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Reto #1

SenioritaRMDeJeon

Había una vez, hace muchos años, en una época olvidada pero llena de paz y felicidad, un mundo donde humanos y criaturas mágicas vivían en armonía. Cantaban juntos melodias de amistad, dansaban alrededor del fuego con hermandad.

Sin embargo, un fatídico día, sin anuncios ni sospechas, los humanos, movidos por el miedo a su poder, los exiliaron, encerrándolos en una montaña y sellando la puerta con magia.

Después de aquello, los humanos se encargaron de erradicar los vestigios de la magia. Aunque su legado persistió como una historia sin fundamento.

Pero no todo estaba perdido. Entre las criaturas mágicas, existía una muy especial, llena de astucia y valentía, que se convertiría en la luz de la esperanza. Se decía que, con su ayuda y la de un valiente corazón humano, podrían romper el hechizo y liberar a las criaturas mágicas de su encierro, unificando ambos mundos. Ese día estaba a punto de llegar...

* * *

Lucas entró a la cocina, caminando directo a la alacena para extraer un paquete de galletas que metió en su mochila. Su madre, mientras tanto, estaba revolviendo ingredientes dentro de una olla grande con una cuchara de madera. El olor a verduras y especias le resultó agradable.

-Huele delicioso. ¿Qué estás cocinando? -preguntó Lucas.

-Es una sopa de verduras, pero con mi toque especial -agregó con una sonrisa-. Le he puesto algunas especias que la harán más deliciosa.

-Pues huele muy bien. Me muero por probarla -respondió con buen humor.

La madre lo miró sorprendida. Desde la mudanza, su hijo había estado distante y frío. Lucas les había asegurado que entendía la necesidad de la mudanza por la salud de su padre, pero aún extrañaba su antigua vida y resentía el cambio. Sin embargo, verlo de buen humor le alegraba a ella.

-Hoy estas muy contento. -Dejó a un lado la cuchara y miró a su hijo-. ¿Tiene algo que ver con esos paseos por el bosque que tienes por las tardes?

Lucas sonrió al recordar aquellos paseos. El bosque era hermoso, con sus árboles altos y hojas que susurraban secretos al viento. Sin embargo, lo que realmente lo emocionaba era ese pequeño rincón mágico que había descubierto semanas atrás. Y se emocionaba aún más al pensar en encontrarse con ella.

Escuchó a su madre soltar una risita, lo que lo hizo salir de sus ensoñaciones y agachar la cabeza con vergüenza.

-Son agradables.

-Me alegra mucho que eso te haga feliz. -Se dio la vuelta y reanudó su labor-. Pero te quiero aquí antes de que anochezca.

-Claro, nos vemos.

Pero antes de que se marchara, su madre añadió con voz cantarina:

-Deberías invitar a "eso" que te hace feliz. Me gustaría conocerlo.

Lucas, atrapado entre vergüenza y emoción, sintió el ardor del rojo intenso en sus mejillas. Su corazón latía con fuerza, pero guardó silencio. No confirmó ni negó nada, consciente de que su madre insistiría hasta hacerlo hablar. Y aquello no era nada conveniente, pues, ¿cómo podía explicarle que "eso" era una criatura mágica?

Eso sonaba a locura. La primera vez que se encontró con aquella escena sacada de un cuento de hadas, creyó que estaba perdiendo la razón. Repetía en su mente que nada de eso podía ser real: la chica frente a él no tenía orejas puntiagudas ni uñas afiladas. Y, sin embargo, allí estaba, sosteniendo en sus brazos a una criatura de pelaje blanco, orejas redondas y alas traslúcidas que parecían capaces de llevarla volando a donde quisiera.

Y aunque al principio incluso le temió, ahora se habían hecho grandes amigos. Cada encuentro era un intercambio de conocimientos sobre ambos mundos.

Aun así, no podía compartirlo; lo tildarían de demente y terminaria en el manicomio como su tío Harold. A pesar de los riesgos, prefería ser egoísta y guardar esos encuentros que le arrancaban una sonrisa.

Cuando llegó a su rincón mágico, sacó de su mochila el empaque de galletas y degustó una, saboreando las chispas de chocolate. Cuando quiso comer otra, escuchó el maullido del Lunara, la tierna criatura alada que amaba los dulces.

Voló alrededor de Lucas, quien la recibió con una sonrisa. Le gustaba tanto esa criatura. Lanzó una galleta al aire, la cual atrapó sin dificultad y ronroneó. Luego, Lucas la cargó y acarició su lomo, provocando más ronroneos de satisfacción.

-También me alegra verte.

Justo cuando iba a darle otra galleta, el sonido de una suave risa atrajo su atención. Alzó la vista y allí, entre los árboles, apareció Nimael. Con cabello rubio como el sol y ojos que brillaban como estrellas, su vestido era de un hermoso blanco.

Nimael se acercó corriendo. Su sonrisa era tan cálida.

-¡Lucas! ¡Has vuelto! Y llegas tarde -le reprendió en tono de broma.

Lucas se rió. El Lunara emprendió de nuevo el vuelo, persiguiendo juguetonamente una mariposa.

-Lo siento, me entretuve un poco. Pero traje algo.

Lucas hurgó dentro de su mochila. Nimael chilló con anticipación. Era tan curiosa como una niña pequeña, dando saltitos mientras intentaba ver lo que Lucas había traído de su mundo para mostrárselo. Finalmente, encontró lo que estaba buscando: una pequeña caja de música.

La caja era de madera tallada, con intrincados detalles en su superficie. Las flores y las hojas se entrelazaban en un patrón delicado. El cierre de la caja era una mariposa de plata con las alas extendidas.

Nimael se acercó, sus ojos brillando con curiosidad. Lucas abrió la caja con suavidad, y el sonido de una dulce melodía llenó el aire. Las notas eran como brisas refrescantes, dulces y melancólicas al mismo tiempo.

-¿Qué es esto? -susurró Nimael.

-Es una caja de música -dijo-. Mi madre solía ponerla para mí cuando era niño.

Nimael cerró los ojos. Sonreía completamente sumergida en la belleza de esa melodía. Incluso el Lunara revoloteaba como si danzara al ritmo de la música.

-Es hermosa. Me recuerda al calor de mi familia.

La elfa sonrió con melancolía ante los recuerdos de su hogar perdido hace siglos. Lucas sintió empatía por ella. Él también extrañaba su vida en su antigua ciudad, y sobre todo a sus amigos.

Aunque la situación de Nimael era distinta. Ella le había revelado el trágico destino que las criaturas mágicas sufrieron siglos atrás debido a los humanos. Viviendo siglos de inmensa soledad, oculta en el bosque junto a su fiel compañero, el Lunara. Otra criatura mágica que había logrado evitar el exilio.

-No entiendo por qué hicieron algo así. -Lucas sacudió la cabeza con decepción-. Eran tiempos maravillosos y de paz, ¿por qué arruinarlo?

La canción pasó a segundo plano, y la alegría fue reemplazada por la tristeza.

-Por miedo -habló con un dejo de ira-. Temían que con nuestros poderes dañaramos a los humanos.

Lucas apretó los puños, sintiéndose tan enojado por aquellos sucesos. Los humanos dijeron que lo hacían por protección, pero sus acciones fueron egoístas.

-Fueron unos idiotas. Lo único que lograron hacer fue un gran daño.

Nimael le sonrió, conmovida de que un humano sintiera compasión por las criaturas mágicas.

-Lucas, ¿eso es lo que crees?

-Claro -sentenció con firmeza-. Aquella era una época de paz y armonía. Pero la codicia y el egoísmo de los humanos lo arruinaron. Destruyeron ese mundo perfecto. Si tan solo se pudiera arreglar.

Por primera vez en siglos desde aquella tragedia, Nimael sintió esperanza.

-En realidad, sí podemos.

* * *

Nimael detalló la leyenda del exilio de las criaturas y reveló la ubicación de la montaña. Si subían un poco, encontrarían una cueva y en su interior una puerta de piedra gigante sellada con un hechizo que solo un humano podía abrir.

Lucas la miró con curiosidad y expectación mientras escuchaba a Nimael pedirle ayuda para liberar a las criaturas mágicas de su exilio. Si decidía ayudarla, sería considerado un héroe y recordado como el humano que contribuyó a unificar ambos mundos.

Sin dudarlo, Lucas decidió ayudar a Nimael. Había compartido momentos con ella y el Lunara, ambos seres generosos. Su amistad demostraba que mundos diferentes podían coexistir en paz. Así que se aventuró al bosque de noche para liberar a las criaturas mágicas.

Lucas salió a escondidas de su casa y se encontró con Nimael en el claro habitual. Ella lo esperaba impaciente, y al verlo llegar, sus ojos se iluminaron y le sonrió.

-¿Listo? -Nimael le extendió la mano.

-Listo. -Tomó su mano con firmeza.

Ambos se adentraron al bosque. La luna llena brillaba en lo alto, iluminando el camino de piedra que ascendía hacia la montaña.

Nimael no podía contener su emoción. Cada paso la acercaba más a la posibilidad de liberar a las criaturas mágicas. Hablaba sin parar, describiendo cómo los elfos, los dragones y demás serían liberados para recuperar la unidad con los humanos.

Lucas escuchó atentamente, sintiendo alegría ante el hermoso escenario que pintaba Nimael. Sin embargo, algo no encajaba. A cada paso, el ambiente se volvía extraño, oscuro y tenebroso. El lugar le daba una mala sensación, como si algo malo estuviera a punto de suceder. Y cuando entraron a la oscura cueva, el miedo se apoderó por completo de Lucas.

-Nimael. -Se sentía inquieto.

-Tranquilo, falta poco.

Nimael apretó su mano para tranquilizarlo y sus pasos se volvieron apresurados. Se le notaba desesperada, con un semblante inusualmente serio.

Lucas se asustaba con cada paso. Tuvo un sobresalto al escuchar un rugido. Se detuvo en seco, mirando con miedo a todos lados.

-Lucas, no te detengas. -Lo apuró con frustración en su voz.

-Pero podría ser peligroso. Es mejor que nos vayamos.

-¡No! ¡Tiene que ser hoy! ¡No podemos esperar más tiempo! -gritó con fuerza.

El eco del grito de Nimael resonó fuertemente en la cueva, dejando perplejo a Lucas. Al ver esto, la elfa se sintió culpable.

-Perdón. Yo...

Antes de que pudiera explicarse, algo jaló del brazo de Lucas con una fuerza que no era humana. Sintió su carne ser desgarrada y un agudo dolor que lo hizo gritar; Nimael también lo hizo, asustada y preocupada. Lucas intentó soltarse, logrando ver la cosa que lo jalaba.

Sus ojos no daban crédito y se paralizó; la cosa que lo estaba lastimando era el lunara. Pero su aspecto era distinto. Su pelaje era negro y sus ojos antes tiernos brillaban con un rojo furioso que estremeció a Lucas.

Lucas luchaba por liberarse del lunara. El dolor se extendía por su brazo. ¿Cómo era posible que la criatura tan tierna lo atacara con tal ferocidad?

-¡Lunara, no! -gritó Nimael, su voz desgarrada-. ¡Él es nuestra salvación! ¡No lo lastimes!

Nimael, desesperada, tomó el pellejo del lunara con una fuerza descuidada, hundiendo sus uñas puntiagudas en la piel. La criatura soltó un chillido de dolor y fue arrojada violentamente contra la pared de la cueva.

Lucas observó con horror cómo el cuerpo inerte del lunara caía al suelo. No se movía, no respiraba. Su pequeño amigo ahora yacía sin vida.

-No tenía elección -susurró-. Cuando cae la noche, el lunara cambia y se vuelve violento. No podía permitir que te lastimara.

Lucas no podía procesar lo que veía. ¿Cómo podía alguien tan bondadoso como Nimael haber matado al ser que había vivido durante siglos a su lado? ¿Todo lo que había vivido semanas atrás era una ilusión?

-Lucas -Nimael limpiaba sus lágrimas-. Tenemos que seguir. El lunara está muerto.

Lucas permaneció inmóvil, su mente en un torbellino de pensamientos mientras su brazo seguía doliendo. Tal vez las criaturas mágicas no eran tan benevolentes como había creído.

-Lucas, ¿qué te pasa? -insistió Nimael-. Debemos llegar a la puerta para abrirla.

-Nimael -su voz temblaba-. ¿Cómo vamos a hacerlo?

-Pues... tendremos que hacer un pequeño sacrificio.

Esas palabras aceleraron el corazón de Lucas. Tragó saliva con fuerza.

-¿Qué tipo de sacrificio?

La sonrisa de Nimael se curvó en una sonrisa que invitaba a la desgracia. No era la expresión cálida y amigable que Lucas conocía. Esta vez, sus ojos brillaban con un fuego inquietante que hizo temblar a Lucas de miedo.

-Si te lo digo antes de llegar, es posible que ya no quieras hacerlo...

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