El resto de ese día me lo pasé encerrada en mi habitación aún a costa de que sabía que él no estaba, pero no tenía ganas de nada.

Ya a la noche; a pesar de que no tenía ganas, tuve que alistarme y salir a las nueve al drink. Cuando llegué mi tío me jalo de un brazo para preguntarme dónde estaba, que me tarde tanto. Tenía cara de que estaba endemoniado por lo enojado que se veía, me zafe de su agarre y le respondí que, en la casa. En dónde más si no. Él me dijo que no quería volviera a tardarme, que empezaría a salir con él porque me tardaba mucho. Había muchos clientes que tenían que ser atendidos ya. Sus palabras no me convencieron, no comprendía su actitud tan repentina conmigo.

Me puse a trabajar desde que me soltó fui mesa por mesa sin parar, sentí que era la única que estaba trabajando ahí al pasar las horas y no dejar de ser llamada para llevar cosas: por alguna razón era la camarera que más gustaba.

Lo que más me disgustó de aquella noche fue la mirada de un hombre, como entre cuarenta o cincuenta años que llegó y se sentó solo en una mesa a tomar solo cerveza. Miraba a todos lados, pero principalmente a mí y no le importaba que lo notara viéndome me seguía mirando como si nada. Su mirada me incomodaba, parecía neutra, no era como esas miradas pervertidas a las que estaba acostumbrada, era una mirada cautelosa que acecha a alguna presa. O eso me parecía, sus ojos eran bonitos, y algo en él grita 'peligro'. Bueno, tal vez exagero. Era un cliente nuevo, antes no lo había visto, vestía de negro y blanco, llevaba su cabello negro peinado para atrás, era un hombre de tez blanca y su voz era gruesa como todo un señor. Algo que me inquietaba de él es que parecía que siempre me hablaba en acertijos, que yo no entendía. Trate de seguirle el ritmo, de evitar su mesa lo más posible, pero cuando no iba a atenderlo porque le esquivaba yendo a otra mesa él iba él a dentro a buscarse otra bebida así encontrándose conmigo preparando el pedido de alguna mesa, no me decía nada solo me observaba y cuando le daban lo que quería me esperaba en la puerta para caminar a la par mía para hablarme. Me sonsacaba información que todos los chicos me preguntan: hey, ¿cuál es tu nombre? ¿Cuál es tu edad?, ¿estudias? ¿Llevas mucho trabajando aquí?, etcétera.

No negare que me hizo la noche más entretenida, me ayudo a mantenerme despejada para trabajar y en parte me divirtió, es un hombre raro, pero parecía no ser un borracho con el que tendría que lidiar.

Al final, se fue cuando cerramos igual que otras personas que sí estaban borrachos hacía horas haciendo de payasos.