Reto #6
|| CÍRCULO DE SOMBRAS ||
Olivia abrió los ojos lentamente, sintiendo el frío suelo bajo su cuerpo. La oscuridad era casi total, rota por una solitaria lámpara en el techo que proyectaba un círculo de luz amarillenta y parpadeante.
El aire era denso y cargado, con un olor a moho y descomposición que llenaba sus pulmones. Olivia se incorporó con dificultad, sus manos temblorosas rozaron el suelo áspero mientras sus ojos se acostumbraban a la penumbra
El silencio era absoluto, roto solo por el zumbido de la lámpara. Era una sensación de vacío y soledad.
Olivia se levantó con dificultad, sus piernas temblorosas apenas sosteniéndola. La oscuridad parecía más densa, como si el aire se volviera más pesado y opresivo.
Cada segundo, Olivia sentía cómo la confusión y el miedo la dominaban. Su mente intentaba recordar cómo había llegado allí, pero solo encontraba un vacío aterrador. La oscuridad parecía moverse, acercándose lentamente, como si tuviera vida propia y quisiera devorarla.
El pánico se instaló en su pecho, su respiración se volvió rápida y superficial. Sentía que las paredes invisibles se cerraban, reduciendo su espacio vital a un punto de asfixia.
—¡¿Hay alguien ahí?! —su voz resonando en la oscuridad.
Una vez más, el silencio fue su única respuesta. Se debatía entre aventurarse fuera del círculo de luz o quedarse. La oscuridad la aterraba; la idea de entrar en ella y no volver era paralizante.
Antes de decidir, un sonido metálico llenó la habitación. Los altavoces crujieron y una voz desconocida resonó en el aire.
—¿Olivia, me escuchas?
El corazón de Olivia latía con fuerza.
—¡¿Quién eres?! ¡¿Dónde estoy?! —gritó, su voz cargada de desesperación.
La voz de los altavoces ignoró las preguntas de Olivia y, en cambio, preguntó con un tono frío y mecánico:
—¿Recuerdas a Sofía Driver?
Olivia frunció el ceño, la confusión se apoderó de su rostro. Sus ojos se entrecerraron mientras trataba de recordar.
—¿Quién? No sé de quién hablas. ¿Quién es Sofía Driver? —preguntó, tratando de entender, su voz llena de incertidumbre.
—Sofía Driver, 23 años. Estudiante de arte. Desaparecida hace dos años. Su cuerpo fue encontrado en un callejón oscuro, con signos de estrangulamiento y múltiples heridas. La policía nunca encontró al culpable.
Olivia sintió un escalofrío recorrer su espalda, como si un cubo de agua helada le hubiera caído encima.
—No… no conozco a nadie con ese nombre —dijo, su voz temblando y sus manos comenzando a sudar—. ¿Por qué me estás diciendo esto? ¿Qué tiene que ver conmigo?
De repente, Olivia sintió que el aire escaseaba. Su garganta se cerraba, apretada por dedos invisibles que la oprimían con fuerza descomunal, como si la oscuridad intentara ahogarla. El pánico se apoderó de ella mientras su corazón latía desbocado.
Llevó las manos a su cuello, sus uñas desgarrando su piel en un intento desesperado por liberarse de la presión invisible, pero no había nada que pudiera agarrar. La sensación de asfixia era aterradora, y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Entonces el primer cuchillazo llegó de sorpresa en su brazo, apenas logró soltar un gemido debido a la falta de aire. Apretó con la otra mano el corte del que salía una cantidad exagerada de sangre que manchó su vestido blanco de rojo. Miró a su alrededor, buscando a quién le hizo esa horrible herida, pero solo estaba rodeada de oscuridad. No había nadie y, aun así, recibió otro corte igual de doloroso en su pierna izquierda que la hizo caer de rodillas. Y luego una más en su mejilla y frente.
Intento gritar, pero esa mano invisible la seguía estrangulando y la navaja la seguía hiriendo hasta convertirla en un bulto tirado sobre el suelo empapado en sangre. Su mente estaba invadida por una sola palabra: dolor. Su mente se nublaba por momentos, consciente de cada sensación de dolor. Podía sentir cómo la sangre salía a borbotones de cada herida de su cuerpo. Con cada latido podía escuchar un eco amortiguado, como si cada ruido estuviera muy lejos.
La sensación de ahogo y estrangulamiento aumentó y la llevó a un dolor insoportable. Sus ojos finalmente se cerraron, y su mente se sumió en un silencio tenebroso. Sabía lo que se venía, pero le dio la bienvenida a la paz que la muerte le trajo.
Una paz que duró minutos antes de despertar con un jadeo ahogado, sus ojos se abrieron de golpe y parpadearon descontroladamente. Su mente aún estaba nublada, recordando vagamente las sensaciones de dolor y agonía que había experimentado apenas unos momentos antes.
Olivia se incorporó, sentada en el suelo frío. Pasó los dedos por sus brazos, esperando sentir el tacto de las heridas recientes. Sin embargo, no había nada. Rápidamente, revisó su vestido esperando ver manchas de sangre, pero estaban completamente limpios.
Sus ojos se abrieron como platos y su respiración se volvió agitada. Su mente se llenó de preguntas, y un miedo creciente se formó en su estómago. A pesar de estar completamente bien, la ausencia de heridas y sangre no hacía más que confundirla y aterrarla. Su mente repasaba una y otra vez lo que había sucedido. ¿Cómo podía estar viva después de aquello?
La voz de los altavoces resonó nuevamente en la penumbra de la habitación, cortando el silencio como un cuchillo afilado.
—Mandy Carter, 25 años. Trabajadora social. Desaparecida hace un año. Su cuerpo fue encontrado en un parque, brutalmente golpeado, con lo que pareció un martillo, hasta que su rostro solo era un montón de huesos y carne molida. La policía nunca encontró al culpable.
Olivia sintió que el pánico se apoderaba de cada fibra de su ser, un frío intenso que se aferraba a su corazón.
—¡No la conozco!
Un dolor explosivo la atravesó. Su nariz había sido la víctima del golpe, y se rompió con un crujido audible. El dolor fue instantáneo y lacerante. La hizo gritar y caer al suelo, su mano ahuecando su nariz mientras gotas de sangre se deslizaban entre sus dedos.
El impacto fue fuerte y preciso, como si algo sólido y pesado la hubiera azotado sin previo aviso. Su cabeza retrocedió contra el duro suelo, y un grito de dolor se escapó de su boca aún mientras trataba de registrar qué estaba pasando antes de recibir otro puñetazo. Y luego otro. Sus huesos crujieron y su piel se rompió, llenando su campo de visión de sangre que se mezclaba con las sombras que la rodeaban. Cada golpe enviaba ondas de dolor agudo a través de ella, haciéndola gritar y retorcerse.
Su mente se retorció al intentar procesar el horror de lo que le estaba pasando. Los golpes contra su cabeza siguieron hasta que no quedó nada más que sangre, carne molida y huesos rotos.
Después de que el brutal ataque, Olivia despertó con un grito de miedo. Sus ojos se abrieron de golpe y su cuerpo se sacudió, su mente todavía atrapada en el horror de lo sucedido.
—Lucas Thompson, 17 años. Estudiante de preparatoria. Desaparecido hace tres meses. Su cuerpo fue encontrado en una bolsa en un bosque; su cuerpo había sido desmembrado. La policía nunca encontró al culpable
—¡No, no, no!… ¡No otra vez! … —gritó, su voz quebrándose
Olivia fue tomada desprevenida cuando varias manos invisibles la sujetaron y comenzaron a jalar sus extremidades. Su mente luchó desesperadamente por comprender lo que estaba pasando mientras un terror profundo la invadió.
Olivia no podía ver las manos que la sujetaban, pero podía sentir cómo se movían alrededor de ella, estirando su carne en una tortura que la dejaba sin fuerzas. Su mente se nublaba por el shock y el dolor, mientras los sonidos de sus propios huesos rompiéndose y su carne rasgándose llenaban sus oídos en un acto de violencia salvaje.
No había palabras para describir la agonía que estaba experimentando. Pero el alivio que la muerte le brindó fue breve.
—Emily Parker, 29 años. Enfermera. Desaparecida hace cuatro meses. Su cuerpo fue encontrado en su apartamento, con signos de haber sido apuñalada repetidamente. La policía nunca encontró al culpable.
Nuevamente, el dolor y la agonía golpearon su cuerpo, como si estuviera atrapada en un ciclo interminable de sufrimiento. El alivio se desvaneció ante el reinicio de la tortura, cada vez más intensa y desesperada.
Olivia estaba atrapada en un ciclo interminable de dolor y muerte, sin esperanza de escape o descanso. Cada vez que la muerte le brindaba un alivio momentáneo, se encontraba de nuevo en medio de una nueva ronda de agonía, cada vez más intensa y sin sentido.
Olivia cayó de rodillas, sus manos temblorosas se aferraban al suelo frío y húmedo. Las lágrimas corrían por su rostro, dejando surcos brillantes en su piel pálida, mientras levantaba la vista hacia el techo, donde la lámpara parpadeaba débilmente.
—¡Por favor, para! ¡Te lo suplico! —gritó, su voz quebrada por la desesperación—. ¡Ten piedad! ¡Confesaré
La voz de los altavoces resonó de nuevo, fría e implacable.
—¿Conoces a Sofía, Lucas, Mandy, Rita, Joel…?
—¡Sí! ¡Sí, las conozco! ¡Yo fui su asesina! —confesó, su voz resonando con un eco doloroso —. ¡Yo los maté! ¡A todos ellos! ¡Por favor, para esto! ¡No puedo soportarlo más!
El silencio que siguió fue ensordecedor, como si el mismo aire se hubiera detenido. Olivia, ahora completamente derrotada, se desplomó en el suelo, sollozando sin control. Sus sollozos eran como cuchillos en la oscuridad, cortando el silencio con su dolor.
En su mente, las imágenes de sus víctimas aparecían una tras otra, rostros llenos de vida que ahora estaban muertos por su mano.
—¿Cuáles fueron tus razones para hacerlo?
—Porque podía hacerlo —alzó su rostro al cielo, ya no estaba llorando—. Toda mi vida fue controlada por gente manipuladora que me trataron y formaron a su antojo como un maldito pedazo de plastilina. Simplemente, tener el poder de poder controlar la vida y la muerte de una persona era… adictivo. Me hacían sentir que tenía el control de algo en mi vida.
—¿Sabes dónde estás?
—En un infierno —Olivia respondió a la voz con un deje de frustración y desesperación en la voz.
—Estás en lo cierto.
Olivia se quedó sin palabras por un momento, sus ojos se abrieron ampliamente en estado de shock mientras procesaba lo que acababa de oír. Su piel se volvió cenicienta y el frío se propagó por todo su ser cuando la voz le confirmó su peor sospecha.
—Como sabes bien, fuiste abatida a tiros por la policía cuando te negaste a entregarte para pagar por tus crímenes. Y ahora, como castigo, has llegado aquí, a este infierno, para sufrir por la eternidad. No hay escapatoria de tu sentencia, y no hay redención para tu alma.
La comprensión de todo lo que había sucedido le atravesó como un cuchillo, y la desesperación y el pánico la llenaron hasta el borde. La idea de pasar la eternidad sufriendo y enfrentarse al infierno después de haber causado sufrimiento era una pesadilla imposible de procesar.
El pensamiento de pasar la eternidad en este limbo infernal la llenaba de un pánico insondable, y lo único que podía ver a su alrededor era una oscuridad sin fin que se extendía indefinidamente.
Su voz se elevó con fuerza cuando gritó desesperada y llamó injusta a su situación. Sus palabras salieron con un tono lleno de dolor y enojo, reflejando la frustración y la impotencia que sentía ahora que estaba atrapada en este infierno.
—¡No es justo! —gritó hacia la oscuridad que la rodeaba—. ¡No es justo que después de todo lo que he pasado, ahora tenga que sufrir por la eternidad aquí también!
Olivia escuchó con horror cómo la voz de los altavoces, la de su juez eterno, le describía a otra de sus víctimas y cómo las había matado de forma brutal y despiadada. Su estómago se revolvía con cada detalle, y su mente se llenaba de imágenes de sus propios actos crueles y sádicos.
—No… No, por favor, no —murmuró desesperada.
Sabía que pronto le tocaría a ella sufrir un castigo similar una, y otra, y otra, y otra vez.
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