Es que viendo las estrellas allá en las lejanías, donde nunca nadie en esta tierra ha podido apreciar, me doy cuenta de la fortuna que tengo entre mis dedos. Dime, ¿existe acaso alguien más bendecido que yo en el mundo? ¿Alguien alguna vez ha tenido una infinidad de galaxias en el corazón?

Yo soy millonario, solo por poseer aquello que ni siquiera los más grandes y poderosos han logrado conseguir. Esas mismas estrellas que ahora se encuentran refugiadas entre cofres, cual tesoro pirata, en lo más profundo, pero floreciente de mi pecho. En el camino, trampas de toda clase he logrado evitar, para que nadie más logre hurtar lo que tanto me costó alcanzar.

Pero yo conozco el camino para llegar a él y salgo ileso de la travesía. Responde a esta pregunta, tú que me conoces con exactitud: ¿sabes por qué cuando viajo a esa isla desierta, llena de serpientes venenosas, llena de un lago mohoso y caimanes dentro, que nadan en sus orillas buscando presas con qué alimentarse, y yo, llegando sin un solo rasguño, siempre sonriendo y ansioso de, siquiera un breve momento, ver mi tesoro preciado?

Es porque me inquieta saber que esos minutos infinitos estén esas estrellas solas. Porque ansío, con todas las fuerzas sobrehumanas, poder apreciarlas. Porque temo que alguien las dañe, porque temo perderlas o que su brillo se apague. No me imagino un escenario en el que ya no pueda verlas solo por un descuido de mi parte.

Yo sé lo que tanto las hace titilar, hasta el punto de enceguecer a un rey. Llevo conmigo siempre una poesía, una canción y mi amor eterno. Las acompaño con chocolates y flores, dulces palabras que se adentran en ellas, y mi atención. Porque este bobo no puede ver más allá de ella; hipnotizado estoy o quizás también embrujado. ¿Pero sabes lo que más me intriga? Que desde el fondo de lo que soy, de lo que siento y pienso, me da igual la razón. Todo es suficiente al verlas brillar, y eso es lo que me importa.

Te diré sus nombres, porque mereces saberlo. Una de esas estrellas es tu sonrisa, que cautiva todo mi ser y conquista los océanos de mi vida, trayendo paz a sus mareas y manteniendo en calma sus olas. Las segundas son tus ojos, tan brillantes como el mismo sol, como dos gemas preciosas que traen fortuna a mi vida.

Otra de ellas ni siquiera la puedo ver, pero sé que está ahí mismo, porque su voz me canta. Cada vez que hablas, entra la melodía por mi oído como dulce sonido celestial. Y tu rostro, una de las más grandes estrellas que pueden haber existido, juntas todas ellas forman un mundo entero. Tus manos, que cuando me tocan, logran sacar un escalofrío en mí, haciéndome sentir único y especial entre tantos aquí en esta tierra.

Qué afortunado soy, amada mía, de que una reina como tú, una estrella angelical, haya puesto sus ojos en alguien como yo, un humilde servidor, que se esfuerza cada día en conquistarte una y otra vez, porque te mereces todo. Te mereces solo lo mejor de mí.

Tú, mi amada fortuna.