Trampa
Ese fue el primer mensaje que recibí el lunes por la mañana. Después de todo el entuerto que Luca y yo habíamos tenido el sábado a la noche, me hizo prometerle que no iba a hablarle a Nora aún cuando ella dijera que yo era una perra arrastrada. A regañadientes lo hice, pero tenía que conceder que sí era posible que fuese una treta suya y mejor valía ser prudentes.
Sin embargo, cuando llegué a la escuela y Caroline me interceptó antes de poder formarme con los demás, tuve ganas de romper mi promesa. Su efusividad por ir al choque se me contagió un poco.
—¿Por qué? ¿Es que en serio te da miedo? No me hablaste el resto del fin de semana. ¡Y vi la palomita azul! Me clavaste el visto —gruñó mi amiga, cuando la esquivé. Vi a Edén darse la vuelta en la fila, para observarnos con cara de pocos amigos. Más allá, en la formación de 5to C, Nora estaba de espaldas a nosotras, con sus siempre pulcros rizos.
—Cállate —le dije, dándole un codazo cuidado, entendiendo la expresión de Edén. Si ella podía escucharnos, Nora también.
—¿Qué me calle? Vamos, sé que eres cobarde para estas cosas —rezongó Caro, algo que no me ofendió en realidad—. Pero podría hacerte quedar mal con los profesores.
—Que Nora obtenga lo que quiere, molestándome y haciéndome rabiar e insultándola, me hará quedar mal con los profesores —retruqué, bajando la voz, mientras llegábamos a la fila de 5to B.
—Baja tu fucking voz —le dijo Edén a Caroline, entonces—. Te está escuchando todo el mundo.
—¿Y qué? —Caroline jamás se daba por vencida—. Si no vas tú, iré yo. Le diré a ese monigote lo equivocada que estuvo al meterse con mi amiga.
Fue en ese momento que Nora giró un poco la cabeza y nos miró por encima del hombro. Había escuchado lo último con toda seguridad y las tres le devolvimos la mirada sin miedo alguno. Caroline arqueó una ceja en su dirección, retándola a abrir la boca o a hacer algo. Mi amiga no tenía pelos en la lengua y por cómo recordaba haberle dado unas cuántas patadas a Alan en la primaria, no dudaba que fuese capaz de tumbar del cabello a Norita, la friki, si la molestaba mucho.
Por mi parte, me esforcé por no poner ninguna expresión comprometedora. Podía dejarle saber que estaba enterada de todo —pues porque ya era obvio, como no—, pero también quería evidenciarle que no me importaba lo que dijera, que no haría nada aún cuando la idea de que Caroline le cantara sus verdades me gustaba tanto como la idea de hacerlo yo misma.
Nora hizo un gestito con la boca, como si estuviese bufando o jactándose de nosotras, al mismo tiempo que nos miraba con evidentes síntomas de superioridad. Edén puso los ojos en blanco, yo contuve el aire y Caroline dejó caer la mandíbula, ofendida a más no poder.
—Ah, pero está zorra se la buscó —dijo, dando un paso hacia delante.
Fui más rápida que Edén y la atrapé de su campera del uniforme. La jalé hacia mí, con mi anormal fuerza, y no hubo nada que Caroline pudiese hacer para avanzar. Por suerte, Nora ya había volteado la cabeza y no había observado mi gran falta de tacto para ocultar mis poderes.
—¡Oye! —se quejó mi amiga, pero Edén le tapó la boca, ignorando conscientemente mi fortaleza digna de Thor.
—Cállate la boca, Caroline. Vas a meterte en problemas y te aseguro que Nora no recibirá ninguna amonestación por haber dicho lo que dijo de Serena —le recordó—. Tú sí.
—Ushtedesh shon unash cobbbardesh idiotash —dijo, entre sus dedos, lamiéndolos para liberarse del silencio de su mano.
—¡Puaj!
Puse los ojos en blanco y solté a Caroline antes de que me chupeteara la mano a mi también. Gracias a Dios, Caro se quedó en el molde, comprendió lo que queríamos decir y no hizo nada. Sin embargo, siguió toda la mañana enfurruñada y planeando venganza para la friki.
No respondí a ninguno de sus intentos por hacerme formar parte de su venganza y me comí cada una de las preguntas que mis compañeros hicieron por mi riña con Nora. Algunas veces, me encogí de hombros, como si no supiera de lo que hablaban. Otras, lo dije con palabras.
Ellos me conocían bien; al solo verme tranquila u oírme decir que no sabía nada, me creían. Bueno, en realidad, ellos conocían a la Serena tranquila y dulce de antes, la que no pelearía con nadie ni en chiste.
Pero, a pesar de que durante los dos días siguientes me mantuve imperturbable a la fuerza, mientras el chismerío crecía y todo el mundo se enteraba, llegó un momento donde estuve a punto de explotar: Nora empezó a agregar detalles al cuento y empezaron a llegar los que la defendían: sus nuevos mejores amigos de 5to C, Marlene, Jennifer y Román, quien era obvio que ya estaba enamorado de ella.
No contesté a ninguna de sus quejas por haber tratado mal a Nora y hasta tuve que aguantarme que intentaran convencer a Luca en un recreo, delante de mí, que yo sí había hecho todas esas cosas. Y el fiel Luca, sabiendo lo que podía ocasionar poniéndose de mi lado, simplemente dijo que no había visto la pelea por lo cuál no sabía quién tenía la razón. Verlo lavarse las manos fue difícil para mí, pero su mirada me decía lo que ya sabía: Si Nora se enteraba que él estaba de mi lado, adiós chances de conseguir algo más de información de su parte.
Mientras eso sucedía, mis amigas Edén y Cinthia, mi compañera Holly, Alan y otros amigos de él y de Luca, como Erick y Jack, escuchaban las palabrerías de los defensores de Nora absortos. Ninguno dijo nada, porque la sorpresa de los detalles narrados los llevaba a dudar un poco de mí.
El que me sorprendió en ese momento, en realidad, fue Alan. Él escuchó toda la historia, me miró dos veces, luego miró a Nora, que se hacia la desentendida del otro lado del patio, y frunció el ceño.
—Eh, dejen de decir idioteces. ¿Serena? ¿Pegándole a alguien? ¿A Nora? ¿Pero ustedes qué se fumaron?
Marlene, sin dudarlo, me apuntó con un dedo. Jennifer, a su lado, asintió rápidamente, incluso antes de que su amiga dijese algo en mi contra.
—Ay, pero por favor, Serena no es la misma de antes. Ustedes siempre la quisieron porque creen que es una santita.
No abrí la boca, mientras me preguntaba desde cuando Marlene me tenía tanta bronca. Alan, parado junto a Luca, bufó.
—Serena es una santita. Más pura, virgen e inofensiva que mi perra Truchita, castrada y con nueve años —zanjó.
Arqueé las cejas en su dirección y también reprimí las ganas de golpearlo. Alan siempre era Alan, carajo. Ni siquiera cuando quería defender a alguien podía ser ubicado.
—Qué divino —musité, mientras Edén decidía meterse por mí.
Ella me había estado repitiendo, tanto como Luca por Whatsapp, que no participara en ninguna de esas riñas ni intentara pelearme con nadie. Pero yo, varias veces, había pensado que no defenderme era lo peor que podía hacer. Sin embargo, cualquier paso en falso para Nora sería una prueba verdadera y por alguna razón, presentía que Edén también lo sabía.
—Marlene, mira —dijo mi amiga, poniéndose delante de mí—. No conoces a Nora de nada, ¿así que de repente eres su mejor amiga y le crees absolutamente todo de una situación en la que ni siquiera estuviste presente...? Eso sí que me parece bastante hipócrita de tu parte, sobre todo cuando el año pasado Serena te prestó sus apuntes de Física para que pudieses aprobar la materia y no llevártela a Marzo —contraatacó—. Así que haznos el favor de cerrar la boca, ¿quieres? Y tú, Jennifer, deja de seguir como perrito faldero a los demás y ten opiniones propias.
Mientras Jennifer intentaba encontrar algo para decir, Marlene apretó los labios y evitó mirarme. Un poquito de culpa no le venía mal, cuando era cierto que yo había sido hiper amable en perder mi propio tiempo de estudio en ayudarla a aprobar. Incluso le había explicado las fórmulas de física desde cero.
Alan se cruzó de brazos e hizo el mismo gestito molesto que Edén, todavía defendiéndome.
—La verdad que sí. Todo bien con Nora, pero ni la conocemos —juzgó—. En cambio, Serena está con nosotros desde siempre.
Cinthia, que había permanecido a mi lado callada y temerosa de la riña, como siempre, hizo un gemidito al escucharlo salir en mi ayuda otra vez. Pero, la verdad, es que el gemido de emoción era porque él estaba, sutilmente, apartando a Nora de sus posibles conquistas.
—Hagan lo que quieran —refunfuñó Marlene, marchándose herida y altanera. Jennifer la siguió al instante
Cuando estuvo lejos, el círculo de presentes se cerró y Holly se dedicó a darme palabras de ánimo, mientras Luca, Alan y sus amigos debatían en voz baja la actitud de las chicas.
—Oye —Alan llamó mi atención, cortando a Holly—. No sé que bronca hay entre ustedes dos, pero que me la juego a que no le hiciste nada. Tu no le pegarías a nadie, Haider.
—¡Cla-claro que no! —explotó Cinthia a mi lado, sobresaltándome. Edén la miró con los ojos como platos—. Serena es la persona más buena del mundo, y aún cuando tiene problemas en casa jamás sería capaz de lastimar a alguien.
—¡De eso hablo! —festejó Alan, acercándose con la palma en alto para chocarla con Cinthia, que titubeó y estuvo a punto de desmayarse—. No le den bola. Ya me parecía a mi que Nora era un poco rarita.
Se alejó del grupo, tirando de Luca con los demás y nosotras tres nos quedamos con Holly, que siguió diciendo lo mala persona que era Nora y era obvio que mentía.
—Si yo estuve haciendo los ejercicios de gimnasia junto a ustedes y ni siquiera trabajaste con Nora —me dijo—. Edén lo hizo.
—Pero quien no prestó atención se lo cree —bufé.
—Deberías decirle a alguien...
—No —negué, derrotada—. Yo no tengo nada que aclarar. La verdad es la verdad y no pienso empezar una riña con ella. Si quiere jugar a la nenita de primaria, que juegue sola.
Fue evidente que Holly no estaba de acuerdo, pero prefirió no decir nada más y se despidió agitando la mano. En seguida, Edén me dio unas palmadas en la espalda y me dijo que ella también pensaba que era lo mejor, en mi caso. No le pregunté a qué se refería con eso, prefería hacerme la tonta tanto como ella lo hacía.
Pasó una semana en todo ese lío. Con cada día transcurrido, más me costaba quedarme en el molde. La mitad del colegio había empezado a creerle a Nora antes que a mi y ahora muchos me miraban mal, incluso alumnos de grados inferiores que no nos conocían. Pero claro, Nora era divina y encantadora cuando le convenía y parecía que ejercía un embrujo en varios de ellos. Su amplia lista de enamorados la seguía a todos lados, como si fuesen un escuadrón de protección y temieran que yo me lanzara a atacarla en medio de un recreo.
La cosa se puso de color de rojo cuando me empezaron a llegar Whatsapp de números desconocidos insultándome y jurándome que me harían lo mismo o peor que yo le había hecho a la pobre Norita.
Apreté los dientes y bloqueé a todo el mundo, pero el jueves no paraban de llegar, incluso durante el horario de clases. No sabía cómo Nora había llegado a tener tal influencia en tan poco tiempo, pero al final, por no moverme y darle evidencias, la que estaba perdiendo era yo.
—Vamos a decirle a una profesora —me dijo Edén, entonces, cuando estábamos en el aula, esperando a que la profesora de Biología llegara—. Todo el mundo ya sabe que Nora y tu tienen una riña, y también saben que te portas bien. Ellos sí van a creerte, muéstrale los whatsapp. Diles que no te dejan en paz. Esto es acoso.
—¿Y si Nora también ya los compró? —murmuré. Detrás de mí, Caroline bufó.
—Si hubiésemos ido a madrearla...
—No sabríamos si la cosa estaría peor —la cortó Edén—. Resulta que Nora es una manipuladora de primera. Parece hasta una bruja, como si los hubiese hechizado a todos.
Tal y como lo había pensado; pero que Edén lo creyera igual de pronto me daba una sensación rara en la boca del estómago, como si esa posibilidad no fuese menos cierta que el hecho de que yo hubiera muerto hacia casi seis meses. Y, si algo así era posible, no dudaba que pudiese haber hecho lo mismo con los docentes.
—Por suerte, Luca todavía no es uno de esos —añadió Cinthia, recordándome una de mis pocas alegrías en el mundo, aparte de ellas. Los cuatro eran más fieles que un perrito—. Ni Alan.
Sí, Alan seguía sorprendiéndonos. Se había peleado con Román en la clase de gimnasia porque él me había llamado puta agresiva. No solo el mismo Alan me lo había contado, si no que Luca me lo confirmó en una de nuestras charlas nocturnas. Hasta había expresado su gran frustración por no haber podido golpearlo.
—Se lo merecía, por idiota —me dijo, en una llamada de Whatsapp la noche anterior. Pero, por como habían acontecido las cosas, el profesor de gimnasia había llegado para frenar la discusión, le pusieron dos amonestaciones a Román, por insultar y provocar, y una a Alan por haberlo agarrado de la ropa.
Irónico, pero cierto. Alan había sido amonestado por mi honor. Le hice un gesto de agradecimiento cuando entró al aula, tarde como siempre, justo por delante de la profesora de biología, pero se hizo el desentendido. Claro, por su propio honor no iba a admitirlo.
Pasaron unos minutitos mientras la profesora se acomodaba, hasta que se dio cuenta de que le faltaba algo, levantó la mirada y clavó sus ojos en mi. No la culpaba, después de todo siempre había sido muy servicial con ella.
—Serena, ¿podrías ir al laboratorio a traerme las muestras de raíces y hojas? Pídeselas a Marta, está cuidando el laboratorio en este rato.
Asentí y me levanté. Salí del aula con paso tranquilo y llegué al pasillo principal, el más ancho, el que daba a las escaleras que bajaban al patio, agradeciendo que al menos la profesora de biología no estuviese ya en el hechizo de Nora.
Mirando el piso, viré, antes de llegar a las escaleras, hacia la puerta que conducía al laboratorio de ciencias, donde además el colegio guardaba un montón de cosas interesantes, como un esqueleto de cuerpo entero que también usábamos para biología. Entonces, alguien se paro frente a mí, cortándome el paso. Cuando levanté la mira, me encontré con Nora.
Se quedó viéndome en silencio, como retándome a hablarle. Su expresión de suficiencia me provocó ganas de darle un golpe en la boca.
—¿Por qué me estás molestando tanto? —le dije. Nora fingió no oírme, me esquivó y siguió caminando. Me giré, dándole la espalda a las escaleras e insistí—: Nora, ¿por qué me estás haciendo esto? ¿Qué te hice? No es cierto que te lastimé, no lastimé a nadie. Me parece sumamente infantil que hagas un espectáculo por todos lados y mandes a tu séquito a acosarme por Whatsapp. No puedes ser tan inmadura.
Nora se volteó, ofuscada por el insulto.
—¿Quieres saber por qué? —dijo, dando un par de pasos hacia mi.
Quedamos a escasos centímetros de distancia y por primera vez en todo ese tiempo, Nora no mostraba ningún tipo de miedo al estar cerca. Esperé, apretando los labios, mientras ella arqueaba las cejas.
—Sí, quiero saber por qué. Porque no tengo ni idea.
Ella casi que sonrió, con cinismo.
Antes de que pudiese hacer algo más, me agarró la mano. Quise retirarla, porque no estaba acostumbrada a tocar la gente de esa manera —a menos que fuese para robarle energía— y menos a Nora. Pero ella me sujetó más fuerte y me medí para no quitarla con una super fuerza que le arrancaría los dedos. Fue en ese justo momento cuando me puso una moneda en la palma.
La miré, confundida, preguntándome qué diablos quería decirme con eso, mientras ella se alejaba y marchaba hacia las escaleras, el lugar por donde había venido, en primera instancia.
—Era la prueba que necesitaba —dijo.
—¿Qué...?
Me asaltó un dolor repentino en el pecho. Fue como una puñalada, como mí puñalada. Toda la energía que Luca me había dado el fin de semana pasado, con los besos, se esfumó de mi cuerpo en un segundo. Me sentí débil y mareada y mis rodillas golpearon el suelo.
Me llevé una mano al pecho, sintiendo algo húmedo en él. El pánico me dominó por encima de todo lo demás al darme cuenta de que me estaba muriendo.
«No de nuevo, no» pensé, cuando me derrumbé por completo. Caí duro, mi cabeza se estrelló en el suelo, pero no dolió más que mi pecho. Mi mano chocó contra el suelo, inerte, y dejé caer la moneda de Nora.
—¡Serena!
Escuché su voz justo antes de que me levantara la cabeza del suelo. Luca había aparecido de la nada y estaba gritando. Le gritaba a Nora, pero por lo que entendí, no la acusaba de nada, solo le preguntaba qué había pasado. Como si estuviese a kilómetros de distancia, Nora contestó que no tenía idea, que solo me había desmayado.
No sé qué le dijo él, pero continuó diciendo mi nombre, sabiendo exactamente qué me pasaba. Me tomó la mano mientras me pedía que me calmara y llamaba a Marta, que estaba dentro del laboratorio.
Sujeté sus dedos con voluntad, después de haber obtenido una primera tanda de su esencia por el contacto, y absorbí energía tanto como pude, lo suficiente como para normalizar mi respiración, pero no la bastante como para cerrar la herida otra vez. Necesitaba un beso y en la escuela eso sería imposible.
Marta llegó y también se puso como loca, pero logró mantener la calma al ver que estaba con los ojos abiertos y no inconsciente.
—Hay que llevarla a la dirección —dijo ella y Luca no perdió el tiempo. Solo me soltó la mano para cargarme como un bebé y sacarme del pasillo, al cuál varios alumnos ya se asomaban para ver qué había pasado.
Dejamos a Nora atrás. Entramos en el vestíbulo de la dirección y me recostaron en el sillón en el que había hecho el llanto falso tiempo atrás. Luca me miró, evaluando mi expresión, después de agarrarme la mano una vez más.
—Voy a llamar a la ambulancia —dijo Martita y desapareció.
En ese instante, él se inclinó hacia mi y me besó. Tan rápido como pudimos, profundizamos el beso y yo absorbí toda la energía que necesitaba. Sin embargo, en esos escasos milisegundos, no fue suficiente como para recomponerme del todo. Al menos, me dejó de dolerme tanto el pecho, lo que podría significar que había parado de sangrar. Cuando nos alejamos aparecieron las demás preceptoras y la directora, alertadas por el tumulto del pasillo.
No presté mucha atención a lo que dijeron y me aferré a la mano de Luca con fuerza cuando le pidieron que se marchara a clase.
—No, no —logré decir. Necesitaba seguir en contacto con su piel, para mantenerme mínimamente estable.
—Déjeme quedarme con ella —le pidió Luca a la directora y algo en su expresión pareció convencerla, porque lo dejó quedarse un buen rato hasta que pude explicar que me había desvanecido. Después, lo obligó a marcharse y me tocó esperar a la ambulancia por un rato más.
Los médicos de guardia que llegaron me tomaron la presión, la temperatura y gracias al señor no me obligaron a sacarme el suéter o aflojarme la camisa, porque verían la sangre y no tenía cómo explicarlo. Cuando anunciaron a la directora y a las preceptoras que mi presión era actualmente de 6.4, entraron en pánico otra vez. Quisieron darme suero, llevarme a un hospital por las dudas y demás.
—No, llamen a mi mamá, me quiero ir a casa —me quejé. No pensaba terminar en un hospital, empeoraría todo.
Por suerte, lograron recuperar mi presión dándome cosas saladas, como papas fritas, y otras dulces como Coca-Cola. Y, por supuesto, tuve que tocar a los médicos apenitas para reunir más energía vital.
Mamá llegó poco después, acató las ordenes de los médicos, de que me hiciera descansar y que me llevara a hacer un control pronto y luego me llevó a casa. No me hizo preguntas de ningún tipo, no como la última vez que había ido por mí. En cambio, me mimó, me obligó a acostarme y me dio comida rica y sana para mantenerme con energías, mientras yo le daba vueltas al asunto, a Nora, una y otra vez ahora que no tenía que ocultar mi verdadero ser.
Sin embargo, yo no me sentía bien. Estar tumbada en la cama menguaba algunas de mis sensaciones, como aquella que provocaba la presión todavía algo baja, pero el resto, lo que tenía que ver con mi condición, siguió mortificándome el resto del día.
Recibí varios mensajes. La gran mayoría era de gente que seguía odiándome; estaban felices de que me hubiese pasado algo malo y lo celebraban riéndose en mi cara. Bloqueé todos los números y pasé a los importantes. Caroline, Edén y Cinthia estaban preocupadas por mi, pero quién más estaba preocupado era Luca.
Le di click al audio que me envió por Whatsapp para oírlo, al tiempo que miraba la hora. Ya había salido de la escuela.
—"¿Qué te hizo Nora? Sé que te hizo algo, no me digas que no. ¿Qué hacia ella ahí? Estaba subiendo las escaleras cuando te vi caerte al piso. Serena, mierda, me asusté. Pensé que te morías otra vez. ¿Estás mejor ahora?"
Suspiré. Por eso me gustaba hablar con él, podía decirle todo siempre. Apreté el botón del celular y empecé a grabar.
—Me la crucé y le pregunté porqué me hacía eso. Le dije que era infantil e inmadura. Me agarró la mano y me puso una moneda y... cuando mi di cuenta estaba en el piso. Se me abrió la herida —expliqué, estirándome el pijama. Me había cambiado sola en mi pieza y por suerte mamá no había visto la enorme mancha de sangre en mi camisa. No sé cómo iba a hacer para meterla al lavarropas—. Fue una cosa de magia. Esa moneda tenía algo, no sé. Era como... fue como si me apuñalaran de vuelta y Nora dijo algo de que lo que necesitaba era una prueba. Esa fue su prueba. Estoy jodida, Luc, no sé qué hacer, no sé qué va a hacer ella. Me da miedo, realmente me da miedo.
Envié el audio y me quedé con el teléfono pegado a los labios, temblando. Me di cuenta de que tenía algo de frío y eso también me aterraba. Si con una sola moneda Nora podía enviarme al suelo a morir de nuevo, no quería estar nadita cerca de ella.
El teléfono me alertó con una notificación y me apresuré a escuchar el mensaje de Luca.
—"Voy para tu casa hoy" —me dijo, lisa y llanamente.
—No, mamá se va a quedar aquí todo el día. No vengas.
—"No te escucho nada bien. Tienes la voz pastosa, ¿no te sientes bien, no?"
—Me siento como la mierda —suspiré—. Pero no vengas.
—"Necesitas energía, no jodas, Serena. De alguna manera tenemos que vernos, tengo que pasártela. ¿Y si recaes? ¿Cómo vendrás a la escuela mañana?"
Apreté los labios. Por la actitud de mamá y por como me sentía yo, físicamente y sobre todo anímicamente, no creía que fuese a ir mañana.
—Me voy a quedar en casa. De todas formas, no tengo fuerzas para salir de la cama —murmuré—. Lo mejor va a ser que me quede acá.
Su mensaje no tardó en llegar.
—"Entonces voy a verte mañana, a la salida. No sé, le digo a tu mamá que te llevo los apuntes, lo que hicimos en clase, bla, bla. No importa. Si podemos estar solos unos minutos, te doy un par de besos, como para que puedas aguantar hasta el fin de semana, salir de casa y vernos."
No me animé a contradecirlo porque realmente creí que era lo mejor que podíamos hacer, aún con el riesgo de que mi mamá preguntara qué estaba pasando entre nosotros. Empecé a inventarme algo para excusarme desde ese mismo instante y pasé el resto de la tarde respondiendo los mensajes de Luc sobre mi evolución.
Por desgracia, cuando mamá entró a la pieza para recoger mi uniforme, yo me había olvidado de esconder bien la camisa y ella no tardó en notar que no estaba.
—¿Dónde la dejaste? —me dijo y yo recé para que no se agachara a buscarla debajo de la cama porque sería fácil de ver.
—No sé —dije, tapándome mejor con el acolchado.
—¿Cómo que no sabes? —rezongó mamá.
—Me la saqué así nomás —simplifiqué, dándome la vuelta para mirar a la pared y fingir que quería dormir.
Mamá salió de la habitación advirtiéndome que mejor la buscara cuando me sintiera mejor. Aproveché para colgarme de la cama, buscarla, agarrarla y esconderla donde solía esconder las cosas que se me manchaban de sangre.
Volví a acostarme y finalmente me dormí. Desperté cuando papá llegaba del trabajo y me preguntaba cómo estaba. Me dieron de comer en la cama, al ver que todavía no me encontraba bien, y resumieron que mejor era no ir a la escuela y pasar directo al fin de semana en casa.
Para mi también fue lo mejor, porque, sinceramente, no estaba preparada para cruzarme con Nora ahora que había probado lo que yo era. Por primera vez desde que ella lo había insinuado, tenía miedo verdadero, terror, de lo que pudiera hacerme. Su próximo paso podría ser matarme.
¡Nuevo capítulo! Espero que lo hayan disfrutado <3
Creo que hasta ahora, a casi nadie le gustaba Alan. Pero en este capítulo podemos ver un poco más de él, una faceta un poco más sincera y leal. ¿Creen que su percepción de este personaje podría cambiar en un futuro? Quizás Cinthia le ve algo real que luego nosotros también notemos ;)
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