré. Con Edén, menos que menos podía fingir.

—Estoy muy afectada la verdad.

—¿Por lo de esa chica? —dijo Caroline, inclinándose hacia mí. Edén la codeó para volver a sentarla en su sitio.

—Caroline —le chistó, de mal modo—. No seas insensible.

—No estoy siendo insensible —se defendió ella—. Es que no me gusta hablar de cosas tan feas. No tiene nada que ver con nosotras.

Creo que mi mirada se puso sombría. Al menos, mi voz sonó de ultratumba cuando hablé.

—Yo viví cosas muy feas —zanjé, sincerándome por primera vez con ellas, quizás un poco en reclamo a la poca sensibilidad de Caroline en el tema. Ella podía decir que no quería hablar de eso, pero en realidad no quería hacerlo porque prefería ser más superficial.

Caroline cambió totalmente su expresión y me sentí culpable. No podía culparla por querer aferrarse a ese mundo inocente, lleno de chicos lindos y riñas tontas. Nadie quería indagar en asesinatos, obvio.

No dije nada más y todas me miraron en silencio. Edén se mojó los labios y buscó las palabras adecuadas, después de que yo me girara hacia el frente, hacia el pizarrón.

—Serena...

—¿Alguna tiene completa la tarea de Biología? Me falta una parte —contesté, ignorando ya el asunto. 

Cinthia se giró hacia Edén, como esperando su opinión ante mi respuesta tan fabricada y fría. Pasaron casi veinte segundos hasta que Caroline me tocó el hombro.

—Oye, lo siento, Serena. Tienes razón.

Tragué saliva y contuve el aire. No sabía quién tenía razón realmente, pero volvía a estar segura de que Caroline no tenía la culpa de querer esquivar el asunto. No era responsabilidad de ninguna de nosotras, después de todo; ni siquiera mía.

—No —dije, dándome la vuelta, con un nudo en la garganta—. No tengo razón —discrepé—. Es verdad, no tiene nada que ver con ustedes. No tienen porqué hacerlo parte de sus vidas.

La mirada de Caroline se volvió vidriosa, a Edén le temblaron los labios y Cinthia se tapó la cara con las manos.

—Serena... en verdad lo siento —me dijo Caro—. Yo no...

—Tú nunca has hablado con nosotras —murmuró Edén—. No... ¿no confías en nosotras?

Pude notar el dolor en su voz. No era que no confiara en ellas, eran una gran base para mi subsistencia. Me mantenían atada a la adolescente que supuestamente era y, además, apenas estaba enfrentando todo lo que ese hombre había hecho en mí, con mis padres y otros adultos. Simplemente, no había tenido manera de hacerlas partes de eso hasta ahora.

Pensé en Luca y en cómo lo había integrado a mi vida real y supe que sí estaba siendo injusta con ellas. Podía sincerarme, sí, y contarles lo que le había dicho a mis padres sin involucrarlas demasiado en mis pesares reales. Eso sí podía hacerlo.

—Es... es muy difícil —dije, cuidándome de que ninguno de mis compañeros nos prestara atención. Como la hora era totalmente libre, la mayoría estaba jugando a las cartas en la parte trasera del salón, escuchando música con los teléfonos y hablando en grupos apartados. Estábamos a salvo.

Edén me tomó la mano.

—No tienes que decirnos todo, solo lo que te parezca.

—Es que... no sé bien lo que pasó, pero... desde que encontraron a Cassandra, solo sé que... —me trabé. No sabía qué decir y qué no—. A mí me atacaron ahí y no dejo de pensar que podría haber sido ella.

—No, amiga, no. No eres ella, no pasó. Estás aquí —me contestó Edén.

Cinthia me abrazó, repentinamente.

—Pensar eso solo te hará mal, Sere. Tu estás aquí con nosotras, estás a salvo.

No hablamos mucho más que eso, quizás porque no era el momento justo. Todos iban a notar que llorábamos, porque ninguna de mis amigas contuvo las lágrimas. Lo dejamos ahí y solo quedó claro que iban a apoyarme y a escucharme siempre.

Se ocuparon, a partir de entonces, de hacerme reír, abrazarme mucho y darme besos, incluso. Ya no me resultaba tan difícil resistirme a tomar energía de ellas, así que los acepté y me sentí contenida. 

Entre ellas, Luca, mis padres y la terapeuta, llevé un poco mejor los siguientes días. Digerí mejor los recuerdos dolorosos y afronté mejor mi resolución para vengarme de mi asesino. Cualquier angustia que sintiera no superaba mis ganas de atraparlo.

Pero fue evidente para mí que Luca seguía sin estar de acuerdo. Nos encontramos en su casa la siguiente noche y mientras él me abrazaba y besaba mi hombro desnudo, lo escuché suspirar.

—Sé lo que estás pensando —le dije, girándome entre sus brazos. Cuando llegué a su casa, no hablamos de eso, ni un solo momento. Preferimos besarnos y recorrernos de arriba abajo con las manos y los labios, descargando en el acto todo lo que habíamos llevado encima durante la semana.

—¿Qué cosa? —me dijo, corriéndome el pelo de la frente.

—No crees que sea buena idea que vaya por él.

—No puedo decirte qué hacer —me contestó, con un encogimiento de hombros—. Y aunque desearía que le arranques las pelotas, me gustaba más la idea de que te olvidaras de resolver la mierda del ser humano por ti misma. Eso es muy fuerte, Serena. Es muy duro. Y en verdad lo admiro.

Puse ambas manos debajo de mi mejilla y suspiré.

—Es un poco contradictorio lo que dices —murmuré—. Lo admiras, pero no te gusta.

—Creo que a muchas personas no les gustaría tampoco, eh. Si se lo dices a Edén, a Cinthia o a tus padres, no les gustaría que tu tuvieras que castigar y ver las peores mierdas del mundo. Pero... no cualquiera puede hacerlo. Solo pienso que... que solo hablas de esa parte de tu vida conmigo y que quizás algún día no sea suficiente. Quizás explotes.

—Quizás algún día le diga todo a todo el mundo —dije.

Luca apretó los labios.

—Sí. Pero tal vez te haga mal.

—Siempre pienso que no puede haber nada peor que lo que ya pasó —contesté—. Excepto que me llegue la hora otra vez sin resolver mi prenda.

Estiró la mano y me acarició la cara. Su gesto me pareció tan dulce que por un segundo olvidé de qué hablábamos y mi corazón enamorado se aferró a una esperanza nueva. Pensé que quizás él podía estar queriéndome de otra forma, no algo que rayaba en la amistad y en el sexo nada más.

—Yo te voy a ayudar —me prometió, derritiéndome de nuevo.

Sonreí y aunque estuve a punto de decirle que no era necesario, que no tenía porqué meterse con todo eso, que era feo, como él decía, no pude. En ese momento, no quería más que agradecer su ayuda y sujetarme a ella con fuerza.

—Gracias. No sé qué haría si no te tendría —reí, nerviosamente—. Me sentiría muy sola.

—También yo —murmuró, y luego sonrió—. Me refiero a que me sentiría solo también.

Borré la sonrisa de mi cara lentamente cuando vi que la felicidad y la diversión no llegaba a sus ojos. Otra vez, me di cuenta de que había algo que Luca no me contaba y que era algo duro y triste para él.

—¿Por qué dices eso? —pregunté. Quizás no me correspondía hacerlo, pero sí había alguna posibilidad de que él me dejara ver su corazón, tal y como yo lo hacia con el mío, la tomaría—. Tienes a tus padres, a tus amigos...

Volvió a encogerse de hombros y huyó de mi mirada. Aun estando tan cerca como estábamos, tan íntimos como la desnudez podía permitírnoslo, sentí que él se alejaba rápidamente de mí.

—Es... no es...

Se calló. No me atreví a preguntar. Él siempre me escuchaba, me esperaba. Era paciente conmigo, demasiado. No iba a presionarlo, por mucho que quisiera formar parte de su vida y de sus secretos.

Aguardé en silencio y me dije que no estaba preparado para decirme qué había sucedido. Estiré la mano y le acaricié la mejilla de la misma manera en la que lo había hecho conmigo.

—No tienes que decirme nada.

—Es muy egoísta de mi parte —respondió—. Tu me has contado todo.

—No te he dicho todo —sonreí—. Algunas cosas aún me las guardo. Pero porque yo te haya compartido mis secretos no quiere decir que debas hacerlo conmigo.

Huyó de mi mirada otra vez, pero, por el contrario, se arrimó más a mí, hasta que nuestras narices se rozaron. Solo entonces, estando así de cerca, buscó mis ojos. Esperé, con el corazón en la boca, con la ansiedad creciendo dentro de mí.

—Mi hermana murió hace cinco años —contestó.

Me quedé muda, con la mente en blanco por al menos cinco segundos. No sabía que Luca tenía una hermana. Lo conocía desde que habíamos comenzado la secundaria, pero jamás había sabido de ella. Me pregunté qué había pasado realmente, pero no pude preguntar. Casi que me olvidé de respirar.

Luca observó mi expresión y se mojó los labios.

—Es un poco crudo decirlo así, sí. Pero... más crudo es pensar cómo murió y que no pudimos hacer nada.

—Luca tú... —logré decir—. Tú solo tenías doce. ¿Qué podrías...?

—Yo no podría haber hecho nada —suspiró—. Ella me llevaba diez. Ahora tendría veintisiete años. Y aunque parezca que con tanta diferencia de edad no teníamos mucha relación... ella y yo éramos muy unidos. Desde que se fue no... no...

Volví a tocar su rostro. Sus ojos estaban vidriosos.

—¿Qué le pasó? —pregunté, con un hilo de voz.

—Su novio —confesó, bajando la mirada—. La mató a golpes.

Muchísimas cosas me cerraron en ese momento. Luca tenía comprensión de la realidad que yo había enfrentado; de la violencia, de la muerte y de lo que era la escoria humana debido a algo terrible que no había podido imaginar.

Experimenté una sensación de culpa terrible, porque me di cuenta de que había desestimado su opinión sobre si buscar a mi asesino o no era lo correcto, considerando que él no sabía realmente a lo que yo me había enfrentado. Pero Luca lo había visto con sus propios ojos; sabía de lo que estaba hablando.

También comprendí la madurez con la que sabía tratar esos temas. La había adquirido a la fuerza, no había tenido opción porque alguien le había quitado a su hermana. Pensé en sus padres, en cómo nunca yo había sospechado que esa pareja llevaba un horrible agujero en sus almas, y sobre todo pensé en él, en las sonrisas que mostraba en la escuela.

Y después, al final, me alegré aún más haberle salvado la vida. Su familia no hubiese tolerado otra pérdida.

—¿Qué pasó con él? —susurré.

—Confesó. Dijo que fue él. El juicio fue rápido debido a eso. Duro un año. Le dieron quince años de prisión.

—¿Quince? Dios mío, ¡eso no es nada!

Mi tristeza fue reemplazada por furia. Había visto a tantos violentos, a tantos abusadores, que no podía considerar jamás un castigo como ese. Había matado a su hermana, se merecía pudrirse en la cárcel.

—No le dieron más porque no fue premeditado. Aunque presentamos pruebas de que él ejercía violencia constante sobre ella... los jueces desestimaron la mayoría. Mi hermana volvía con él todo el tiempo.

—No entiendo —contesté, totalmente indignada—. No entiendo cómo... Dios, esto es horrible, esto... Luca, lo siento mucho —añadí, abrazándolo.

Él me rodeó con los brazos también y permaneció así conmigo durante un largo rato. Empezó a llorar tiempo después y me pregunté hacia cuánto que no podía llorar por su hermana con alguien más. Me daba la sensación de que hacía mucho.

Lloré también, por él, por ella, por mí. Incluso lloré por Cassandra. Todas habíamos sido victimas de lo mismo: el machismo y la violencia que ejercía sobre nosotras.

—¿Cómo se llamaba ella? —pregunté, después de un largo rato.

—Erica.

—Algún día ella va a tener justicia real, no te preocupes —le dije, abrazándolo con más fuerza.

—Lo sé —me respondió, enterrando la cara en mi cuello.

Y ahí entendí a qué se había referido él al decir que a veces no está en nuestras manos hacerle pagar a los demás lo que nos hicieron. No sabía si ese era mi caso o no, si vengar mi muerte era mi prenda o no. Pero me ayudó a tener más claro el porqué debería atrapar mi asesino.

«No es por ti, Serena», pensé. Y pensarlo me generaba mucho dolor, mucha frustración, porque durante mucho tiempo creí que destruir a quien me había arruinado sería la solución a mis problemas. Pero pensarlo era dejarlo ir y, en cierto modo, aliviaba. Me ayudaba a aceptar que matarlo no iba a cambiar el pasado. Sin embargo, podía cambiar el futuro de otras personas. «Lo haces por los demás».

Yo sabía que él no iba a detenerse y no podía esperar a que se cobrara una victima más. Tenía que pararlo con mis propias manos.

Me abracé a Luca con más intensidad, deseando quedarme con esos pensamientos más puros y más buenos, moralmente hablando. Y, sobre todo, traté de ignorar que en el fondo de mi ser, aún con todo mi razonamiento y mi deseo de superarlo, todavía quería matarlo.

Todavía iba a matarlo. 

Estoy armando una playlist para todos ustedes, con toda la inspiración para este libro, por si quieren oírlo mientras leen ;) En la opción de enlace externo estará el link. Si tienen sugerencias para la lista, pueden dejármelas en los comentarios. 

Ahora vamos con las preguntas de este capi:

¿Se esperaban lo que le pasó a Luca? En el capítulo anterior casi todos volvieron a sospechar de él.  En serio jamas me pasó tener lectores tan atentos a las reacciones de los personajes! Los felicito por andar buscando pistas ♡

Peeeero, Luca sí vivío algo horrible. Desde su lugar, él ha pasado por una situación similar a la de Serena. Sabiendo esto, repito la pregunta del capítulo anterior, ¿creen que él tiene razón al decir que no hay que obsesionarse con la justicia por mano propia? 
¿Creen que aún tiene relación con la muerte de Serena?

Ojo, estos son temas delicados y seguramente hay lectores aquí que han vivido situaciones similares. Comenten con respeto y discreción hacia las victimas de violencia de género y abuso sexual, por favor!

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