Por fin la deposité en su cama. Podía oír a un par de sujetos tocando a su puerta que saliera divertirse, pero había cerrado con llave. Lo mejor era esperar a que ellos se fueran y ya después me retiraría.

Me tiré a un costado de la cama y cerré los ojos por un segundo.

Me sentía cansado. Mi atuendo estaba hecho un asco por aquella morena y me sentía algo sudado, ansiaba como loco tomar una ducha helada; pero sentía que los párpados me pesaban.

Cerré los ojos por un instante.

...

No sentía frío, al contrario; había una calidez agradable envolviéndome. Mi nariz estaba sumergido en una fresca fragancia frutal y mi cuerpo se sentía bastante cómodo. Deslicé mis manos aún con los ojos cerrados, topándome con una piel tan suave y tibia que anhelaba acariciar mi mejilla ante ella.

Seguí acariciando, era una sensación adictiva. Nunca había acariciado una piel tan beditam...

¡¿Estaba acariciando a alguien?!

Abrí los ojos asustado para toparme con la asquerosa princesa durmiendo conmigo sobre la alfombra del suelo. Ambos cobijados por la misma sabana.

¡Desdichada! ¡La odio!

Mi único consuelo es que ambos traíamos ropa.

Me levanté de prisa y la empecé a sacudir importándome poco que "No deben molestar el descanso de sus amos". Si cualquier empleado me veía así con ella, se murmurarían cosas que no.

—¡Despierte!— insistí. Ella por fin abrió los ojos lentamente y dibujó una sonrisa.

—Que bien te ves con la corbata desajustada.

Agh, para lo que importaba eso ahora.

—Levántate. Tírate sobre la cama. Ahora.— ordené.

Ella resopló y se tiró sin chistar.

—¿Tienes alguna peine que pueda utilizar?— Ella sólo me señaló el baño con desgano. Ya no había tiempo de ir a mi cuarto, tenía que arreglarme aquí.— Busca una pijama o algo y cámbiate si quieres que conserve este empleo. Ya regresó

Me dirigí al baño y empecé con mi aseo. Tomé un baño rápido con cuidado de no mojar mi cabello para que se fuera el olor a alcohol, escondí la toalla que use y cuando terminé de peinarme me miré al espejo.

¿Qué carajos había hecho?