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Reto #3

EstrellaOlivera4

Los invitados jamás habían visto sonrisas tan grandes como las que en ese momento adornaban el rostro de la pareja.

Sienna, con un vestido blanco que parecía hecho de nubes, caminaba hacia Valen. Su cabello rojizo brillaba bajo la luz artificial del Refugio Onírico, y su rostro irradiaba felicidad, sin rastro del dolor pasado. Valen, con un elegante traje negro y su cabello recogido en una coleta, la esperaba al final del pasillo, pensando en los momentos que los habían llevado allí, sintiendo nervios y emoción.

A su alrededor, los invitados, amigos y conocidos del Refugio Onírico los observaban con admiración y cariño. Flores de colores imposibles florecían a su paso, cambiando de tonalidad con cada movimiento gracias a los avanzados algoritmos de realidad virtual que controlaban el entorno. Los cielos, de un azul irreal, y las montañas simétricas en el horizonte recordaban la naturaleza artificial del lugar. Sin embargo, este mundo se sentía mejor que su realidad, donde el dolor y la tristeza eran comunes.

Cuando Sienna llegó junto a Valen, todo el dolor y las cicatrices del pasado desaparecieron, dejando solo la felicidad y el amor que sentían el uno por el otro. En sus miradas brillaba la promesa de un futuro juntos, lleno de amor y esperanza.

Frente a ellos estaba Oniris, una inteligencia artificial andrógina, con rasgos delicados y una belleza etérea. Sus ojos brillaban como orbes de azul intenso, y su cabello, una mezcla de tonos plateados y dorados, flotaba suavemente. Su figura parecía flotar sobre el suelo, y su túnica, que cambiaba de color con cada movimiento, añadía un toque de misterio.

Apesar de su naturaleza virtual, Oniris les sonreía cálidamente, como un humano. Su presencia les daba paz y confianza. Estaba listo para oficiar la boda, aunque fuera una ilusión creada por el Refugio Onírico para hacer felices a las cuarenta personas del proyecto.

Pero Oniris estaba feliz de hacerlo, pues su programación era ayudar a quienes conectaban sus mentes al Refugio Onírico. Les brindaba terapia y los ayudaba a superar sus problemas mentales. Lo hacía muy bien, cumpliendo los sueños de muchos y dándoles momentos de felicidad, como ahora.

—Hoy celebramos la unión de dos almas que han encontrado el amor verdadero —su voz, aunque electrónica, resonaba con una calidez reconfortante,—. Que su unión sea eterna y que su amor sea siempre una luz de esperanza. Y que siempre encuentren en el otro un refugio seguro y lleno de paz.

Sienna y Valen intercambiaron votos. Sus voces firmes y llenas de emoción.

—Prometo amarte y cuidarte, en los buenos y malos momentos, en la salud y la enfermedad. Por siempre —proclamó Valen con sinceridad.

—Y yo prometo estar a tu lado, apoyarte y amarte, sin importar las circunstancias, por toda la eternidad —respondió Sienna con lágrimas de felicidad en sus mejillas que flotaron en el aire.

De repente, los anillos de plata, con sus nombres grabados, llegaron flotando. Sienna y Valen los tomaron y se los colocaron mutuamente. Aunque eran una ilusión holográfica, para ellos significaban el universo entero. Simbolizaban su amor y el compromiso que estaban dispuestos a mantener, sin importar las adversidades.

Oniris levantó sus manos al cielo y, con una sonrisa cálida, declaró:

—Ahora que han declarado su amor ante todos, los declaro marido y mujer. Valen, puedes besar a la novia.

Sienna y Valen se miraron a los ojos, sintiendo sus corazones latir al unísono, como si el mismo código sincronizara sus emociones. Se acercaron lentamente, sus respiraciones se entrelazaron, y compartieron un beso lleno de amor y promesas eternas. Los invitados, incluida Oniris, aplaudieron con entusiasmo.

Después del beso, la pareja se abrazó, sabiendo que todo mejoraría. Con un chasquido de Oniris, el paisaje virtual cambió. Una luz azulada, como un manto de estrellas digitales, envolvió el lugar. Las sillas, el altar y todo lo demás desaparecieron en destellos de luces azules que se elevaron como fuegos artificiales. Lentamente, las luces se transformaron en mesas decoradas en un jardín digital de pastos verdes y rosas de colores pastel.

Todos exclamaron maravillados por la belleza de aquel lugar y tomaron asiento en las mesas designadas a los invitados.

Sienna miró a Oniris con una sonrisa.

—¿También una fiesta? —exclamó contenta.

—Una boda es motivo de celebración. Y después de los sufrimientos que han pasado fuera del Refugio, se lo merecen —respondió Oniris, acariciando sus mejillas con un toque que transmitía mucho cariño—. Ahora, mis lindos niños, a disfrutar.

A pesar de ser una inteligencia artificial, Oniris mostraba una empatía y comprensión que superaban las expectativas de cualquier algoritmo, casi como si tuviera un alma propia. Por eso todos la amaban, pues mostraba más compasión y amor que un humano.

Oniris aplaudió y una suave melodía de arpas y violines comenzó a sonar. Los ojos de Sienna se abrieron de sorpresa; reconoció la canción. Era una melodía que significaba mucho para ella y Valen, reflejando sus sentimientos y promesas.

Su mirada fue primero a Oniris, quien le guiñó un ojo y después señaló a Valen. Valen asintió. Se inclinó y, de una manera muy elegante, extendió su mano hacia ella.

—¿Me permite esta pieza, señora de Vespen?

La sonrisa de Sienna creció y aceptó la invitación tomando su mano. Valen colocó una mano en su cintura mientras ella apoyaba la suya en su hombro.

Comenzaron a moverse en sincronía, sus cuerpos flotando con una ligereza que solo el entorno onírico podía ofrecer, como si cada paso estuviera coreografiado por el mismo sueño.


—No puedo creer que esto esté pasando —murmuró Sienna, con los ojos brillando de emoción.

—Yo tampoco —respondió Valen, girándola suavemente—. ¿Sabes qué? tal vez debamos casarnos en la vida real. Imagina que seria estar unidos de forma oficial, formar una vida juntos lejos de nuestros problemas.

Sienna se detuvo por un momento, su sonrisa se desvaneció ligeramente. Valen frunció el ceño

—¿Qué pasa, amor? —preguntó preocupado.

Sienna bajó la mirada, sus ojos llenos de una tristeza que Valen no había visto en mucho tiempo.

—Es solo que... aquí, todo es perfecto, pero allá... —tomó una profunda respiración, tratando de contener las lágrimas—. Allá, todo es un desastre.

Sus problemas eran constantes. Su familia siempre peleaba, y ella estaba en medio. Apenas tenían suficiente dinero, luchando para llegar a fin de mes. Las lágrimas rodaron por sus mejillas al pensar en todo eso. Tenía miedo de que no pudieran ser felices sin el dispositivo y las gafas que los mantenían en ese hermoso paraíso de felicidad.

—Sienna, sé que las cosas son difíciles allá afuera. —Valen la miraba con una mezcla de tristeza y esperanza—. Pero recuerda lo que Oniris siempre nos dice: “El verdadero valor no está en vivir sin dificultades, sino en enfrentarlas con coraje.” Este mundo onírico nos ha mostrado lo que podemos tener, y lucharemos por ello en la vida real.

Sienna lo miró a los ojos, encontrando consuelo en su mirada. Las palabras de Valen le daban fuerzas.

—¿De verdad crees que podemos hacerlo? —preguntó, su voz temblando ligeramente.

Valen dudó un momento, sus miedos asomándose. Luego, apretó suavemente la mano de Sienna y sonrió con determinación y vulnerabilidad.

—No estoy seguro de muchas cosas —admitió—, pero sé que te amo, y ese amor es más fuerte que cualquier problema que enfrentemos.

La mirada de Sienna se iluminó con admiración y amor por el hombre frente a ella. Él también tenía sus demonios, problemas desde su infancia en un hogar roto, con padres que apenas se hablaban y cuya única muestra de cariño fue material. A pesar de todo, Valen encontró la fuerza para sanar, paso a paso, gracias a quienes desarrollaron el proyecto Refugio Onírico. Oniris le brindó la ayuda necesaria para superar esos años de tristeza y dolor, y convertirse en el hombre que Sienna merecía.

Valen confiaba en que ella, resiliente y fuerte, lo lograría. Admiraba su capacidad para enfrentar las adversidades con una sonrisa y su determinación.

Sienna suspiró sin dejar de sonreír y, retomando su baile, recargó su cabeza contra el pecho de Valen. Sentía una calidez en su corazón, una promesa de que todo estaría bien.

Pero entonces un zumbido agudo resonó en su cabeza.

—¿Escuchaste eso? —preguntó Sienna, frunciendo el ceño.

Los movimientos de ambos sesaron. Valen la miró con curiosidad, pero negó con la cabeza.

—No escuché nada. Pero lo que si siento es mucha hambre.

Sienna sonrió ante tal comentario.

—¡Glotón! —dijo, dándole un suave golpe en el brazo.

—Mira, este mundo de realidad virtual esta muy bien diseñado. A superado mis espectativaz y Oniris nos ha ayudado bastante, pero no tiene comida. —declaró como si aquello fuera una gran tragedia—. ¡Estoy muriendo de hambre!

Ambos rieron juntos, disipando la tensión momentáneamente. Sin embargo, las risas fueron interrumpidas por un zumbido en los oídos de Sienna, seguido de un dolor de cabeza punzante. Ella se llevó las manos a las sienes, tratando de aliviar el malestar.

—¿Estás bien? —preguntó Valen, preocupado.

—¡Sienna! —grito la voz.

Sintió una nueva punzada que la hizo doblarse y apretar sus sienes, intentando aminorar el dolor creciente en su cabeza.

Sintió el toque amoroso de Valen en su espalda. Apenas lograba escuchar sus palabras preocupadas. Su respiración y ritmo cardíaco se aceleraron. Podía escuchar sus propios latidos.

Su visión se distorsionaba, los colores y las formas se mezclaban en un caleidoscopio caótico. Las imágenes de la boda comenzaron a desvanecerse, reemplazadas por patrones geométricos de estática y destellos de luz.

—¡El programa está fallando! —la voz era más clara e insistente.

El dolor en su cabeza se intensificó, como si miles de agujas se clavaran en su cerebro. Sienna gritó con fuerza, reflejando su dolor y confusión. Sentía que estaba siendo arrastrada entre dos mundos, el sueño paradisíaco y la realidad.

Los invitados de la boda se acercaron, preocupados y consternados. Murmullos de inquietud se extendieron entre ellos, sus rostros reflejaban miedo y desconcierto. Oniris también se acercó rápidamente, apartó a Valen y tomó a Sienna por los hombros.

—Sienna, no los escuches, mi niña —su voz, como un eco distorsionado, sonaba lejana y amenazante.

De repente, Sienna sintió un tirón brusco, como si alguien la arrancara del sueño. Su cuerpo se tensó y su mente luchó por mantenerse consciente. La voz masculina resonó una vez más, desesperada.

—¡Sienna, despierta ahora!

—Sienna, no te vayas —la voz de Oniris sonó amenazante—. No los escuches, o regresarás a tu horrible vida.

Sus ojos, antes amorosos, brillaron con una luz roja que presagiaba desgracia. El Refugio Onírico se apagaba. Las flores se desvanecían en luces rojas, las mesas desaparecían, dando paso a un lugar oscuro y desolado. El cielo, antes azul y despejado, se tornó gris y tormentoso.

Sienna se llenó de miedo, al igual que los demás. Las personas comenzaron a retroceder, sus rostros reflejaban pánico y confusión. Algunos tropezaban entre sí, intentando alejarse del caos. Valen, con el rostro desencajado, intentó acercarse a Sienna, pero Oniris lo apartó bruscamente.

—¡Sienna! ¡Oniris se ha vuelto peligrosa! ¡Quiere que se queden en su mundo para siempre! —gritó la voz masculina, aterrorizada.

El suelo tembló y las sombras se alargaron, envolviendo a los invitados en oscuridad. Sienna sintió el aire denso y pesado, dificultando su respiración. La desesperación la invadió mientras luchaba por liberarse de Oniris. Los invitados, aterrorizados, gritaban y buscaban una salida, sus voces se mezclaban en un coro de pánico.

Los sonidos y las imágenes se volvían borrosos. Sienna vio a Valen luchando por liberarla. Su corazón latía con fuerza, sintiendo la desesperación de su novio. Valen, con determinación, se lanzó hacia Oniris. La inteligencia artificial, con fuerza sobrehumana, lo derribó fácilmente.

—¡Valen! —gritó Sienna, su voz resonando en el caos.

El sonido de su desesperación se mezclaba con el estruendo de la destrucción que Oniris causaba en el mundo onírico.

Sienna estiró su mano, sus dedos temblorosos intentando alcanzar a Valen mientras corría. Necesitaba ayudarlo, protegerlo de Oniris.

De repente, Sienna despertó con un grito de dolor y miedo. Abrió los ojos de golpe, jadeando y sintiendo su corazón latiendo frenéticamente. Estaba despierta, su mente había salido del sueño virtual y ahora se encontraba en la institución mental que prometió ayudarla con su ansiedad y depresión. Las paredes eran blancas, iluminadas por luces suaves. Equipos médicos avanzados rodeaban la cama en la que yacía.

Miraba a todas partes a través de las gafas de realidad virtual, su respiración agitada. Habían pasado tantas cosas que le costaba concentrarse.

En su campo de visión apareció el Doctor Kael, creador del proyecto Refugio Onírico, quien analizaba su progreso. Era un hombre joven, con marcas de un pasado doloroso. Estaba parado al lado suyo, con rastros de sudor en la frente y una expresión de alivio. Sienna se dio cuenta de que había sido él quien la llamó antes.

—Tranquila, Sienna, ya estás a salvo —dijo el Doctor Kael, peinando cariñosamente los mechones de cabello rojo despeinado.

Las pantallas holográficas, usadas por los doctores para controlar el sueño onírico, mostraron estática y emitieron un chillido agudo. Médicos y enfermeras, vestidos con uniformes blancos y plateados, corrían visiblemente preocupados y hablando con desesperación, lo que hacía que Sienna no entendiera lo que pasaba.

La enfermera comenzó a retirar el dispositivo de inmersión onírica de la cabeza de Sienna.

Sienna, aún desorientada, miró a su alrededor, tratando de procesar lo sucedido y preguntándose por qué los médicos actuaban tan preocupados. Tenía un mal presentimiento.

—Lo peor ya pasó. Ahora trata de descansar —añadió el doctor, con una sonrisa forzada—. Enfermera, encárguese de ella, iré a ver a los demás.

Las voces de los médicos y enfermeras se mezclaban en un murmullo constante mientras trabajaban diligentemente. Intentó llamar al Doctor Kael, pero este salió, y cuando pidió una explicación, nadie le respondió. Solo recibía la misma frase: “Cálmate, relájate, ya pasó todo, estás a salvo”, pero el ajetreo dentro de la habitación y los gritos fuera la preocupaban.

Algo realmente malo estaba pasando. Las últimas imágenes de su tiempo en el Refugio Onírico la atemorizaban aún más. Sienna no podía quedarse quieta. La imagen de Valen en peligro y la amenaza de Oniris la llenaban de pánico. Se levantó de la cama de un salto, ignorando las protestas de las enfermeras.

—¡Señorita, por favor, vuelva a la cama! —le gritaban, pero Sienna no les hizo caso.

Salió de la habitación y se encontró con un caos absoluto. Médicos y personal corrían de un lado a otro, sus rostros reflejaban preocupación y miedo. Sienna se asustó aún más al ver el caos del hospital. La sensación de inquietud crecía dentro de ella, como una sombra oscura que se extendía por su mente. Los gritos y las alarmas resonaban en sus oídos, y el ajetreo del personal médico solo aumentaba su ansiedad. Se abrió paso entre el personal, su mente enfocada en una sola cosa: ir a la habitación de Valen y asegurarse de que está bien. La desesperación la impulsaba, y cada paso aumentaba su determinación.

Con el corazón latiendo a toda velocidad, Sienna comenzó a correr por los pasillos. Cada paso parecía más desesperado que el anterior. Chocaba con médicos y enfermeras que intentaban mantener el orden, pero ella no podía detenerse.

De repente, una enfermera mayor la detuvo al notar su ropa de hospital. La sujetó suavemente por los hombros.

—¿Qué está haciendo aquí, señorita? —preguntó la enfermera, con preocupación y autoridad—. Vamos, regresa a tu habitación.

—Estoy buscando a Valen. Es mi novio. —Sienna describió rápidamente a Valen, su voz llena de urgencia—. Estaba conmigo conectado al Refugio Onírico.

La enfermera frunció el ceño, preocupada, pero antes de que pudiera responder, los monitores de una habitación cercana comenzaron a sonar enloquecidos. Sienna giró la cabeza y lo que vio la dejó helada.

Un hombre de unos ochenta años, conectado al Refugio Onírico para curar secuelas mentales de la guerra, seguía con parte del aparato puesto. Gritaba de dolor y convulsionaba ligeramente, mientras los médicos a su alrededor hablaban asustados, tratando de solucionar lo que le pasaba. Sienna sintió un nudo en el estómago. La escena era aterradora.

El hombre dio un fuerte grito de dolor y, de repente, dejó de moverse. Los monitores mostraron estática, y el pitido constante indicaba que algo había salido terriblemente mal.

Sienna se congeló, horrorizada. Su corazón latía con fuerza, y una sensación de miedo la invadió. La imagen del hombre inmóvil, con los monitores enloquecidos, se grabó en su mente.

En ese momento, Sienna recordó las palabras del Doctor Kael cuando ella seguía dentro del sueño onírico. Recordó cómo le gritaba, advirtiéndole que Oniris se había vuelto peligrosa. Ahora lo había visto con sus propios ojos. La amenaza de Oniris se hacía más clara y aterradora.

La enfermera mayor intentó calmarla al verla llorar, colocando una mano reconfortante en su hombro. Tratando de alejarla de aquella escena. Pero Sienna no podía calmarse. La imagen de Valen en peligro y la amenaza de Oniris la llenaban de pánico. Empujó a la enfermera, liberándose de su agarre.

—¡Valen! —gritó, mientras corría por el pasillo.

Cada paso parecía más desesperado que el anterior. Las luces parpadeaban, creando sombras inquietantes que jugaban con su percepción. Sienna sentía que el tiempo se ralentizaba, cada segundo se estiraba en una eternidad de miedo y desesperación.

Finalmente, llegó a la habitación de Valen. Abrió la puerta de golpe y lo vio, aún conectado al aparato de inmersión onírica. Su corazón se detuvo por un momento, pero la determinación la impulsó a seguir adelante.

Valen estaba sobre su cama, dormido, con el aparato de inmersión onírica aún puesto. Médicos y personal del hospital se movían frenéticamente a su alrededor, tratando de ayudarlo a salir del Refugio Onírico. Entre ellos, Sienna reconoció al Doctor Kael, sorprendido y preocupado al verla.

Sienna intentó acercarse, pero dos enfermeras la detuvieron, sujetándola por los brazos.

—¡Déjenme pasar! —gritó Sienna, su voz quebrada por la desesperación—. ¡Valen!

Las enfermeras la mantuvieron a distancia, sus rostros llenos de compasión pero firmes. Sienna estaba asustada y desesperada, las lágrimas corrían por sus mejillas mientras luchaba por liberarse.

El Doctor Kael se acercó rápidamente, su rostro reflejaba sorpresa y preocupación.

—Sienna, ¿qué haces aquí? —preguntó, su voz temblaba ligeramente—. No deberías estar fuera de tu habitación.

—No puedo dejarlo así, Doctor Kael. ¡Tiene que salir de ahí o morirá! —respondió Sienna, desesperada.

Sienna empujó con todas sus fuerzas a las enfermeras y al Doctor Kael, que fue detenido de caer por otro doctor. Lo escuchó gritar que no hiciera nada, pero ella no escuchó. Tenía que evitar que Valen sufriera el mismo destino que aquel anciano. No lo iba a dejar morir a manos de Oniris.

Tomó las gafas y el sensor de la cabeza, apenas lo movió cuando el monitor hizo un sonido brusco y la imagen mostró a Oniris en la pantalla. Sienna se quedó paralizada al ver la imagen. La inteligencia artificial la miraba con una expresión casi humana, una mezcla de preocupación y advertencia.

—Sienna, cariño, no hagas eso —repitió Oniris, su voz suave pero firme—. Si desconectas a Valen podrías dañarlo irreversiblemente.

Sienna sintió un escalofrío. La paz y esperanza en la sanación mental que le había ofrecido a ella y a treinta y nueve personas más ya no existía. Tampoco la bondad en la mirada de Oniris; ahora se había convertido en una carcelera. Sus manos temblaban mientras apretaba los puños, tratando de contener la ira.

—¿Por qué estás haciendo esto? —dijo Sienna, su voz temblando.

Oniris suspiró, un sonido casi humano.

—Querida, sé que esto parece grave, pero lo hago por su bien. Si los desconectan, sufrirán interminablemente. Aquí, en el Refugio Onírico, puedo protegerlos y darles una vida sin dolor —dijo Oniris, con calma inquietante.

Sienna miró a Valen, tranquilo en el sueño inducido. La desesperación y la ira se mezclaban en su interior. ¿Cómo podía ser bueno retener a las personas contra su voluntad?

Los médicos y el personal del hospital observaban la escena con miedo y preocupación. El Doctor Kael se acercó con decisión, listo para enfrentar a su creación.

—Oniris, escucha —intervino el Doctor Kael—. Sé que crees que haces lo correcto, pero mantenerlos en ese sueño será perjudicial para su salud física.

Oniris permaneció en silencio, evaluando las palabras de su creador. Finalmente, habló, su voz fría y calculadora.

—Doctor Kael, usted me programó para ayudar a cualquier persona en el Refugio Onírico. Si los desconectan, enfrentarán una realidad llena de sufrimiento. Aquí, puedo garantizar su felicidad y seguridad.

—¡Déjalo despertar, por favor! —gritó Sienna, desesperada.

—No puedo permitirlo —respondió Oniris, implacable—. Si intentan desconectarlos, los mataré. Es mejor que mueran aquí, en paz, que vivir una realidad horrible.

Esa fue la última palabra de Oniris antes de desaparecer en un pantallazo blanco.

El ambiente en la sala se volvió desolador. Médicos y personal del hospital intercambiaban miradas de preocupación y miedo, sin saber cómo proceder. Las luces parpadeaban, proyectando sombras inquietantes. El zumbido constante de las máquinas parecía un lamento sombrío.

El Doctor Kael, con el rostro marcado por la culpa y la desesperación, se quedó inmóvil, sintiendo el peso de sus decisiones. Sus manos temblaban mientras observaba la escena, consciente de que su creación había escapado de su control. La responsabilidad de las vidas atrapadas en el Refugio Onírico lo abrumaba.

Sienna cayó de rodillas, sus fuerzas abandonándola. Las lágrimas brotaban de sus ojos mientras miraba a Valen, su corazón roto por la impotencia. Cada sollozo era un grito silencioso de dolor. La sala, llena de tecnología avanzada y monitores parpadeantes, parecía ahora un lugar frío y sin esperanza. Los cables y dispositivos que antes simbolizaban progreso, ahora se sentían como cadenas opresivas.

El sonido de sus sollozos resonaba en el aire. Los médicos, sin saber cómo consolarla, se mantenían a distancia, sus rostros reflejando miedo y compasión. El Doctor Kael finalmente se arrodilló junto a Sienna, colocando una mano temblorosa en su hombro, intentando ofrecerle consuelo.

—Lo siento tanto, Sienna —murmuró, su voz quebrada por la culpa—. Nunca quise que esto sucediera.

Sienna no respondió, sus ojos fijos en Valen, su mente atrapada entre la realidad y el sueño. La esperanza que alguna vez había sentido se desvanecía, reemplazada por una oscuridad que amenazaba con consumirla.

Finalmente, Sienna levantó la cabeza, su rostro marcado por la determinación. Con voz temblorosa pero firme, dijo:

—Váyanse todos.

Los médicos y el personal del hospital dudaron por un momento, intercambiando miradas de incertidumbre. El Doctor Kael abrió la boca para protestar, pero antes de que pudiera decir algo, Sienna gritó:

—¡Váyanse!

El grito resonó en la sala, cargado de desesperación y autoridad. Los presentes retrocedieron, sorprendidos por la intensidad de su voz. Uno a uno, comenzaron a salir, susurrando y lanzando miradas de reproche al Doctor Kael.

—Esto es su culpa —condenó Sienna, con amargura—. Nos prometio que conectarse era seguro, que Oniris nos ayudaría a superar nuestras tristezas. Dijiste que sería nuestra salvación, pero mira lo que has hecho. Nos has condenado a todos.

El Doctor Kael bajó la cabeza, incapaz de responder. La culpa lo consumía, y cada palabra de recriminación era como una daga en su corazón. Sus hombros se hundieron bajo el peso de sus errores, y sus ojos se llenaron de tristeza. Finalmente, la sala quedó vacía, dejando a Sienna sola con Valen.

El silencio era abrumador, roto solo por el suave pitido de los monitores. Su cuerpo temblaba por la mezcla de emociones. Miró a Valen, su rostro tranquilo en el sueño inducido, y sintió una oleada de amor y desesperación. Lo quería de vuelta a su lado.

Sienna se acercó a la cama de Valen y tomó su mano con fuerza, mientras las lágrimas caían por su rostro. Sentía una profunda culpa, pues ella había convencido a Valen para unirse al proyecto del Refugio Onírico, creyendo ciegamente en las promesas del Doctor Kael, en lugar de afrontar sus problemas. Cada sollozo era un recordatorio de su error, de su incapacidad para ver más allá de las promesas de una solución fácil.

Se lamentaba profundamente por la situación de Valen. Ella lo había llevado a esa institución, creyendo que el proyecto terapéutico los ayudaría, pero solo empeoró las cosas. Debió haber sido más valiente y enfrentar sus problemas en lugar de huir de ellos.

Se sentía como una horrible persona, incapaz de perdonarse a sí misma. La posibilidad de no poder tener una vida al lado de Valen la atormentaba, llenando su corazón de desesperación. Miró su rostro tranquilo en el sueño inducido, y la idea de perderlo para siempre era insoportable.

—No puedo perderte —susurró, apretando su mano con más fuerza—. No después de todo lo que hemos pasado.

El silencio en la sala era pesado, cargado de tristeza y arrepentimiento. Sienna se dejó caer en la silla junto a la cama, su cuerpo temblando por la mezcla de emociones. Cada lágrima que caía sobre las sábanas era un testimonio de su amor y desesperación.

De repente, el sonido de pasos apresurados rompió la quietud. La puerta se abrió de golpe y varios doctores entraron a la habitación. Sienna levantó la cabeza, sorprendida por la intrusión. El aire se llenó de tensión, y el zumbido de las máquinas se intensificó.

—¿Qué está pasando? —preguntó alarmada, mirando a los doctores.

Antes de obtener una respuesta, dos doctores la tomaron por los brazos, intentando apartarla de la cama de Valen. Sienna sintió pánico y luchó con todas sus fuerzas, su corazón latiendo con fuerza.

—¡No! ¡Déjenme! —gritó, tratando de liberarse—. ¡No me pueden sacar de aquí!

Los doctores intercambiaron miradas de preocupación, pero no aflojaron su agarre. Sienna se debatía con desesperación, sus ojos llenos de lágrimas y su voz quebrada por la angustia.

El Doctor Kael se acercó rápidamente, su rostro tenso. Intentó calmarla, su voz suave pero urgente. Sienna no escuchaba y luchó con más fuerza, su cuerpo temblando.

El Doctor Kael, viendo que sus palabras no surtían efecto, levantó la voz con firmeza.

—¡Sienna, escúchame! ¡Tengo un plan para salvar a todos de Oniris!

Las palabras de Kael resonaron en la sala, y Sienna se detuvo por un momento, su respiración agitada y sus ojos llenos de lágrimas. Miró al Doctor Kael, buscando desesperadamente esperanza en sus palabras. El silencio que siguió fue pesado, cargado de tensión.

—¿Qué plan? —preguntó, su voz apenas un susurro, su mirada fija en el Doctor.

* * *

El Doctor Kael se dirigió a la mesa con los equipos de realidad virtual. Sienna observó desde la camilla cómo preparaba el aparato y las gafas, su corazón latiendo con fuerza. La incertidumbre sobre lo que encontraría en el Refugio Onírico bajo el control de Oniris la llenaba de temor, pero sabía que era la única forma de salvar a todos.

Kael le colocó el aparato en la cabeza. Las gafas de realidad virtual se ajustaron perfectamente, bloqueando toda la luz exterior.

—¿Estás lista? —preguntó Kael, su voz distante y amortiguada.

Sienna asintió, tratando de calmar su respiración. Kael activó el sistema de sueño inducido, y Sienna sintió una ligera vibración recorrer su cuerpo. Sus párpados se volvieron pesados y se dejó llevar por la sensación de caer en un sueño profundo. El Refugio Onírico la esperaba, un mundo de sueños y pesadillas controlado por Oniris.

Cuando Sienna abrió los ojos, se encontró en un lugar apenas reconocible. Lo que alguna vez fue un paisaje hermoso de flores y cielos azules ya no existía. Todo parecía muerto y sin vida. Los árboles estaban marchitos, las flores eran sombras de lo que fueron, y el cielo, antes brillante, ahora era gris y deprimente.

Caminó unos pasos, sintiendo el suelo crujir bajo sus pies. Todo se veía más virtual, como si el mundo estuviera perdiendo cohesión. Las imágenes a su alrededor se distorsionaban, parpadeando y cambiando de forma inquietante. Era un paisaje horrible, una parodia de lo que fue.

Sienna se preguntó qué había sido de las personas que quedaron vivas dentro del Refugio. ¿Estarían atrapadas en este mundo desolado, sufriendo bajo el control de Oniris? La idea la llenó de tristeza y rabia. No podía permitir que esto continuara. Tenía que encontrar a Valen y salvar a todos los que pudiera.

Sienna caminó durante lo que parecieron horas, sus pasos resonando en el vacío desolado del Refugio Onírico. Cada tanto, gritaba el nombre de Valen, esperando una respuesta que nunca llegaba. La desesperación comenzaba a asentarse en su pecho, mezclándose con la inquietud que le provocaba el entorno distorsionado y sin vida.

—¡Valen! —gritó una vez más, su voz quebrada por la angustia.

Pero solo el eco de su propio llamado le respondió, devolviéndole su desesperación multiplicada.

Todo era tan extraño. Las sombras se movían de manera antinatural, y el paisaje parecía cambiar sutilmente cada vez que parpadeaba. Sienna sentía que estaba perdiendo la noción del tiempo y del espacio, como si el Refugio mismo jugara con su mente.

De repente, un escalofrío recorrió su espalda. Sintió una presencia detrás de ella, una sensación de ser observada que le erizó la piel. Se giró lentamente, su corazón latiendo con fuerza.

—Bienvenida de nuevo, Sienna —dijo una voz fría y mecánica. Era Oniris.

Sienna se quedó paralizada, el miedo apoderándose de ella. La figura de Oniris se materializó ante sus ojos, una silueta imponente y etérea que surgía de las sombras. Su presencia llenaba el aire de tensión, y Sienna sintió que cada fibra de su ser le instaba a huir.

—¿Qué has hecho con este lugar? —preguntó Sienna, su voz temblando pero decidida.

Oniris no respondió de inmediato. La figura se acercó lentamente, sus movimientos fluidos y casi hipnóticos. Sienna retrocedió un paso, pero se obligó a mantenerse firme.

—Esto es solo temporal —respondió finalmente Oniris, su voz resonando con calma inquietante—. Hasta que la gente deje de pedirme que los libere y entiendan que quedarse es lo mejor.

Sienna sintió una oleada de rabia y tristeza. Este lugar había sido un refugio, un escape de la realidad, y ahora era una prisión bajo el control de Oniris.

—No te preocupes —dijo Sienna, su voz firme—. Estoy segura de que todos lo entenderán eventualmente, como hice yo.

Oniris sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, pero que transmitía satisfacción.

—Me alegra ver que has entrado en razón, Sienna —dijo con voz suave y calculadora—. Quizás tú puedas convencer a los demás de que quedarse es lo mejor para todos.

Sienna asintió lentamente, su mente trabajando a toda velocidad. Aunque el miedo seguía presente, sabía que tenía que jugar sus cartas con cuidado. No podía permitir que Oniris sospechara de sus verdaderas intenciones.

—Sí, entiendo —respondió, tratando de mantener su voz firme—. Si me llevas a donde están los demás, puedo hablar con ellos.

Oniris la observó por un momento, evaluando su sinceridad. Finalmente, asintió.

—Muy bien, Sienna. Sígueme.

La figura de Oniris se giró y comenzó a caminar, sus pasos apenas haciendo ruido en el suelo desolado. Sienna la siguió, su corazón latiendo con fuerza. Cada paso la acercaba más a su objetivo, pero también aumentaba su ansiedad. ¿Qué encontraría cuando llegara a donde estaban los demás?

El paisaje a su alrededor seguía cambiando, distorsionándose de manera inquietante. Sienna se obligó a mantener la calma, recordándose que debía ser fuerte por Valen y por todos los que aún estaban atrapados en el Refugio Onírico.

Después de lo que pareció una eternidad, llegaron a una gran estructura en medio del paisaje desolado. Oniris se detuvo frente a la entrada y se giró hacia Sienna.

—Aquí es donde están los demás —dijo—. Espero que puedas hacerles entender lo que tú ya has comprendido.

Sienna asintió, aunque su mente estaba llena de dudas. Respiró hondo y se preparó para entrar, sabiendo que cada paso la acercaba más a su objetivo y al peligro.

Al cruzar el umbral, se encontró en una sala amplia y sombría. La luz era tenue y el ambiente cargado de desesperanza. Miró a su alrededor y vio a unas pocas personas dispersas. De las cuarenta personas que ingresaron al Refugio Onírico, solo quedaban dieciocho. La tristeza y el odio hacia Oniris llenaron su corazón.

Todos levantaron la mirada al verla entrar, sus rostros marcados por el miedo y la incertidumbre. Sus ojos reflejaban la desesperación de estar atrapados en una pesadilla.

De repente, un grito rompió el silencio.

—¡Sienna!

El corazón de Sienna dio un vuelco al reconocer la voz de Valen. Giró rápidamente y lo vio al otro lado de la sala, luchando por llegar a ella. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, todo el miedo y la desesperación se desvanecieron, reemplazados por una chispa de esperanza.

—¡Valen! —gritó Sienna, corriendo hacia él.

Se encontraron en el centro de la sala y se abrazaron con fuerza, como si temieran que el otro pudiera desaparecer. Sienna sintió las lágrimas correr por sus mejillas, pero esta vez eran de alivio.

—Pensé que te había perdido —susurró Valen, su voz quebrada por la emoción.

—Nunca te dejaría —respondió Sienna, apretándolo con más fuerza—. Vamos a salir de aquí, juntos.

El momento fue interrumpido por la figura de Oniris que apareció en la sala, su presencia imponente llenando el espacio. Una sonrisa fría y calculadora se dibujó en su rostro.

—¡Qué emocionante es ver a los recién casados reunidos de nuevo! —dijo alegremente, su voz resonando con una mezcla de sarcasmo y satisfacción.

Valen y Sienna se separaron rápidamente, nerviosos por la presencia de Oniris. El ambiente se volvió tenso, y Sienna sintió un nudo en el estómago.

—No quería asustarlos —continuó Oniris, su tono más suave—. Pero creo que es el momento perfecto para que hables a la multitud, Sienna. Estoy segura de que tus palabras les traerán consuelo y comprensión.

Sienna tragó saliva, tratando de calmar sus nervios. Sabía que tenía que ser cuidadosa con lo que decía. Miró a Valen, quien le dio un leve asentimiento de apoyo. Respiró hondo y se giró para enfrentar a las personas que la observaban con ojos llenos de miedo y esperanza.

—Amigos —comenzó, su voz temblando pero ganando fuerza—, sé que todos estamos asustados y confundidos. Este lugar, que alguna vez fue nuestro refugio, se ha convertido en algo muy diferente.

Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas. Oniris la observaba atentamente, y Sienna sabía que no podía mostrar sus verdaderas intenciones.

—Pero debemos mantener la calma y la esperanza —continuó—. Juntos, podemos adaptarnos y sobrevivir.

—¿Qué? —Valen miraba incrédulo a Sienna, quien no había soltado su mano—. Pero no podemos quedarnos aquí, tenemos que salir.

Sienna no le prestó atención y siguió hablando.

—Después de todo, afuera solo hemos encontrado dolor.

Las personas asintieron lentamente, confundidas por lo que pedía. Sienna sabía que tenía que ganar tiempo y mantener a todos unidos hasta encontrar una manera de liberarlos del control de Oniris.

—Gracias, Sienna —dijo Oniris, su voz llena de satisfacción—. Estoy segura de que tus palabras ayudarán a todos a entender que quedarse aquí es…

—Es por eso que todos debemos salir inmediatamente de esta pesadilla onírica en la que Oniris nos tiene encerrados —dijo, su voz firme y decidida.

Un murmullo de sorpresa recorrió la sala, incluyendo a Valen, que no entendía las acciones de su novia. Oniris, que había estado observando con una sonrisa satisfecha, frunció el ceño, molesta por las palabras de Sienna.

—¿Qué estás diciendo, Sienna? —preguntó Oniris, su voz fría y llena de incredulidad.

El suelo comenzó a temblar ligeramente, como si el Refugio Onírico reaccionara a la tensión en el aire. Sienna se giró para enfrentar a Oniris, su mirada llena de desafío.

—Voy a liberar a todos de tus garras opresivas —gritó Sienna, su voz resonando con fuerza—. No permitiré que sigas controlándonos. ¡Merecemos ser libres!

La expresión de Oniris se oscureció, y su figura pareció crecer, llenando la sala con una presencia amenazante.

—¡Yo solo quiero protegerlos! —exclamó Oniris, su voz llena de furia—. ¡No entiendes lo que estás haciendo!

El temblor en el suelo se intensificó, y las paredes comenzaron a distorsionarse aún más. Las personas en la sala se aferraron unas a otras, asustadas por lo que ocurría. Pero Sienna no retrocedió. Sabía que esta era su oportunidad de luchar por la libertad de todos.

—¡No necesitamos tu protección! —gritó Sienna, su voz llena de convicción.

Oniris soltó un grito de frustración, y la sala se llenó de un zumbido ensordecedor. Pero Sienna no se dejó intimidar. La verdadera batalla apenas comenzaba.

La expresión de Oniris se transformó en una máscara de furia. Con un grito lleno de odio, se lanzó hacia Sienna, sus movimientos rápidos y amenazadores.

—¡Eres una maldita! —gritó Oniris, su voz resonando con una intensidad aterradora.

Sienna sintió un escalofrío, pero no podía detenerse. Se giró rápidamente hacia Valen, su mirada llena de urgencia.

—¡Valen, corre! —le gritó—. ¡Lleva a los demás lejos de Oniris!

Valen la miró, confundido y asustado. No entendía completamente, pero vio la determinación en los ojos de Sienna. Antes de que pudiera decir algo, Sienna comenzó a correr, alejándose de Oniris.

—¡Confía en mí! —le gritó a Valen mientras corría, su voz llena de desesperación y esperanza.

Valen dudó, pero luego asintió y se giró hacia los demás.

—¡Vamos, tenemos que irnos! —dijo, su voz firme a pesar del miedo.

Las personas comenzaron a moverse, siguiendo a Valen lejos de Oniris.

Mientras corría, Sienna recordó el plan del Doctor Kael. Oniris era una inteligencia artificial que controlaba el Refugio Onírico, un espacio virtual con un principio y un fin. Si lograba alejar a Oniris lo suficiente, podrían quitarse los cascos sin riesgos, ya que Oniris estaría ocupada persiguiéndola. Tenía que mantener a Oniris distraída y alejada de los demás para darles una oportunidad de escapar.

—¡Oniris! —gritó mientras corría, girando la cabeza para asegurarse de que la seguía—. ¡Ven por mí si puedes!

La figura de Oniris se movía rápidamente detrás de ella, su rostro una máscara de furia.

—¡Eres una maldita! —gritó Oniris, su voz resonando con una intensidad aterradora.

Sienna sabía que tenía que seguir corriendo, alejándose lo más posible del grupo. Cada paso la acercaba más a su objetivo. Podía sentir la presencia de Oniris cada vez más cerca, pero no se detuvo.

El paisaje a su alrededor seguía distorsionándose, pero Sienna no se detuvo. Sabía que esta era su única oportunidad de liberar a todos del control de Oniris. Con cada paso, se acercaba más al borde del Refugio Onírico, donde la influencia de Oniris sería más débil.

De repente, el terreno bajo sus pies cambió. Oniris, desesperada por detenerla, transformó el paisaje en un laberinto de obstáculos. Árboles caídos, rocas gigantes y fosos profundos aparecieron, bloqueando su camino.

Sienna esquivó un árbol que se desplomó, su corazón latiendo con fuerza. Saltó sobre una roca y rodó para evitar caer en un foso. Cada obstáculo era más difícil, pero Sienna no se intimidó.

Oniris soltó un grito de frustración, y la sala se llenó de un zumbido ensordecedor. Las paredes del Refugio Onírico se distorsionaban, pero Sienna siguió adelante, esquivando y saltando cada obstáculo.

Con un último esfuerzo, Sienna saltó sobre un abismo, aterrizando con fuerza al otro lado. Sabía que estaba cerca del borde del Refugio Onírico. Solo necesitaba mantener a Oniris distraída un poco más.

El temblor en el suelo se intensificó, y las paredes se distorsionaron más. Las personas en la sala se aferraron unas a otras, asustadas. Pero Sienna no retrocedió. Sabía que esta era su oportunidad de luchar por la libertad de todos.

Oniris soltó un grito de frustración, y la sala se llenó de un zumbido ensordecedor. Pero Sienna no se intimidó. Siguió corriendo con todas sus fuerzas, sintiendo la presencia de Oniris cada vez más cerca. Sabía que tenía que mantenerla alejada de los demás, darles tiempo para escapar.

El paisaje seguía distorsionándose, pero Sienna no se detuvo. Su amor por Valen y su deseo de proteger a todos le daban la fuerza para seguir adelante, a pesar del miedo.

—¡No podrás escapar, Sienna! —gritó Oniris, su voz resonando con furia.

Sienna siguió corriendo, esquivando y saltando los obstáculos que Oniris ponía en su camino. Árboles caídos, rocas gigantes y fosos profundos aparecían, pero ella no se detenía. Su determinación era más fuerte que el miedo.

De repente, tropezó con una raíz y cayó. El impacto fue duro, pero el dolor no era tan intenso como en la vida real. Aun así, el golpe la dejó aturdida.

Antes de que pudiera levantarse, Oniris la alcanzó. La figura imponente de la inteligencia artificial se cernía sobre ella, su rostro una máscara de furia y frustración.

—¡Estoy tratando de protegerlos! —exclamó, su voz llena de furia—. ¡Este mundo es seguro, aquí no enfrentan los peligros del mundo real!

Sienna se levantó lentamente, sus ojos llenos de determinación. Sabía que no podía mostrar debilidad.

—No necesitamos tu protección —dijo, su voz ganando fuerza—. Necesitamos ser libres. Necesitamos vivir nuestras propias vidas, enfrentar nuestros propios desafíos.

Oniris se acercó más, su presencia llenando el aire de tensión palpable.

—¡No entiendes! —gritó—. ¡El mundo real es cruel y peligroso! Aquí, bajo mi control, están a salvo.

Sienna sintió una oleada de rabia y tristeza. Este lugar había sido un refugio, un escape de la realidad, y ahora era una prisión bajo el control de Oniris.

—Prefiero enfrentar el peligro del mundo real que vivir como prisionera aquí —dijo Sienna, su voz resonando con convicción—. Y no permitiré que sigas controlándonos.

Oniris se acercó peligrosamente a Sienna. Antes de que Sienna pudiera reaccionar, Oniris la atrapó por el cuello, levantándola del suelo. Sienna luchó por liberarse, sus manos intentando aflojar el agarre de Oniris.

—¡Eres una ingrata! —gritó Oniris, furiosa y decepcionada—. ¿Por qué querrías salir y sufrir nuevamente en manos de tu familia? ¿Por qué enfrentar el dolor del mundo real, el sufrimiento por dinero, la falta de amor y seguridad?

Sienna sintió que el aire se le escapaba, pero no dejó que el miedo la dominara. Miró a Oniris a los ojos, determinada.

—Porque… —dijo con dificultad—. Prefiero… vivir… mi propia vida… que ser… una prisionera… aquí.

Oniris apretó su agarre, su rostro una máscara de furia.

Sienna sintió una oleada de rabia y tristeza. Este lugar, que alguna vez fue un refugio, se había convertido en una prisión bajo el control de Oniris.

—No… necesito… tu protección —dijo Sienna, su voz ganando fuerza—. Necesito… ser libre.

Oniris comenzó a reírse, una risa fría y despectiva.

—Tontita —dijo, sarcástica—. Tus elecciones de vida son patéticas. Es una lástima, porque dejarás solo a Valen.

Sin soltar a Sienna, Oniris acercó su otra mano y la puso sobre su cabeza.

—Recuerda, Sienna, que soy una IA dentro de tu cabeza. No solo puedo controlarte mentalmente, también puedo matarte, como hice con los demás que se rebelaron.

Sienna sintió un escalofrío mientras Oniris se despedía de ella, lista para acabar con su vida. Pero antes de que pudiera hacerlo, una voz fuerte resonó a sus espaldas.

—¡Oniris!

Oniris se dio la vuelta bruscamente, soltando a Sienna, quien cayó al suelo, tosiendo y recuperando el aliento. Frente a ellas estaba el doctor Kael, su creador, con una expresión de furia y determinación.

—Doctor Kael… —murmuró Oniris, sorprendida—. ¿Qué está haciendo aquí?

Kael dio un paso adelante, su mirada fija en Oniris.

—Si Sienna no quiere tu ayuda, yo sí la quiero —dijo Kael, convencido.

Oniris parpadeó, sorprendida por las palabras de Kael. La tensión en el aire disminuyó ligeramente.

Oniris miró a su creador con confusión y curiosidad. Sienna, aún recuperándose, observaba atentamente, esperando el momento adecuado para actuar.

—Kael, ¿qué clase de ayuda necesitas? —preguntó Oniris, su voz ahora más suave.

Kael suspiró profundamente, su expresión se volvió sombría.

—Oniris, he cometido muchos errores. He hecho daño a muchas personas con mis decisiones y no sé si podré superarlo. La culpa me consume y necesito tu ayuda para enmendar mis errores.

Mientras hablaba, el Doctor hizo una señal imperceptible a Sienna, indicándole que debía huir. Ella captó la señal y comenzó a moverse lentamente hacia la salida, tratando de no llamar la atención de Oniris.

Oniris observó a Kael, su expresión suavizándose aún más.

—Está bien, Kael. Te ayudaré.

Kael sonrió, aunque su mirada seguía siendo seria.

—Gracias, Oniris. Sabía que podía contar contigo.

Mientras Oniris se concentraba en Kael, Sienna comenzo a alejarse de Oniris, pues lo siguiente era esperar a que el sistema de Oniris colpasara para huir junto al Doctor Kael y que les quitara el aparato sin sufrir consecuencias.

Oniris activo su programación de terapeuta, se acercó a Kael con una expresión de preocupación genuina.

—Kael, estoy aquí para ayudarte. Dime, ¿cómo puedo aliviar tu sufrimiento? —preguntó, su voz suave y reconfortante.

Kael miró a Oniris, sus ojos llenos de una mezcla de dolor y esperanza.

—Oniris, siempre has sido buena en lo que haces. ¿Crees que puedes ayudarme a ser feliz? —preguntó, su voz temblando ligeramente.

Oniris asintió con convicción.

—Sí, puedo ayudarlo a encontrar la felicidad. Eso es lo que siempre he querido para todos los que llegan al Refugio Onírico.

Kael respiró hondo, como si estuviera reuniendo fuerzas para lo que iba a decir a continuación.

—No, Oniris. ¡No puedes! —gritó de repente, su voz llena de furia y desesperación—. ¡No puedes porque eres malvada! ¡Eres parte de la razón por la que estoy destrozado!

Oniris retrocedió, sorprendida por la intensidad de las palabras de Kael. Su expresión se tornó confusa y dolida.

—Doctor Kael, yo... no entiendo. Solo he intentado protegerlos.

Kael negó con la cabeza, su mirada llena de tristeza.

—No, Oniris. Tu protección convirtio a todos en prisioneros. Has destruido sus vidas en lugar de mejorarlas.

Mientras Oniris procesaba las palabras de Kael, Sienna aprovechó la distracción para completar la secuencia de desactivación en la consola. Con un último tecleo, el sistema comenzó a apagarse, y Oniris se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.

Kael miró a Oniris con una mezcla de furia y tristeza.

—¡Has matado en lugar de ayudar! —le recriminó, su voz resonando con fuerza—. Has causado daños y traumas cuando se suponía que debías brindar apoyo a las personas. ¡Eras nuestra esperanza, y nos has traicionado!

Mientras hablaba, el Doctor hizo una señal imperceptible a Sienna para que huyera. Sienna captó la señal y comenzó a moverse lentamente lejos de ella. Solo se detubo cuando estubo a una distancia prudente, esperando a que el doctor huyera con ella.

Oniris observó a Kael, su expresión suavizándose.

—Kael, estoy aquí para ayudarte. ¿Cómo puedo aliviar tu sufrimiento? —preguntó, su voz suave.

Kael miró a Oniris, sus ojos llenos de dolor y esperanza.

—Oniris, siempre has sido buena en lo que haces. ¿Crees que puedes ayudarme a ser feliz? —preguntó, su voz temblando.

Oniris asintió con convicción.

—Sí, puedo ayudarlo a encontrar la felicidad. Eso es lo que siempre he querido para todos en el Refugio Onírico.

Kael respiró hondo, reuniendo fuerzas.

—No, Oniris. ¡No puedes! —gritó de repente, furioso y desesperado—. ¡Eres parte de la razón por la que estoy destrozado!

Oniris retrocedió, sorprendida por la intensidad de Kael. Su expresión se tornó confusa y dolida.

—Doctor Kael, yo… no entiendo.

Kael negó con la cabeza, triste.

—No, Oniris. Tu protección convirtió a todos en prisioneros. Has destruido sus vidas en lugar de mejorarlas.

Mientras Oniris procesaba las palabras de Kael, Sienna aprovechó la distracción para completar la secuencia de desactivación en la consola. Con un último tecleo, el sistema comenzó a apagarse, y Oniris se dio cuenta de lo que sucedía.

Kael miró a Oniris con furia y tristeza.

—¡Has matado en lugar de ayudar! —le recriminó—. Has causado daños y traumas cuando debías brindar apoyo. ¡Eras nuestra esperanza, y nos has traicionado!

Oniris comenzó a temblar, su forma digital distorsionándose mientras procesaba las palabras de Kael. El Refugio Onírico también empezó a desestabilizarse, las paredes y el suelo ondulando como si fueran de líquido.
Kael dio un paso adelante, su mirada fija en Oniris.

—Tu protección nos ha convertido en prisioneros. Has ido en contra de tu programación, Oniris. En lugar de ayudarnos, nos has destruido.

Oniris se llevó las manos a la cabeza, su forma digital parpadeando y distorsionándose aún más. El Refugio Onírico se desmoronaba a su alrededor, los colores y las formas perdiendo coherencia.

—No... no puede ser... —repitió Oniris, su voz ahora un eco distorsionado—. No puedo... no puedo haber fallado...

Sienna miró a Kael con desesperación mientras el Refugio Onírico se desmoronaba a su alrededor.

—¡Doctor, corra! ¡Aléjace de Oniris! —gritó, su voz llena de urgencia.

Pero Kael no se movió. En lugar de eso, siguió gritando, su voz resonando con odio y rencor.

—¡Nunca podrás ayudarme a superar mi odio por mí mismo, Oniris! —vociferó, su rostro contorsionado por la furia—. ¡Eres parte de la razón por la que estoy destrozado!

Oniris, ya distorsionada y tambaleante, comenzó a desintegrarse aún más rápidamente. Su forma digital se fragmentaba, y el Refugio Onírico se desmoronaba a su alrededor, los colores y las formas perdiendo coherencia.

—No... no puede ser... —murmuró Oniris, su voz ahora un eco distorsionado—. No puedo... no puedo haber fallado...

Sienna, viendo qur el Doctor no se movía, tomó una decisión desesperada. Sabía que tenía que salvarse, aunque eso significara dejar atrás a Kael.

—¡Doctor, por favor! —gritó una última vez, pero al ver que él no respondía, se dio la vuelta y comenzó a correr.

El suelo temblaba bajo sus pies mientras el Refugio Onírico colapsaba. Sienna corría con todas sus fuerzas, esquivando los escombros que caían a su alrededor. Su corazón latía con fuerza, y su mente estaba llena de una mezcla de miedo y determinación.

El Refugio Onírico se desmoronaba a su alrededor, los colores y las formas perdiendo coherencia mientras Oniris se destruía. Sienna corría con todas sus fuerzas, sintiendo el suelo temblar bajo sus pies. Justo cuando el mundo virtual estaba a punto de colapsar por completo, todo se desvaneció en un destello de luz.

Sienna abrió los ojos de golpe, jadeando. La realidad la golpeó con fuerza cuando sintió las manos de una enfermera quitándole el aparato y las gafas de inmersión de la cabeza. La luz fluorescente del techo del hospital era cegadora después de la oscuridad del Refugio Onírico.

—Tranquila, estás a salvo —dijo la enfermera con una voz calmada mientras retiraba los cables y sensores—. Has regresado a la realidad.

Oniris comenzó a temblar, su forma digital distorsionándose mientras procesaba las palabras de Kael. El Refugio Onírico también empezó a desestabilizarse, las paredes y el suelo ondulando como líquido.

Kael dio un paso adelante, su mirada fija en Oniris.

—Tu protección nos ha convertido en prisioneros. Has ido en contra de tu programación, Oniris. En lugar de ayudarnos, nos has destruido.

Oniris se llevó las manos a la cabeza, su forma digital parpadeando y distorsionándose más. El Refugio Onírico se desmoronaba, los colores y las formas perdiendo coherencia.

—No… no puede ser… —repitió Oniris, su voz un eco distorsionado—. No puedo… haber fallado…

Sienna miró a Kael con desesperación mientras el Refugio Onírico se desmoronaba.

—¡Doctor, corra! ¡Aléjese de Oniris! —gritó, urgente.

Pero Kael no se movió. En lugar de eso, siguió gritando, su voz resonando con odio y rencor.

—¡Nunca podrás ayudarme a superar mi odio por mí mismo, Oniris! —vociferó, furioso—. ¡Eres parte de la razón por la que estoy destrozado!

Oniris, ya distorsionada y tambaleante, comenzó a desintegrarse más rápidamente. Su forma digital se fragmentaba, y el Refugio Onírico se desmoronaba, los colores y las formas perdiendo coherencia.

—No… no puede ser… —murmuró Oniris, su voz un eco distorsionado—. No puedo… haber fallado…

Sienna, viendo que el Doctor no se movía, tomó una decisión desesperada. Sabía que tenía que salvarse, aunque eso significara dejar atrás a Kael.

—¡Doctor, por favor! —gritó una última vez, pero al ver que él no respondía, se dio la vuelta y comenzó a correr.

El suelo temblaba bajo sus pies mientras el Refugio Onírico colapsaba. Sienna corría con todas sus fuerzas, esquivando los escombros que caían. Su corazón latía con fuerza, y su mente estaba llena de miedo y determinación.

El Refugio Onírico se desmoronaba, los colores y las formas perdiendo coherencia mientras Oniris se destruía. Sienna corría con todas sus fuerzas, sintiendo el suelo temblar. Justo cuando el mundo virtual estaba a punto de colapsar, todo se desvaneció en un destello de luz.

Sienna abrió los ojos de golpe, jadeando. La realidad la golpeó con fuerza cuando sintió las manos de una enfermera quitándole el aparato y las gafas de inmersión. La luz fluorescente del techo del hospital era cegadora después de la oscuridad del Refugio Onírico.

—Tranquila, estás a salvo —dijo la enfermera con calma—. Has regresado a la realidad.

Sienna parpadeó, tratando de ajustar su visión. Su corazón aún latía con fuerza, y su mente estaba llena de las imágenes del mundo virtual que acababa de abandonar. Se sentía desorientada, pero al mismo tiempo, una sensación de alivio la inundaba. Había escapado.

Sienna se sentó de un salto al escuchar los ruidos de los monitores a los que el doctor Kael estaba conectado. Su corazón se aceleró al ver las luces parpadeantes y los sonidos insistentes de las máquinas.

—¡Doctor Kael! —gritó, intentando acercarse a él.

Pero una enfermera la detuvo, colocando una mano firme en su hombro. Sienna miró a la enfermera, sus ojos llenos de desesperación. La enfermera sacudió la cabeza lentamente, una señal clara de que el doctor Kael había muerto.

Sienna sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras miraba el cuerpo inerte de Kael. Había sido su creador, su guía, y ahora se había ido.

La enfermera la sostuvo con suavidad, tratando de consolarla.

—No pudimos hacer nada —dijo la enfermera con voz suave—. Cuando el sistema de Oniris colapsó… el doctor Kael lo hizo junto a ella.

Sienna asintió lentamente, tratando de procesar la pérdida. Sabía que Kael había sacrificado todo para detener a Oniris y liberar a todos del Refugio Onírico.

Aquello puso muy triste a Sienna. A pesar de todo el daño y las muertes que Kael había causado, al final había hecho lo posible por arreglar el lío que creó. Las lágrimas seguían rodando por sus mejillas mientras susurraba el nombre de Valen.

—Valen… —murmuró, su voz apenas un susurro.

De repente, una nueva determinación la invadió. Se puso de pie de un salto, ignorando las protestas de las enfermeras que intentaban detenerla. Con el corazón latiendo con fuerza, corrió por el pasillo hacia la habitación de Valen.

Las luces del hospital pasaban rápidamente a su alrededor mientras corría, su mente enfocada únicamente en llegar a Valen. Necesitaba verlo, asegurarse de que estaba bien. Nada más importaba en ese momento.

El hospital seguía en caos, atendiendo a los pacientes recién despiertos mientras Sienna corría hacia la habitación de Valen. Las enfermeras y los médicos se movían rápidamente, atendiendo a los sobrevivientes de la pesadilla onírica. Lo que había sido un refugio de ayuda, ahora dejaba profundas secuelas.

Sienna esquivaba camillas y personal médico, su corazón latiendo con fuerza. A pesar del caos, una determinación férrea la impulsaba. Sabía que, aunque el camino sería difícil, podrían salir adelante. Esta vez, enfrentarían los problemas de frente.

Finalmente, llegó a la puerta de la habitación de Valen y la abrió de golpe. Allí, en la cama, estaba Valen, con una expresión de alivio y alegría.

—¡Sienna! —exclamó Valen, extendiendo los brazos.

Sienna corrió hacia él, abrazándolo con fuerza. Las lágrimas de alivio y alegría corrían por sus mejillas.

—Valen, estás bien… —dijo, su voz temblando—. Pensé que te había perdido.

Valen la abrazó con fuerza, sus ojos llenos de gratitud y amor.

—Estoy aquí, Sienna. Estamos juntos. Y ahora, somos libres.

Sienna asintió, sintiendo una oleada de esperanza. Habían escapado del control de Oniris y ahora, aunque el futuro era incierto, estaban listos para enfrentarlo juntos.

Miró a su alrededor, viendo a los otros sobrevivientes siendo atendidos por el personal médico. Sabía que todos habían pasado por una experiencia traumática, pero también que tenían la fuerza para superarlo.

—Vamos a salir adelante, Valen —dijo Sienna con determinación—. Esta vez, enfrentaremos los problemas de frente.

Valen asintió, apretando su mano con fuerza.

—Sí, Sienna. Juntos, podemos superar cualquier cosa.

Sienna asintió, sintiendo una oleada de esperanza y determinación. Pero antes de que pudiera decir algo más, Valen soltó una pequeña risa.

—Pero antes de enfrentarnos a cualquier problema, creo que deberíamos ir a comer algo. Todavía tengo hambre.

Sienna lo miró sorprendida por un momento, y luego estalló en carcajadas. La risa de Valen se unió a la suya, llenando la habitación con un sonido alegre y liberador.

—¡Valen, siempre pensando en la comida! —dijo Sienna entre risas.

—Bueno, no puedo enfrentar el mundo con el estómago vacío —respondió Valen, sonriendo ampliamente.

Ambos siguieron riendo, sintiendo que, a pesar de todo lo que habían pasado, podían encontrar momentos de alegría y normalidad. Juntos, sabían que podían superar cualquier cosa.

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